Tratamientos para el cáncer de próstata tienen efectos secundarios
A largo plazo los efectos de los tratamientos para el cáncer de próstata varían, y conocerlos podría ayudar a los hombres a decidir cuál es el correcto para ellos.
Esa es la conclusión de dos estudios recientes publicados el 21 de marzo en la revista Journal of the American Medical Association.
Ambos siguieron a hombres que tuvieron un cáncer de próstata en etapa temprana tratado con métodos “modernos”, que incluyeron las técnicas quirúrgicas y de radiación más recientes. Y ambos encontraron que los efectos secundarios a veces persistían hasta incluso tres años. Pero los puntos específicos variaban.
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Estudios sobre los tratamientos para el cáncer de próstata
Muchos hombres se sometieron a una cirugía para extirpar la próstata. En general, tendían a tener unos declives más grandes en su función sexual, frente a los hombres que eligieron radiación o “vigilancia activa”. También tenían más tendencia a la incontinencia urinaria.
Por otro lado, los hombres tratados con radiación normalmente tuvieron más problemas con la función intestinal. Si además recibieron terapia hormonal, también estaban en riesgo de síntomas relacionados con las hormonas, como sofocos y agrandamiento del pecho.
La buena noticia es que los problemas con la radiación se limitaban sobre todo el primer año después del tratamiento, dijo el Dr. Daniel Barocas, investigador líder de uno de los estudios.
No resultó sorprendente que ambos estudios encontraran que los hombres que optaron por la cirugía o la radiación tuvieran más síntomas a largo plazo que los que eligieron la vigilancia activa.
En ese método, los hombres posponen el tratamiento y eligen que su cáncer se monitorice mediante análisis sanguíneos y biopsias de forma periódica.
La vigilancia activa es una opción para el cáncer de próstata porque la enfermedad con frecuencia crece lentamente y podría no avanzar nunca hasta el punto de ser una amenaza para la vida de un hombre.
Pero eso no significa necesariamente que la vigilancia activa sea la mejor opción para cualquier hombre dado, dijo Barocas, profesor asociado de cirugía urológica en la Universidad de Vanderbilt, en Nashville.
Mucho depende de si el cáncer es “de bajo riesgo” o no, explicó. Los cánceres de próstata de riesgo bajo tienen características que los distinguen como menos agresivos.
“Si se está en ese grupo de riesgo bajo, la vigilancia activa podría ser la mejor opción, para evitar los efectos secundarios del tratamiento”, planteó Barocas.
Pero a los hombres con tumores de próstata más agresivos por lo general se les aconseja el tratamiento para mejorar su supervivencia a largo plazo.
Barocas aseguró que en esos pacientes “está bastante claro que el tratamiento es mejor que no tratar”.
El Dr. Freddie Hamdy es profesor de cirugía en la Universidad de Oxford, en Inglaterra.
En general, dijo, la investigación sugiere que cuando los hombres con un cáncer de próstata de riesgo bajo se eligen de forma cuidadosa para la vigilancia activa tienen unas tasas de muerte por la enfermedad “muy bajas”.
En algunos hombres, la vigilancia activa podría provocar ansiedad, dijo Hamdy, autor de un editorial publicado con los estudios.
Pero, añadió, su propia investigación ha encontrado que los hombres en la vigilancia activa no tienen unas tasas más altas de ansiedad o depresión que los pacientes de cáncer de próstata que eligen un tratamiento inmediato.
“Lo más probable es que la ansiedad generada en muchos de esos pacientes se relacione con el diagnóstico de cáncer, y el hecho de que tienen que vivir con sus consecuencias independientemente del tratamiento que reciban”, dijo Hamdy.
En su estudio, Barocas y sus colaboradores siguieron a 2,550 hombres diagnosticados con cáncer de próstata entre 2011 y 2012. Todos tenían tumores limitados a la próstata. Casi el 60 por ciento se sometió a cirugía, otro 23.5 por ciento recibió radiación externa, y un 17 por ciento eligió vigilancia activa.
Tres años después, los hombres que se sometieron a un cirugía tenían las calificaciones más bajas en la función sexual, frente a los otros dos grupos. También tenían más problemas con la incontinencia urinaria. Un 14 por ciento dijeron que tenían un “problema moderado o grande” con los escapes de orina, frente a entre un 5 y un 6 por ciento de los hombres en los otros grupos.
Por otro lado, la radiación conllevaba el riesgo más alto de problemas de los intestinos y efectos secundarios hormonales. Pero habían desaparecido en el tercer año.
El segundo estudio, con más de 1,100 hombres con cáncer en etapa temprana, tuvo hallazgos similares.
La cirugía conllevaba riesgos más altos de disfunción sexual y pérdida de orina. Por ejemplo, de los hombres con una función sexual normal antes de la cirugía, un 57 por ciento reportaron una función “mala” dos años después, encontraron los investigadores de la Universidad de Carolina del Norte.
Una vez más, la radiación externa provocó más problemas intestinales a corto plazo. El estudio también incluyó a hombres que se sometieron a braquiterapia, un tipo de radiación interna en que se implantan “semillas” radioactivas en la próstata. Esos hombres tuvieron más problemas de obstrucción e irritación del tracto urinario.
¿Qué puede hacer un hombre con esta información? Según Barocas, los pacientes pueden hablar con el médico sobre el tipo de efectos secundarios que podrían ocurrir con cada tratamiento, y entonces decidir con cuáles pueden vivir.
“Si, por ejemplo, ya se tiene una función sexual mala (como muchos de los pacientes de nuestro estudio) ese efecto secundario quizá no signifique mucho para uno”, comentó Barocas.
Para un hombre con un cáncer de próstata de bajo riesgo, el riesgo de cualquier efecto secundario del tratamiento quizá no sea “aceptable”, señaló.
Hamdy planteó otra cuestión: aunque la cirugía asistida por robot se ha convertido en el método preferido, tiene los mismos tipos de efectos secundarios que la cirugía abierta tradicional siempre ha tenido.
FUENTES: Daniel Barocas, M.D., M.P.H., associate professor, urologic surgery, Vanderbilt University, Nashville, Tenn.; Freddie Hamdy, M.D., professor, surgery, University of Oxford, England; March 21, 2017, Journal of the American Medical Association
HealthDay
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