Actitudes del Niño(a) Frente a la Hospitalización

Cuando un niño es hospitalizado, cambia su vida abruptamente. El hospital pasa a ser su espacio vital, durante días, semanas o meses. Se convierte en su mundo. Desaparecen la casa, la escuela, el barrio, los hermanos y los amigos. Se interrumpen las actividades usuales de juego, estudio y descanso.

En el nuevo ambiente, el niño se ve obligado a asimilar múltiples cambios. De repente tiene que interactuar con muchas personas a quienes nunca vió. Entre ellos están los profesionales de la salud (médicos, enfermeras, nutricionistas, psicólogas y estudiantes), quienes revestidos de un estatus especial examinan su cuerpo y lo someten a diversas intervenciones, que no dejan de ser molestas o dolorosas2.

Están además los cambios de horario, la separación de su familia, el malestar que siente por su enfermedad, las restricciones para desplazarse, el reposo obligado, los ruidos y otras incomodidades, que contribuyen a explicar porqué para muchos niños la experiencia de la hospitalización llega a convertirse en un verdadero trauma2.

Desde hace mucho tiempo se sabe que la permanencia en un medio institucional restrictivo, como el hospital, hace que el niño asuma diferentes actitudes, como serian:

1. El niño hospitalizado se siente enfermo, abandonado por su familia, el niño no entiende porque para estar bien, tiene que estar sólo. Si el niño se siente sólo, es más propenso a estar triste, se desarrolla estrés y bajan las defensas.

2. El niño hospitalizado se siente con dolor, con desconcierto, depresión, miedo, rabia y aislamiento social. En un estudio realizado en 1997 en el Hospital Universitario de Cartagena se observó que el 25% de los niños menores de 6 años presentaron manifestaciones de ansiedad y depresión durante las primeras 72 horas de su hospitalización. Una segunda evaluación realizada 7 días más tarde mostró que el porcentaje de niños en quienes se observaron estos síntomas de desadaptación se elevó al 75%. Estos resultados sugieren que contrario a lo que podría esperarse debido a fenómenos de habituación, la afectación emocional de los niños como consecuencia de la hospitalización puede incrementarse a medida que ésta se prolonga3.

3. El niño hospitalizado busca compañía y afecto de un familiar u otra persona.

4. El niño hospitalizado tiene respuestas negativas a una mala hospitalización: trastornos de conducta, retardo en el desarrollo, depresión y llanto; puede perder el deseo de vivir.

Mis abuelitos vinieron por la mañana y ya no vuelvenlos papitos ya no vienenyo los estaba esperando y ellos no quieren venir… (Cesar, de 4 años, Unidad de Quemados). En las expresiones de las niñas y los niños, se palpa esa nostalgia ante la separación de la familia. Lloran prolon- gadamente cuando su madre les deja, una vez ha terminado el tiempo reglamentario de visita y la llaman repetidamente como si pudieran hacerla regresar. Dicen los niños y las niñas , que si fueran directores del hospital, dejarían que los padres acompañaran siempre a sus hijos.

Existen numerosas observaciones sobre trastornos emocionales que se originan en los niños como consecuencia de la pérdida del contacto con sus seres queridos. Entre ellos se destaca llanto prolongado, retraimiento, depresión, estrés y sentimientos de soledad, abandono o culpa. Estas alteraciones en el estado anímico del niño, pueden conducir a su vez a un recrudecimiento de su enfermedad física, obstaculizando gravemente el proceso de recuperación de la salud. Por lo tanto la conclusión es siempre la misma: cuando los niños están acompañados de sus seres queridos, se sienten mejor y este bienestar anímico contribuye a una más rápida recuperación de su salud física8.

5. A la tristeza que siente el niño o la niña, por la ruptura con el ambiente que le es familiar, se une el aburrimiento. El medio hospitalario es pobre en estímulos, su ritmo de actividades es monótono y repetitivo. Los horarios se establecen atendiendo casi exclusivamente a las exigencias de atención de la enfermedad y se olvidan con frecuencia las necesidades fundamentales de los niños, su interés por jugar, aprender, movilizarse, explorar, comunicarse con otra persona de su misma edad. Muchos niños manifiestan el deseo de tener algún juguete con que ocuparse, de leer o escuchar la música que les gusta, de salir al aire libre o recibir recreación de algún tipo. Desafortunadamente, la única alternativa que les queda muchas veces a los niños(as), es sentarse largas horas frente a un televisor2.

6. El niño hospitalizado tiene respuestas positivas a una buena hospitalización: si hay buenos vínculos afectivos, el niño entiende que lo quieren y se adapta mejor. Si el niño entiende la hospitalización, tiene mejor disponibilidad para el tratamiento.

Estos efectos contraproducentes de la hospitalización se pueden mitigar si se tuviera en cuenta que la conducta ética en medicina tiene como pilares el respeto por el niño, la búsqueda de su beneficio y el reconocimiento de su derecho a alcanzar su pleno desarrollo4. Por lo tanto durante la estancia hospitalaria se debe hacer énfasis en el acompañamiento interdisciplinario, la escucha terapéutica, la interpretación del síntoma y el signo desde la perspectiva cultural de la familia del niño, la comunicación directa con el enfermito y la reivindicación del vínculo afectivo como facilitador de la recuperación y efecto protector frente a la comorbilidad y a la recurrencia(5). Posterior a la estancia hospitalaria la estrecha colaboración con padres, familiares y amiguitos reincorpora con menos traumatismos al pequeño a sus actividades cotidianas , recuperando su capacidad y su bienestar.

Aunque el paciente cuente con un equipo multidisciplinario para manejo durante su estancia intrahospitalaria, su médico tratante, ojalá el médico general o el pediatra que le remitió, debería estar al tanto de su evolución postoperatoria, del manejo de las complicaciones del tratamiento, así como del diagnóstico y secuelas a largo plazo, como estrategia de la reducción del temor del niño y la familia, ante la despersonalización y la comprensión inadecuada por el personal médico, paramédico y auxiliar en los servicios de atención de mayor nivel de complejidad, en los cuales el niño es bien estudiado pero no bien tratado5.

En nuestros hospitales falta sensibilizarse mucho más ante lo que viven los niños cuando se enferman y tienen que ser internados. Sólo intentando comprender sus sentimientos podrá lograrse una mejoría real de la calidad de la atención que se les brinda, una atención que responda adecuadamente a sus más intimas necesidades y sea consecuentemente respetuosa de sus derechos.

Anticiparnos a la enfermedad incluye dos frentes de trabajo, las comorbilidades subclínicas que emergen favorecidas por el estrés de la hospitalización o por el choque de la noxa biológica y de la desadaptación social sobre el niño y las comorbilidades adquiridas en el hospital por una disminución en la capacidad de mantenerse sano el niño.

Nuestra estrategia como clínicos en el primer frente se apoya en la prevención que, aunque tiene tres niveles, nos concentraremos en la prevención secundaria, en la cual, utilizando la estadística y la semiología, podemos construir unos indicadores tempranos de enfermedad de alta sensibilidad e inespecíficos; tamizando así los niños hospitalizados en casos probables y en no probables, en los primeros se confirmaría diagnóstico con signos específicos y pruebas específicas realizando así un diagnóstico precoz de comorbilidades, confirmando casos tempranamente, para disminuir así la morbimor- talidad en los hospitalizados.

En el segundo frente la estrategia más efectiva sería la prevención primaria de enfermedades adquiridas durante la hospitalización (infecciones, iatrogenia y psicosociales) evitando la exposición a agentes patógenos, mediante la disminución de la estancia hospitalaria, el aumento de la atención ambulatoria y la prestación de servicios más acordes con la realidad sociocultural, político – económica y cientifico-técnica de la población.

Por ello, en la lógica de la atención hospitalaria integral al paciente pediátrico, es necesario el mantenimiento de la condición psicológica y emocional, para la completa recuperación biológica y social del niño.

Por último el médico debe estar en capacidad de brindar consejería en asuntos como la legislación, que regula el acceso a los servicios de atención en salud, a todo lo relacionado con el maltrato infantil y educación en salud6.

Las condiciones de salud del paciente hospitalizado, hacen que pueda existir algún grado de limi tación en el desarrollo integral del niño comparado con otro sano; esto no quiere decir que no pueda seguir con su vida cotidiana, “por tanto el médico no es el único encargado de propender por una mejor calidad de vida en el niño hospitalizado, por el contrario es trabajo de todos y de muchos”.

Diagnosticar y manejar la patología motivo de la estancia hospitalaria, apoyar a un niño enfermo y consolar a una familia con una medicina humanizada, ayudando a vivir a pesar del sufrimiento, no dejando agotar la esperanza en un Dios bondadoso, es, en suma, un abordaje coherente que pretende mejorar la calidad de vida del niño hospitalizado.

Como Mejorar la Hospitalización de los Niños y Niñas7

1. Explicar cuidadosamente y por anticipado cada intervención con términos y conceptos adecuados al nivel del desarrollo del niño.
2. Fomentar la permanencia nocturna de la madre con el niño lactante y preescolar.
3. Buscar que para todos los niños las visitas sean diarias.
4. Favorecer programas recreativos, antes y después de intervenciones, que ayuden a los niños a expresar la ansiedad jugando.
5. Si es necesaria la hospitalización deben tenerse presentes las necesidades de padres y niños.
6. Explicarle a los padres, que es posible que en el hospital sus hijos presenten conductas regresivas, a pesar de su esfuerzo por apoyarlos, para que no sientan esto como fracaso personal.
7. Ofrecer oportunidades de relación psicotera- péutica de apoyo para niños y padres.
8. El acompañamiento de la madre en pre y post-anestesia, da al niño la sensación de continuidad.
9. Posibilitar a padres y niños hacer preguntas antes y después de la cirugía, para subsanar la ansiedad y superar concepciones erróneas.
10. Buscar que los niños no pierdan su rol escolar.