Editorial: El Duelo y el Personal de Salud
Bereavement and health care personnel
Definición
El duelo es un término de uso muy frecuente hoy día y que para muchos, de manera simplista, se asimila a la imagen de sentarse a llorar y a tomar tinto en un cuarto oscuro.
Lejos de ser eso, un duelo es el proceso activo, personal, de adaptación frente al cambio vital ocasionado por la pérdida de una persona amada o situación importante que formaba parte de nuestra vida.
“Hacer el duelo” es la expresión que empleamos los psicólogos para referirnos a la necesaria participación activa del doliente en su propia reconstrucción tras el cambio ocasionado por la experiencia de la pérdida. Al analizar la definición es posible tener una mejor aproximación:
Proceso.
El duelo no es un estado, sino una evolución cambiante que se da hasta varias veces en un mismo día. Al igual que un proceso legal, infeccioso o gestacional requiere tiempo y genera cambios.
Personal.
No existe un “protocolo” del duelo. No hay libreto, es único y tan individual como las huellas digitales. Mi duelo por mi madre es muy diferente al duelo de mi vecina por la suya o aún más, al de mi hermana y cualitativamente depende de muchos factores entre los cuales están quién era ella para mí, en qué momento de mi ciclo vital se va y cuáles son los preceptos familiares y culturales que conforman mi respuesta personal ante la pérdida.
De adaptación.
Luego de la muerte de la persona, del divorcio, de la desaparición o de cualquier tipo de pérdida, mi mundo presuntivo se altera definitivamente y mi tarea es aprender a vivir de una manera diferente, sin él o ella, reconstruirme, reinventarme, replantear mi vida para siempre cambiada por la pérdida.
Afrontar, enfrentar, vivir un Proceso de duelo, no nos hace víctimas, pero sí nos vulnera. Un duelo es una experiencia transicional, emocionalmente muy poderosa e intensa, y abarca cambios en el aspecto físico, psicológico, social y espiritual. Suele sorprender a quien lo vive por la intensidad de los sentimientos que lo acompañan que son temporales y no eternos. Con frecuencia estos confrontan al doliente con partes de sí mismo frágiles y sensibles que lo desconciertan, así como también con riquezas y recursos internos impensados.
La dimensión, la magnitud y la profundidad de un proceso de duelo dependen de la dimensión, buena o mala, que lo perdido tenía en nuestra vida. De ahí que no toda pérdida nos afecte, ni conlleve un duelo.
Forma saludable un Proceso de duelo
Pero, a menudo nos encontramos con un obstáculo para elaborar en forma saludable un duelo:
Nuestra sociedad contemporánea le teme al sufrimiento, al dolor emocional y erige murallas para blindarnos y así poderlo evitar.
Como el duelo trae consigo dolor, tristeza, rabia, alivio, desamparo, vacío, asombro, culpa, auto reproches y muchas más emociones y sentimientos, el exceso de trabajo, de viajes, de ejercicio, de medicación “antidepresiva” (a pesar de que un Proceso de duelo triste es muy diferente a una depresión), de sexo, de alcohol, aparentemente ayudan a “superarlo” pero… embolatándolo.
Se esconde, se esquiva pero no se puede erradicar y queda pendiente, sin procesar, como una bomba de tiempo emocional que saldrá a la superficie en algún momento posterior de diferentes formas: a través del cuerpo que lo expresa, se enferma y produce síntomas, de adicciones, de depresión, de trastornos de conducta, de dificultades para amar, confiar y ser productivo en la vida.
El personal de Salud
Ahora bien, los médicos, psicólogos, psiquiatras y el personal de salud, en general, no son la excepción.
Convencidos de que el entorno espera de nosotros respuestas estoicas y fortaleza para superar en forma rápida los malos momentos de la vida, se cae en la trampa de no vivir nuestros duelos personales, nuestras penas, y de revestirnos de armaduras emocionales que esconden lo afectivo y que ponen de presente la “admirable” fortaleza que no se altera para manejar momentos difíciles.
Nos convertimos en seres aparentemente invulnerables y cuando una pena toca a nuestra puerta, debemos dar ejemplo de “control”, lo cual más bien es un eufemismo que oculta insensibilidad, frialdad, excesiva racionalidad.
Humanización del ejercicio de la medicina
Hemos llegado entonces al punto final de reflexión que quiero dejar sobre humanización del ejercicio de la medicina.
Ojalá cada uno se pueda cuestionar a sí mismo:
- Primero, ¿Hasta dónde nos hemos dejado arrastrar por la corriente triunfalista, “positiva” en exceso, y negadora del sufrimiento como parte ineludible de la vida?
- Segundo, ¿Qué tanta importancia le asignamos a los Proceso de duelo de nuestros pacientes?
- Tercero, ¿Qué tan capaces somos de sintonizar afectivamente con las pérdidas de la salud, de funciones, de autonomía e independencia que conlleva su enfermedad sin perder nuestra eficiencia profesional?
- Cuarto, ¿Qué tanto culpamos al “tiempo escaso” de nuestra pobre capacidad de acompañar en su recorrido a un ser humano que sufre y va a morir?
- Quinto, ¿Esquivamos lo emocional para centrarnos en el alivio sintomático no más? ¿La distancia del médico de la que mucho se quejan los enfermos.
Es un mecanismo de defensa frente a un apego que no sabemos manejar, frente al temor y el miedo a presenciar, a vivir la muerte de un ser humano, la soledad en que necesariamente ésta se da y su inevitabilidad? ¿Será por ello que muchas veces no sabemos parar en el esfuerzo desproporcionado por alargar la existencia biológica de un paciente a pesar de saber que ya NO VIVE?
En algunos hospitales, la atención psiquiátrica se presta, sí. Se medica con ansiolíticos y antidepresivos. Pero, el acompañamiento, la reconfortante relación humana enfermo grave médico es casi ausente.
Qué tranquilizante y cuán importante es para un buen morir, el saberse acompañado, oído y validado por un médico, por una enfermera humanos y cálidos en esos momentos finales, tan duros y tan tristes!! Y cuán definitiva es la actitud del médico ante la muerte en el posterior proceso de duelo de la familia de quien murió.
Bibliografía
- Fonnegra de Jaramillo I. Morir bien. Bogotá:Editorial Planeta. 2006.
- Fonnegra de Jaramillo I. De cara a la muerte.Bogotá: Intermedio. 2009.
- Kübler-Ross E. Sobre la muerte y los moribundos.Barcelona: Editorial Grijalbo Mondadori. 1975.
- Rojas de González N, Fonnegra de JaramilloI, Pérez de Cabrera S. La separación de las parejas. Colombia: Intermedio. 2010.
Autor:
Isa Fonnegra de Jaramillo
Psicóloga Clínica especializada en las temáticas de la muerte, el morir, el duelo y el sufrimiento. Desde hace más de 40 años ejerce como psicoterapeuta de pacientes adultos durante el proceso de morir, familias en duelo y personas que atraviesan momentos vitales difíciles.
En 1986 fundó y dirigió por 20 años la Fundación Omega, institución conformada por un equipo interdisciplinario, dedicado a la atención en cuidados paliativos y al apoyo emocional de pacientes en la etapa final de sus vidas, a la consejería y terapia en el duelo a adultos, a niños y a familias y a la divulgación por todo el país de estas temáticas. Ha publicado artículos y libros sobre estos temas, siendo los más recientes: De Cara a la Muerte, Morir Bien, un compromiso personal y El Duelo en los Niños. Es miembro activo desde hace 27 años del Internacional Work Group on Death, Dying and Bereavement.
Correspondencia: digitamos@etb.net.co
Recibido: agosto de 2012
Aceptado para publicación: agosto de 2012
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