Cuarenta Años en la Academia Nacional de Medicina
Artículo de Reflexión
Discurso de Posesión como Miembro Honorario de la Academia Nacional de Medicina
Académico Zoilo Cuéllar Montoya
Bogotá D. C., 24 de junio de 2021
Señor presidente de la Academia Nacional de Medicina de
Colombia,
Académico Profesor Germán Gamarra Hernández.
Señor Canciller de la Academia
Académico Profesor Gilberto Rueda Pérez.
Señores Miembros de la Junta Directiva de la Academia.
Alicia e hijos y nietos.
Señoras y Señores Académicos
Señoras y Señores
En el mes de noviembre del año de 1971 concluí mi trabajo titulado “Aniseiconia Funcional y Estrabismo.”:
El cual presenté en el curso de una de las sesiones del III Congreso del Consejo Latinoamericano de Estrabismo (CLADE), evento que tuvo lugar en la ciudad costera de Mar del Plata en la República Argentina. Corría en ese entonces el mes de mayo del año de 1972 y transcurría el otoño en el hemisferio austral.
Desde que abrí los ojos a la vida profesional, me vi ligado y, naturalmente, atraído, por la Academia Nacional de Medicina de Colombia.
En más de una ocasión llevé a mi abuelo, el Profesor y Académico Manuel Antonio Cuéllar Durán, a alguna reunión de la Academia, cuando ésta aún no tenía sede propia y sesionaba en el auditorio de la Biblioteca Luis Ángel Arango, en la calle 11 de Bogotá, esquina con la carrera 4ª. Él había ingresado a la Academia en el año de 1917, de la cual había ocupado la Presidencia entre 1948 y 1950. Nunca entré al auditorio, pues nunca me invitó a asistir.
Su hermano mayor, el Profesor y Académico Doctor Zoilo Cuéllar Durán:
Había ingresado a la Academia en 1906, había sido secretario de la Corporación entre 1912 y 1914, secundando en su labor presidencial al Señor Académico Profesor Luis Cuervo Márquez, y había sido su presidente de 1930 a 1932, cuando la sede de la Corporación eran dos salones cedidos a ella por la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional en el Hospital de San Juan de Dios.
Adicionalmente, mi tío Rafael Ucrós Durán, primo hermano de mi abuelo Manuel Antonio y del Profesor Zoilo, había sido presidente de la Academia entre 1932 y 1934 y, reelegido, había continuado en el cargo el bienio de 1934 a 1936.
Igualmente, el eminente pediatra, Profesor y Académico Julio Araújo Cuéllar, mi tío segundo y con quien tuve el privilegio, a pesar de la gran diferencia de edad, pues él fue mi pediatra en algún momento de mi primera infancia, de vivir una verdadera amistad, durante muchos años, incluida la época en la cual fue uno de mis profesores de pediatría, hasta que, a una edad verdaderamente longeva, pues ya había cumplido los 96 años de edad, falleció en Bogotá, el 11 de marzo de 1996, era Académico activo y con él compartí muchas reuniones de la Corporación, primero en la sede de la calle 60ª A, arriba de la carrera 7ª (ver Fig. E.) y luego en la sede actual de la Academia: casi siempre me llamaba para que lo recogiera y luego lo acompañara de regreso hasta su casa.
En esta forma, son profundos y de larga data mis vínculos por la sangre con la Academia Nacional de Medicina y, por lo tanto, desde que fui consciente de dicha realidad, aprendí a amarla y respetarla.
Quizás este apego a la Academia, de tantos lustros, indudablemente con un inmenso componente afectivo, explica mi fidelidad a ella y mi permanente preocupación por su marcha y su engrandecimiento. Por esta razón, a pesar de los años y de mis propias dificultades, he seguido de cerca las ejecutorias de la Academia y he tratado de asistir al mayor número de sesiones posibles, a pesar de mis compromisos profesionales y familiares.
Mi primer intento de ingresar a la Academia, en calidad de Miembro Correspondiente, lo realicé en 1972 con mi trabajo “Aniseiconia Funcional y Estrabismo”, que presentara en Mar del Plata, Argentina, en el III Congreso del CLADE.
En la primera aproximación a la consideración de mi nombre para ingresar como Miembro Correspondiente, fui aceptado por la Junta Directiva de ese entonces, pero el jurado que me fue asignado para la evaluación de mi hoja de vida y de mi trabajo, terminó negando mi ingreso, pues en ese entonces yo trabajaba en la Clínica Barraquer de Bogotá y, a pesar de que uno de los jurados, el Señor Académico Profesor Juan Antonio Gómez Gómez, apoyó incondicionalmente mi ingreso.
El oftalmólogo que hizo parte del jurado, el Doctor Francisco Infante Barrera, debido a sus sentimientos de enemistad contra la persona de mi Maestro, influyó negativamente en la decisión del Profesor Rafael Carrizosa Argáez, quien por ese entonces ya padecía el cáncer de lengua que lo mandaría a la tumba, de tal manera que inclinó la decisión en mi contra y se me negó en ese entonces el ingreso a la Academia.
La información me la dio, sin estarla pidiendo, el Profesor y Académico, Expresidente de la Academia, Doctor Gonzalo Esguerra Gómez, en una ocasión en que ingresaba yo a Marly y me lo encontré frente a su laboratorio de Rx.
Tendrían que transcurrir casi diez años de esos hechos y sólo hasta el 20 de febrero de 1980 fue cuando:
Con el trabajo titulado “Fijación Posterior o Retropexia” (“Faden Operation” de Cüppers), aceptado por el jurado encabezado por el Señor Académico Profesor Alfonso Tribín Piedrahíta, fui admitido como Miembro Correspondiente de la Academia.
El mismo Profesor Tribín pronunció el discurso de recepción a la Corporación: ocupaba la Presidencia de ésta el Profesor Hernando Groot Liévano, quien me hizo entrega del diploma que me acreditaba como tal.
Ya como Miembro Correspondiente de la Academia asistí con asiduidad a las reuniones de ésta pero, a pesar de la insistencia del Señor Académico Profesor Jorge Cavelier Gaviria para que buscara mi promoción a Miembro de Número una vez completados los 3 años reglamentarios de asistencia puntual, no fue sino hasta la presidencia de la Academia del Profesor Juan Jacobo Muñoz Delgado (23 de abril de 1992 al 17 de mayo de 1994).
En la sesión solemne del 1º de octubre de 1992, con el libro titulado “Estrabismo y patología oculomotora”, que fui promovido a la dignidad de Miembro de Número de la Academia, condición la cual mantengo con orgullo y dedicación y que hoy, merced a la generosidad de todos Ustedes, estimados comprofesores académicos, dejo para ser promovido a la altísima dignidad de Miembro Honorario de la Corporación, la más alta dentro de las categorías de los grados de membresía de esta respetable Corporación.
Es inocultable, Señores Académicos, la emoción que me embarga frente a este máximo logro que mi constancia y, fundamentalmente, la generosidad de Ustedes, me ha permitido alcanzar.
El anuncio de mi elección para ocupar dicho cargo me fue hecho en momentos en que yo no esperaba nada distinto a continuar con mis actividades académicas, como fiel cumplidor de mis deberes correspondientes a mi membresía de Número, interrumpidos en su presencia física debido a la pandemia ocasionada por el Covid-19, que tantos cambios ha introducido en la vida de todos, fundamentalmente en la de nosotros, quienes ya transcurrimos en la edad provecta.
Recuerdo ahora que, adicionalmente a mi asiduidad en la asistencia a las sesiones de la Academia, desde muy temprano en mi carrera académica comencé a colaborar con la marcha de la Corporación.
Mucho antes de ser promovido a Miembro de Número, fui nombrado jurado de más de un trabajo de ingreso a la Academia y, ya desde entonces debí enterarme de multitud de temas muy distantes de los de mi propia especialidad oftalmológica.
En esta forma, la Academia me ha permitido mantenerme totalmente al día en la profesión médica, tanto de la actividad nacional como de la internacional, mucho más allá de la oftalmología y, más aún, de la estrabología y la neurooftalmología, subespecialidades que han mantenido mi vida profesional plena de un intenso ejercicio y actividad, científica, académica y práctica.
Así, es anecdótico mencionar aquí que el primer trabajo de ingreso que me fue encomendado para mi lectura y juicio, fue nada menos que el titulado “La expresión gráfica pictórica y la interpretación como instrumento técnico aplicado en la psicosis”, presentado por el Profesor Guillermo Sánchez Medina, cuando corría el año de 1989, para ser considerado su nombre para su ingreso como Miembro Correspondiente de la Academia Nacional de Medicina, el cual hace parta de la extensa bibliografía de libros publicados por dicho Profesor.
Igualmente, en alguno de los jurados me correspondió compartir trabajo con el Señor Académico Profesor Héctor Pedraza Mendoza, para ese entonces un hombre ya más que octogenario.
Me veo, reunido con el grupo de Profesores que realizamos la evaluación, en la sala del segundo piso de la sede de la Academia, con vista a la Calle 60A, rodeados de libros y sentados alrededor de una gran mesa: yo era, entre ellos, indudablemente, el Benjamín del grupo.
Las condiciones de seguridad de nuestra ciudad eran aún entonces aceptables, y podíamos dejar los automóviles en la calle 60 A, al frente de la casa de la Academia, o al lado occidental del parque existente unos metros arriba de la sede, que limitaba hacia el oriente con las instalaciones del Liceo de La Salle, plantel en el cual había culminado bachillerato mi padre, el Doctor Zoilo Cuéllar Calderón, al finalizar el año lectivo de 1929.
Yo, en ese entonces, aún trabajaba en la Clínica Barraquer de Bogotá, en la Calle 100 con la Carrera 19 y debía hacer toda suerte de malabares con mi consulta los jueves, cada 15 días, para poder llegar a tiempo a las sesiones de la Corporación, que se iniciaban a las 6 y 30 pm, como aún hoy sucede.
Se debe tener en cuenta que, ya desde entonces, el tráfico de la Capital era complicado e invertía, desde la Calle 100, al menos 45 minutos en llegar a la Academia, tanto cuando la sede de ésta era en la Calle 60 A como luego, en la sede actual, en la Carrera 7ª con Calle 69, la cual se inauguró en el anochecer del día 2 de septiembre de 1993, sesión a la cual, naturalmente, asistí. (Lea También: Riesgo de Obesidad Infantil)
El 1º de octubre de 1992, tomé posesión de mi sillón como Miembro de Número de la Academia Nacional de Medicina de Colombia, habiendo presentado a la Corporación, como trabajo de promoción, el manuscrito de mi libro titulado “Estrabismo y Patología Oculomotora”, publicado por Editorial Presencia en septiembre de 1993.
El 26 de noviembre del mismo año, acompañé al entonces presidente de la Academia, el Señor Profesor Juan Jacobo Muñoz Delgado, a presidir la sesión inaugural del Capítulo del Huila de la Academia Nacional de Medicina, realizada en la Ciudad de Neiva donde, debido a la imposibilidad de asistir del entonces secretario general, el Señor Académico Profesor Mario Camacho Pinto, actué yo como secretario ad-hoc de la sesión y, posteriormente, elaboré un informe muy detallado de dicha sesión: debe recordarse mi gran afecto por dicho Departamento, debido al origen huilense de mi familia Cuéllar y mi querencia por esas tierras ardientes del valle del Ríos Grande de la Magdalena.
Por esta razón, cuando el Señor Académico Gilberto Rueda Pérez se lanzó a la presidencia de la Academia, yo me sumé a su plancha en el cargo de secretario, saliendo ampliamente favorecido en la votación individual y secreta realizada en la Asamblea General ordinaria de la Corporación, en el anochecer del día jueves 21 de abril de 1994, en el Auditorio “César Augusto Pantoja”, junta que quedó conformada por el Académico Rueda Pérez como presidente, el profesor Roberto De Zubiría Consuegra, como vicepresidente, el suscrito en la secretaría general y el Señor Académico Profesor Gonzalo López Escobar en la tesorería.
En el curso de mi gestión tuve la oportunidad de modernizar la secretaría y generalizar el uso de los ordenadores en la Academia:
Así como establecer como norma, sine qua non, la de llevar un registro estricto y absolutamente completo de todo lo ocurrido en la corporación, exigiendo una minuciosa y detallada elaboración de las actas de las reuniones, tanto de las de las generales como de las de cada comisión o grupo de trabajo de ella, lo cual espero se haya continuado, en virtud de que en mi trabajo de investigador de la historia de la Academia, me he encontrado con muchas deficiencias en este sentido.
Por ejemplo: el 18 de noviembre de 1965, en los salones del Museo Colonial de Bogotá, tuvo lugar una sesión extraordinaria de la Academia Nacional de Medicina de Colombia en homenaje a la memoria del profesor Manuel Antonio Cuéllar Durán, mi abuelo, fallecido el 18 de mayo de ese año, en la cual pronunció uno de los discursos de fondo su discípulo, el Señor Académico Profesor Francisco Vernaza Buenaventura y otro su gran amigo, el Académico Edmundo Rico.
Del cual sólo había podido encontrar la anotación del Académico Alberto Cárdenas Escovar, secretario ad hoc de la sesión extraordinaria de ese día, por ausencia del país del titular, Académico Jorge Camacho Gamba, en la somerísima Acta correspondiente a dicha sesión, en la cual escribió Cárdenas Escovar que “el Académico Edmundo Rico, en castizo y penetrante estilo, describió la vigorosa estirpe de Manuel Antonio Cuéllar Durán, enmarcándola ecológicamente en las regiones del Tolima Grande, donde tantos hombres ilustres han tenido cuna.
Citó el Académico Rico palabras ilustres del Profesor Cuéllar Durán:
Alabó y describió su personalidad y, por último, hizo mención de las cualidades morales que lo adornaban en forma tan notable”1 y a fe que, conociendo a Edmundo Rico y su inmensa e inconmovible amistad con el Profesor Cuéllar Durán, de la cual yo fui testigo personal y de excepción, debió ser una obra maestra de su intelecto y de su pluma – yo me encontraba en Tibú, Norte de Santander, en la realización de mi medicatura rural -: fue la última vez que la Academia se deleitó con la prosa y agradable dicción de Edmundo Rico, pues éste falleció en Bogotá, el 2 de marzo de 19662.
Sin embargo, un tiempo después, logré encontrar, en unos papeles de mi papá que tenía una de mis hermanas, el texto completo de dicho discurso, el cual se encuentra hoy a continuación de la nota biográfica que escribí del Profesor Manuel Antonio Cuéllar Durán.
Mi labor secretarial se prolongó por dos períodos, los mismos que presidió el Académico Rueda Pérez:
Iniciados el 17 de mayo de 1994 y concluidos en el mes de marzo del año de 1998. Al concluir dicho segundo período, me retiré de la junta directiva de la Academia los siguientes dos períodos, presididos ambos por el Señor Académico Profesor José Félix Patiño Restrepo.
El Señor Académico Juan Mendoza Vega ocupó la presidencia de la Academia a continuación del Académico Patiño y yo fui elegido en la vicepresidencia de la Corporación, por 30 votos a favor de 40 votantes en dicha elección: era el anochecer del día 7 de marzo de 2002, posesionándome dentro de la nueva junta directiva en la noche del 21 de marzo de ese año.
Por viajes en compromisos científicos del entonces presidente, estuve, como vicepresidente, encargado de la presidencia de la Corporación entre el 29 de abril y el 20 de mayo de 2002 y entre el 20 de octubre de 2003 y el 15 de enero de 2004 y, en la noche del jueves 4 de marzo del 2004, fui elegido presidente de la Academia Nacional de Medicina de Colombia, cargo en el cual fui reelegido en la noche del jueves 7 de marzo de 2006, posesionándome al anochecer del jueves 22 de marzo.
En la Asamblea General Ordinaria del jueves 13 de marzo de 2008, como nuevo presidente de la Academia Nacional de Medicina salió elegido el Señor Académico Profesor Gustavo Malagón Londoño, hasta esa fecha mi vicepresidente a quién en la sesión solemne del 27 de ese mismo mes del año 2008, hice entrega de la presidencia de la Academia3.
En lo que tiene relación con mis ejecutorias en los cargos mencionados, no es a mi a quien corresponde realizar anotaciones, pues en los anales de la Academia se encuentran consignadas y, quizás, ya habrá alguien que más tarde quiera encargarse de ese relato.
Lo qué si me atañe, y debe interesarnos a todos y cada uno de los miembros de nuestra querida Academia, sean ellos correspondientes, numerarios u honorarios es, en primer lugar, y ante todo, ser absolutamente conscientes del papel importantísimo que ha jugado la Academia Nacional de Medicina de Colombia en la evolución y desarrollo de nuestros sistemas de salud.
Es muy importante recordar aquí que ya tan temprano como en 1885, la Sociedad de Medicina y Ciencias Naturales de Bogotá, creada a partir del día 3 de enero de 1873, origen de nuestra Academia, con anterioridad a 1885 venía insistiendo en la creación de la Junta Central de Higiene, germen de lo que en 1939 llegaría a ser, de la mano del Señor Académico Profesor Jorge Bejarano Martínez, el Ministerio de Salud Pública, con base en los trabajos derivados de la solicitud del entonces candidato electo a la presidencia de la República de Colombia, el doctor Alfonso López Pumarejo, al culminarse la misión encomendada por él a nuestra Corporación de planear “la manera como pudiera mejorarse la organización de la higiene y asistencia pública” en el país4.
Una vez concluida mi misión académica como responsable de la marcha de la Corporación, y completar así 10 años de pertenencia a la junta directiva de la Institución, he seguido siendo un fiel asistente a las sesiones académicas y a la gran mayoría de las actividades de nuestra institución y, aunque factores profesionales o simplemente inherentes a la senectud me han marginado de mi participación presencial, no he dejado nunca de estar permanentemente atento a la marcha de la institución.
Por esta razón me he congratulado y congratulo a los miembros de la Academia que han tenido o continúan teniendo injerencia en la marcha de la salud, la higiene y la educación en salud en nuestra Patria.
Sea la oportunidad para destacar la labor del anterior presidente, el Señor Académico Profesor Herman Esguerra Villamizar, en relación con los entes oficiales y con el Ministerio del ramo.
Todos lo vimos en su participación en el conversatorio en la Presidencia de la República con el Señor presidente, el Doctor Iván Duque Márquez y el ministro Ruiz. Igualmente, fuimos testigos de sus incontables intervenciones públicas en el curso de sus dos períodos presidenciales.
Tengo si, y es el momento de hacerlo, que ofrecer mis disculpas a la Corporación por no haber dado cumplimiento a mi responsabilidad como coordinador de la comisión de historia de la Academia, cargo en el que fui nombrado en reemplazo del querido, respetado y admirado compañero y amigo, el Señor Académico Profesor Adolfo De Francisco Zea, fallecido en Bogotá en el pasado mes de abril, pero muy limitado, durante muchos meses, por la enfermedad que terminó con su meritoria existencia.
Estoy en deuda con la Academia en la organización de la comisión mencionada, pero es algo que espero solucionar tan pronto las condiciones se normalicen.
Finalmente, Señor presidente Germán Gamarra Hernández y demás miembros de la actual junta directiva, quiero felicitarlos por su nombramiento y agradecerles toda la dedicación que prestan a nuestra institución, en medio de las grandes dificultades existentes.
Quiero expresarles públicamente mi agradecimiento y transmitirles el de mi Señora, Alicia, y el de mis hijos y nietos por esta gran deferencia de Ustedes al nombrarme en la altísima dignidad a la cual su afecto y el de todos mis comprofesores me han llevado.
Por ningún motivo puedo dejar por fuera de estas palabras un saludo y un agradecimiento muy especial para mi gran amigo y compañero de tantos años de Academia, el Señor Profesor, Académico Guillermo Sánchez Medina, artífice de esta idea que Ustedes, queridos comprofesores, han hecho realidad, complementando así mi recorrido académico.
En la medida de mis posibilidades, reitero mi permanente disposición de colaboración con Ustedes y con los proyectos de esta junta directiva y me siento más comprometido que nunca con la culminación de la investigación de tantos años de trabajo que constituye mis “Notas Biográficas de los Académicos”, obra de la cual estoy ya dando punto final al último de los índices del II Tomo, completando así los 8 primeros volúmenes, con cerca de 3.500 páginas escritas, para dejar registrada, hasta donde me sea posible, la historia de nuestra querida Academia, representada en las biografías de cada uno de sus miembros, desde sus precursores y su fundación, como Sociedad de Medicina y Ciencias Naturales, la transformación de ésta en Academia de Medicina Nacional y llegar lo más cerca de nuestros días que sea posible.
Sé que me he tomado, quizás, más tiempo del reglamentario, por lo cual presento mis disculpas:
Pero soy consciente de que este documento, que no es otra cosa que mi historia personal como académico, representa un primer eslabón en esta cadena que puede llegar a completar la historia de una institución que ha llegado ha ser, prácticamente desde su creación, baluarte de la educación médica y continúa haciendo eco a los objetivos de sus fundadores, a saber: “una Sociedad que tuviera por objeto el estudio y adelanto de las ciencias médicas y naturales, así como también la de dar solidaridad al cuerpo médico nacional y unidad al ejercicio de la profesión”5.
Mil gracias a todos los que generosamente me han acompañado, tanto en forma presencial como virtual.
Referencias
- 1. CÁRDENAS ESCOVAR, Alberto. Acta Nº 3 de 1965. Sesión extraordinaria del día 18 de noviembre de 1965. Archivos de la Secretaría de la Academia Nacional de Medicina. Libro de 1965. p. 76.
- 2. CÁCERES, H. y CUÉLLAR-MONTOYA, Z … Sus Miembros 1873 – 1997. Op. Cit. p. 155.
- 3. ACTA DE LA SESIÓN SOLEMNE DEL 27 DE MARZO DE 2008. Archivos de la Secretaría General de la Academia Nacional de Medicina de Colombia. Libro de 2008.
- 4. CÁCERES, Humberto. Academia Nacional de Medicina de Colombia. Itinerario Histórico 1873 – 1992. Laboratorios ITALMEX. Editorial Presencia Ltda. Bogotá, febrero de 1993. pp. 33 y 109.
- 5. Acta del 3 de enero de 1873, de fundación, de la Sociedad de Medicina y Ciencias Naturales de Bogotá. Cáceres, p. 3.
- 6. SÁNCHEZ MEDINA, Guillermo. Académicos médicos psicoanalistas. encolombia.com/medicina/psiquiatriasalud- mental/psicoanalisis-academia/psicoanalistasguillermo- sanchez-medina/.
- 7. MENDOZA-VEGA, Juan. El profesor Héctor Pedraza, Académico Honorario (1994). Medicina. ISSN: 0120- 5498. Órgano de la Academia Nacional de Medicina. No. 40. Santa Fe de Bogotá, junio de 1995. pp. 42 – 44.
- 8. MAYOR MORA, Alberto y RAMÍREZ AHUMADA, Rodrigo. José Ignacio Barraquer Moner. Un Maestro de España en América. ISBN: 978-958-95221-3-4. Instituto Barraquer de América. Panamericana Formas e Impresos S. A. Bogotá D. C., febrero de 2017. p. 196.
- 9. CAVELIER GAVIRIA, Jorge. Clínica de Marly Cien Años de Historia 1903 – 2003. ISBN: 958 – 33 – 6873 – 3. Editado por Clínica de Marly y Leonardo Canal Mora. Impresiones Rigel e Icopel Ltda. Bogotá, noviembre de 2004. p. 89.)
Recibido: Agosto 10, 2021
Aceptado: Agosto 11, 2021
Correspondencia:
Zoilo Cuéllar Montoya
zcuellarn@hotmail.com
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