Una Aproximación a la Ciencia y al Arte, La Sociedad Judía del Siglo I
Jewish society in the first century
Carlos Augusto Rodríguez Garcés*
Centro Médico de la Sabana, Bogotá, D.C., Colombia
Sería importante hacer una reflexión sobre la clasificación social antigua y la nuestra contemporánea, para tener un concepto aproximado de las condiciones de vida de la compleja sociedad palestinense del siglo I.
La tradición procedente más de las leyendas que de la realidad, hace ver la clase media escasa, la información que ha llegado hasta hoy sobre este grupo social de comerciantes y artesanos, entre ellos, sastres, perfumistas, panaderos, carpinteros, etc., debían su prosperidad económica al depender del Templo y al parecer, estaban muy bien pagados.
Gracias a que dicha región es un puente geográfico entre los tres grandes continentes, Asia, Europa y África, la Palestina es un corredor por donde pasaban las caravanas de la seda con mercancías lujosas como: sedas, telas, joyas, perfumes y especies.
Durante las fiestas se vendían recuerdos y objetos de lujo para los peregrinos, se alojaban en posadas y se suministraban las comidas y los utensilios necesarios, así nos lo recuerda el Texto Sagrado.
La Ley en Dt: 12,17-18 indica que el consumo debía ser muy importante al tener que gastar el segundo diezmo, “No podrán ustedes comer dentro de su ciudad el diezmo de su trigo, de su vino o de su aceite, ni las primeras crías de sus vacas o de sus ovejas, ni nada de lo que hayan prometido al Señor, ni de sus ofrendas voluntarias.
Sólo podrán hacerlo delante del Señor su Dios, en el lugar que El escoja. Allí en presencia del Señor su Dios y en compañía de sus hijos y de sus criados, y de los levitas que vivan entre ustedes, se alegrarán del fruto de su trabajo”
No todos los judíos se atenían a estas disposiciones al no contar con excedentes de producción y pagar fuertes impuestos:
Los procedentes del resto de la provincia de Siria y de la diáspora judía debían gastarse buenas sumas de dinero favoreciendo a los comerciantes de Jerusalem.
Sin embargo, era complejo trasladar las compras para consumirlas en sus aldeas por ello preferían venderlas allí, el costo era superior en Jerusalem donde los higos costaban tres veces más que en las aldeas.
Con todo, Isaías: 3,16-23 nos describe bellamente con lujo de detalles la clase de accesorios que usaban las mujeres de Jerusalem por el siglo VIII a.C. “A las mujeres de Sión, que son orgullosas, que andan con la cabeza levantada, mirando con insolencia, caminando con pasitos cortos, y haciendo sonar adornos de los pies… las diademas, las lunetas, los pendientes, los brazaletes y velos, las bandas de la cabeza y las cadenitas de los píes, los cinturones, los frasquitos de perfumes y los amuletos, los anillos, los adornos de la nariz, los vestidos elegantes, los mantos, los chales, y los bolsos, los espejos, los turbantes y las mantillas…” A mayor descenso en la escala social, menos datos existen sobre estas clases sociales en que podrían percibirse algunas categorías.
Los pequeños propietarios solían contentarse con consumir sus productos y hacer con ellos algunos intercambios o trueque de lo que les faltara, a la vez, que evitaban los impuestos del mercado (el IVA de la época).
En Judea y Samaría las exportaciones eran pequeñas y por lo general era el hijo mayor quien explotaba y administraba las fincas, mientras que los otros hermanos debían hacerse obreros o expatriarse.
Galilea con una geografía más propicia por sus montañas y los riegos de los remansos del Jordán:
Podía tener exportaciones y un comercio más productivo con los paganos griegos, situación que dejaba permear una religiosidad menos ortodoxa que en la Judea influenciada por la ortodoxia del Templo.
Hacia el año 150 a.C. muchos judíos huyeron de Galilea y los paganos se quedaron con las tierras incrementando sus dominios, pero Juan Hircano, etnarca y Sumo Sacerdote de la familia de los asmoneos de Judea, inicia la judaización del norte al decretar la migración de muchísimas familias campesinas a las montañas, logrando la reconquista donde los extranjeros tuvieron que convertirse o marcharse 1ªMac:5,23-45.
Fuera de los agricultores no hay datos o son poco conocidos, además que sus oficios eran mal vistos y despreciados, como dicen antiguas fuentes rabínicas:
El curtidor “huele tanto que pierde su dignidad, de forma que su mujer puede separarse de él si quiere” caso excepcional, pues el marido era quien pedía el repudio de su mujer.
Los tejedores “eran tan mentirosos que no eran admitidos para dar testimonio, tanto como la mujer o el esclavo”.
El pastor “solía ser un ladrón que se aprovechaba del rebaño en beneficio propio o iba a pastar a un campo ajeno”.
El médico “se dedicaba a atender a los ricos y dejaba sin medicina a los pobres” (hoy puede decirse que esta costumbre persiste especialmente cuando se practican procedimientos quirúrgicos innecesarios).
La lista de las actividades era tan larga que no quedaría espacio para los oficios decentes.
Para el obrero o el jornalero:
Cuando no había buenas cosechas y los negocios eran malos o la competencia y el nivel económico escaso, perdía su independencia, obligándose a servir a otro amo bajo contrato de obrero agrícola, en el trasporte de mercancías, ayudante en casa de un artesano o entrar a casa de un noble de la corte como criado.
Todo este conglomerado de trabajadores con poco ingreso, “despreciados por la casta de los escribas y de los fariseos”, formaba parte importante del pueblo de Israel, siendo llamado ham ha´ares, incultos o pueblo de la tierra.
Los necesitados, por una enfermedad, un accidente o un mal negocio, incapaces de trabajar quedaban excluidos de la comunidad, convirtiéndose en mendigos o muchas veces en ladrones o en esclavos.
Jerusalem era invadido por los mendigos debido a que los peregrinos eran más generosos pues el segundo diezmo podía servir para la limosna, obra muy meritoria ante el Señor. Entre estos había muchos “leprosos” es decir personas que padecían de enfermedades de la piel considerándolos impuros.
En estas injustas circunstancias brotaba la tentación de ser “ladrón” no solo en la Cuidad Santa, sino a lo largo de los caminos para asaltar a los peregrinos imprudentes. Aunque a los ladrones y a los zelotes se les decía bandidos, esto se destinaba más a las pandillas que fueron apareciendo progresivamente hacia el año 60 d.C.
Los esclavos judíos eran producto de las deudas impagables, eran adultos israelitas varones con iguales derechos jurídicamente, los hijos mayores de los amos y las niñas menores de 12 años.
En el fondo el esclavo judío se parecía mucho a un mayordomo, pues cuando el amo era pagano las condiciones eran diferentes.
Debido a sus circunstancias de impureza ritual:
El esclavo no podía dormir bajo el mismo techo de los judíos piadosos (hasidin), aunque estaba dispenso o exonerado de participar en las oraciones y en las peregrinaciones.
Para ellos la circuncisión solo les permitía descansar el día sábado pero ciertas oraciones después de las comidas y que no interfirieran con el trabajo, eran obligatorias. Dentro de este marco social se va a desenvolver la vida de Jesús en la Palestina del siglo I.
Algunos documentos reglamentaban la vida judía, así: Mishná Avot 5:21
- Primero, A los cinco años, para estudiar la Escritura
- Segundo, A los diez años, para estudiar la Mishná, a los trece años, para cumplir los mandamientos
- Tercero, A los quince años, para estudiar el Talmud
- Cuarto, A los dieciocho años, para las nupcias;
- Quinto, A los veinte años, para procurar
- Sexto, A los treinta años, para la fuerza
- Séptimo, A los cuarenta años, para el raciocinio
- Octavo, A los cincuenta años, para el consejo
- Noveno, A los sesenta años, para la vejez
- Décimo, A los setenta años, para la ancianidad
- Undecimo, A los ochenta años, para la fortaleza
- Doceavo, A los noventa años, para inclinarse
- Treceavo, A los cien años es como si estuviese muerto, haya pasado y haya sido anulado del mundo”.
Los escribas al lado de los ancianos eran esencialmente los especialistas de la Ley, tenían un peso social de primer orden cuya mayoría laica se reclutaba entre los ancianos, los jornaleros y los sacerdotes, su clasificación social no era muy concreta, algunas citas nos ilustran al respecto: “si al sacerdote se le pedía sobre todo ofrecer un sacrificio al Señor esto exigía que fuera un buen carnicero del Templo”
“Al escriba se le pedía que explicara y actualizara la ley en función de los nuevos tiempos:
se esperaba que él fuera un guía espiritual de la gente, que interiorizara cada vez más la fe en Dios y enseñara a cumplir su Santa Voluntad” Era un hijo espiritual y sucesor de los profetas.
Los judíos estaban convencidos de que el tiempo de los profetas había terminado y esperaban que llegara el profeta mesiánico de los últimos tiempos.
El título de profeta a Juan el bautista y a Jesús significa para los cristianos del siglo I entrar en los últimos tiempos.
Los Concejos y los Tribunales por los conocimientos de las Escrituras y su competencia jurídica, convertían a los escribas en personajes indispensables sin los cuales sería imposible resolver los casos de difícil interpretación, debido a estas necesidades como por las situaciones políticas había numerosos escribas en el Sanedrín.
Sus ideas apoyadas en la fe profunda que animaba su vida moral se colocaban más bien al lado de los fariseos, quienes se regocijaban de encontrar en ellos gente segura en el aspecto doctrinal.
Había también escribas saduceos e independientes. Una vez ingresados en el Sanedrín iban imponiendo sus concepciones incluso en el plano litúrgico.
La sociedad judía donde parecía estar ya definida en una estructura social determinada por el nacimiento, fuera sacerdote o no, judío puro o bastardo, hacía de los escribas la prueba de que era posible una promoción social.
Los escribas fariseos se esforzaron en extender más allá de la clase sacerdotal, las reglas de pureza, la escuela de Hillel suscitaba en el pueblo una gran esperanza y también podían estar junto a Dios, con todo lo que esto significaba.
Los escribas al insistir en la relación interior con Dios y en una vida conforme a la fe más que en el culto:
Prepararon sobre todo a Israel para la desaparición del Templo y del Sacerdocio.
Después de la destrucción de Jerusalem y del Templo por Tito en el año 70 d.C., los escribas se convirtieron en los jefes del pueblo elegido, mientras que el sacerdocio dejó su lugar al rabinismo.
Solo 3% de la población leía y escribía, luego, no todo el que quería podía ser escriba, se requerían largos estudios, el conocimiento perfecto de la Ley y de la tradición oral, había algunas escuelas esotéricas reservadas para los estudiantes más seguros con rectitud de juicio reconocida por los demás escribas.
Hacia el siglo II ocurría una especie de ordenación, se escogían mayores de 40 años de edad para ser verdaderos Escribas y Doctores de la Ley, podían usar un vestido especial como signo de dignidad adquirida.
Así ocupaban la presidencia de todas las reuniones y eran saludados respetuosamente por todos. Cuando pasaba un escriba por la calle la gente paraba su trabajo y se volvía para saludarle, siendo honrado a veces más que el Sumo Sacerdote.
Sus honorarios no eran onerosos, pensaban que así como Dios había dado gratuitamente su Ley, así el escriba debía dispensar gratuitamente su enseñanza y sus consejos, sin embargo, los regalos recibidos les permitían en especial a los más ancianos tener una vida cómoda. Todo ese movimiento se fue fraguando y haciendo fecundo en la época evangélica.
La figura más destacada que incidió en el cambio de pensamiento hasta nosotros, ha sido la de Jesús de Nazareth.
Ninguna cuestión religiosa se ha discutido con tanto apasionamiento como la historia de Jesús de Nazaret, en los últimos cincuenta años se ha escrito tres veces más sobre él, que en los cien años anteriores.
Albert Schweitzer un siglo atrás, al evaluar las investigaciones afirma que éstas, “representaban lo más importante que jamás emprendió e hizo la autorreflexión religiosa” Agregó que a través de dichos escritos se podía conocer a sus autores.
Joachin Jeremías llegó al mismo análisis: “Los racionalistas describen a Jesús como el predicador moral. Los idealistas como la quinta-esencia del humanismo, los estetas lo ensalzan como el amigo de los pobres y el reformador social, y los innumerables pseudocientíficos hacen de él una figura de novela”
Los estudios históricos llegan a deducciones dispares y discordantes, al punto de dar la impresión de tratarse de una empresa imposible.
Sin embargo, es una labor fascinante y seductora que impide renunciar a través de las sucesivas generaciones, suscitando nuevos esfuerzos e interés por una de las personalidades claves de nuestra cultura, aunque existe una motivación religiosa por cuanto los creyentes cristianos se hacen una representación inevitablemente de Jesús.
En cada nueva época de la teología se han descubierto ideas propias de cada autor donde cada quien lo interpretó según su personalidad, por tanto no existe tarea más adecuada que escribir una vida de Jesús.
La fe cristiana, necesariamente tiene que indagarse siempre por el Jesús de la historia, y las diversas confesiones cristológicas se reúnen con miradas diferentes hacia él, con certeza no pueden dejar de musitar continuamente en torno al Misterio de Dios, dicen, desdicen, estudian y critican en torno a su realidad histórica.
Finalmente bajo toda su herencia histórica:
El creyente cristiano se siente abrumado ante el Misterio de Dios y sorprendido por la investigación histórica que desea imponerse más allá de la radicalidad de Jesús.
La gente se pregunta con pasión y curiosidad morbosa, ¿Cuál fue la vida de Jesús después de su presentación en el Templo a los doce años? Se ha escrito mucho sobre las posibilidades históricas haciéndole ir a India, España, Egipto, América, etc. historietas fantasiosas con intención comercial y periodística y con sentido misterio teológico policíacas.
Es asombrosa la desvinculación que a primera vista tiene la tradición cristiana con la ciudad de Sepphoris frente a otros lugares relacionados con la vida de Jesús.
En la baja Galilea en medio de su encanto paisajístico, en una llanura fértil rodeada de sierras bajas y entorno a un pequeño cerro, se levantaba la ciudad de Sepphoris, la antigua Zippori, cuya datación aparece desde la época del Reino de Israel (edad del hierro). Mirando desde allí hacia el sureste a unos 5 Km se divisaban algunas casas de Nazareth. En época de los asmoneos en el s. II a.C. y luego tras la incursión romana de Pompeyo en el año 63 a.C. figuraba como capital de Galilea bajo la división administrativa de Gabinio, gobernador de Siria.
Fue destruida en el año 4 a.C. por las tropas de Quintilio Varo, siendo reconstruida por el rey Herodes Antipas quien la reedificó y amuralló espléndidamente al estilo helenista, convirtiéndola en nueva capital de su tetrarquía, por el año 22 d.C. y llamándola Autocratoris. Es probable que por esta fecha hubiese nacido Jesús.
Durante la primera revuelta judía:
Los seis años apocalípticos judíos entre el 64 y el 70, con un franco ambiente heleno romano la ciudad se colocó al lado del Imperio contra los judíos.
A comienzos del s. II, tras la segunda revuelta judía del 130 bajo Bar Kobbá, el emperador Adriano la renombró Diocesarea “Ciudad del César consagrada a Júpiter”.
La colonia judía fue creciendo y logró establecerse el Gran Sanedrín durante 17 años donde Rabbí Judah ha Nasi redactó la Mishná. Esta ciudad (destruida totalmente por un terremoto en 332) acuñó una moneda que aludió al pacto entre el Sanedrín y el Senado romano (figura 1).
Una visión arqueológica panorámica originada en los recientes estudios por universidades americanas, revela un gran teatro cuya cavea o graderío albergaba unos 4.500 espectadores, en su foso u orchestra semicircular al estilo griego, tomaban asiento los notables.
La scena apenas conserva algunos muros con restos de pintura al fresco en sus paredes, obra posiblemente terminada a principios del s. I. Luego hacia el oeste, corría una amplia calle de 5 metros de ancho por unos 50 metros de recorrido (figura 2).
La zona residencial alta, contenía baños o mikvaot, para rituales judíos, frescos sobre sus paredes y mosaicos helenistas en sus pisos de bellísima elaboración que han dejado huella, la llamada “Mona lisa de Galilea” o “El festival del Nilo” (figura 3) que recuerda que Palestina helenista se halló en contacto con el mundo judío. Esta es la ciudad en la que pasó Jesús gran parte de su vida, su forma de pensar, de expresarse y de actuar no pudo ser ajena del todo a pesar de que los evangelios no la mencionan ni una sola vez.
Douglas E. Oakman insinúa una alusión a Sepphoris en la conocida frase de Jesús Mt:8,20. Lc:9,58:
“Los zorros tienen madrigueras y los pájaros del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar su cabeza”
El nombre hebreo de la ciudad es Zippori derivada según el Talmud (TB. Megilbah 6a.) de zippor o pájaro. En Lucas, Jesús llama a Herodes Antipas, “zorro”, al parecer era un apodo a la familia herodiana. Pudiera ser que Jesús usó estas dos palabras para aludir a la aristocracia que vivió en sus palacios o madrigueras y a la burocracia en sus nidos de estilo exuberante, mientras él como predicador y profeta renunciaba a todo y exigía a la vez esto de sus seguidores.
En 1130 un anónimo De situ Urbis Jerusalem dice: “De Sepphoris era originaria la bienaventurada Ana, madre de la madre de Cristo”
Los cruzados tomaron y recogieron una tradición bizantina de Peregrino de Piacenza, quien visitó la ciudad en el año 570: “Allí adorábamos el barreño y el canastillo de Santa Ana”. En el siglo XII J. Wizburg señala que: “En Sepphoris se dice que nació la Virgen María”
En el siglo XIII Buchardo de Monte Sión dice: “Joaquín, padre de la Virgen María era de Sepphoris”. 1217 declara que: “Santa Ana era oriunda de Sepphoris”.
En 1626 Francisco Quaresmio dice que: “En la casa de San Joaquín fue construida con piedra de silletería una iglesia importante”
Aunque no se pronuncie el valor histórico que puedan tener estas tradiciones, lo significativo es que la comunidad cristiana primitiva, al menos desde la época bizantina, vincula la ciudad de Sepphoris con recuerdos de la vida de Jesús, no obstante, solo se refieran a su madre y a sus abuelos.
Entre las multitudes de pobres indigentes y los pocos ricos de esta región:
Había un puñado de ciudadanos de clase media sobre todo comerciantes, picapedreros, albañiles, carpinteros y pescadores. El judío galileo Jesús, no fue ajeno en absoluto al mundo grecorromano. José y Jesús no fueron obreros rasos (ergates u operarius) fueron tratados por los textos como operarios especializados de la construcción (tekton) y debieron conocer el idioma que comúnmente se usaba en la ciudad, el griego popular.
Mt,10,10; Lc:10,7 “el obrero merece un salario”
Mt,9,37-38; Lc:10,2 “la mies es mucha y los obreros pocos”
Mt:20,1-15 “los obreros contratados para ir a trabajar a la viña”
Sant:5,4 “a los obreros del campo el salario les ha sido retenido”
Tanto Flavio Josefo como Filón de Alejandría escritores del siglo I utilizaron esta palabra (tekton) en sus textos. Después del exilio babilónico en el siglo VI a. C., los judíos hablaron como lengua materna el arameo y el hebreo permaneció como el idioma sagrado.
En el siglo III a.C a la conquista por Alejandro de Macedonia se introdujo el griego helénico popular o koiné que se acentuó en las ciudades principales de la Galilea y de la Decápolis, por lo cual, muchos autores piensan que Jesús hablaba el griego.
Nos cuesta entender que allí hablaran varias lenguas, hasta hoy los mendigos piden la limosna en varios idiomas, así el título clavado en la Cruz de Jesús exponía, Jn:19,20 “estaba en hebreo, griego y latín”
Jn:12,220-22 “unos griegos se acercaron a Felipe y a Andrés de Betsaida (nombres griegos) para decirles que quieren hablar con Jesús”
G. Mussies, opina que las conversaciones entre Jesús y el centurión, o Jesús y Pilato:
Dan la impresión de haber tenido lugar sin intérprete. Se diría que el griego que hablaría Jesús sería “un griego de ciudad” con su vocabulario, los giros propios no de un campesino, sino de una persona familiarizada con los intereses y prestaciones de lo urbano. En las frecuentes diatribas de Jesús con los fariseos, utilizó la palabra griega “hipocrites” que aparece en los evangelios sinópticos 18 veces y siempre en boca del Maestro. Aunque no pertenece al discurso original de Jesús, posiblemente en arameo, este admitía la inserción de palabras prestadas del griego debido a que una gran parte de la población era bilingüe..
Referencias
- Domínguez Morano C. s.j. Creer después de Freud. España: Ed. Paulinas. 1992.
- González Echegaray J. Jesús en Galilea. Estella, Navarra, España: Ed. Verbo Divino. 2000.
- Grelot C. Los relatos de infancia de Jesús. Cuadernos bíblicos Nº 18 Estella, Navarra, España: Ed. Verbo Divino. 1997.
- Guevara J. Los apócrifos modernos. Madrid: Ed. Khaf. 2011.
- Meier J.P. Un judío marginal. Estella, Navarra, España: Ed. Verbo Divino. 1998.
- Sepphoris. Disponible en: https://www.bibleplaces.com/sepphoris. Consultado junio de 2012.
- Sicre Díaz JL. s.j. De David al Mesías. Textos básicos de la esperanza mesiánica. Estella, Navarra, España: Ed. Verbo Divino. 1995.
- Ratzinger J. Introducción al espíritu de la liturgia. Madrid: Ed. San Pablo. 2001.
* Carlos Augusto Rodríguez Garcés. Es doctor en Medicina y en Cirugía General, egresado de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Colombia y Especialista en Cirugía General y Vascular de la Universidad del Rosario. Miembro activo de las Sociedades de Cirugía y Gastroenterología, así como de la Societé International de Chirurgie y de la World Association of Hepato-Pancreato-Biliary Surgery.
Estudió Teología Pastoral en el Seminario Valmaría de los padres eudistas.
Pertenece a la Asociación Colombiana de Pesebristas, de la cual fue Director Académico. Miembro activo de la Asociación Filohelénica de Colombia.
Presidente de Una Fides Corporación Ecuménica de Colombia. Conferencista y expositor sobre varios temas.
Correspondencia: carogriguezn@hotmail.com
Recibido: agosto de 2012
Aceptado para publicación: agosto de 2012
CLIC AQUÍ Y DÉJANOS TU COMENTARIO