Revalorizar la Investigación hacia la Innovación en Sistemas de Producción Tropical

Alvaro Francisco Uribe Cálad
Director Ejecutivo

Los sistemas nacionales de investigación agrícola en América Latina se insertan hoy en un contexto internacional que exige profundas transformaciones en la forma de hacer la investigación y la transferencia tecnológica, como única opción para adecuarse a los nuevos escenarios del desarrollo agrícola mundial. Estos escenarios se caracterizan por sistemas económicos impulsados o determinados por demandas mayores y más diversificadas. Los mercados en las economías capitalistas, están condicionados por diversas fuerzas, interrelaciones y complementariedades entre lo local, lo nacional, lo subregional y lo internacional. Existen procesos de creación de competitividades a partir de ventajas comparativas que surgen o se dan desde lo local, las empresas, los sectores y el Estado. De esta manera un productor de algodón del Municipio de Aguachica en el Departamento del Cesar en Colombia, o las empresas madereras del Municipio de Zambrano en el Departamento de Bolívar, están cada vez más condicionados a la competencia por oferta, precios, calidades, demandantes, etc., de lo que ocurría hace apenas una década.

Para el sector agropecuario, estos procesos de globalización, internacionalización y apertura de la economía y el reordenamiento de los precios relativos que estos cambios implican han determinado la naturaleza y el alcance de las oportunidades, las cuales están cada vez más ligadas a la generación y aplicación del conocimiento y a una visión que considere nuevas alternativas, especialmente opciones de diversificación productiva, diferenciación, agregación de valor, reconversión de sectores e inteligencia de mercados.

Todo lo anterior, con el propósito de responder a las tendencias y a los cambios constantes de la demanda por productos agropecuarios. ¿Pero cuáles son estas tendencias?. Un reciente estudio identifica los siguientes factores, entre otros, como determinantes de los escenarios próximos para la agricultura:

Mayor competencia de los sistemas agroalimentarios de la región con la oferta internacional, lo cual implica la entrada de productos de mayor valor agregado para segmentos de población con mayor poder adquisitivo, fuerte competencia en los segmentos de consumo masivo y consolidación de grandes cadenas de distribución.

• El desarrollo de nuevos productos y la identificación de nuevos usos a partir de características intrínsecas de los existentes.
• El marcado protagonismo del consumidor y la volatilidad de sus preferencias, hábitos y costumbres.
• La creciente importancia de la temática ambiental en todas sus dimensiones.
• El uso racional y eficiente de la biodiversidad, y
• El marcado dinamismo del sector agroindustrial que demanda tecnologías optimizadoras de funciones de producción.

En este sentido, cada vez más de prisa, el mundo evoluciona, en la producción de alimentos, materias primas, especias, bebidas naturales, esencias, entre otros, llevando a un proceso de especialización de la producción y el comercio, entre regiones y bloques. Este proceso es cada vez más intenso y desigual. Presenciamos una lucha frontal en la supremacía por la producción de cereales y oleaginosas de ciclo corto entre los países templados. El Sur de América Latina, de Asia y de Africa, compiten con Estados Unidos, Canadá y Europa por el predominio de la producción de maíz, trigo, cebada, soya, ajonjolí y girasol, entre otros. Las uvas y vinos chilenos y argentinos, así como las manzanas, peras, ciruelas y otros productos típicos de zonas templadas también luchan por lograr posiciones dominantes en la esfera de la producción y el comercio mundial. La producción de trozas y tablones de maderas, pero también de muebles y otros productos madereros, provenientes de pinos y eucaliptos y otras especies propias de climas templados, constituyen otro escenario de disputa por la preeminencia en los mercados mundiales.

Por otra parte, la producción mundial de carne de bovino, leche, pollos y cítricos, por mencionar algunos ejemplos de productos que se producen bien en el subtrópico, en algunos nichos tropicales y en las zonas templadas, aunque en éste último caso con altas cargas de subsidios energéticos y económicos, enfrentan hoy en el concierto mundial a Argentina, Uruguay, Brasil, Nueva Zelanda y Australia, con la oferta y el comercio proveniente de Estados Unidos, Canadá y Europa Occidental.

¿Qué sucederá con los productos tropicales?. El café, el banano, el plátano, en menor medida la yuca y algunas frutas como el mango, la papaya y la piña, disputan las preferencias de los comercializadores y consumidores europeos y americanos, en una lucha incesante y desigual, donde la imposición de cuotas, aranceles diferenciales y exigencias de calidad, enfrentan a los países tropicales de América, Asia y Africa, entre sí, y particularmente entre los que son o fueron colonias europeas y gozan por tanto de esquemas preferenciales de acceso. La lucha es permanente y repito, bastante desigual.

En medio de este escenario y después de cinco décadas de trabajo permanente y continuo por parte de las instituciones de Investigación y Desarrollo Tecnológico, la pobreza, tanto urbana, como rural campea sin compasión.

Rápidamente, he tomado para el análisis de este tema el Indice de Desarrollo Humano, el cual incorpora los elementos de esperanza de vida al nacer, tasa de alfabetización y escolaridad y PIB per capita a paridad de poder adquisitivo. Sobre lo anterior, encontramos que solamente 4 de los 49 países que cuentan con un desarrollo humano alto hacen parte de la franja tropical, de los cuales uno es una ciudad (Singapur), otro es un país petrolero (Brunei Durussalam) y dos son países isleños (Barbados, y Antigua y Barbuda). Por otro lado tenemos que de los 93 países con desarrollo humano medio más de la mitad hacen parte de la franja tropical (55 en total). En esta categoría encontramos a todos los países latinoamericanos. Por último se observa que de los países con desarrollo humano bajo la gran mayoría hacen parte del trópico, específicamente de Africa subsahariana. Solo un país, Nepal, de los 35 no es tropical.

Por regiones, Africa Subsahariana es la zona del mundo donde más se ha perdido terreno en el mejoramiento del desarrollo humano. Esto se debe principalmente a la pandemia del SIDA, la guerra y el estancamiento económico que ha azotado a países como Botswana, Burundi, El Congo, entre otros. Países, que no hacen parte de la franja tropical y que han perdido Desarrollo Humano en los últimos años a causa del estancamiento económico son los que están inscritos en la Comunidad de Estados Independientes, específicamente Bulgaria, Estonia, Federación Rusa, Letonia, Moldovia y Rumania. Para el caso de Tayikistanse suma el conflicto armado como causa de esta pérdida de Desarrollo Humano.

En todo este contexto Colombia ocupa una posición intermedia. Cuenta con un Indice de Desarrollo Humano 0.764 lo que la ubica en el puesto 68 superado por 16 países de la franja tropical dentro de los cuales se encuentran, a parte de los cuatro que están el nivel alto de Desarrollo Humano, países como Costa Rica, Cuba, Belice, Panamá, Venezuela y Surinam solo por nombrar a los países latinoamericanos, los cuales solo se encuentran en el nivel medio de Desarrollo Humano.

El tema de la pobreza requiere ser enfocado desde varias perspectivas. Si se reconoce que la mayor parte de la pobreza en América Latina y el Caribe (especialmente en la franja tropical) se concentra en las zonas urbanas, entonces una visión estratégica y pragmática, inclinaría la balanza de las decisiones de política orientadas a la reducción de la pobreza en esta zona. Aquí se concentra un segmento mayor de pobres y de miserables y por ende la vía de la reducción de los costos de los alimentos tradicionalmente considerados básicos, causaría un impacto positivo en la pobreza urbana.

No se trata de una reducción de costos de los alimentos vía reducción de costos de producción, proceso que implica, como lo hemos intentado con poco éxito en las cuatro últimas décadas, presionando a las instituciones de investigación a que generen, conocimientos y productos tecnológicos, con énfasis en ajuste y validación para que transformen inútilmente, a los campesinos y sus sistemas de producción de monocultivo en más eficientes y productivos.

Son precisamente estos productos, cuyos precios no cesan de caer en términos reales en los últimos treinta años y lo seguirán haciendo y cuya oferta, gracias a la competencia entre los países templados del norte y del sur seguirá aumentando.

Lo que podría proporcionar alimentos mejores y mas baratos a los pobres, vía importaciones. Sí esto se hace en escenarios de política cambiaria que favorezcan la apreciación o reevaluación de las monedas, dichas importaciones podrán ser mayores y menos costosas, con dólares más baratos. Podrá tildarse ésta de una propuesta facilista y perjudicial para los productores agrícolas tradicionales que por décadas han intentado, sin mucho éxito, abastecer las demandas internas y mejorar sus niveles de empleo e ingresos en este tipo de agricultura. Como veremos posteriormente, nuestra propuesta enfatiza un cambio sustancial de la geografía económica de la producción agropecuaria tropical, para que estos agricultores se dediquen a la generación de productos tropicales con posibilidades efectivas de agregación de valor (frutas, hortalizas, especias, aromáticas, productos con principios activos de alto valor para la agroindustria o sectores industriales como el farmacéutico, cosmético, nutricional, etc.).

Reconocemos también la posibilidad de desarrollar una agricultura competitiva en algunos rubros tradicionales en nichos agroescológicos específicos y claramente delimitados. En algunos casos, los sistemas productivos o mixtos, a partir de especies transitorias, podrían tener a mediano y largo plazo, mayores efectos sobre la sostenibilidad, el aumento de la productividad física y económica de los factores productivos y del sistema como un todo, respecto del monocultivo. En todo caso, existe un amplio campo para ofertar materias primas y productos alimenticios a partir de especies tropicales de mayor adaptación como la yuca, el ñame o ciertas leguminosas arbóreas y forrajeras.

El tema de la pobreza en las zonas rurales de América Latina se expresa con mayor fuerza en los países de la franja tropical, indicativo también de que el modelo de producción agropecuaria basado en rubros tradicionales no logró un aumento importante en los niveles de empleo, ingresos y valor agregado, a pesar de los aumentos de producción y productividad alcanzados. Los resultados logrados con la revolución verde en sistemas productivos y zonas agroecológicas de América Latina Tropical, fueron neutralizados, al menos en las dos últimas décadas, por la caída en términos reales de los precios de la mayoría de estos productos, debido a la fuerte competencia que ejercen las naciones desarrolladas en términos de productividad física y en esquemas de subsidios y apoyos a la producción y el comercio. Son precisamente estas naciones las que cuentan con ventajas competitivas, fruto de la investigación y el desarrollo tecnológico en recursos genéticos y mejoramiento, que aunado a fuertes subsidios energéticos de origen fósil (agroquímicos en general), han permitido altas productividades en una fracción del año, que favorece el ciclo biológico de dichas especies.

A esto se suma la triste evidencia de que, el aumento de la producción agropecuaria en América Latina Tropical, se ha dado principalmente en la expansión de la frontera agropecuaria, vía aumentos en la superficie cultivada. Cabe entonces preguntar, y donde quedó la productividad física y la eficiencia económica de estos sistemas de producción?. Pero además, no podemos perder de vista que en las dos últimas décadas, el aumento de la pobreza y la localización de los pobres rurales se ha dado precisamente en las zonas agrícolas que denominamos tradicionales y que por agotamiento de los suelos, aguas, procesos erosivos o contaminación excesiva, perdieron casi toda la aptitud productiva para el desarrollo de sistemas productivos competitivos.

De ahí que una visión progresista y revolucionaria, sería aquella que entendiera que estos campesinos y productores agropecuarios son ante todo habitantes rurales y que lo rural no es solo el componente agropecuario. Si entendemos que la sociedad debe apostarle a la recuperación y preservación de los Recursos Naturales, incluidos por supuesto los recursos genéticos y el agua, es obvio que quienes consumen agua en los poblados y ciudades intermedias y grandes, deben contribuir, vía transferencias económicas, a que dichas aguas y fuentes naturales se recuperen y preserven. Así mismo, los esfuerzos desde lo rural por ayudar a la descontaminación del planeta, a través de sistemas que permitan la captura de carbono, deberían ser pagados por la sociedad toda a quienes los promueven e implementan. Y si de conservación del paisaje y de evitar éxodos de pobladores rurales a los centros urbanos se trata, pues bien, la sociedad entera deberá pagar el costo que esto significa.

Esta sería, una nueva dimensión de lo rural y del concepto de seguridad alimentaria, esta última ya no centrada en esfuerzos inútiles por reconvertir en eficientes y competitivos a pobladores rurales cuyas tierras no dan más y donde la tecnología tradicional, ofrece escasa posibilidades de mejorarlas.

Por todo lo visto, la apuesta de los sectores agropecuarios de los países de la franja tropical, a los nuevos escenarios mundiales de globalización económica y apertura de mercados, resulta entonces compleja, traumática y no clara. La evidencia de la incompetitividad e insostenibilidad de nuestras tradicionales estructuras agrarias para participar eficientemente en los mercados de los rubros predominantes en el comercio mundial y ante la evidencia científica de que estos productos, que caracterizaron el desarrollo de la agricultura moderna del siglo XX a partir de la mecanización a escala en el primer tercio del siglo y de la revolución verde desde mediados, no poseen, ni la estructura genética ni la arquitectura fisiológica, capaz de adecuarse a la oferta biofísica del trópico y que por tanto, debemos entonces volcar nuestra atención a productos tropicales y a sistemas de producción tropicales.

Esto que parece tan lógico no es fácil. Los países tropicales estuvimos sometidos en lo económico y comercial y también en la educación, ciencia y tecnología a depender de productos desarrollados en climas templados, así como en la investigación y el desarrollo tecnológico generado en esas latitudes. Incluso, productos como el maíz y la papa, cuyo origen se reivindica en América Latina, (recordamos la canción de Angel e Isabel Parra, cuando en una de sus tonalidades planteaban “la papa nos la venden naciones varias, cuando del sur de Chile es originaria”), fueron mejorados genéticamente para usar eficientemente toda la tecnología generada por la revolución verde y para adaptarse a las condiciones de los ecosistemas de países templados. Países como Bolivia, Perú, e incluso Colombia, plantean hoy derechos de origen sobre estas especies.

El maíz y la papa fueron mejorados genéticamente y adaptados, al igual que la mayoría de plantas C3, aquellas que son típicas de los países templados, para aprovechar al máximo las 16 horas luz que en promedio duran los cuatro meses de verano en estos países, de modo que la acumulación de azúcares y carbohidratos se potencia al máximo y por supuesto para aumentar la eficiencia en el uso de los agroquímicos, el otro componente fundamental de la revolución verde.

Pero resulta que el trópico no cuenta con 16 horas luz, ningún día del año, ni contamos con el control natural de plagas y enfermedades que generan los largos y a veces crudos inviernos de esas latitudes. Nuestros agricultores pequeños y medianos, no por su estatura, sino por su capacidad económica y el tamaño de sus predios y que constituyen la inmensa mayoría de los productores del campo, aun si disponen de variedades mejoradas, difícilmente tienen acceso en la cantidad y calidad a los fertilizantes y plaguicidas necesarios para desarrollar monocultivos intensivos. Los pocos que tienen acceso a estos agroquímicos, en ocasiones hacen uso excesivo de los mismos, incrementando notoriamente los costos de producción y generando graves y en ocasiones irreversibles daños en los suelos y las fuentes de aguas.

Pero, si pudieran tener acceso a estos agroquímicos en las cantidades y precios y con la oportunidad requerida, se verían sometidos a restricciones severas por parte de los comercializadores y consumidores de las naciones desarrolladas, y a la competencia injusta que aun se ejerce vía subsidios tradicionales, ya que sus sistemas de producción afectan el medio ambiente y la salud de los consumidores. Es decir, se verían sometidos ya no solo al “dumping” comercial y a la enorme estructura de subsidios existente hoy en los países miembros de la OCDE, sino que ejercerían sobre ellos el llamado “dumping” ecológico o ambiental, una nueva forma de dominación que ejercen precisamente los países que mas han contaminado y deteriorado el medio ambiente.

En este contexto, las instituciones de investigación de la órbita tropical heredamos una oferta científica y tecnológica más adecuada para sistemas de monocultivo, típicos de países templados. Los productos agropecuarios en que nuestros investigadores son más fuertes, son precisamente aquellos en los que tenemos muy pocas oportunidades de competir eficientemente. Conocemos muy poco del trópico, de su biodiversidad y de sus genes, de su termodinámica y los efectos que tiene sobre la fisiología reproductiva y de la nutrición. Vemos que los sistemas que mejor se expresan son los múltiples (policultivos), generalmente con especies perennes, pero estimulamos los monocultivos y la llamada agricultura y ganaderías limpias (queremos potreros limpios, solo hierba y cielo como diría un ganadero tradicional de mi país, lo demás es solo manigua y malezas).

Entre los años sesenta y noventa, salvo contadas excepciones, no se investigó sistemáticamente en mi país, en frutales andinos y tropicales, hortalizas tropicales, en sistemas múltiples de producción como la silvicultura y la agroforestería, en cultivos de plantación como la palma africana y los maderables, ni en los cultivos de rotación transitorios como maíz-algodón o maíz-soya, para mencionar algunos. No me refiero a proyectos de investigación de ajuste y validación de tecnología a nivel de fincas, que es importante y sobre lo cual se enfatizó la formación de talento en las escuelas e instituciones de investigación de Estados Unidos y Europa Occidental cuando nuestros estudiantes se prepararon gracias al apoyo de los donantes internacionales. Me refiero a la investigación más robusta y compleja, como la termodinámica; el ciclaje de nutrientes y dinámica de las raíces; la epidemiología y el control biológico, la ingeniería genética y el mejoramiento orientado al estrés climático, nutricional y de suelos; al manejo integrado de suelos y de los recursos biofísicos en general; a los sistemas de información georreferenciados, que resultan ser especialmente útiles para definir zonas agroecológicas donde un sistema de producción se comporta mejor que otro; a la bioestadística y los modelos; la bioprospección, entre otras.

Hoy estamos ante la imperiosa necesidad de redefinir nuestras prioridades y el énfasis de los esfuerzos en educación, ciencia y tecnología, así como las inversiones productivas. La que hemos denominado la agricultura tropical, debe constituir el nuevo objeto de trabajo de las ciencias básicas y el escenario natural en el que se debe desenvolver el trabajo de los científicos, investigadores y técnicos en general. Pero no solo la masa critica de científicos e investigadores de las ciencia agropecuarias. Acá debemos hacer una alianza estratégica con los científicos de otras disciplina, tales como la física, las matemáticas, la química. También, éste debe ser el objeto de trabajo de los diferentes agentes productivos.

Debemos avanzar hacia una agricultura moderna y tecnificada que privilegie los sistemas múltiples, sobre los monocultivos, las especies perennes y autóctonas, sobre las transitorias e importadas, la rotación de especies en sistemas anualizados de producción respecto de sistemas de siembras sucesivas de una sola especie, y en general, una agricultura basada en productos de origen tropical que hoy no participan en los segmentos del mercado característicos de los grandes rubros, pero que tienen oportunidades en nichos específicos de mercados, diferenciados e innovativos en colores, sabores, olores, sustancias nutritivas o factores promotores de la salud. En fin, mercados que cada vez privilegian mas productos de origen.

Debemos concentrar esfuerzos en crear una oferta de opciones productivas y tecnológicas acordes con la especificidad del trópico, en consonancia con la conservación y el aprovechamiento de la biodiversidad. Debemos adelantar un mayor esfuerzo en el conocimiento de los agroecosistemas tropicales. Igualmente, son de gran importancia los desarrollos tecnológicos que apoyan los eslabones de cadenas productivas creadoras de valor agregado.

Podemos crear alternativas productivas diferentes a la agrícola y hacer de la futura tecnología un bien capaz de aliviar la pobreza y la exclusión social que sufre el mundo en desarrollo.

Por supuesto el trabajo debe ir aparejado con modelos de priorización y focalización determinados fundamentalmente por la demanda. La investigación agropecuaria transita en los últimos años de un modelo fundamentado de oferta a una de demanda. Debemos prestar atención a los campesinos y productores, a las comunidades y asociaciones del nivel regional y local, al sector privado, a los inversionistas de la agroindustria y a los hacedores y decisores de política, de manera que las decisiones en “que investigar” y “donde investigar” se defina de manera conjunta. A los científicos e investigadores corresponderá definir el “como investigar” y “con que investigar”.

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