Novedades Bibliográficas: Pioneros e Ilustres de la Anestesiología en Colombia

Pioneros e Ilustres de la AnestesiologíaTítulo: PIONEROS E ILUSTRES DE LA ANESTESIOLOGÍA EN COLOMBIA
Autores: Bernando Ocampo Trujillo, Julio Enrique Peña Baquero
Edición: Primera
ISBN: 978-958-99951-4-3
Págs.: 639
Sociedad Colombiana de Anestesiología y Reanimación (SCARE)
Comentario por el Académico Efraím Otero Ruiz

Para la Sociedad Colombiana de Historia de la Medicina es afortunado, por tercera vez en este año –y hoy en memorable sesión conjunta con la Academia Nacional de Medicina- presidida por el Secretario Perpetuo profesor Hernando Groot, verdadera gloria de la medicina nacional-, presentar un libro que se refiere a historias y biografías de científicos. Se trata del Primer Volumen de “Pioneros Ilustres de la Anestesia en Colombia” de los colegas Bernardo Ocampo Trujillo y Julio Enrique Peña Baquero. El uno, Presidente del capítulo de Caldas de esta Academia y pionero, ese sí ilustre, de la especialidad y el otro destacado anestesiólogo de la Fundación Santa Fe de Bogotá y preocupado desde hace décadas, por obras y por escrito, de las implicaciones anestésicas de la hipertensión arterial. Ambos educadores y ExPresidentes de la Sociedad Colombiana de Anestesiología y Reanimación (SCARE) y con esa hoja de vida eximia que hace un rato nos ha señalado el profesor Groot. Con la honrosa designación que se me ha hecho, tengo la satisfacción de exaltar a estos y a muchos otros amigos queridos de una especialidad que por más de media centuria ha permanecido indeleble en el fondo de mi espíritu.

El libro de 640 páginas que nos acaban de presentar, de gran formato y pasta dura, a mi manera de ver constituye el documento más importante sobre historias de médicos y sociedades científicas colombianas editado en el siglo XXI, al que habría que añadir los 3 volúmenes hasta ahora publicados de la “Historia de la Medicina en Colombia” de Quevedo y colaboradores; el de “Neurociencia-Contribución a la Historia” de Toro, Román y Uribe; los 4 sobre Don José Celestino Mutis de los Académicos Gómez Gutiérrez, Bernal Villegas y colaboradores; el de Estela Restrepo Zea sobre el Hospital de San Juan de Dios, 1635-1895 presentado aquí hace 4 meses y por supuesto los de “Ibagué, Médicos y Medicina” de Luis Eduardo Vargas Rocha y el de los “Médicos de Santander” de Carlos Cortés Caballero; el de “Apuntes para la Historia de la Neurocirugía” de nuestro anterior VicePresidente Germán Peña Quiñones, quedando en espera el de “La Neurocirugía en Colombia-50 Años de Asociación” de Remberto Burgos de la Espriella, próximo a aparecer.

El libro se sigue a otro más pequeño pero igualmente informativo publicado hace un año, en 2011, titulado “50 años del Programa de Especialización en Anestesia-Apuntes para su historia”, editado por SCARE y la Universidad de Caldas, que está dedicado a los pioneros en este difícil arte que se localizaron en ese gran Caldas el cual hoy se denomina, con más intención económica que patriótica, “el Eje Cafetero”. Como autor y editor principal figura Bernardo Ocampo y como colaboradores diez importantes anestesiólogos regionales, los Dres. Gómez Buitrago, Calderón Marulanda, Reyes Duque, Ocampo Acevedo, Macía Mejía, Jaramillo Robledo, Marulanda Mejía, Uribe Trujillo, Guzmán Mejía y Orrego, quienes después figurarán, junto con otros ilustres -algunos ya desaparecidos-, en el volumen hoy presentado1. Al leer ese libro y por los apellidos, parodiando a Silvio Villegas, podrán ustedes darse cuenta que ellos han contribuido a formar una cultura “anestesio-caldense” que coloca muy en alto a esa querida región y a sus autores.

El presente volumen está dividido en 5 capítulos o partes principales: Cronología-Pionero de pioneros-Perfiles-Anexos y Referencias (o bibliografía). El primer capítulo titulado “Cronología” páginas 27 a 93, es un resumen admirable de la historia de la anestesia desde 1500 hasta nuestros días, incluyendo los desarrollos en Colombia durante los dos últimos siglos. El segundo “Pionero de pioneros” (páginas 94 a 117) obviamente está dedicado a Juan Marín, sin lugar a dudas el precursor por sus obras, su dedicación y las escuelas que dejó en su país y el continente. El tercero y más largo “Perfiles” (páginas 118 a 615) que es la esencia del libro, está dedicado, como su nombre lo indica, a los bosquejos personales y profesionales de los llamados pioneros, desde quienes hicieron los primeros esfuerzos aislados hasta la fundación de la Sociedad (futura SCARE) y hasta nuestros días. Esta parte está dividida en 15 subsecciones o subcapítulos correspondientes a 15 departamentos, desde Antioquia hasta Valle, con los individuos que han brillado o siguen brillando en cada uno de ellos y sus principales realizaciones junto a las instituciones en que han trabajado. A muchos de ellos, ya desaparecidos, se les rinde el debido homenaje de admiración y de respeto, homenaje que subliminalmente permea todas las páginas del libro.

Gracias a Dios –y a los autores por incluirme muchos sobrevivimos a pesar de los embates del tiempo o quizás también por haber tomado otros rumbos. Y esto lo digo no en broma sino porque Bernardo mismo desde el primer libro arriba mencionado, insiste mucho en algo que entonces no se conocía pero que hoy va adquiriendo más fuerza preventiva, y es el concepto de la anestesia como enfermedad profesional. De ahí los ingentes esfuerzos tecnológicos y arquitectónicos que hoy se realizan para librar a los anestesiólogos y al personal auxiliar de la inhalación continua y sostenida de esos agentes volátiles que hace 60 años nos parecían inocuos exceptuando la posibilidad de que fueran explosivos y que han acelerado la muerte o la incapacidad prematura de muchos distinguidos colegas y amigos.

El cuarto capítulo “Anexos” incluye las actas de fundación de la Sociedad y “Las intimidades de un anestesiólogo”, artículo de hace 25 años del Dr. Teobaldo Coronado, hoy notable Magistrado del Tribunal de Etica Médica del Atlántico. Y un último de Bibliografía, que incluye 346 referencias de autores anestesiológicos nacionales, incluyendo algunas conferencias dictadas por eminencias internacionales en cursos o seminarios.


1 Ocampo B.: 50 Años del Programa de Especialización en Anestesia-Apuntes para su historia. Ed.Univ. de Caldas-Panamericana
Formas e Impresos, Bogotá, 2011.

Volviendo al tiempo, si hay algo que a mí me ha preocupado sobre la historia de la anestesia general quirúrgica (motivo de mis conferencias y de varios de mis escritos2) ha sido la demora que ella tuvo en aparecer primero en los escenarios internacionales y segundo en los nacionales. Porque, sea que el descubrimiento del éter como anestésico se atribuya a Morton en 1846 o a Long 3 años antes, y el del cloroformo a Simpson un año después, el hecho es que en Europa y salvo episodios aislados en Francia, Inglaterra y aun en la misma España se demora más de 10 años en generalizarse su uso. El rechazo inicial en Francia se debió a las malas experiencias que inicialmente tuvo Velpeau con el éter y el mal ambiente que le creó, pues en ese momento Velpeau era el “patrón” indiscutible de la cirugía francesa y por consiguiente de Iberoamérica y parte de Asia. Y son las guerras (y aquí nos da la razón a quienes pensamos con John Ziman3 o con Mauro Torres4 que las guerras son el factor que ha movido la ciencia y la tecnología en toda la historia de la humanidad) las que logran su uso generalizado: la de Crimea de 1853 a 1856, en que el éter inhalado o por vía rectal, es propulsado por Pirogoff, el gran cirujano de los ejércitos del Zar. Y algo la de secesión Americana, en que hay poca evidencia de su uso por los ejércitos del Norte o Unionistas, quizás más por los Confederados por la influencia que pudo tener Long desde su aislado refugio de Georgia. Finalmente la Primera Guerra Mundial que da paso a los grandes avances de la vuelta del siglo. En Colombia la influencia francesa hace que la preferencia inicial se dé por el cloroformo de fácil manejo, mejor transporte y “dulce inhalación” y los primeros casos de Vargas Reyes, en la década de 1850 –uno fatal y otro exitoso-, fueron anestesiados con cloroformo. El lento paso al éter se realiza –primero en Antioquia, creo yo-por las crecientes noticias provenientes de Norteamérica influenciadas por la advertencia de John Snow de 1848 y por los casos de muerte inmediata o mediata causados por el cloroformo que ya habían sido advertidos en la misma década en Francia por la llamada “comisión del cloroformo”. Otro paso decisivo a favor del éter es el freno de las secreciones con la premedicación morfina-atropina, introducida por Claude Bernard en 1863.

Otro factor retardatario del uso de la anestesia que no se ha explorado lo suficiente en la historia médica autóctona es la de la actitud anímica y religiosa ante el dolor y la muerte, imbuida desde la Biblia por los cristianos y la iglesia católica. En Inglaterra sí conocimos la oposición que le hizo la iglesia anglicana hasta el triunfo de Snow y Simpson con su “anestesia a la Reina” (la Reina Victoria) en el nacimiento del príncipe heredero Leopoldo en 1853.

En Colombia como consecuencia de la aceptación de la enfermedad y la muerte como un acto de entrega a Dios “atornillada en las mentes” –como diría Ramón De Zubiría- por los teólogos medievales surgen, a mi modo de ver, dos alternativas: una, la de entregarse a ellas con resignación –pues, salvo los casos quirúrgicos, poco era lo que la medicina podía hacer- y la otra, la de buscar la muerte heroica a través de las guerras –siguiendo el aforismo latino dulce et decorum est pro patria mori- en que, por heroicidad suicida o por machismo, había que rechazar toda intervención paliativa, entre ellas la anestesia. Esa actitud anímica en el siglo XIX ha sido ampliamente documentada en el libro de Estela Restrepo, arriba mencionado.

También ha sido criticado el retardo con que llega a nosotros la anestesiología científica, solo a finales de los años 40s (salvo rarísimas excepciones), cuando a los Estados Unidos había llegado–con la intubación traqueal y la raquianestesia- desde finales del siglo XIX. Ya para los años 20s Gwathmey había publicado 20.000 casos de anestesia obstétrica estadísticamente analizados. También aquí podemos culpar a la influencia francesa y europea, vigente hasta cuando nace la Sociedad Colombiana de Anestesia. Thomas Keys, en su seminal libro de 1945 (“La Historia de la Anestesia Quirúrgica)5 dice que hasta el momento de la publicación del mismo “los principales hospitales del continente europeo confiaban la administración de anestesia general a personal secundario de enfermería o asistencia sin preparación alguna en la materia”. Y que la influencia norteamericana solo comienza a apreciarse en las inmediaciones de la segunda postguerra cuando Beecher y otros en 1954 reportan las muertes de 7% por agentes anestésicos en casi un millón de casos, que para 1990, en un número similar, ya habían descendido a un 5%. Ello sirvió para promover la investigación en todo el mundo y especialmente entre nosotros. Aun sin llegar a descubrimientos de tipo Premios Nobel, este libro demuestra el ingenio de los colombianos- desde el “panendoscopio” de Marín hasta el “Takacuartas” de Hernán Cuartas- en desarrollar mejoras tecnológicas que, poco a poco, van tornando la especialidad en un arte más confiable y más seguro.

Este colosal volumen, creo yo, coloca a sus autores en el pedestal de los tres grandes epónimos de la historia de la anestesia en Colombia, precedidos por Tiberio Alvarez de Medellín y Jaime Herrera Pontón de Bogotá, ninguno de ellos con una obra tan extensa, tan prolija y tan bellamente ilustrada. Cumple también con lo señalado premonitoriamente por otro de los grandes, Eduardo García Vargas, temprana y dolorosamente fallecido, en su libro “Anestesiología y Medicina Crítica” de 1991 : “El momento actual de la anestesiología es importante, es brillante, y tiene un sitio asegurado en la medicina del siglo XXI…Ahora, con todos los derechos y privilegios, tenemos un especialista que, como pocos, domina aspectos muy profundos de las ciencias básicas y los combina maravillosamente con un contacto humano muy intenso en su trabajo clínico”.6

“Last and First”, (El último y el primero) titula Sherwin Nuland –el médico escritor de Yale amigo de José Félix Patiño- uno de sus provocativos ensayos refiriéndose a los anestesiólogos7. Pero no lo hace sobre su trayectoria científica sino sobre su rostro: el último que vemos cuando perdemos la conciencia en la sala de cirugía, y el primero que miramos cuando abrimos los ojos en la de recuperación. Así este libro, luminosamente, abrirá los ojos a los presentes y las generaciones por venir sobre lo grande que ha sido y será la Anestesia en Colombia.


2 Otero-Ruiz, E.: 155 años de Anestesia en el mundo (1846-2001)-Rev.Actual. Enferm. 4(3):43-47, 2001.
3 Ziman, J.: The Force of Knowledge-The scientific dimension of society. Cambridge Univ. Press, London, 1976.
4 Torres, M.: La Guerra-Enfermedad congénita de la humanidad. Digiprint Ed. Bogotá, 2011.
5 Keys, T. E.: History of Surgical Anesthesia. Dover Ed. New York, 1945.
6 García V.,E.: Anestesiología y Medicina Crítica. Ed. Fund. Santa Fe de Bogotá, 1991.
7 Nuland, S.B.: The mysteries within – A surgeon explains myths, medicine and the human body. Simon & Schuster, New York, 2000.

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