Lesiones del Ligamento Colateral Interno, Evaluación Clínica
La presencia del médico en el campo de trabajo del deportista no solo le permite conocer el mecanismo del trauma, sino un correcto examen antes de enfrentarse a los espasmos musculares subsecuentes del dolor.
Inicialmente el deportista nota un chasquido y la sensación de que algo se rompió, el dolor no es algo inmediato, paradójicamente la sensación es de una relativa anestesia, seguida de una pérdida progresiva de la fuerza muscular en la extremidad afectada que transmite una sensación de inseguridad.
Progresivamente ocurre sangrado edema y el dolor se agudiza después de 10 a 15 minutos.
Por ello es necesario que se realice una evaluación inmediata lo más completa posible, con el fin de evitar que el jugador continúe compitiendo y empeore el grado de su lesión. Si esto no es posible, es de gran importancia lograr una minuciosa descripción del mecanismo del trauma.
Los traumas indirectos en valgo y rotación externa son causantes de lesiones meores del LCI, sin embargo las lesiones más severas generalmente son producto de un trauma directo en el aspecto lateral de la rodilla, situación muy común en el fútbol.
Son síntomas importantes que en ocasiones pueden orientar la gravedad de la lesión: la posibilidad o no de caminar sólo o con ayuda, la posibilidad de poder terminar o no el ejercicio posterior a la lesión, la sensación de ruptura, el dolor y su ubicación (el cual no representa directamente la severidad de la lesión, encontrando pacientes que con lesiones grado III no refieren tanto dolor y en ocasiones hasta pueden caminar sin necesidad de ayuda), y la aparición de deformidad o equímosis.
La aparición de una efusión instantánea puede implicar una hemartrosis:
que sugiere la gran posibilidad de lesiones concomitantes como ruptura del ligamento cruzado anterior, ruptura de algún menisco, o fracturas condrales entre otras.
Cabe resaltar que la no aparición d e efusión no descarta mayor severidad de la lesión, ya que en ocasiones se ha reportado grandes lesiones capsulares que han permitido el escape del líquido en los tejidos blandos.
Es por tanto de gran importancia una correcta y minuciosa anamnesis que oriente no solo el diagnóstico de la lesión, sino su severidad.
La evaluación clínica se inicia observando la pierna no lesionada con el fin de tener un punto de comparación.
Cada individuo puede tener un grado de laxitud ligamentaria sin implicar patología, por ello es importante colocar el goniómetro en el plano medial de la rodilla sana y realizar una maniobra en valgo, con ayuda de otro examinador tomar un punto de referencia.
La forma de entrar al consultorio, o la postura, la presencia de deformidades, equímosis, edema o efusión son signos de gran importancia.
Hugston y Andrews afirman que la localización del punto de mayor dolor representa en un 78% el lugar de la lesión, al igual que el lugar de presencia del edema refleja en un 64% de ocasiones la zona de ruptura.
El examen de estabilidad lateral ha de ser realizado en diferentes grados de flexión de la rodilla en extensión al encontrarse competente la cápsula posterior, y el ligamento colateral profundo.
La inestabilidad a 30 grados de flexión implica necesariamente compromiso del ligamento colateral superficial.
No olvidar en realizar maniobras para examinar la rodilla descartando algún otro tipo de inestabilidades o lesiones concomitantes, que cambiarían no solamente el pronóstico sino su tratamiento.
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Radiografías simples en proyecciones anteroposteriores, laterales y patelofemorales (y en lo posible con estrés):
Han de ser solicitadas para descartar fracturas, avulsiones, cuerpos libres o luxaciones patelofemorales.
La resonancia magnética nuclear cada vez adquiere mayor importancia, permitiendo no solo localizar el sitio exacto y el grado de la lesión sino a su vez descartar o confirmar lesiones concomitantes en meniscos o ligamentos cruzados, entre otras.
Clasificación de los Grados de Lesión del Lci Según O’donoghe
1. Lesión ligamentaria grado I o leve:
Estiramiento sin ruptura con microhemorragias y desgarros fibrilares. Mínimo compromiso de las propiedades mecánicas. Bostezo medial de 0 – 4 mm mayor comparativo, con tope al final del movimiento del estrés en abducción. El paciente refiere sintomatología mínima, y muy ocasionalmente puede presentar una edema o equímosis localizada.
2. Lesión ligamentaria grado II o moderada:
Ruptura parcial del ligamento con hemorragia y compromiso importante de las propiedades biomecánicas sin laxitud patológica. Bostezo medial entre 5 – 9 mm comparativo, con tope al final del movimiento.
3. Lesión ligamentaria grado III o severa:
Ruptura total del ligamento. Pérdida de continuidad de las fibras con presencia de gran edema y equímosis en la mayoría de las ocasiones. Bostezo mayor de 10 mm, sin sensación de tope claro o sin presencia de el.
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