Reflexiones de un Clínico y Docente “No Investigador” sobre la Investigación en la Universidad

Por el Rescate de la Docencia

Dr. Luis Fernando Gómez.
Profesor Titular de Pediatría
Universidad de Antioquia
“Juro tener al que me enseñó el arte en igual
estima que a mis progenitores”
Juramento Hipocrático.

A raíz de los cambios que ha sufrido el estatus del docente universitario en los últimos años, desplazado en buena parte por otras actividades como la administración y la investigación, me parece importante plantear algunas inquietudes sobre el tema sin dejar de reconocer de antemano que no soy experto en la materia. Tengo que advertir que mis intenciones no son otras que las de crear polémica productiva sobre tan espinoso asunto, y en ningún momento las de lastimar susceptibilidades de manera mal intencionada.

Las principales motivaciones que me llevan a tratar el tema de la investigación en la universidad, y de manera específica en la facultad de medicina, parten de unas observaciones que enumeraré a continuación. La primera de ellas es que con cierta frecuencia cuando nace un investigador, mueren un clínico y un docente. Es posible que el “nuevo investigador” continúe con el ejercicio clínico en su actividad profesional por fuera de la universidad, pero dentro de sus actividades en la facultad, esta nueva investidura lo alejará de esta práctica y con mayor razón de la docencia. La carga asistencial y docente de este ex-docente, debe entonces ser absorbida por los soldados rasos que continúan en la docencia, o en el mejor de los casos, por un profesor de cátedra.

La segunda observación que he hecho alrededor de este fenómeno, es la de la presencia en la universidad y en la facultad, de un cierto prurito de “investigar por investigar” -sin que parecieran importar sus resultados-, el cual ha llevado a convertir la investigación en un ejercicio obligatorio para algunos de sus estamentos, y a trazar programas dirigidos a su “desmitificación”. Y en medio de estas corrientes, se oye entonces hablar de la necesidad de estimular al investigador, mientras la actividad docente parece ir perdiendo categoría de manera paulatina e inexorable. Como lo veremos más adelante, la docencia en la actualidad es una actividad no de segunda, sino de cuarta categoría.

¿Qué es Investigar?

Para entrar en materia, me parece importante como elemento de juicio tratar de definir que es investigar; el diccionario de la real academia de la lengua española nos dice por ejemplo que “investigar es hacer acciones y diligencias para averiguar una cosa”. Y si tratamos de encontrar una definición sobre lo que es “investigar en salud”, podemos mencionar una de las muchas que se encuentran en la literatura médica: “proceso de producción del conocimiento que tiene por objeto el estudio de las condiciones de salud y de las respuestas sociales a estas condiciones”1. Las condiciones de salud enunciadas en esta definición, son las que en última instancia determinan el estado de salud de una población o de un individuo, y comprenden tres procesos: El biológico, el social y el sicológico. Y se entiende por respuestas sociales, aquellas acciones emprendidas por la sociedad para mejorar dicho nivel de salud. Se derivan de estos planteamientos, tres tipos de investigación en salud: 1. Biomédica: El estudio de las condiciones de salud en el ámbito individual, 2. Clínica: Estudia las respuestas en el ámbito individual, y 3. De salud pública: estudia las condiciones y respuestas a escala poblacional.

Interpretaciones

Luego de referirnos a las definiciones, debemos pasar al difícil terreno de las interpretaciones; se presentan en términos generales dos corrientes de interpretación de lo que puede significar “investigar en salud”2. Según la primera corriente, todo acto médico es un elaborado proceso de “investigación en salud”, pues ante un problema – la enfermedad del paciente -, el médico realiza un interrogatorio dirigido por unos conocimientos bien fundamentados y científicamente validados, para plantear una o varias hipótesis diagnósticas, las que pasa luego a comprobar mediante el examen físico y las ayudas diagnósticas cuando estas sean necesarias; como último paso, el médico plantea una solución al problema del paciente. En todo este proceso, el acto médico llevado a cabo con sinceridad e idoneidad, está basado en el método científico; no es en ningún momento un acto basado en empirismos. Podemos decir también que en todo acto médico, frente a la queja del paciente “se realizan acciones y diligencias para averiguar su diagnóstico”, y pasar luego a plantear una solución. Yo soy uno de los que me adhiero a esta interpretación, y por ello lo de “no investigador” que le puse al título de este escrito. ¿Podríamos decir que cada acto médico es una investigación clínica y/o biomédica, según las consideraciones hechas al analizar las definiciones de investigación en salud?.

La segunda corriente de interpretación no acepta la práctica médica corriente como una “investigación en salud” propiamente dicha. Para los partidarios de esta interpretación, se “investiga en salud” solamente cuando se pone en duda la manera de explicar o comprender un fenómeno, o cuando se permite pensar que tal o cual fenómeno podría explicarse de otra manera y se trata de convencer de algo a los “pares” o a la comunidad científica. Pienso que con mucha frecuencia en la práctica clínica cotidiana, planteamos un diagnóstico distinto al que trae el paciente, poniendo entonces en duda la manera de explicar o comprender un fenómeno; y cuando planteamos diagnósticos diferenciales, estamos explicando el fenómeno – los síntomas y signos del paciente- de otra manera; y cuando en la práctica docente-asistencial estamos cuestionando planteamientos anteriores que consideramos equivocadas, tratamos de convencer con argumentos científicos otros colegas o a los estudiantes -“los pares”-, de que nuestras propuestas diagnósticas o terapéuticas son las adecuadas. Se dirá entonces que la “verdadera investigación en salud” lleva a un conocimiento nuevo, a lo que podemos contestar que cuando se realiza un diagnóstico de una enfermedad por primera vez, se está produciendo un conocimiento nuevo; y nada distinto de ello ocurre cuando se cambia con argumentos válidos, el diagnóstico anterior que tiene un paciente.

¿Para qué Investigar?

Otro elemento de juicio importante sobre el tema de la investigación, es tratar de definir por que o para que investigar en las llamadas “áreas de la salud”. Me parecen entonces muy útiles los planteamientos de Kramer al respecto, según los cuales las metas que se pueden tener en esta área de la investigación son las siguientes:

1. Mejorar el curriculum vitae,
2. Obtener satisfacción personal,
3. Producir conocimientos nuevos,
4. Modificar comportamientos y Mejorar las condiciones de salud3. Según este autor, esta última meta debiera ser el objetivo fundamental de cualquier investigación en medicina; de no ser así, el paciente podría ser utilizado como un medio y no como un fin. Infortunadamente debemos reconocer que muchas de las investigaciones realizadas en nuestro medio e incluso en el exterior, sólo llegan hasta la meta de la satisfacción personal; son realmente muy escasas las que producen verdaderos conocimientos nuevos, modifican comportamientos o mejoran el estado de salud. Mientras tanto, en la práctica docente-asistencial diariamente se están produciendo conocimientos nuevos -diagnósticos nuevos-, modificando comportamientos de los pacientes y se están mejorando las condiciones de salud.

Evaluación de las Investigaciones

Pasamos entonces a otro terreno no menos escabroso que los anteriores: Buscar un sistema que nos permita evaluar las investigaciones. Vuelvo entonces a retomar conceptos de Kramer quien nos propone un sistema de evaluación de la investigación mediante la utilización de dos variables: La utilidad y la rigurosidad; rigurosidad de la metodología empleada, utilidad en cuanto cumpla con aquella meta final de mejorar la salud, o al menos de producir conocimientos nuevos o cambiar comportamientos que lleven precisamente a mejorar las condiciones de salud. Las investigaciones que mejoran el currículum vítae o producen satisfacción personal, sólo son útiles a sus egoístas autores y son las que utilizan al paciente como un medio. Del cruce de estas dos variables, encontraremos cuatro categorías de investigación:

1. Las útiles y rigurosas: Infortunadamente son escasas las que corresponden a esta categoría y son realmente las investigaciones que se debieron estimular.

2. Las útiles pero no rigurosas: Este tipo de investigaciones es un desperdicio de oportunidades, pues con unas intenciones muy buenas en cuanto a la utilidad, se falla en la no aplicación de un método de investigación riguroso. Son entonces una especie de basura reciclable como lo dice Kramer, pues una mejor orientación sobre la metodología de la investigación, puede hacer que estas investigaciones pasen a la primera categoría.

3. Las rigurosas pero no útiles: Se trata esta vez de un desperdicio de talento, pues teniendo la capacidad de realizar una investigación rigurosa, se desaprovecha con la realización de proyectos inútiles. También se convierten en basura reciclable las investigaciones que caen en esta categoría, si orientamos a estos investigadores para que su rigurosidad investigativa se dirija a proyectos útiles.

4. Las inútiles y no rigurosas: Se trata de desperdicio de tiempo, de oportunidades, de dinero, de personal. La gran cantidad de investigaciones que caen en esta categoría, es basura que no se puede reciclar. Sería muy útil realizar una investigación rigurosa que analice en que categoría puede estar la producción científica en nuestro medio según estos criterios de Kramer. Otros aspectos no siempre fáciles de detectar pero que deben ser tenidos en cuenta al evaluar una investigación y que aunque hacen parte de la rigurosidad vale la pena recalcar, son los que tienen que ver con la falsificación, fabricación o plagio de datos, así como los problemas que se pueden derivar de la autoría compartida de trabajos, que con alguna frecuencia por complacencia o por compromisos, llevan a incluir como coautores a personas que no tuvieron ninguna participación en la investigación.

La Investigación en América Latina

Pasando a otro terreno, es también muy importante analizar la situación de la investigación en le contexto latinoamericano; y es importante hacer esto porque no nos podemos desentender del medio en que nos movemos. Empecemos por mencionar por un lado, que a América Latina le corresponden el 8% de la población mundial, el 6% del PIB, el 11.5% de los matriculados en nivel superior y el 2.42% de los científicos e ingenieros del planeta.

Por otro lado, recalquemos que Latinoamérica sólo le dedica un 0.6% del PIB a la investigación – mientras que otros países desarrollados invierten un 2.7% del mismo -; en 1973 contribuyó con el 0.97% de las publicaciones científicas, en 1984 esta cifra “subió” al 1.14% y en 1984 aportó el 0.6% de las citas bibliográficas.

Y para ubicarnos en el contexto regional, señalemos que en el año de 1984 el 91.3% de las publicaciones del área estaba acaparada por cinco países entre los cuales no figura Colombia. Esta situación tan lamentable de la investigación en la región en que nos encontramos4), no creo que sea gratuita o por decidía o mala preparación de los profesionales que la habitamos; al respecto debemos tener en cuenta a Pellegrini cuando dice: “La ciencia se plantea como un fenómeno social y la actividad científica como una práctica íntimamente articulada con otras prácticas de la sociedad. Esto quiere decir que el volumen y las características de la producción científica están condicionados por factores sociales a la vez que ejercen una influencia significativa sobre ellos”., … “La actividad científica está condicionada como ya se ha mencionado, por las estructuras sociales, económicas y políticas en las que se inserta.”1. Toda esta situación obviamente contribuye a configurar uno más de los muchos círculos viciosos que lastran las condiciones de los países en desarrollo: No se investiga porque somos subdesarrollados; seguiremos subdesarrollados porque no se investiga. El problema es que los decretos, las leyes o las reglamentaciones, por más obligatoriedad que le impriman a sus contenidos, no cambiarán las condiciones del país de la noche a la mañana. Además, no podemos olvidarnos de aquella aseveración de Gabriel García Márquez: “El subdesarrollo es una desgracia integral”.

¿Actividad Científica = Investigación?

Otro punto de interés en estas reflexiones, tiene que ver con la pérdida de status de la docencia frente a otras actividades, pero de manera muy especial frente a la investigación, puesto que algunos suponen que ésta es sinónimo de actividad científica. Yo personalmente no creo que la investigación deba ocupar un puesto superior a la docencia en la universidad, pues debemos tener en cuenta que la actividad científica está compuesta por tres elementos: La producción del conocimiento – que es la investigación -, la difusión del conocimiento producido – que no es otra cosa distinta de la docencia- y la aplicación de los mismos – o sea el ejercicio diario de la profesión- ¿Qué nos ganamos con producir una gran cantidad de conocimientos, si no los enseñamos ni los aplicamos?. Se habla entonces actualmente de manera repetida acerca de “la necesidad de estimular la investigación”, mientras tanto, para la labor docente – asistencial no parece haber sino desestímulos. Este aspecto creo que es definitivamente un asunto importante de reflexión en lo referente al tema de la investigación en la universidad; más adelante lo volveré a tratar.

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