Zeitgebers. Sincronizadores de Ritmos Biológicos

Los ritmos circadianos se adecuan al ambiente de 24 horas mediante el ajus­te por factores ambientales que actúan como sincronizadores (usualmente lla­mados zeitgebers, “dadores de tiem­po”) forzando la periodicidad del re­loj circadiano para adoptar la de 24 horas del ambiente.

El sincronizador ambiental más poderoso es el ciclo de luz/oscuridad, al que se suman, en los mamíferos superiores, distintos facto­res sociales.(15)

Gracias a este sincro­nizador se presenta un fenómeno co­mún para la mayoría de animales: el ciclo sueño/vigilia, que garantiza la alternancia de periodos de actividad y recuperación.

Los animales diurnos tienen un período circadiano de más de 24 horas, mientras que ciertos ani­males nocturnos, como el ratón, pre­sentan en general un período circa­diano de menos de 24 horas.

Los seres humanos son una especie diurna, duer­men en su mayoría por la noche con intervalos de 24 horas, aunque tienen menos horas de sueño (más de vigilia) que la mayoría de los omnívoros.(16)

Se están considerando actualmente nuevos zeitgeber que podrían estar inmersos en esta compleja maquina­ria circadiana como es la alimentación y la actividad sexual. La razón prin­cipal de la actividad sexual es la re­producción, pero también podría servir para otros propósitos no relacionados con la capacidad de reproducirse.

Si la regularidad de la actividad sexual permite la sincronización de los relo­jes centrales y periféricos, las medidas que mejoran la regularidad de sexo seguro se puede utilizar para apoyar la función del sistema circadiano y por consiguiente de la fisiología y el comportamiento de un individuo.(17)

Un estudio realizado en 1982 propor­cionó pruebas de la existencia de un ritmo nictameral de la actividad sexual en los matrimonios jóvenes:

Aunque los humanos adultos parecen encon­trar oportunidades para tener relacio­nes sexuales prácticamente a cual­quier hora del día, la mayoría de los encuentros sexuales se producen al­rededor de la hora de dormir (11 p.m.- 01 a.m.). La explicación más común para este patrón temporal indica la pre­sencia de factores ambientales como la rigidez del horario de trabajo, las obli­gaciones familiares y la disponibilidad de la pareja, lo que reduce la posibi­lidad de encuentros sexuales en otros momentos del día.(18)

La actividad sexual evoluciona de acuerdo con el entorno social que cambia las estrategias para el apareamiento como el deseo sexual en machos y hembras, donde es pro­bable que dependa del tiempo y pre­senten variaciones en el día,(19) esto ya lo vislumbraba Milan Kundera en su obra “La insoportable levedad del ser” cuando escribe: “…un día Sabina lo descubrió mirando su reloj mientras tenían relaciones sexuales y tratando de apurar su conclusión”. También Joaquín Sabina en su canción “Y nos dieron la diez” menciona: “yo quería dormir contigo y tú no querías dormir sola…Y nos dieron las diez y las once, las doce y la una y las dos y las tres y desnudos al amanecer nos encontró la luna”.

Como vemos todo tiene un tiempo, somos esclavos del tiempo y sus barrotes; aunque no los podemos tocar, si los podemos ver: la luz, la comida, el trabajo y la vida social; no solo nos limitan a un determinado sitio en el espacio sino también a un determinado sitio en el tiempo.

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Alteraciones en los ritmos biológicos

El humano como uno más de los or­ganismos que viven en un medio fluc­tuante, es vulnerable a sufrir altera­ciones de su maquinaria cronobioló­gica, que se pueden clasificar en desincronización externa y desincronización interna.

La desincronización ex­terna es la pérdida de coherencia entre las fluctuaciones del medio externo y las oscilaciones generadas por el reloj interno.

Esto puede producirse por un viaje a través de varios husos ho­rarios donde se genera un adelanto o un retraso de las horas, lo cual pro­duce una pérdida de relación entre la hora geográfica del lugar y la función de los efectores.

Este fenómeno es co­nocido como «jet-lag»(14,20) y se carac­teriza por fatiga, insomnio, irritabili­dad, falta de concentración, alerta y memoria, somnolencia diurna.(21-23) Esto lo intuía el premio nobel de li­teratura Gabriel García Márquez cuan­do escribe “Cuando uno viaja a Europa, el alma tarda tres días más en lle­gar”.

Es de resaltar que por cada huso horario que se atraviesa se necesita un día para sincronizar el reloj bioló­gico con el medio. Otro ejemplo de este tipo de desincronización, se debe a una incongruencia de las activida­des del individuo con las señales de sincronización externas como es el trabajo por turnos rotados y especial­mente el trabajo nocturno, que exis­te desde el comienzo de la vida social de los hombres y ahora por cambios económicos está aumentando.

El área sector de la salud utiliza las escalas en turnos, dada la necesidad de acti­vidades de mantenimiento durante 24 horas, por esta razón existe la nece­sidad de crear ambientes artificiales con el fin de mantener la producción, la salud y la seguridad las 24 horas de hora del día.

La creación de am­bientes artificiales ha sido sugerido en textos antiguos como en algunos apartes del libro del Éxodo en la bi­blia en donde se relata:

“Y Dios iba delante de ellos de día en una colum­na de nube para guiarlos por el cami­no, y de noche en una columna de fuego para alumbrarles, a fin de que anduviesen de día y de noche. Nunca se apartó de delante del pueblo la co­lumna de nube de día, ni de noche la columna de fuego”.

También en el li­bro de Josué se menciona “Y dijo en presencia de los israelitas: Sol, deten­te en Gabaón; y tú, luna, en el valle de Ajalón. El sol se detuvo y la luna se paró, hasta que la gente se hubo ven­gado de sus enemigos. Y el sol se paró en medio del cielo, y no se apresuró a ponerse casi un día entero”. Con la aparición de los primeros focos de luz a finales del siglo XIX se revolucionó la forma en que se concebía el día y la noche; con este descubrimiento se permitió estar activo y contar con luz durante 24 horas lo que facilitó la vida de las personas.(24)

Sin embargo, ca­recer de conocimientos para manejar adecuadamente el trabajo en la noche altera el equilibrio interno del reloj bio­lógico y por tanto la salud induciendo un efecto negativo que incide en la calidad del trabajo realizado, presen­tándose situaciones tales como: acu­mulación de errores, dificultad para mantener la atención, percepción in­completa de la información o capaci­dad de actuar con rapidez, presencia de fatiga, accidentes laborales y es­trés.(25)

Por otro lado, este ritmo de trabajo condiciona la calidad de vida extralaboral del individuo y altera va­rias dimensiones del ser humano:

Fi­siológica, psicológica, familiar y so­cial.(26) Dependiendo de la intensidad laboral del trabajo principalmente en la noche, se presentan disfunciones fisiológicas que se traducen en distur­bios gastrointestinales -pérdida de apetito, estreñimiento, dispepsia, aci­dez, dolor abdominal, flatulencia, mayor incidencia de duodenitis y úl­cera péptica-,(27) así como desórdenes psíquicos, ansiedad, depresión y difi­cultad para establecer relaciones psi­coafectivas familiares normales, la privación de participar en actividades sociales, escolares, culturales, depor­tivas, aislando al individuo del entor­no de convivencia normal con la so­ciedad.(28)

Por tanto el desarrollo de actividades de acuerdo con el horario de trabajo va a requerir un mayor es­fuerzo físico, mental y social que su­mado al estilo de vida del hombre moderno propicia situaciones que lle­van a alteraciones de los ritmos bio­lógicos causando una desadaptación temporal, que a su vez redunda en daños a la salud, lo que lleva a una desincronización interna, con la pér­dida de relación entre las oscilaciones del reloj y el resto del organismo, ya que afecta tanto la fisiología como la conducta.(29) Que mejor para entender este concepto que la frase del cantau­tor español Joaquín Sabina en una de sus canciones “Tanto la quería que tardé en aprender a olvidarla, 19 días, y 500 noches”.

Además de estos trastornos cronobio­lógicos específicos, la gran mayoría de las patologías poseen componentes temporales, tanto en sus manifestacio­nes clínicas como en su susceptibili­dad a protocolos de diagnóstico y tra­tamiento, de ahí que florezcan áreas como la cronopatología y la cronofar­macología. Los signos y síntomas de muchas enfermedades varían a lo lar­go del ciclo diario (así como en función de ciclo mensuales o estacionales).(7)

Referencias de estas manifestaciones se describen desde tiempos antiguos en la Biblia, en el libro de Job se na­rra:

“La noche taladra mis huesos, y los dolores que me roen no reposan” y el poeta Hesíodo escribió hacia el año 700 a.C. que “las enfermedades caen sobre los hombres, algunas de día y otras por la noche”.

Es importante re­saltar que las enfermedades que in­volucran trastornos del ánimo se ca­racterizan por presentar patrones anormales en los ritmos circadianos o en la estructura temporal, como es el caso del trastorno bipolar, la ansie­dad y la depresión.

Estas variaciones en el ánimo han sido referidas por di­versos autores en novelas y poesías donde se perciben alteraciones en los ritmos y la melancolía principalmen­te en la noche que coincide con la máxima secreción de la hormona me­latonina, un marcador del ritmo cir­cadiano.

Entre las personas deprimi­das se ha encontrado una disminu­ción inconstante de la amplitud se­cretora nocturna de melatonina.(30) Algunos escritores han puesto en evi­dencia en sus versos el sufrimiento que los aqueja durante la noche y la alteraciones de los ritmos en quien los escribía: “Decidme, qué es el día o la noche/ para aquel que está sumi­do en la congoja”, se pregunta William Blake y también escribe “Si ven que alguien llora en vez de estar durmien­do, derraman sueño sobre su cabeza y se sientan junto a su cama”.

En el diario de Scott Fitzgerald se observa que la verdadera noche negra del alma, siempre es a las tres en punto de la madrugada.(31)

Esta misma temática se pueden percibir en lo que escribe el poeta José Asunción Silva:

“Esta noche solo, el alma llena de las infinitas amarguras y agonías de tu muerte, separado de ti misma, por la sombra, por el tiempo y la distancia, por el in­finito negro, donde nuestra voz no alcanza, solo y mudo por la senda caminaba, y se oían los ladridos de los perros a la luna, a la luna pálida y el chillido de las ranas, sentí frío, era el frío que tenían en la alcoba tus mejillas y tus sienes y tus manos ado­radas…”.

También Julio Flórez escri­be:

“De noche, bajo el cielo desolado, pienso en tu amor y pienso en tu abandono, ¡y miro en mi interior des­hecho el trono que te alcé como a un ídolo sagrado!”, “A veces melancólico me hundo en mi noche de escombros y miserias, y caigo en un silencio tan profundo que escucho hasta el latir de mis arterias”. Finalmente el gran poe­ta chileno Pablo Neruda muestra que la noche y la tristeza también son mo­mentos de inspiración “Puedo escribir los versos más tristes esta noche, pen­sar que no la tengo, sentir que la he perdido. Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella, y el verso cae al alma como al pasto el rocío”.

También podemos ver la variación de los estados de ánimo reflejados en los sentimientos durante el día en el poe­ma “Te quiero a las diez de la maña­na” del cantautor argentino Gian Fran­co Pagliaro: “Te quiero a las diez de la mañana, a las once y a las doce del día. Te quiero con toda mi alma y con todo mi cuerpo, a veces, en las tardes de lluvia. Pero a las dos de la tarde, o a las tres, cuando me pongo a pensar en nosotros dos y tú piensas en la co­mida o en el trabajo diario, o en las diversiones que no tienes, me pongo a odiarte sordamente, con la mitad del odio que guardo para mí. Luego vuelvo a quererte, cuando nos acos­tamos y siento que estás hecha para mí”

Van gogh, Los GirasolesEn resumen, en la teoría de los ritmos biológicos:

Se presenta un modelo que propone la existencia de un compo­nente exógeno dador de tiempo o zeitgeber, y un componente endóge­no, el reloj biológico, que interactúan para generar ritmos en los organis­mos.

El reloj es capaz de generar rit­mos en aislamiento, pero el valor adaptativo de su funcionamiento reside en su capacidad de sincronizarse con los ciclos ambientales.

Los ritmos biológicos hallados en la naturaleza son el resultado de un reloj endógeno que ha sido “puesto en hora” o sincro­nizado por claves temporales del am­biente.

Esta sincronización permite el ajuste o adecuación del tiempo bio­lógico con el ambiental y provee a los relojes biológicos de un mecanismo para reconocer la hora local y generar una referencia temporal interna, per­mitiendo la adecuada interacción en el dominio del tiempo entre el orga­nismo y el ambiente.(4)

Nada más pa­recido a un ritmo biológico que lo evidenciado en el mito griego de Clythie, una jovencita que se enamo­ró de Febo, el dios sol, y quedó em­belesada siguiendo su recorrido por el cielo. Al no ser correspondida, Clythie decidió “plantarse” en la tierra y se­guir a Febo, hasta que su cuerpo co­menzó a transformarse y finalmente se convirtió en un girasol (figura 4): se tiene una planta (lo biológico) que repite un movimiento día a día (lo rítmico).(32)

La alteración del reloj bio­lógico o los sincronizadores externos pueden llevar a desórdenes de tipo funcional que puede llevar a patolo­gías de diverso orden que incluye des­de trastornos somáticos (úlcera pép­tica, trastornos del sueño, trastornos hormonales), trastornos comportamen­tales (estrés, ansiedad, agresividad), hasta trastornos afectivos (depresión y sus componentes de aislamiento per­sonal, familiar y social).

Finalmente muchas patologías pueden afectar los ritmos biológicos y en forma natural:

Con el envejecimiento las estructuras que forman parte del reloj biológico pueden verse afectadas.

Dado que ha­cia el futuro la humanidad tendrá un incremento en la proporción de adul­tos mayores y que en el mundo actual, con la globalización, las activada de laborales son continuas los ritmos bio­lógicos, sus alteraciones, su diagnós­tico y la atención de quienes lo pade­cen deben ser objeto de investigación desde una mirada múltiple.

Conflicto de Intereses

Los autores declaran que el presente manuscrito no presenta conflictos de intereses.

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