La Paz Intrafamiliar, Una Forma de Alcanzar las Estrellas

Dra. Carmen Escallón Góngora
Médico Pediátra, Terapeuta de Familia,
Catedrática Universidad de Cartagena

“La palabra de Cien años de Soledad queda como
testimonio sagrado, como el libro de la vida,
concretamente de la vida y del hombre latinoamericano;
el acto de leerlo suscita la fe, como en la
Biblia, e implica buscarnos en la ausencia, vernos
transformados y eternizados por la palabra”
Cristo Figueroa
“Quien ha perdido los símbolos históricos y no puede
contentarse con “sustitutos”, encuéntrase hoy en una
situación difícil: ante él se abre la nada, frente a la
cual el hombre aparte el rostro con miedo”
Carl G. Jung

Macondo, la ciudad de los espejismos, de la configuración de lo real y de lo mágico, ese pueblo que limita al oriente con la sierra y sus muchos misterios y al sur con la Ciénaga Grande, nos inspira hoy a la reflexión. Hoy estamos reunidos un grupo de mujeres y hombres colombianos que pretendemos asumir el reto de buscar un país como dijera el poeta, al alcance de los niños y las niñas. Este XXII Congreso de Pediatría tiene como marco esta tierra de ensueños, de sueños, de magia, de mariposas amarillas que nos ofrece la posibilidad de pensarnos y pensar en los otros. Macondo nos servirá de escenario mental y espiritual para tomar esos arquetipos que aparecen en esa aldea que “tenía 20 casas de barro y cañabrava”, en una “época cuando el mundo era tan reciente que muchas cosas carecían de nombre y para memorizarlas había que señalarlas con el dedo”. Los arquetipos de Macondo son los mismos de la familia colombiana y el conocerlos nos proporcionará un vehículo para conocer el complejo juego intrafamiliar y así aprender las vicisitudes de este tejido, única salida a largo plazo para lograr una convivencia en el respeto y la democracia.

He tratado de descubrir mi propio Macondo para llevar a ustedes estas reflexiones y asumir esta gran responsabilidad de entregarles el Macondo de Gabriel García Márquez envuelto en los mensajes que contiene la tarea encomendada, pensar la violencia intrafamiliar para construir la paz. Espero que cada uno de ustedes pueda descubrir el propio.

Esta presentación es un libro vivo porque le damos la vida en la medida en que lo incorporamos a nuestras emociones y lo nutrimos con nuestro espíritu. Cien Años de Soledad es similar a la historia interminable de Michael Ende y es interminable porque cada uno de ustedes lo convertirá en su propia historia según la sienta, según la mire, según la dimensione. Tomaré prestados algunos arquetipos de Macondo, para que ellos nos muestren y nos revelen algunas angustias del alma humana, nos dejen dudas, nos aumenten otras y nos permitan evocar nuestra propia historia. Quiero dirigirme a vuestro intelecto, a vuestras emociones y a vuestro espíritu. Usaremos estos personajes, como muchos otros símbolos, para descubrir las entrañas del inconsciente de cada uno de nosotros y del inconsciente colectivo para co-crear una forma mas digna de vivir para nosotros y para nuestros herederos del mundo.

Los arquetipos, como señala Carl G. Jung, unidos, forman un lenguaje crítico, un canto polifonal y separados perderían su poder. Así, los arquetipos de Macondo son nuestros, no pertenecen a modelos de tierras extrañas.

Gabriel García Márquez nos invita a soñar un mundo de magia, esa magia que considero que es grande en la medida en que asciende nuestro espíritu, que está al frente de nosotros, que se nos cruza cada día y está más cerca de nuestro corazón humano que de nuestro intelecto. La magia presente en las manos hacendosas de las mujeres, en la fuerza del obrero, en la sabiduría del hombre de ciencia, en el correr de los niños, en la brisa marina, en el verde, en nuestra capacidad de estremecimiento y de asombro, en la capacidad de ver al mundo con una visual más sensible, más positiva, más digna.

La paz en la familia es un anhelo planetario. En la región de las Américas la guerra intrafamiliar se constituye en un problema de salud pública. En Colombia, de acuerdo con los datos del Instituto de Medicina Legal del año 1998, se realizaron 73127 dictámenes por violencia intrafamiliar, se registraron diariamente 200 casos, 8 cada hora. ¿Qué decir de las violencias no registradas?; las sutiles, esas que se reproducen en nombre del amor, “por tu propio bien”, esas violencias que se acompañan de testarudez, de resistencia, de la negación inaparente del otro, violencias sutiles que hacen parte de la Pedagogía Negra de Katherina Rutschhk, mencionada por Alice Miller: “escritos pedagógicos en los que se describen todas las técnicas de condicionamiento temprano, destinado a que no advirtamos lo que realmente está ocurriendo”. No siempre la familia se constituye en ese organismo donde se produce tempranamente el descubrimiento del otro, ese espacio de los consensos y las diferencias

Muestra magistralmente García Márquez la fuerza que tienen las improntas en la novela familiar, las profecías autocumplidoras, las manchas en el escudo familiar, los mitos, los tabúes; los miedos al incesto a una prole “defectuosa”, a las vergüenzas sociales, al empeño por mantener la estirpe. Y relata todos los inquietantes momentos que transcurren en las diferentes generaciones, llevados por los relojes del cielo y envueltos en la memoria colectiva, lo observamos desde la unión de José Arcadio Buendía con Úrsula Iguarán hasta la unión incestuosa de Aureliano Babilonia con Amaranta Úrsula, los últimos sobrevivientes de “aquella comunidad elegida por infortunio”. Nos muestra por otro lado, el relato, la manera de estar condenados a repetir la novela familiar a menos que nos nazcamos a ellas, a través de sanar heridas ancestrales. A lo largo de la obra, como en la historia de las familias de esa otra realidad, la vida, se mantiene en todo momento la búsqueda de la identidad de los Buendía.

Melquíades escribe la historia con cien años de anticipación hasta encontrar que: “el primero de la estirpe está amarrado a n árbol y al último se lo están comiendo las hormigas”. Efectivamente Amaranta Úrsula muere en el postparto y pare un niño como tanto lo habían temido todas las voces anteriores: “después de cortarle el ombligo, la comadrona se puso a quitarle con un trapo el ungüento azul que le cubría el cuerpo, alumbrada por Aureliano con una lámpara. Solo cuando lo voltearon boca bajo se dieron cuenta de que tenía algo mas que el resto de los hombres, y se inclinaron para examinarlo. Era una cola de cerdo. “Este último retoño de la estirpe de los Buendía es comido por las hormigas rojas frente a los ojos de su padre. Amaranto, la última conciencia totalizadora de Macondo, al leer los pergaminos que profetizaban la historia mientras ocurría, la historia de toda la familia, historia de soledad, de indignidad y desamor, nos llama a la reflexión acerca de la novela familiar nuestra y de sus múltiples dolores. Solamente conociéndola, dejaremos de repetirla. La novela familiar se inicia con los siguientes arquetipos:

José Arcadio Buendía, un hombre joven emprendedor que soñaba una “ciudad ruidosa con casa de paredes de espejos”, proyecta muchas obras para favorecer a la población mediante la alquimia y la magia. Prueba con el imán y la lupa y elementos de navegación. Formó una familia viviendo entre sueños y vigilias, con una relación de pareja con Úrsula, que se inicia con un muerto a las espaldas, Prudencio Aguilar, un gallero que se burló de él y de su hombría al conservar “virgen” a Úrsula, su esposa y prima, por el miedo que ésta guardaba de engendrar un hijo con cola de puerco. Estos hijos encarnan la imposibilidad de concepción psíquica cuando el ser humano emerge de una “sombra hablada”, cuando es anhelado y soñado por sus padres, cuando desde antes de estar contenido en el útero tiene un nombre, una nacionalidad en el país de la infancia. Estos hijos emergen como una amenaza latente, como un castigo por el semi incesto al casarse entre primos.

José Arcadio Buendía, un hombre distante que se encerraba por largos períodos, una presencia ausente: José Arcadio Buendía pasó largos los meses de lluvia encerrado en un cuartito que construyó en el fondo de la casa para que nadie perturbara sus experimentos. (…) Habiendo abandonado por completo las obligaciones domésticas, permaneció noches enteras en el patio vigilando el curso de los astros y estuvo a punto de contraer una insolación por tratar de establecer el método exacto para encontrar el mediodía “(…) “Adquirió el hábito de hablar a solas, paseándose por la casa sin hacer caso de nadie mientras Úrsula y los niños se partían el espinazo en la huerta”.

Padre y marido insatisfecho, ausente, son presencias demasiado costosas para el sistema familiar y muchas veces se encierran en estados de melancolía. Vale la pena preguntarse, ¿qué buscan estos hombres que obedecen a este arquetipo tras largas horas de encierro?, ¿buscan descubrir o descubrirse? En otros momentos se dedican a los hijos con severidad e impaciencia y muchas veces a golpes muestran el dolor producto de sus propias historias.

José Arcadio Buendía le preguntó a su hijo: “¿Qué te parece? José Arcadio, sinceramente, contestó: Mierda de perro.

Su padre le dio con el revés de la mano un violento golpe en la boca que le hizo saltar las lágrimas y la sangre”.

El golpe físico usado con frecuencia dentro de los patrones de crianza explica dolores de los padres y cómo estos terminan identificándose con el agresor, haciendo esta conducta transgeneracional. Esto aclara uno de los contextos explicativos de esta forma de violencia.

Úrsula Iguarán: “activa, menuda, severa, de nervios inquebrantables, a quien en ningún momento de su vida se la oyó cantar, parecía estar en todas partes desde el amanecer hasta muy entrada la noche, siempre perseguida por el suave susurro de sus pollerines de olán”. Encarna ese arquetipo a la mujer hogareña, rígida con la limpieza, sumisa. Desvalorizaba todo el tiempo las pasiones que sentía su marido José Arcadio Buendía por la alquimia y los descubrimientos. Recibe como legado de su madre el miedo a engendrar hijos defectuosos, encarnando aquí todos los miedos que llevan muchas mujeres como legado de una cultura judeo hebreo cristiana y de la incertidumbre que viaja por la memoria colectiva, acerca de la continuidad de la prole.

Melquíades: En latín quiere decir “el que pertenece a la familia pelirroja” Gitano hindú, gran amigo y maestro de José Arcadio Buendía en la alquimia y la magia; curó a los habitantes de Macondo de su imposibilidad de recordar, es el arquetipo de la memoria, del que narra, de la historia. Con su muerte marcó la existencia de Macondo. Regresó de sus muchas muertes y entonces escribía en sánscrito, de tal forma que nadie pudiera comprender hasta que pasaran cien años. Este arquetipo representa la memoria colectiva, la vida misma, la inteligencia social del planeta, la eternidad. Representa los “relojes del cielo”, la vida – muerte.

Los Aurelianos señalan un arquetipo de seres retraídos, pero de mente lúcida. Según García Márquez, Aureliano quiere decir, “de color de oro”. Los José Arcadio, en cambio, eran impulsivos y emprendedores, pero de alguna forma marcados por un sino fatal. Arcadio deriva de un sobrenombre que se daba a las deidades veneradas en Arcadia, Pan o Baco, entre ellas.

Al igual que en tantas familias, la desgracia y el dolor se hace transgeneracional, de la misma manera el estigma de los Buendía se prolonga por seis generaciones.

¿Cuánto debe pagar una familia para conseguir una vida en el respeto, en la dignidad, en la libertad? ¿Necesitará cien años? ¿Cuántos necesita la familia latinoamericana y colombiana para leer nuestra novela de desamor, de desesperanza, de individualidad y de soledad? ¿también cien años? ¿Cuál es el tamaño de nuestra soledad? ¿Macondo tendrá otra oportunidad?

Gabriel García Márquez, en su discurso en Estocolmo, anuncia eso que no se revela abiertamente en la novela, pero que merecemos todos los colombianos: “una nueva y aterradora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, y donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad y donde las estirpes condenadas a Cien Años de Soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra”.

Finalmente quiero hacer un llamado a todas las personas que soñamos la paz de nuestras familias y exaltar nuestra riqueza literaria, nuestras palabras y el poder mágico y divino que hay en nosotros. Porque nosotros somos Macondo, abrimos caminos como el primer José Arcadio Buendía, soñamos mariposas amarillas, soñamos con encontrar la alquimia y el poder del mago. Yo creo que ese poder está entre nosotros, no se lo han llevado los violentos, ese poder es el amor.

CLIC AQUÍ Y DÉJANOS TU COMENTARIO

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *