Medicamentos y Símbolos
Crónica
Cristina Barajas, Profesora Asistente, Departamento De Antropología, Pontificia
Universidad Javeriana, Bogotá, D.C. Reproducido Del Boletín De Antropología De
Bogotá Vol. 6 No. 6 Noviembre De 2000. Con El Permiso Del Editor Y Del Autor.
“La industria farmacéutica es la única en la que es posible hacer que la explotación parezca un noble propósito”. D.Causale
El punto de partida de este ensayo, radica en la producción social de significados y en el proceso de negociación de los mismos, en relación con los medicamentos (1).
En trabajos anteriores, he mostrado que en el uso actual de medicamentos se da una hibridación constante, que impide que tome forma lo que se denominó en algún momento sistema médico. Como una forma armónica y estable del manejo de los estados de enfermedad y salud.
Lo que existe es más bien una combinación compleja de las diferentes opciones de terapias y de medicamentos. Que se forma y transforma constantemente y que emerge como una nueva estructura que con una dinámica muy grande, cambia constantemente (2).
Aquí quiero analizar la forma como se dialoga o se negocia el control de los significados de los medicamentos en estas estructuras dinámicas. A través del poder del conocimiento científico por parte de quienes producen o prescriben los medicamentos, de un lado,y del uso dado a los medicamentos por parte de sus consumidores, de otro lado.
Abordaré el tema bajo dos perspectivas: la del medicamento como una mercancía simbólica y la de la transferencia parcial de tecnologías a través de la prescripción médica.
Aquí me refiero al símbolo, como a una representación, como algo que lleva significados. Este acercamiento sirve para el análisis de los medicamentos, pues éstos son los receptores y vehículos de ideas acerca del bienestar, de la salud y de la curación. Los medicamentos representan y significan socialmente.
El Medicamento y la Producción de sus Significados
La significación es la producción humana de signos en torno a un evento particular. El signo tiene intención explícita de servir como indicador de significados, de alguna forma los transmite, ya sea mediante actos o palabras, gestos u otras expresiones (3).
La significación siempre es social. Sólo compartiendo los significados con los demás es posible comunicarlos. De esta manera, la realidad humana se puede construir, a través de compartir significados.
Para Berger y Luckmann, la forma como se construye la realidad a nivel social, está inmersa en una dialéctica constante. En la que interactúan el hombre y el mundo social que él ha producido, esto es, la interacción del productor con su producto.
Para, entender esta dinámica, Berger parte del conocimiento, entendido como el “edificio de significados “sin el cual ninguna sociedad podría existir y mediante el cual se programa la forma como la externalización del sujeto produce un mundo objetivo.
El mundo se objetiviza a través del lenguaje (el sistema de signos más importante de la sociedad humana). Que es el que le da orden a lo que debe aprehenderse como realidad. Luego, mediante la socialización se internaliza el conocimiento como verdad objetivamente válida.
Pero es el compartir las significaciones lo que le da coherencia a la sociedad en torno a lo que son sus productos.
Siendo tan amplio el espacio de la significación, sus fuentes se encuentran en todas las actividades conscientes y sus respectivos contenidos. De hecho, cualquier elemento del conocimiento y la vida humana puede servir de fuente de la significación.
Aplicando los postulados anteriores al medicamento, podemos decir que sus significados no son naturales, ni históricos. Sino que son productos de una formación social dada y de momentos históricos particulares.
La producción de significados, esto es, la producción simbólica:
Se hace a través de discursos, pero también en los intersticios, en los espacios que quedan entre lo institucional, en este caso. Las formas médicas institucionalizadas y lo informal, o sea, la vivencia de la enfermedad, el enfermarse, que es el espacio en el que el paciente actúa sobre su cuerpo, por ejemplo, a través de la automedicación.
En efecto, el discurso médico da un tipo de información al paciente, pero éste a su vez lee y organiza lo recibido de otras formas. De acuerdo con experiencias y prácticas anteriores propias y ajenas, que se han plasmado socialmente.
En este sentido, se puede afirmar que cuando hay un encuentro entre un médico y su paciente. Hay un encuentro cultural ya que cada uno trae consigo características inherentes a su pertenencia social y porque actúan y se expresan según ese bagaje.
No son sólo dos personas las que se comunican sino que a través de ellas toda una historia de procesos sociales, de interacciones, conocimientos y significados.
Podemos entonces hablar de la existencia de dos dimensiones de los productos sociales susceptibles de ser símbolos: una dimensión biofísica o sustrato capaz de portar significados y una dimensión socio-cultural. Analizaremos las dos en el caso de los medicamentos.
Dimensión Biofísica de los Medicamentos
Entendemos por fármaco o medicamento a cualquier sustancia empleada para curar.
Para la medicina biofísica o alopática, el fármaco tiene algunos significados muy precisos, con base en los cuales se prescribe o se receta; éstos aluden básicamente a las características químicas que tiene y que, en última instancia, son las que curan. En otras palabras, es un agente quimioterapéutico que actúa ante la disfunción.
Para la producción del sustrato biofísico que cura y el análisis de sus efectos en el organismo humano, ciencias como la química, la bioquímica, la botánica, la farmacología y la fisiología, han trabajado para lograr aislar o sintetizar los principios activos a partir de vegetales, animales y minerales.
La forma de acción del medicamento varía según sus componentes. Según la concepción médica alopática, sus efectos en forma general, se enmarcan en los siguientes parámetros: el medicamento cura, produce bienestar, ataca los síntomas, previene.
(Lea También: Prescripción de Medicamentos)
La cura se entiende como erradicación del mal, de la dolencia.
El bienestar, asociado con la recuperación del estado saludable. El fármaco, al atacar los síntomas o al erradicarlos, devuelve al individuo el estado de bienestar anterior a la dolencia, o al menos lo acerca a ese estado. Evita, así sea temporalmente, las sensaciones dolorosas o incómodas que presenta la enfermedad.
Estos efectos son una construcción, una interpretación desde la ciencia, con base en las características bioquímicas y fisiológicas de las sustancias, con base en un sustrato biofísico. Son significados transmitidos y reforzados por múltiples formas y vectores.
Los laboratorios farmacéuticos, los médicos, el personal paramédico, los expendios de drogas, en fin, por todo un aparato institucionalizado de poder que mediante la difusión de las características y los efectos de los fármacos busca su consumo.
Esa producción de conocimiento acerca de los efectos de las sustancias en el organismo, se convierte en una producción de significados. El medicamento lleva la idea de bienestar, basándose en sus efectos biofísicos. El significado que subyace a la forma física y química y que se transmite como tal, es esa, el fármaco es bienestar.
Dimensión Sociocultural: La Mercancía y el Símbolo
A pesar de que la definición de fármaco nos ubica en un campo muy preciso de los objetos, de las cosas, los usos que se les dan, nos indican que no es una relación natural y directa la única que se puede ver en él; hay otras dimensiones. Una de ellas es la del fármaco como mercancía, y el otro, el carácter simbólico que lo reviste.
En efecto, un medicamento es objeto de oferta y demanda, obedece a las leyes del mercado, y cada vez de manera más clara está en las cadenas mercantiles de empresas multinacionales.
En este campo, como cualquier otro producto, está acompañado de publicidad, de nombre, de marca, y algunos de ellos, también de la posibilidad de venta y compra libre, esto es, sin necesidad de prescripción médica.
Este último rasgo hace que sea fácilmente accesible para cualquier usuario y que sea, por ello, objeto de automedicación. Las formas de mercadeo que en otra época eran restringidas a lugares específicos y especializados, en la actualidad se encuentran de manera indiscriminada en supermercados y tiendas junto con otro tipo muy variado de objetos.
Asimismo, lo que antes era un lugar específico para la venta de fármacos, la farmacia, ahora es droguería, donde se encuentran además otras clases de objetos muy disímiles desde cosméticos hasta juguetes, pasando por algunas clases de golosinas.
El efecto que tiene en el consumidor, el mensaje que le llega al encontrar esta mezcla de productos en el expendio, es asumir que el medicamento se puede consumir tan fácil, autónoma e irresponsablemente como cualquier otro artículo. Obedece al mismo orden de cosas, las que se adquieren fácilmente y se consumen sin mayor cuidado, sin riesgos para su integridad física.
En cuanto a la forma simbólica que reviste al medicamento:
Como hemos visto anteriormente, hace alusión a los significados que una sociedad le da a tales objetos.
El significado del medicamento no es natural, es histórico, es dado por una sociedad concreta. Ésta se constituye en una entidad que produce significados.
Entre el conjunto de significados posibles para el medicamento encontramos que se entiende como equivalente a salud, a bienestar, a necesidad, a solución de problemas, o a prevención.
Podríamos afirmar que el medicamento no tiene que ver únicamente con lo terapéutico, no sólo es un agente quimioterapéutico, es también mercancía y símbolo. El fármaco cura, controla, previene, aliena y domina, representa y simboliza, todo a la vez (4).
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