Editorial: XX Curso de Residentes de Pediatría y Puericultura

Como la mayor parte de las veces, cuando hay tantas cosas importantes que comentar los espacios son insuficientes.De muchas cosas quisiera hablar en este corto espacio, pero hay un aspecto de fundamental importancia que no puedo dejar pasar, ya que tiene que ver con la vocación fundamental de nuestra agremiación como es la de colaborar en el proceso de mejoramiento de las condiciones del pediatra en lo relacionado con su trabajo y con la formación y mantenimiento de su actualización. Esos aspectos tienen que ver con la razón de ser de muchas de las actividades de la Junta Directiva de la SCP. Esa es la motivación para adelantar la organización de diferentes actividades de carácter académico que se llevan a cabo en las diferentes regionales, los congresos y jornadas, es la razón fundamental del Precop y por otra parte el impulso de Crianza y Salud, que pretende llevar también ese proceso a la comunidad. Con razón decimos que el Pediatra es educador por naturaleza y claro, debe serlo a todos los niveles. Es por ello que voy a ceder este espacio para reproducir, con su aceptación, claro está, las palabras que el Dr. Jorge Loaiza pronunciara como bienvenida en el XX Curso de Residentes de Pediatría y Puericultura de la Universidad de Antioquia, hace apenas un par de meses, por considerarlas de enorme importancia en el proceso de creación de conciencia de la importancia de una óptima formación del profesional que creemos más idóneo para atender al niño, El Pediatra:

Dice el Dr. Loaiza “Debo emplear este corto tiempo para expresar algunos razonamientos relacionados con la profesión médica y con la pediatría en especial.

El quehacer pediátrico surgió hace ya mas de un siglo en respuesta a una creciente toma de conciencia acerca de la naturaleza diferente de los problemas de salud y enfermedad en los niños y los adultos y que las respuestas varían con la edad. La pediatría tradicional centró su atención en forma casi exclusiva en la cura de enfermedades. Aún sigue siendo así en muchos casos. Mas tarde comprendió la trascendencia de lo psicococial en la atención del niño, la importancia de la familia, el medio ambiente y la comunidad como matriz de salud y enfermedad. El niño, obligado por su dependencia es, en gran medida, expresión del medio donde nace, crece, se desarrolla y educa. Jorge Luis Borges metafóricamente describió: “El hombre es la larga sombra que el niño prolongará en el tiempo”.

Todos vislumbramos con pesadumbre que el destino de muchos miles de niños que viven en la marginalidad está signado trágicamente por el contexto sicológico-social en el que le tocó nacer.

Debemos formar pediatras capaces de lograr una adecuada capacitación y que mantengan una educación continua, comprometidos y comprensivos con sus pacientes, con la familia, honestos y respetuosos, responsables y con sentido de solidaridad y equidad. Soñemos… esto es posible. Esto no significa desconocer las actuales condiciones del trabajo médico, con sus frustraciones, impotencia y desesperanzas. Serán médicos de cabecera del niño y del adolescente y consejeros de su familia.

Sin embargo, ahora se escuchan planes con el mismo rótulo de médico de cabecera bajo la forma de capitación, donde se desvirtúa esta actividad, para convertirla en una variable de ajuste que pretende reducir costos médicos arriesgando calidad, al fomentar el trabajo a destajo.

En el actual mercado de trabajo, y en esta hora de globalización, se pretende usar la figura del médico de cabecera para fines totalmente antagónicos a los de su verdadera finalidad.

Ya no interesa aquel que entiende su profesión como una de las mas nobles que pueda tener el ser humano, esto es, velar para que la generación que viene pueda ser mejor y más sana que la presente, sino aquel que mejor pueda servir a las grandes cifras y al marketing empresarial.

No obstante las residencias pediátricas de nuestro país no definen con claridad el perfil de pediatra a formar.

Muchos pediatras hacen su residencia en hospitales de alta complejidad, expuestos a experiencias asistenciales del tercer nivel, con sofisticados recursos de diagnóstico y tratamiento. Al finalizar su residencia pueden estar poco motivados y poco formados para el primer nivel de atención. Si no logran asimilarse al hospital en que se formaron pueden cargarse de contradicciones e insatisfacciones. Deben los residentes aprender a enfrentarse con lo que el Dr. Carlos Gianantonio denominó “la nueva morbilidad” y con una morbilidad social en permanente aumento (violencia familiar y urbana, consumo de drogas, SIDA, niños en la calle y desplazados, deserción escolar, etc.).

Hemos mencionado la vertiente de acción social y académica, pero no olvidemos otra fase que debe desarrollarse con mucho cuidado y seriedad, es la que denominaremos con claridad y sensatez, la política. Sin una formación política compacta y seria los médicos del futuro no tendrán capacidad de trabajar en forma unida y serán sometidas sus vidas a los rigores que impondrá el mercado de la salud. Será tarea de las escuelas de medicina formar líderes políticos honestos y comprometidos con los pueblos y sus colegas. ¿De qué otra forma podremos hacer parte de las Juntas Directivas del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, del Ministerio de la Protección Social, de sitiales privilegiados en comisiones de paz y convivencia donde tendríamos la oportunidad de aportar conocimientos del niño, del adolescente y la familia después de 86 años de servicios a estos grupos de colombianos? ¿Acaso el 30% de la guerrilla no está constituida por niños y adolescentes? ¿Acaso el 30% de los secuestrados y la mitad de los desplazados no son niños?

Así lo decía Virchow, célebre patólogo alemán (1847) “La medicina es una ciencia social, y la política no es mas que una medicina a gran escala”.

Por último acompañemos el crecimiento y desarrollo de un individuo en salud cuidando su proceso de humanización.

Hagamos prevención de la enfermedad. Compartamos las crisis familiares, personales y sociales. Sabemos escuchar y comprender a los niños. Decodifiquemos sus mensajes.

Sabemos el significado de un llanto, de una sonrisa y de las manos confiadas de sus padres.

Hablemos con nuestros pacientes. “La humanización es la esencia del servicio médico” decía el Doctor Marcos Caminsky. “La mejor píldora es la palabra médico” escribió William Osler a fines del siglo XIX.

Los pediatras tenemos labores que cumplir, cerca de las familias colombianas, repitiendo una y otra vez los gestos esenciales de nuestra profesión: ayudar, curar tal vez.

Nuestra privilegiada labor cotidiana de trabajar para los niños y sus familias, no puede sino ayudarnos a reforzar nuestra esperanza en un mundo mejor: menos violento, más justo, más solidario”


JORGE LOAIZA CORREA
Past-president
Sociedad Colombiana de Pediatría

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