Obesidad, un Problema Económico

La obesidad puede ser vista como un problema de salud pública, de imagen corporal o como una enfermedad de causalidad múltiple, pero es importante considerar que también podría ser un “fenómeno económico”. Muchos de estos factores se han revisado; sin embargo, poco se ha estudiado el efecto de la contribución de las políticas económicas públicas y agrícolas o el efecto del medio ambiente, tanto en la agricultura como en los alimentos.

Históricamente, las políticas públicas efectivas para el suministro de alimentos se han establecido con objetivos completamente diferentes a la promoción de la salud pública y existe una deficiencia importante de políticas efectivas en el aspecto de la demanda y su correlación como uno de los factores ambientales causantes de la obesidad 56.

Philipson 57 considera que es fundamental hacer una investigación sobre las fuerzas económicas que contribuyen a la obesidad, debido a que es una situación diferente a otras de la salud. Este descuido es lamentable, pues la obesidad es un factor importante de la economía de la salud y de las finanzas públicas. Comparativamente, hay muchos más obesos que fumadores, drogadictos o pacientes con enfermedades no relacionadas con la obesidad.

En el caso de los Estados Unidos, las familias de menores ingresos dedican un porcentaje mayor de su ingreso a los alimentos, al compararlas con los hogares de mayores ingresos. Los hogares que se encuentran con ingresos en el quintil superior (ingreso promedio de US$77.311) gastaron por persona US$1.997 en alimentos, en comparación con US$1.249 gastados por aquéllos en el quintil inferior (ingreso promedio de US$6.669). Los estudios del United States Department of Agriculture (USDA) mostraron un hecho muy preocupante, ya que las familias con menores ingresos económicos compraban productos de menor costo y gastaban sus escasos recursos en adquirir grasas, dulces y alcohol, con el objeto de obtener suficiente energía diaria a bajo costo 58. Se debe tener en cuenta que los consumidores seleccionan los alimentos básicamente por el sabor, el costo y la conveniencia.

La percepción de inseguridad alimentaria puede conducir a los consumidores de niveles socioeconómicos bajos a consumir alimentos con alto contenido energético.

Este fenómeno se puede ampliar, si se tienen en cuenta algunos de los efectos de la inseguridad alimentaria; por ejemplo, cuando el individuo que carece de un presupuesto fijo para la compra de alimentos tiene dinero, compra los alimentos menos costosos y selecciona aquellos con mayor contenido energético y con mayor volumen. Imaginémonos a una persona que recibe un dinero después de varios días sin comer adecuadamente. Seguramente no se va a dirigir a la sección de frutas y verduras para comprar brócoli, papayas y naranjas, sino que escogerá dulces, refrescos y productos de panadería y pastelería. Esta selección sucede por tres razones claras: la primera, porque son menos costosos; la segunda, porque estos alimentos generan mayor saciedad y por un tiempo más prolongado; y la tercera, porque el contenido calórico es mayor.

Otro de los efectos secundarios de la inseguridad alimentaria es que las mujeres que la han padecido, como mecanismo de reacción, les ofrecen a los niños porciones más pequeñas, con el objeto de anticipar épocas de escasez. Esta práctica puede alterar la autorregulación y promover el deseo de ciertos alimentos en los niños, lo que incrementa el consumo calórico desordenado y, finalmente, lleva a un exceso de peso 59, 60.

La recomendación más común a la intervención pública para combatir la epidemia de la obesidad, es la educación sobre los beneficios que trae el observar una dieta y hacer ejercicio. Infortunadamente, la inversión que se hace en educar el público se ve contrarrestada por la publicidad privada dedicada a incrementar el consumo de alimentos. Por ejemplo, en 1997, el gobierno federal de los Estados Unidos gastó cerca de US$330 millones de dólares en educación nutricional, mientras que el gasto de la industria de alimentos en publicidad fue de US$7.000 millones. Únicamente la publicidad de autos fue mayor que la de alimentos 61. La única manera en que la regulación del gobierno sería exitosa, es si la industria de alimentos estuviera fuertemente motivada para lograr la reducción de la obesidad.

Los esfuerzos deben fomentar la responsabilidad corporativa y la autorregulación, yendo aún más lejos, mediante la producción y la comercialización de alimentos más sanos 62. Una discusión importante sobre este tema es la relacionada con el papel que tienen los subsidios agropecuarios en la configuración del suministro de alimentos de un país, en sus precios y en su disponibilidad.

Un caso en particular es el subsidio a la producción del jarabe de maíz rico en fructosa, utilizado para endulzar la mayoría de los refrescos, de las bebidas azucaradas y otros alimentos con elevado contenido en azúcar. Aunque se sabe que es políticamente problemático quitar estos subsidios, es de conocimiento general que esta medida podría alterar considerablemente el entorno de los alimentos.

El diseño de políticas públicas exitosas que hagan frente a la pandemia de la obesidad a nivel social, presenta enormes desafíos a los legisladores. En primer lugar, se necesita establecer políticas estratégicas que cubran toda la población para controlar el apetito exagerado en una comunidad que se encuentra fuertemente orientada hacia la comida. En segundo lugar, hay que convencer al público escéptico de que las iniciativas sobre obesidad le corresponden al gobierno, que debe asumir el liderazgo al respecto. En tercer lugar, el lograr una implementación exitosa de estas políticas en la vida diaria depende de que la población las considere seriamente, y que sean aceptadas cultural, económica y legalmente 56.

Existe una naturaleza dinámica entre la exploración de las fronteras de las leyes para combatir la obesidad y su relación con las leyes de salud pública y el medio ambiente cultural. Se encuentran varios ejemplos históricos en los cuales las leyes generan cambios sociales. Sin embargo, es poco probable que las leyes progresistas puedan implementarse si la costumbre cultural no es lo suficientemente favorable. Por lo tanto, las políticas sobre obesidad deben aumentar progresivamente y responder a las modificaciones ideológicas y políticas, y a las condiciones económicas y de salud. Inicialmente, se han basado en la modificación de la conducta, por medio de información sobre alternativas individuales, en vez de aplicar restricciones 62.

La obesidad es uno de los mayores contribuyentes al costo total de la atención en salud, generando costos directos, indirectos y personales. Los costos directos están relacionados con la desviación de los recursos de la comunidad hacia el diagnóstico y el tratamiento de la obesidad y de sus consecuencias. Los costos indirectos se relacionan con la disminución de la productividad por el ausentismo, las pensiones de invalidez y la muerte prematura. Los costos personales dependen del país, ya que en algunos la cobertura de los gastos del tratamiento de la obesidad es parcialmente subsidiada por el Estado. Se ha visto que los obesos tienen menores ingresos que quienes no lo son, algunos tienen menor escolaridad, menores posibilidades de contraer matrimonio y, finalmente, el entorno social y la calidad de vida se ven afectados en forma importante 63.

El gran desafío para la salud pública del siglo XXI, es la elaboración de una estrategia reguladora que se pueda amoldar según las restricciones gubernamentales, pero que evolucione de acuerdo con el conocimiento de la obesidad y su prevención. Las políticas públicas futuras para prevenir la obesidad pueden requerir cambios significativos en la oferta y la demanda de alimentos, relacionándolas con programas formativos, educativos y de motivación.

Nestlé 64 formula una serie de preguntas éticas relacionadas con la adecuada selección de alimentos. Estas se pueden dividir de acuerdo con los métodos de producción, de comercialización y de asesoramiento. Entre los métodos de producción, se cuestiona si se protegen y se preservan los recursos naturales, si se evita la contaminación del agua, el aire y la tierra, si existen incentivos apropiados para los productos agrícolas básicos y si se promueve la calidad nutricional.

Entre los métodos de comercialización, se debe cuestionar si se evita hacerla con una orientación principalmente hacia los niños, si realmente se enfatizan los productos de gran calidad nutricional, si se informa completamente sobre el contenido de los productos, si existe publicidad engañosa, o si se utilizan mecanismos de presión sobre el Estado, los periodistas o los profesionales en nutrición.

En tercer lugar, están las preguntas éticas relacionadas con los métodos de asesoría; incluyen la estimación del balance de riesgos y beneficios, y si, por lo menos, se consideran los aspectos éticos o se promueven cuando es posible. Los individuos relacionados con el tema de la nutrición, la industria alimentaria y el gobierno, deberían tener en cuenta estas consideraciones antes de tomar decisiones pertinentes.

Conclusión

La obesidad se puede considerar como un problema importante de salud pública, que se presenta tanto en países desarrollados como en los que están en desarrollo. Hace muchos años se consideraba que la obesidad o el sobrepeso indicaban abundancia, y la delgadez era una señal de pobreza y enfermedad. Hoy en día estamos ante la paradoja de la nutrición: se encuentran familias que presentan obesidad y desnutrición en forma concomitante.

Es claro que la obesidad tiene múltiples causas y se manifiesta como una alteración entre la ingestión y el gasto calórico. La ingestión se ve estimulada por diferentes factores relacionados con la globalización, situación que mejora la disponibilidad de alimentos y estimula el consumo de los mismos. Por otro lado, la tecnología genera trabajos más sedentarios, que reducen el gasto calórico y aumentan la efectividad del individuo. A esto le podemos agregar que la industria de alimentos ha delineado sus objetivos y su evolución para aumentar el consumo y no para mejorar la salud. Por lo tanto, los alimentos se producen de tal manera que son más apetecibles, efecto que se logra al aumentar su contenido en grasa y en carbohidratos.

Sólo en forma reciente, el concepto de salud se ha empezado a tener en cuenta, pero aún sigue primando el interés comercial de la industria frente al factor salud. Esto se refleja en una mayor publicidad de los alimentos, enfocada a todos los segmentos de la población, especialmente a los niños, que son los más vulnerables. Además del factor de la globalización, la reducción del gasto calórico se ve afectada por un mayor sedentarismo (televisión, videojuegos, computador) y por la disminución de la actividad física causada por la reducción de los espacios físicos, la necesidad de trabajar por largos periodos o en múltiples trabajos, o la dificultad para costear gimnasios o spas.

Existen otros factores particularmente ciertos para los países en desarrollo, como la desnutrición, tanto durante la gestación como durante los primeros dos años de vida, que se encuentra ligada a los factores genéticos promotores de la obesidad, a alteraciones en el metabolismo de lípidos y a mayor riesgo de enfermedad cardiovascular crónica y de infarto de miocardio. Otro factor relevante es la inseguridad alimentaria que se considera causante de la obesidad en poblaciones de bajos recursos socioeconómicos, debido a que su necesidad de saciedad personal y familiar prima sobre la selección adecuada de alimentos saludables.

La obesidad ha generado la aparición cada vez más frecuente de las enfermedades no transmisibles relacionadas con la nutrición que, a su vez, generan gastos adicionales en salud para su tratamiento y por sus consecuencias.

Finalmente, es necesario que se establezcan políticas agropecuarias y comerciales para disminuir o abolir el problema de la obesidad, ya que existen incentivos en la producción de fuentes calóricas, mientras que se desestima la importancia de alimentos que pueden contribuir a disminuir el consumo energético. Además, los gobiernos se tendrían que poner de acuerdo con las grandes multinacionales de alimentos para establecer estrategias de precios, producción de alimentos y publicidad de acuerdo con una alimentación saludable, en vez de establecer fundaciones y proyectos educativos que son excelentes, pero que son contrarrestados doblemente por el daño que produce en la población el consumo masivo de sus productos.

En Colombia, se sancionó la ley contra la obesidad (Ley 1355 de 2009) 65, la cual declara esta enfermedad como un problema de salud pública. El objetivo de esta ley es ampliar la cobertura sanitaria mediante su inclusión en el Plan Obligatorio de Salud (POS), iniciar la prevención en la población estimulando una alimentación balanceada y saludable, como también, promover la actividad física en los adultos y en los planteles educativos. Sin embargo, es fundamental tener en cuenta que se debe ir más allá y establecer políticas agropecuarias que se correlacionen con este objetivo y vigilar la información que las empresas de alimentos entregan al consumidor, tanto en sus etiquetas como en su publicidad.

En algunos países se ha querido imponer impuestos a los refrescos o a los alimentos con cantidades importantes de azúcar, pero se ha visto que, a diferencia del cigarrillo, con esto no se ha logrado disminuir el consumo.

Es absolutamente necesario implementar programas educativos a diferentes niveles y, sobre todo, promover los multiplicadores de información sobre lo que significa una dieta balanceada y la importancia de una alimentación sana, ya que muchas veces esto queda en manos de personas que no poseen la información ni la preparación correcta o, peor aún, en manos de la publicidad de las empresas de alimentos, interesadas principalmente en aumentar el consumo y no en mejorar la salud 66.

Nutrition, Obesity and Non-Communicable Diseases

Abstract

Nowaday´s, obesity and overweight are considered an important area in public health. Worldwide, it is estimated that nearly 1.6 billion adults are considered overweight, among which 400 million are clinically obese.The infant population is not exempt from this problem, considering that 20 million children under five are overweight. The World Health Organization (WHO) has estimated that by the year 2015 approximately 2.3 billion adults will be considered overweight and 700 million will become obese. In Colombia, according to the “Encuesta Nacional de la Situación Nutricional” conducted by the Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) in 2005, 46 % of the adult population appeared overweight or obese. Women, in particular, are the largest group suffering from the consequences of overweight and obesity. Globalization is linked to rapid socio-economic, demographic and technological changes, and when coupled with our natural human evolution, it generates a process of nutritional transition. Humans have had major changes in physical activity and nutritional status, which have influenced the development of non-communicable diseases related to nutrition, urbanization, economic growth, technological changes at work, food processing, culture, and the mass media messages. The changes generated in view of this inevitable interaction imply an increase in the consumption of foods leading to an increase in caloric consumption coupled with a decrease in energy expenditure. The major underlying processes that affect the world are related to the products of globalization, the information provided by the media and the influence of large multinational corporations. Soft and/or sugary drinks are important sources of caloric consumption, which stimulate factors related to obesity and increased cardiovascular risk. Barker has introduced the “fetal origin hypothesis”, which suggests that the disturbance by the plasticity of development due to malnutrition during fetal life, infancy and early childhood, permanently change the structure and function of the body by a phenomenon called “programming”. Furthermore, this becomes a determining factor in the development of a group of diseases, including type 2 diabetes, coronary heart disease, myocardial infarction, and hypertension. Because several studies have correlated certain types of cancer with obesity, diet becomes an important factor to prevent it. Finally, obesity should be regarded as an economic problem resulting from factors such as government policies, the influence of major food companies and food uncertainty, which is present in the lower socioeconomic classes. It is necessary to implement educational programs targeted at the different socioeconomic classes and, above all, to transmit the message to “information multipliers” concerning the importance of a balanced diet and incorporating healthy foods for our personal wellbeing.

Key words: obesity; diabetes mellitus; fatty liver; metabolic syndrome X; fructose; corn oil.

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Correspondencia:
PATRICIA SAVINO, ND
Correo electrónico: patricia.savino@gmail.com
Bogotá, Colombia

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