Editorial: La Investigación Médica

Ahora que está en boga el conocimiento empírico sin base científica, y la práctica indiscriminada del mismo en todos los niveles, pero especialmente en el ámbito médico, debería recordarse que la mejor manera de contrarrestar su implantación progresiva con sus funestas consecuencias para la salud comunitaria, está en la investigación científica y tecnológica, que debe ser auspiciada por el Estado, las Facultades de Medicina, las Academias Médicas, las Asociaciones y Sociedades Científicas, la industria privada y los mecenas de las ciencias y las artes que aún superviven.

Según el concepto aristotélico, para conocer una cosa de manera absoluta, debemos saber cuál en la causa que la produce y el motivo por el cual no puede ser de otro modo; esto es, que el conocimiento se basa en la demostración de los hechos en forma metódica, donde predominan el interés de servicio y el espíritu científico, caracterizado éste por uml actitud crítica, objetiva y racional. Precisamente en estos conceptos se fundamenta el llamado método científico, entendido, además, como el conjunto de procesos que el hombre debe emprender en la búsqueda y demostración de la verdad.

Dentro de tales procesos se incluye obviamente, la experimentación, vale decir, la serie de procedimientos utilizados para verificar uml hipótesis planteada que, en términos generales, consiste en suponer conocida la verdad o explicación que se busca, para comprobarla o rebatirla una vez cumplidas las diversas fases de la investigación propuesta. La experiencia personal y colectiva obtenida a través de la labor profesional realizada durante el trabajo cotidiano bajo las circunstancias autóctonas, cuando éstas se ajustan a las normas científicas y técnicas, es quizás la fuente más idónea y fácil de practicar la investigación básica de lo que ocurre en la medicina nacional, con el ánimo de obtener conclusiones valederas en beneficio de la misma ciencia y de los servicios médicos que debemos prestar.

Las personas y entidades interesadas en impedir que el intrusismo médico siga siendo un fenómeno progresivo en nuestro medio, deben preocuparse porque el espíritu investigador se intensifique en los centros universitarios, donde por fuerza forma parte integrante y actuante del currículo académico; asimismo, en el ejercicio diario de la medicina por cuanto en él se obtiene, con el estudio y la actualización permanente, la experiencia y los conocimientos científicos cuando cada caso clinicopatológico se convierte en motivo de investigación, excelente manera de mejorar la calidad del servicio y demostrar la superioridad de la medicina científica sobre el ejercicio empírico de la misma.

Como se ve, no se trata de sumergirnos siempre en las profundidades de la investigación pura que persigue el descubrimiento de la verdad más allá de lo conocido, pues de ella se encargan los investigadores puros que también florecen en nuestro medio, sino de ejercer a diario la investigación aplicada a la práctica clínica y experimental. En resumen, la actividad intelectual de descubrir es la investigación; el procedimiento usado es el método; el producto de la investigación metódica es la ciencia; y la aplicación práctica de ésta es la tecnología.

Es por ello que uno de los principales objetivos perseguidos por la revista CIRUGIA desde sus albores, es el de abrir sus páginas para publicar y dar a conocer el trabajo médico en nuestro medio, con sus experiencias, desarrollos y resultados, como un incentivo y una invitación a los profesionales de la medicina a que lo emprendan y realicen con aunténtico espíritu investigador y de servicio a la profesión y a la comunidad colombiana.

El financiamiento de la investigación médica debe estar sufragado en primera instancia por el Estado, lo que se lograría mediante el recaudo, no efectuado por la Empresa Colombiana de Recursos para la Salud (ECOS ALUD), de la participación que legalmente deben aportar al fondo de salud las loterías y los juegos de suerte y azar, cuya deuda acumulada durante los últimos 2 años asciende a la elevada suma de tres mil ochocientos millones de pesos ($3.800’000.000), según informe de la Contraloría difundido por los medios de comunicación; con estos recursos no sólo se financia la investigación en el área de la salud, sino también se suplen muchas de las múltiples necesidades económicas de nuestros hospitales, sumidos en la más irredimible penuria material que les ha impedido cumplir a cabalidad con su triple función de asistencia médica, docencia académica e investigación científica.

Joaquín Silva, MD.
Editor

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