Directrices para el Tratamiento de la Diabetes Tipo 2 en los Niños

Manejo Diabetes Tipo 2

Por primera vez, la Academia Americana de Pediatría (American Academy of Pediatrics) ha publicado unas directrices para la gestión de la diabetes tipo 2 en niños y adolescentes de 10 a 18 años de edad.

Hasta hace poco, los pediatras han tenido que lidiar principalmente con la diabetes tipo 1, que se produce por una causa distinta y normalmente se trata de forma distinta que la diabetes tipo 2. Pero, hoy en día, debido en gran medida al aumento de la obesidad infantil, se diagnostica a hasta uno de cada tres niños de diabetes tipo 2.

“Los pediatras y los endocrinólogos pediátricos están acostumbrados a tratar con la diabetes tipo 1. La mayoría no ha tenido una capacitación formal en la atención de niños con el tipo 2”, aseguró una de las autoras de las nuevas directrices, la Dra. Janet Silverstein, jefa de la división de endocrinología pediátrica en la Universidad de Florida, en Gainesville.

“La razón principal para las directrices es que ha habido un aumento del sobrepeso y la obesidad en los niños y adolescentes, con un mayor número de diabetes tipo 2 en ese colectivo, lo que hace que sea importante que los pediatras generales y los endocrinólogos tengan unas directrices estructuradas a las que atenerse”, afirmó.

Por ejemplo, puede ser muy difícil distinguir inmediatamente si un niño tiene o no diabetes tipo 1 o tipo 2, sobre todo si el niño tiene sobrepeso. La única manera de saberlo con seguridad es realizando una prueba de anticuerpos de células insulares. Ya que la diabetes tipo 1 es una enfermedad autoinmune, un niño o un adolescente con el tipo 1 tiene anticuerpos contra las células insulares que destruyen las células que producen insulina en el páncreas. Pero puede que pasen semanas hasta que salgan los resultados de estas pruebas, según Silverstein.

El peso no juega ningún papel en el desarrollo de la diabetes tipo 1, pero es posible que alguien con el tipo 1 tenga sobrepeso, lo que dificulta mucho un diagnóstico inmediato del tipo de diabetes. Si se diagnostica a una persona que padece diabetes tipo 1 erróneamente de diabetes tipo 2 y se le recetan medicamentos orales (como la metformina) en lugar de la insulina que necesita, puede ponerse muy enferma muy rápidamente.

Por esa razón la primera directriz es empezar el tratamiento del niño o adolescente con insulina en el caso de que no esté nada claro si el niño tiene diabetes tipo 1 o tipo 2. La directriz también recomienda que sigan tomando insulina hasta que se pueda determinar definitivamente el tipo de diabetes.

Otras directrices claves son las siguientes:

Una vez que se haya diagnosticado a un niño o adolescente de diabetes tipo 2, recete metformina y recomiende que haga cambios en el estilo de vida, tanto en la alimentación como en la actividad física.

Supervise los niveles la hemoglobina A1c (HbA1c) cada tres meses. La HbA1c permite tener una medida de los niveles de azúcar en la sangre en los últimos dos o tres meses. Si los objetivos del tratamiento no se han cumplido, el médico debería realizar los cambios oportunos en el régimen del tratamiento.

Controlar la glucosa en la sangre en casa es adecuado para los que tomen insulina, para cualquiera que haya cambiado el régimen del tratamiento, para aquellos que no estén cumpliendo con los objetivos del tratamiento o durante un periodo de enfermedad.

Los médicos deberían usar la Directriz de alimentación para el control del peso infantil basada en la evidencia de la Academia de Nutrición y Dietética (Academy of Nutrition and Dietetics) para asesorar en temas de alimentación a niños con diabetes tipo 2.

Se debería animar a los niños con diabetes tipo 2 a que hicieran ejercicio al menos durante 60 minutos al día y limitar su “tiempo delante de la pantalla” (videojuegos, televisión) no relacionado con temas académicos a menos de dos horas al día.

“Se necesitan unas directrices sobre la diabetes tipo 2 para el colectivo de pediatras, y pienso que las nuevas directrices son buenas. Sin embargo, quedan muchas preguntas sin contestar”, comentó la Dra. Rubina Heptulla, jefa de la división de endocrinología pediátrica y diabetes en el Hospital Pediátrico de Montefiore, en la ciudad de Nueva York.

“En realidad solo hay un estudio extenso sobre la diabetes tipo 2 en niños. Estas directrices son el primer paso, y ponen de relieve la necesidad fundamental de que se realicen más investigaciones”, aseguró Heptulla. Por su parte, Silverstein se mostró de acuerdo en que se necesita más investigación diseñada de forma adecuada.

Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de EE. UU. estiman que se diagnostica de diabetes tipo 2 a alrededor de 3,600 niños cada año, de modo que los pediatras han de ser conscientes de que puede que empiecen a recibir visitas de niños con el tipo 2.

Silverstein señaló que los pediatras deberían evaluar los niveles de HbA1C en los niños con sobrepeso, porque es mucho más fácil prevenir la enfermedad que tratarla una vez que ésta se ha producido.

La diabetes tipo 1 tiende a causar una sed excesiva y a que se orine con frecuencia, pero Silverstein indica que estos síntomas no siempre están presentes o no son tan evidentes en los niños con el tipo 2. Si los niños tienen uretritis (inflamación del conducto por el que se vacía la vejiga) o infecciones por hongos en las niñas, los médicos deberían pensar en evaluar los niveles de azúcar en la sangre.

Las nuevas directrices aparecen en línea el 28 de enero y en la edición impresa de febrero de 2012 de la revista Pediatrics.

FUENTES: Janet Silverstein, M.D., division chief, pediatric endocrinology, University of Florida, Gainesville, Fla.; Rubina Heptulla, M.D., chief, division of pediatric endocrinology and diabetes, Children’s Hospital at Montefiore, New York City; February 2013, Pediatrics

HealthDay

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