Linfoma de Hodgkin

A Sir Thomas Hodgkin se le atribuye la descripción inicial del trastorno clínico que lleva su nombre. En 1832, informó sobre un grupo de pacientes con agrandamiento de los ganglios linfáticos y el bazo (31). Unos 60 años después, patólogos de Alemania y Estados Unidos describieron de forma independiente las características microscópicas de diagnóstico del linfoma de Hodgkin.

La cura del linfoma de Hodgkin (LH) en el Siglo XX es otra de las historias de éxito más importantes del cáncer. Los avances en radioterapia y quimioterapia, junto con la investigación clínica rigurosa. Transformaron un trastorno invariablemente fatal en uno curable de forma rutinaria.

El impacto del tratamiento del LH fue, sin embargo, mucho mayor porque creó optimismo. Para el tratamiento del cáncer en general y demostró el potencial del enfoque multidisciplinario para el diagnóstico y el tratamiento del cáncer (32).

Un equipo del Instituto Nacional del Cáncer combinó cuatro medicamentos de quimioterapia (mostaza, vincristina, procarbazina y prednisona) conocidos como el régimen “MOPP” y documentó las primeras curas del linfoma de Hodgkin avanzado en 1964 (32).

A finales de los años setenta y ochenta se presentó otro gran avance con el régimen de quimioterapia alternativo de cuatro fármacos (doxorrubicina, bleomicina, vinblastina y dacarbazina). Conocido como “ABVD” que demostró ser más eficaz que el MOPP en el tratamiento de enfermedades avanzadas y además resultaba en menor toxicidad (33).

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Estudio de Hodgkin Alemán

El Grupo de Estudio de Hodgkin Alemán introdujo un programa intensivo de quimioterapia compuesto por siete fármacos, conocido como “BEACOPP” (bleomicina, etoposido, doxorubicina, ciclofosfamida, vincristina, procarbazina, y prednisona). Para abordar el hecho de que aproximadamente el 30% de pacientes con LH avanzado no responden al ABVD en primera línea.

Si bien este régimen se asoció con una mayor tasa de curación y supervivencia, el régimen BEACOPP también resultó en mayor toxicidad (34). Otros avances en los años noventa incluyeron la aplicación rutinaria de marcadores inmunofenotipos (proteínas específicas en la superficie celular que definen subconjuntos de linfocitos) que mejoraron la precisión del diagnóstico patológico y revelaron el inmunofenotipo de la célula Reed Stenberg, característica del LH (35). El avance más reciente en el manejo de LH ha sido el manejo guiado por imágenes; el FDG-PET permite evaluar la respuesta al tratamiento tempranamente para así evitar toxicidades innecesarias (36).

Una de las lecciones más importantes fue el reconocimiento de los efectos adversos tardíos en los sobrevivientes de LH que surgieron a partir de la radioterapia y la quimioterapia.

Estos incluyen cánceres secundarios, enfermedades cardíacas e infertilidad. Esto transformó los esfuerzos de investigación centrados en mejorar no solo las tasas de curación. Sino también disminuir las consecuencias a largo plazo.

 

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