Mecanismos de Afrontamiento de la violencia

La respuesta individual a la violencia de pareja por parte de las mujeres fue diversa, encontrándose respuestas en algunos casos opuestas.

Por una parte, se evidenciaron respuestas de agresión hacia la pareja mediante el uso de los golpes, que según los relatos se constituyó en un mecanismo de defensa, y que no fue reactiva a las situaciones iniciales, sino que se dio con el paso del tiempo cuando la violencia se estableció como una dinámica propia de la relación de pareja:

“igual, así como él me pegaba, pues al principio uno si como que no… de todas formas un hombre es más fuerte que uno, pero ya después uno va sacando valor, y no tampoco, ya no me dejaba, así como él me pegaba yo también le daba” (Juana, 43 años).
“él me agarro acá del cuello y me mandó contra la pared, y me estaba dando duro en la cara, cuando saqué los fósforos y los prendí sin que él se diera cuenta, y como nosotros trabajábamos con gasolina, pues se lo eché encima y él se le prendió el pantalón y después las manos” (Juana, 43 años).

Otro grupo de entrevistadas denotó en sus discursos respuestas de sumisión. Esta actitud se relacionó de manera directa con el daño presentado, o como prevención para no recibir otra acción que consideraban peor, como no cubrir los gastos de ella o sus hijos, sufrir más violencia física y/o considerar el abandono del hogar.

“la verdad que yo toleré, aguanté demasiado, permisiva…. Se vuelve uno muy sumiso, y agacharse la cabeza por los hijos doc. Por los hijos uno se queda callado” (Diana, 50 años).

Tan solo dos mujeres relataron que habían reaccionado con ambos tipos de respuesta, primero de manera verbal y luego con violencia física (golpes); las demás habían presentado solo un tipo de comportamiento violento. Una de las participantes que no refirió en sus vivencias haber respondido con violencia o sometimiento, narró que tuvo que cambiar su actitud de dependencia, asumiendo las responsabilidades del hogar, sin exigir al hombre sus aportes.

“yo solamente asumí mi responsabilidad de papá y mamá y sin exigirle, es más, es la hora y yo vengo a exigirle cuando yo quedo sin trabajo” (Felipa, 47 años).

Dentro del afrontamiento de las mujeres víctimas de violencia, no se visualizó la búsqueda de apoyo con sus redes sociales más cercanas. La mayoría de ellas refirieron que no recibían apoyo de sus familias, dado que no pidieron su ayuda, no comentaban de las situaciones de violencia que padecían y en otras circunstancias porque la familia prefería no involucrarse en situaciones que consideraban hacían parte de la intimidad de la familia. La búsqueda de apoyo ante instancias legales tampoco fue una estrategia adoptada por la mayoría de las mujeres:

“no, ellos todavía me dicen: “nosotros hubiéramos podido hacer más, pero desafortunadamente no hablaste”; y yo les respondía: ¡¡¡¡pero si las únicas veces, ustedes nunca me hicieron caso!!!!” (Lilia, 45 años).

“la familia de uno, cuando uno se casa, ya no es familia son familiares. Entonces los problemas son de uno, no de los demás. ¿Por qué? Porque ellos pueden opinar bien, si son la familia de él, opinan a favor de él; si es la familia de uno, opinan a favor de uno, ¿sí? Entonces uno no tiene por qué comentarle los problemas a los familiares” (Ana, 48 años).

En cuanto a denunciar al agresor en las comisarías de familia o ante alguna otra institución, las mujeres participantes no lo hicieron porque no sabían cómo hacerlo, no creían en que podían darles un apoyo o porque consideraban que podían arreglárselas solas:

“No, tal vez uno no estaba bien informado, uno deja como así, igual hacen la maldad hoy y ya mañana están amables. Uno siempre con la esperanza de tener el hogar por tener un papá, una mamá, una familia completa… ¡qué van a cambiar!” (Inés, 56 años).
“La verdad, a la ley no le creo nada. Entonces hay una ley que es más justa, que es la divina. Cada quien le llegan sus cosas a su debido tiempo” (Mónica, 49 años).

Y las mujeres que asistieron y denunciaron a sus parejas, no obtuvieron la respuesta que esperaban, ya que existen procesos que implicaban la conciliación y las sesiones de evaluación. Se evidenció que las mujeres no sabían a quién debían acudir según la gravedad de la situación:

“fuimos a una comisaría de familia y yo lo demandé; el comisario como era de familia, de una vez al otro día nos atendió. Y él dijo que él me iba a dejar tranquila, que yo hiciera lo que quisiera y cuando salimos de ahí, de la comisaría de familia, me agarró en la calle y me dio una golpiza y me tocó ir a la fiscalía por golpes y todo eso. Entonces yo no volví más, dejé eso así…la verdad es que es una perdedera de tiempo, no le paran bolas a uno, y peor es sí uno vuelve con esa persona” (Juana, 43 años).

(Lea También: Relación de la Violencia con el VIH)

Consecuencias de violencia

Los efectos de las vivencias de violencia de pareja fueron muy diversos y no hubo un patrón común que siguiera la mayoría. Los impactos que en mayor medida fueron descritos lo constituyó la separación, aunque fue una decisión que se presentó muchos años después de padecer la violencia de pareja:

“yo decidí ser madre de los niños sola, no con él, porque él era una carga para mí” (Felipa, 47 años).

Algunas mujeres manifiestan sus temores, pero no ante sufrir más actos de violencia, sino ante la ruptura de la relación por miedo a perder el apoyo económico:

“Entonces ¿yo qué hice?, siempre me estuve en esa casa para tenerles un techo fijo a mis hijos” (Claudia, 55 años).

O también por miedo al abandono:

“él se iba, yo sabía que estaba con más mujeres, me daba cuenta de muchas cosas y yo siempre me quedaba callada para que no se fuera de la casa, y pues a mí me daba miedo quedarme sola” (Diana, 50 años).

Y como consecuencia lógica los sentimientos hacia sus parejas cambiaron, lo que fue expresado por pocas mujeres:

“ya lo fui dejando en el camino, ya la decepción… nunca escuché un “perdóname, discúlpame”… nunca lo ha hecho, no es que él reconozca… no hace falta. Pero sí deje esa arrogancia y acepte de que la cagó, después de cometer todas esas cosas” (Ernestina, 48 años)

Otra mujer expresó un cambio hacia su pareja, pero no con el objeto de separarse, denunciarlo o hacer algo para evitar más reacciones de violencia, sino la actitud que tenía hacia él:

“mire que yo ahorita lo que él me haga me resbala, como que todo se lo lleva el viento y como que no le pongo cuidado; igual, el que está pecando es él…” (Manuela, 48 años).

Posterior a lo vivido como víctima de violencia, dos mujeres se atrevieron a juzgarse a sí mismas, lo que impacta con gran peso sobre su autoestima:

“pienso que me sentí muy usada, me sentí como un objeto… o sea, me pregunto, busco respuesta: ¿por qué me dejé?… que, si el diagnóstico no me llevó a desestabilizarme tanto como mujer, ¿por qué permití que una persona como él me desequilibrara tanto?” (Felipa, 47 años).
“pienso que me intimidó mucho de sentirme poca mujer, me hizo sentir que…. de que nadie me podía aceptar, que tenía que morir sola, que me impactó la violencia…” (Felipa, 47 años).

Una de las mujeres participantes explica que, a pesar de las experiencias de violencia, ella se sentía mal por su estado civil de unión libre, y en lugar de separarse, o de buscar ayuda, decide insistirle a la pareja para que se casen:

“Porque yo estoy asistiendo a la iglesia y yo no podía seguir viviendo con él así, en fornicación. Entonces yo lo hice más que todo por obedecerle a Dios. Y para yo estar bien” (Manuela, 48 años).

Con lo cual, se casan hace dos años bajo un contexto mítico-religioso. Llama la atención que en su narración fue la única mujer que relata haber vivido todos los tipos de violencia con las dos parejas que ha tenido.

Opinión sobre la violencia posterior al diagnóstico de VIH

Ninguna de las participantes había relatado hasta ese momento sentimientos de afecto o amor hacia la pareja que las maltrató, así que el diagnóstico del VIH reforzó la decepción que tenían sobre el daño causado por éstos.

Todas las mujeres relataron la vivencia y las circunstancias que llevaron al diagnóstico, siendo experiencias totalmente diferentes.

Para algunas, el diagnóstico se dio tiempo después de haberse separado de la pareja, solo dos relataron que fueron diagnosticadas en controles prenatales, otro grupo fue diagnosticado al haber presentado alguna patología sospechosa de inmunosupresión sin ser infecciones oportunistas mientras convivían con el victimario, y solo una mujer relató que la pareja de ese momento fue diagnosticada con una infección oportunista definitoria de Sida que lo llevó a la muerte a los pocos meses.

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