Una Aproximación a la Ciencia y al Arte: Los Ataúdes Flotantes
Floating Coffins
Carlos Augusto Rodríguez Garcés*
Centro Médico de la Sabana, Bogotá, D.C., Colombia.
La humanidad siempre ha sido cruel, codiciosa y sádica empecinada en el provecho personal, sin mirar las necesidades ajenas, escudada en la pertenecía a la fe cristiana.
La esclavitud en que el hombre es dueño del hombre debido a posición, poder económico o militar, conlleva a persistir en la injusticia social, síntoma de una sociedad gravemente enferma.
Comercio de esclavos traídos de África
Recogiendo segmentos históricos escritos en el siglo XVII durante el comercio de esclavos traídos de África, encontramos que el Padre Alonso Sandoval de la Compañía de Jesús, escribió un libro “De la salvación de los negros” único texto con alto valor sociológico, era el antecesor de un misionero jesuita quien se denominó “el esclavo de los esclavos”
“El galeón negrero se acerca al puerto. Ya las velas se recogen, ha pasado el Fuerte de Pastelillo y se puede oír el rumor del puerto. En el fondo del navío un terrible murmullo, gritos de angustia, miradas ansiosas, los negreros muestran sus rostros más benévolos. Ha llegado la tercer parte de su mercancía y hay interés en que se dé una buena impresión Rían esclavos…rían”
“Cautivos estos negros con la justicia de Dios sabe, dice Sandoval, les echan luego en prisiones asperísimas”:
De donde no salen hasta llegar a este puerto de Cartagena. A veces llegan de doce a catorce navíos al año, hediondos y les da tanta tristeza y melancolía por la idea que tienen que les traen para hacer aceite de ellos o comérselos”
“Vienen apretados, asquerosos y maltratados, que me certifican los que les traen que vienen de seis en seis con argollas en el cuello, con grillos en los pies de dos en dos, de modo que de los pies a la cabeza vienen aprisionados. Debajo de la cubierta cerrados por fuera donde no ven sol ni luna, que nadie puede atreverse a meterse allá, sin marearse ni resistir una hora.
Comen cada 24 horas una escudilla de harina de maíz de mijo crudo y con un pequeño jarro de agua y no otra cosa sino mucho palo, azote y malas palabras. Con este tratamiento llegan unos esqueletos, sacándoles luego a tierra en carnes vivas, poniéndoles en un gran patio corral, acuden luego innumerables gentes, unos llevados por la codicia, otros por la curiosidad y otros por la compasión; estos son los misioneros y aunque van corriendo siempre hallan algunos muertos”
Esta terrible página donde confiesa que ante esta humanidad repugnante sentía espanto y su naturaleza quería huir.
De un segmento conservado de una carta del 31 de marzo de 1617 se extrae:
“Ayer saltaron a tierra un gran navío de negros de los ríos de Guinea. Fuimos allá cargados de naranjas, limones, tabaco (tratar el escorbuto). Entramos en sus barracones, remeros de una y otra parte. Fuimos rompiendo hasta llegar a los enfermos, de que había gran manada echados en el suelo muy húmedo y anegadizo. Echamos manteos fuera, terraplenamos el lugar, llevamos en brazos a los enfermos”
“Señor, te amo mucho, mucho. De una voluntad férrea, cuando el cuerpo se rebelaba ante una llaga abierta ante el horror de un leproso hecho pedazos, su rostro demacrado y amarillento como las olivas de su pueblo, se encendía, sacaba una disciplina y se flagelaba, se acercaba al enfermo lamía sus llagas hasta dejarlas limpias con sus propios labios”
Juan Pedro, hijo de Pedro Claver de la Calle Mayor y Ana Corberó surge en escena, era un hijo de Verdú España, nacido según su partida de bautismo, el 26 de junio de 1580. Aunque no hay datos de su infancia, pronto había perdido a su madre y a su hermano de adolescente. Ingresó a la Compañía de Jesús de 22 años en Tarragona el 8 de agosto de 1604 habiendo anotado en sus votos: ‘Hasta la muerte me he de consagrar al servicio de Dios, haciendo cuenta que soy un esclavo”
Escribió más tarde recordando a un gran santo místico castellano que aparece en su camino, San Alfonso Rodríguez de Mayorca, viejo, calvo, enjuto de carnes pero de plenitud espiritual dialogó muchas noches con el joven Claver y ante su pregunta: ¿Qué he de hacer hermano Alonso? Sentado el anciano al pie de un árbol dijo: ¿Cuántos que están ociosos en Europa podrían ser apóstoles en América?
Colocó en su cuaderno día tras día estas sabias notas que servirían después como alimento espiritual.
Embarcado en el Galeón San Pedro el 15 de abril de 1610, vino a la nueva tierra:
“Tierra buena, tierra que pone fin a nuestra pena, tierra de bendición clara y serena”, con la idea de evangelizar indios, pero su campo de apostolado sería los negros.
Arribado a Cartagena Colombia, estuvo en Bogotá y Tunja. Pedro Claver el 3 de abril de 1622 hizo su profesión, al pie de la fórmula de los votos reconsignó de su puño y letra “Petrus Claver, aethiopum semper servus” “Pedro Claver, esclavo de los negros para siempre” Ayudó en la misión del padre Alfonso Sandoval y ejerció su apostolado con total dedicación siguiendo el procedimiento empleado por el padre superior. La psicología del misionero catalán no era complicada, tuvo un amor supremo.
El Capitán Barahonda testificaba: “Y los negros a su vez le amaban, pues le tenían mucho amor y siempre que le veían iban a besarle las manos y se postraban arrodillados a su presencia”
“Lo que en la leche se mama en la mortaja se derrama y el que en malos pasos anda polvos levanta”
Cuando el gobernador le anunciaba la llegada de un barco negrero:
Trataba de averiguar de qué región procedía su carga, con el fin de encontrar intérpretes adecuados para hablar con los esclavos. Los propietarios de esclavos se negaban a suministrarle intérpretes o ponían muchos obstáculos, motivo por el cual el Colegio de Cartagena terminó comprando un grupo de esclavos intérpretes oriundos de diversas regiones de África para que ayudaran a Claver.
Ingresando a las embarcaciones llevaba regalos como naranjas, limones, tabaco, pan o aguardiente.
En las bodegas inferiores visitaba a los esclavos ubicados allí para cuidar de que los blancos les trataran bien; les daba esperanza que no iban a matarlos, como a menudo creían, y les alentaba a abrazar la fe cristiana, instruyéndoles. Al instante preguntaba por los enfermos y los niños nacidos en la travesía, a quienes dedicaba sus cuidados de urgencia.
Pedro Claver terminó por ser respetado por las autoridades de Cartagena y por los mismos propietarios de esclavos, que temían verle aparecer. Vivía con extrema austeridad, durmiendo en una esterilla, comiendo frugalmente, y dedicado a sus rezos en los ratos libres.
Bautizó cerca de 300.000 africanos dedicando casi todas las horas del día a su labor compasiva en compañía de sus intérpretes negros:
Ayudado por Calapino quien conocía doce lenguas africanas, Andrés, Sacabuche, y Aluanil de Angola; Sofo y Yolofo de Guinea, Viáfara, Manuely Juan Maniolo y con ellos el hermano Nicolás González.
Después de 40 años de dedicación a estos pobres en desgracia, un murmullo potente surgió en Cartagena “El santo muere, el santo muere” era el 8 de septiembre de 1654.
Su superior el P. Arcos contó “Sin hacer acción ni movimiento alguno con la misma paz, tranquilidad y quietud que había vivido dio su alma a Dios”
De qué nos quejamos si seguimos siendo una sociedad salvaje, atrevida, sin educación, ni Dios, que continúa manteniendo secuestrados, violando niños, mujeres o ancianos, creyéndonos cristianos y desconociendo ese mandamiento de Jesús “Amaos los unos a los otros como yo os he amado”.
Por su parte, el muy ilustre señor Capitán Antonio de Rocha, de edad de 60 años, en el proceso, folio 1017v dice que “el Padre predicaba a todos: españoles, indios, negros y esclavos” en esta misión del año 1650, declarado año jubilar por el Papa Inocencio X.
En otro proceso leemos que “el testigo José Gramajo:
Negro libre, de edad de 33 años, en el folio 939 dice que el Padre, antes de partir en misión a las poblaciones de tierra adentro, le recomendó que enseñara la doctrina cristiana de la Pascua a todos los negros jóvenes, y le hizo prometer que lo haría. Y habiéndoselo prometido, lo despidió con un abrazo. Y al regresar, viendo que lo había hecho con mucha gente, se lo agradeció con muchos abrazos”.
Las palabras textuales del testigo Juan Salguero que le acompañó en toda la expedición. En el proceso, folio 1032 dice que, “como los invitados llegaban de diferentes partes, les preparó un almuerzo con gran abundancia, de modo que, si bien era mucha la gente, sobró comida. Este testigo ayudó a servirla por habérselo ordenado así el Padre”.
Al ser declarado santo por León XIII, el Papa dijo de él: “Después de la vida de Cristo, ninguna otra me ha conmovido tan profundamente como la de Pedro Claver”.
Colombia ha rendido al santo los máximos honores. Le ha proclamado patrono de la nación. Historiadores como Hugh Thomas y Carles Soldevila lo consideran un español y un catalán universal por los valores humanos que defendió y personificó avanzándose a su tiempo.
Ni los negreros ayer, ni nosotros hoy hemos comprendido el mensaje paulino que San Pedro Claver, patrono de los obreros entendió.
Bibliografía
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Autores:
* Carlos Augusto Rodríguez Garcés. Es doctor en Medicina y en Cirugía General, egresado de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Colombia y Especialista en Cirugía General y Vascular de la Universidad del Rosario.
Miembro activo de las Sociedades de Cirugía y Gastroenterología, así como de la Societé International de Chirurgie y de la World Association of Hepato-Pancreato-Biliary Surgery. Estudió Teología Pastoral en el Seminario Valmaría de los padres eudistas. Pertenece a la Asociación Colombiana de Pesebristas, de la cual fue Director Académico. Miembro activo de la Asociación Filohelénica de Colombia. Presidente de Una Fides Corporación Ecuménica de Colombia. Conferencista y expositor sobre varios temas.
Correspondencia: arogriguezn@hotmail.com
Recibido: enero de 2013
Aceptado para publicación: febrero de 2013
Actual. Enferm. 2013;16(3):42-44
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