Manejo Quirúrgico de la Necrosis Pancreática Infectada

Básicamente, existen dos objetivos en el tratamiento inicial de la pancreatitis aguda grave. El primero se basa en el tratamiento de soporte y de las posibles complicaciones que puedan surgir y, el segundo, es limitar la progresión de la enfermedad. El objetivo de la cirugía es, precisamente, eliminar todas las áreas de tejido necrótico, incluyendo el tejido peripancreático necrótico y el tejido necrótico infectado y, con esto, al reducir el progreso de la propagación de la necrosis o infección, se frena la respuesta inflamatoria sistémica y se consigue minimizar las complicaciones23. A diferencia del desbridamiento, los procesos de resección, como la pancreatectomía parcial o total que conllevan extirpación de tejido sano, están asociados a altas tasas de morta¬lidad así como a incremento de riesgo de insuficiencia pancreática exocrina y endocrina24-27.

La técnica quirúrgica ha variado y el método ideal es aún motivo de controversia. Generalmente, los principios acordados del manejo quirúrgico incluyen preservación del órgano que implica desbridamiento o necrosectomía, minimizar el riesgo de hemorragia intraoperatoria y asegurar un buen drenaje retroperitoneal16.

Clásicamente, se han venido practicando las siguientes tres técnicas quirúrgicas, con resultados aparentemente comparables:

a. Necrosectomía abierta y cierre con lavado conti¬nuo del retroperitoneo28,29; en un metaanálisis de Heinrich, et al.30 se concluye que la necrosectomía y el lavado continuo posoperatorio con drenajes de gran calibre sin nuevas laparatomías programadas, es la mejor estrategia para el manejo quirúrgico de la necrosis pancreática o peripancreática infectada.
b. Necrosectomía abierta con nuevas laparotomías programadas o según necesidad31,32.
c. Necrosectomía abierta con abdomen abierto y nuevas laparotomías programadas33.

Se han informado tasas de mortalidad posoperatoria alrededor del 15 % con estos procedimientos, aunque no conocemos estudios que comparen las tres técnicas prospectivamente.

Técnicas mínimamente invasivas

Hoy en día, cobran especial interés los métodos mínima¬mente invasivos reservados para un subgrupo de pacientes con enfermedad localizada o necrosis pancreática bien organizada. Entre los tratamientos, varios autores han publicado recientemente resultados esperanzadores, destacándose el abordaje laparoscópico, el retroperitoneal y el drenaje percutáneo, así como el endoscópico.

Existen dos abordajes laparoscópicos para esta enfermedad: el desbridamiento transperitoneal y el desbridamiento retroperitoneal video-asistido.

En cuanto al primero de ellos, el abordaje se lleva a cabo mediante el acceso por vía laparoscópica conven-cional, seguido de un desbridamiento transmesocólico, utilizando un puerto para la cámara de vídeo y dos adicionales de trabajo. El principal inconveniente es la posibilidad de contaminación peritoneal, además de la dificultad para la reintervención por la misma técnica a causa de la formación de adherencias. Por estas razones, se aconseja emplear este tipo de abordaje en casos de necrosis pancreática bien localizada, en los que se prevea que no serán necesarios desbridamientos sucesivos34-35.

Los primeros en describir el abordaje retroperitoneal fueron Gambiez, et al.36 en la necrosectomía, directamente o con ayuda de video, mediante una incisión en el flanco izquierdo. Para ello, se utiliza un mediastinoscopio de 23 cm de longitud y se introduce por debajo del reborde inferior de la decimosegunda costilla izquierda, haciendo de esta manera el desbridamiento bajo visión directa.

Previamente, se coloca un drenaje percutáneo para poder guiar el lugar de la incisión y acceder directamente al área necrótica, dejándolo para después evacuar el tejido necrótico residual. Con este acceso, se evita la laparotomía, con las repercusiones fisiológicas que esta conlleva en un paciente crítico. Se han publicado buenos resultados en los últimos años con este abordaje, con una mortalidad de 10 %, aunque se precisan maniobras de drenaje repetitivas, que se pueden llevar a cabo en la unidad de cuidados intensivos.

En un estudio de casos y controles, en el que se compararon 15 pacientes en quienes practicó necrosec-tomía por un abordaje retroperitoneal con otros 15 en los que se llevó a cabo laparotomía, van Santvoort, et al.37, demostraron que con el abordaje retroperitoneal se obtienen tasas de falla multiorgánica significativamente más bajas y menor mortalidad. Aunque esta comparación fue retrospectiva y el emparejamiento se basó en la presencia o ausencia de falla orgánica única, estos datos apoyan la idea de que un abordaje retroperitoneal conduce a un menor daño fisiológico que una cirugía mediante laparotomía.

Pero, ¿cuál es el mejor momento de este abordaje una vez se haya colocado el drenaje percutáneo? Según Chang, et al.38, y van Santvoort, et al.39, tras la colo¬cación del drenaje percutáneo, lo mejor es “esperar y ver”, aunque otros autores, como Castellanos, et al.40, prefieren practicar la cirugía una vez se haya colocado el drenaje. Como desventajas, además de la limitación del campo quirúrgico, las tasas de fístula de colon y hemorragia son altas (por encima de 50 %), y hay riesgo de evisceración por la lumbotomía41.

Otro tratamiento mínimamente invasivo es el drenaje mediante un catéter percutáneo. Se ha incorporado en un buen número de guías clínicas para el tratamiento de la necrosis pancreática infectada, con el objetivo de retrasar la cirugía o evitarla en pacientes seleccionados. Normalmente, las áreas de necrosis están formadas por componentes sólidos y líquidos, y posteriormente, pueden dar lugar a la formación de un absceso. Un drenaje percutáneo colocado en una colección permite un mejor control de la infección hasta la cirugía; en este tiempo de retraso se logra una mejor demarcación del área necrótica, lo que conlleva un menor desbridamiento.

En dos estudios recientes se revisó la experiencia con el drenaje percutáneo en un hospital de tercer nivel. En el primero de ellos, Mortele, et al.42, revisaron todos los pacientes a los que se les colocó un drenaje percutáneo guiado por TC en pancreatitis necrosante, con un seguimiento de 45 meses. Del total de 35 pacientes, dos tercios tenían necrosis infectada, el 49 % no precisó cirugía y el 36% que presentó falla multiorgánica se recuperó sólo con drenaje percutáneo.

A pesar de estos resultados prometedores, en un estu¬dio más amplio por Rocha, et al.43, en la misma institución, se obtuvo menor éxito con el drenaje percutáneo como tratamiento único. En su estudio de cohortes retrospectivo, este grupo examinó el rol del drenaje percutáneo en 64 pacientes con necrosis pancreática durante los últimos cinco años, incluyendo aquellos casos en los que no se colocó drenaje percutáneo. En su análisis, un cuarto de los pacientes tenía necrosis infectada. El 7,8 % requirió cirugía, junto con drenaje percutáneo o como único tratamiento, y el 73 % de ellos presentaba necrosis infectada. El 17 % se trató sólo con drenaje percutáneo y, el resto, con tratamiento conservador. En el grupo en el que sólo se utilizó el drenaje percutáneo, se observó una tasa significativamente mayor de mortalidad (55 %). No obstante, estos pacientes presentaban una tasa de falla multiorgánica mayor que el resto, lo que puede indicar que la colocación del drenaje percutáneo fue un intento de salvar a aquellos que por su mal estado general no podrían superar una intervención quirúrgica. Además, también se observó en este estudio que la co¬locación de drenaje percutáneo retrasaba la cirugía, ya que el tiempo medio de la cirugía fue de 31 días (rango de 0 a 65 días) en quienes recibieron sólo tratamiento quirúrgico, mientras que el tiempo medio de la cirugía en el grupo que recibió drenaje percutáneo y cirugía fue de 109 días (rango de 1 a 600 días).

En un reciente ensayo clínico de asignación aleatoria44, en el cual se comparó la cirugía con el drenaje percutáneo, se concluyó que se disminuyó significativamente la mortalidad con el drenaje percutáneo (0 Vs. 31 %). No obstante, en este estudio hay cuestionamientos en cuanto a su metodología, como la exclusión de los pacientes tras la asignación al azar o la falta de información respecto al momento de la cirugía, por lo cual los resultados son difíciles de interpretar.

Por último, aunque actualmente el uso de la endoscopia en el tratamiento del seudoquiste y el absceso pancreático está bien establecido, la necrosis pancreática, que requiere la eliminación de detritos sólidos y líquidos sigue siendo un desafío. Recientemente, se publicó el primer estudio multicéntrico (estudio GEPARD)45 sobre necrosectomía por vía endoscópica. Este es el más amplio publicado sobre esta técnica. Aunque los autores no informan las tasas de falla orgánica, de los 93 pacientes que partici¬paron en el estudio, 50 tenían necrosis infectada y 20 % requirió ingreso a la unidad de cuidados intensivos. La necrosis fue drenada satisfactoriamente por vía endoscópica en 81 % de los casos. De los 18 en los que fracasó la técnica, 7 fallecieron y 11 sobrevivieron pero precisaron cirugía. La tasa de morbilidad fue de 26 %. El 14 % de los pacientes tuvieron complicaciones por sangrado, incluyendo dos que precisaron intervención quirúrgica para el control de la hemorragia, y uno falleció antes de que la cirugía fuera practicada. Además, hubo cinco casos de perforación a la cavidad peritoneal y dos de embolia pulmonar. Aunque las tasas de complicaciones son altas, las de morbilidad en pacientes sometidos a cirugía también son significativas22. El seguimiento fue de 50 meses tras la cirugía y, aunque algunos de los pacientes desarrollaron complicaciones relacionadas con la pancreatitis aguda tras el alta, se observó que la calidad de vida en todos ellos era buena.

La aplicabilidad del abordaje endoscópico en pacientes críticos se confirmó en un estudio de 13 pacientes consecutivos con necrosis pancreática infectada46. En este estudio, en todos los pacientes se utilizó el abordaje endoscópico transgástrico como primera medida y hubo ingreso a la unidad de cuidados intensivos, y el 31 % presentó falla multiorgánica. En todos los casos hubo resolución completa de la necrosis después de una a tres sesiones de necrosectomía endoscópica. Ningún paciente requirió cirugía posterior y ninguno falleció.

Un enfoque novedoso para la necrosectomía endoscópica fue publicado por Becker, et al.47. En lugar de crear una ventana más grande en el estómago para permitir la necrosectomía bajo visualización directa, se inserta endoscópicamente un drenaje de pigtail por vía transgástrica o transduodenal, lavando posteriormente a través de un drenaje percutáneo, lo cual favorece la licuefacción del tejido necrótico y permite así su drenaje.

Momento de la cirugía

Una vez conocidas las diferentes técnicas quirúrgicas actuales, la pregunta es: ¿cuál es el mejor momento para intervenir al paciente una vez diagnosticada la necrosis infectada? Esto está en discusión. Según la guía clínica de la International Association of Pancreatology, en una necrosis pancreática infectada, la intervención quirúrgica se recomienda a partir de la tercera o cuarta semana del inicio de los síntomas. Es interesante el aporte del Grupo Holandés de Pancreatitis Aguda48, que sugiere que, cuando la intervención puede ser pospuesta hasta pasados unos 30 días tras el inicio de los síntomas, los resultados son más alentadores. Además, en su revisión sistemática en la que incluyeron 1.136 pacientes de once estudios, observaron una asociación entre un mayor retardo de la cirugía y disminución de la mortalidad (R=-0,603; IC95% -2,10 a -0,02, p=0,05). Posponiendo la cirugía, se permite la organización y demarcación de las áreas de necrosis, con ayuda de la colocación de algún dre¬naje percutáneo, incluso en presencia de falla orgánica, puesto que puede manejarse en una unidad de cuidados intensivos. La media del momento de la intervención fue de 27 días (3 a 31). La mortalidad media en necrosis pancreática infectada fue del 25 % (rango de 6 a 56%).

En esta línea, se encuentra un estudio de asignación aleatoria49 en el que se compara la cirugía precoz versus la tardía en pacientes con necrosis pancreática infectada, obteniéndose una mortalidad mayor en la precoz (56 % versus 27 %). Hay varios grupos que han demostrado que es el tiempo de la cirugía el que más está relacionado con la mortalidad, más aun que la propia necrosis pancreática infectada4,21.

Dada la evidencia de que la cirugía temprana aparentemente se asocia con resultados adversos, el uso del drenaje percutáneo guiado por ecografía o TC parece ser una medida temporal razonable en una fase temprana de la necrosis infectada. Los drenajes deben ser de un tamaño adecuado y pueden ser manipulados ante cualquier cambio clínico del paciente. Si a pesar de esto el paciente no presenta mejoría, por cuanto con frecuencia las áreas de necrosis no se han licuado adecuadamente y son demasiado espesas para drenarse percutáneamente, se debe abandonar esta estrategia y emprender un abordaje quirúrgico.

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