Gramática de la Ternura

Fundamentos afectivos para La Educación Infantil

A finales del año anterior se llevó a cabo en Bucaramanga el II Congreso Regional de Educación Infantil, evento, a mi manera de ver, de altísima importancia, ya que apuesta a la unificación de crtiterios entre los docentes, en cuanto a la renovación de la visión holística del niño y del proceso educativo.

Por naturaleza, se entiende que el Pediatra es el profesional a quien la sociedad le ha encomendado el cuidado de sus niños y que a luz de la Legislación Colombiana, se trata de un cuidado integral, por lo que creo, no podemos seguir dándole la espalda a algo tan importante en la vida del niño y de la sociedad, como lo es la educación.

En el presente documento deseo reproducir y resaltar la ponencia del Dr. Carlos Medina Gallego, Docente Investigador de la Universidad Nacional de Colombia, sede Arauca, quien en su discurso inaugural plantea:

“Se necesita una empresa quijotesca de grandes buenas intenciones y grandes angustias en la que se sueña con hacer posible la utopía de una escuela en la que los niños crezcan en una atmósfera de afecto infinito como hombres nuevos en una Colombia Nueva”.

Tres temas centrales urgen desarrollarse en la sociedad actual: La TERNURA como el más importante alimento del espíritu humano; el MEDIO AMBIENTE como recurso de vida y bienestar del hombre y, la CONVIVENCIA como el espacio en que reconociendo que somos diferentes establecemos unas relaciones de respeto y tolerancia y nos movemos en torno a unas relaciones sociales democráticas que fundamentan en la búsqueda permanente de la paz.

La ternura es un estado espiritual que se comporta como una fuerza mágica, capaz de generar grandes transformaciones y sacrificios; es una sustancia invisible que unifica espíritus y esfuerzos, que genera entusiasmos individuales y colectivos, alimentando de vitalidad procesos de engrandecimiento humano.

La ternura como sentimiento convoca lo colectivo, la búsqueda del bienestar común, la preocupación por el otro y por si mismo, reconoce las virtudes y las dificultades, las potencialidades y las carencias, identifica las más sutiles diferencias y las respeta; la ternura es la expresión sentida del afecto en una época de crisis de valores en la que la misma vida esta en juego.

La ternura es un diálogo poético de seres que se atraen y se quieren, que se reconocen como iguales y buscan reconciliarse con la vida en lo fundamental y lo superfluo, es por tanto un abrazo amoroso y una caricia placentera, la mirada cómplice y el beso necesario, un sencillo apretón de manos que nos informa que el otro esta presente y que se puede contar con él.

La ternura es un encuentro de silencios, de reconocimientos y valoraciones, de unificación de criterios, de consensos y acuerdos, de dialécticas diferencias, de tolerancias y disculpas fraternas y sinceras, de comprensiones, compromisos y esfuerzos.

La ternura es el sentimiento hecho herramienta de trabajo en el modelado de la condición humana, es la arquitecta de la vida elaborando planos para la construcción de un hábitat de afectos en que una atmósfera de valores positivos nutra el alma sencilla que poseen quienes aspiran a la grandeza. La ternura es el arma espiritual con la que combatimos odios y rencores, egoísmos y envidias, autoritarios y déspotas, mediocres y pusilánimes, deshonestos y bárbaros.

La ternura es reconocimiento de diferencias, capacidad para comprender y tolerar, para dialogar y llegar a acuerdos, para construir colectivamente aprendiendo de los que “no saben”, para soñar y reír, para enfrentar la adversidad y aprender de las derrotas y de los fracasos, tanto como de los aciertos y de los éxitos.

La ternura es encariñamiento con lo que hacemos y lo que somos, es deseo de transformarnos y ser cada vez más grandes y mejores. Por esto, ternura también es exigencia, compromiso, responsabilidad, rigor, cumplimiento, trabajo sistemático, dedicación y esfuerzo, crítica permanente y fraterna.

La ternura no es, no puede ser, meloceria y condescendencia, complicidad en la degradación, en la disminución de si mismo, en la deshumanización y la barbarie. No, la ternura es hedonismo altruista, entrega y dedicación, erotismo y lúdica, creatividad e imaginación, libertad galopante.

La ternura es la FIESTA Y EL TRABAJO que llenan el tiempo y el espacio del hombre en su viaje a través de la cultura, en la construcción de su historia colectiva; es la comedia que nutre los momentos de alegría y, la tragedia en la que se enfrenta a sus limitaciones y carencias. La ternura es risa y llanto, ojalá siempre más risa que llanto, más alegría que tristeza, más éxito que fracaso, más primaveras que otoños.

En la escuela, en el movimiento pedagógico, desde hace algunos años venimos hablando de una PEDAGOGÍA DE LA TERNURA desde una concepción más intuida que real, más soñada que práctica, por que aún contamos con grandes limitaciones metodológicas para materializar nuestros sueños.

En gran medida eso obedece a que nosotros como maestros, como personas, tenemos grandes carencias afectivas, padecemos en hermético silencio nuestras crisis emocionales y sentimos aún la necesidad que sean los otros los que nos reconozcan como válidos.

Cuando converso con los maestros, en la intimidad de sus angustias existenciales, siento que vivimos una soledad colectiva de inmensas proporciones, una falta de afecto generalizada y, que hemos disminuido de alguna manera el amor que todo ser humano debe sentir por si mismo y por lo que hace, para poderse brindar con bondad absoluta a sus semejantes con el convencimiento de no estar perdiendo nada y estar ganando todo. No obstante, parece como si hubiésemos perdido la capacidad para arriesgar la aventura de la vida en el fragilísimo barco de nuestra precaria existencia, timoneando por nosotros mismos, sobre una cartografía de vida que se configura en nuestras propias urgencias y necesidades, en nuestros sueños e ideales, en nuestro deseo de ser y existir conforme a lo soñado y, en nuestro inclaudicable propósito de ser felices.

No es una tragedia ineludible; reconozco la existencia de cientos de maestros y maestras de este país, que han colocado al centro de sus preocupaciones educativas y personales, el afecto como recurso esencial de los procesos de la vida y aprendizaje y, que se han matriculado ellos mismos en un curso de dignificación afectiva, desde el que viene aprendiendo de la mano de los niños y las niñas, de su ancestral sabiduría, el sentido de la vida comoexperiencia amorosa, que se crea y se recrea, en el juego, en el placer que este proporciona y en el axioma incuestionable que la vida, como la letra, con risa y ternura entra.

Yo no se si a ustedes les guste, como a mí, la palabra alegría; siento por ella un respeto especial, un especial entusiasmo, y creo que este se remonta a mi infancia. Yo soy de la generación de la ALEGRÍA DE LEER, esa cartillita que traía en la portada una escuelita rural alegre, con niños brincones y banderas patrias y de cuyas páginas interiores poco me acuerdo y a las que seguramente todo lo que se hoy se lo debo.

Cuando pienso en la pedagogía de la ternura, en lo que estoy pensando es en la alegría de leer, de escribir, de sentir, de soñar, de jugar el juego de la comunicación, de las matemáticas, de las ciencias naturales, de la recreación estética, de la socialización, de los deportes, de la amistad, del enamoramiento, de los valores que ennoblecen, el juego de la democracia y el poder, el juego de la vida.

La escuela no puede renunciar a la alegría la que esta íntimamente ligada al reconocimiento de nuestros logros y a la gratificación inmensa que nos produce saber que sabemos. Sabemos sabedores.

Mi Primera e Insustituible Escuela de Afectos: La Familia

En el universo de las posibilidades afectivas la escuela tiene mucho que aprender de la familia y mucho que aportar a la consolidación de esta institución funcional de la sociedad, hoy en crisis. Me parece conveniente y necesario arriesgar un ejercicio de reflexión de las formas que asume el afecto en el espacio familiar y lo que ellas significan en la formación de los niños y niñas, como hombres nuevos. Lo hago con la intención de abrir nuevos espacios de trabajo para la educación infantil, en términos de las urgencias actuales y de los retos que ellas le presentan a la institucionalidad escolar.

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