Historia de la Enfermería en Colombia

Juan Mendoza Vega1  

Historia de la Enfermería en ColombiaAutor: Ana Luisa Velandia Mora
Edición: Segunda
Año: 2016
ISBN: 9789587757002
Páginas: 562 

La obra que, con el título Historia de la Enfer­mería en Colombia, presenta hoy la doctora Ana Luisa Velandia Mora en sesión de la Sociedad Co­lombiana de Historia de la Medicina, es el importante resultado de más de treinta años de minuciosos estudios sobre el tema, en el cual puede la autora considerarse una de las más sólidas autoridades.

Como lo dejan ver las palabras de la señora decana y de la propia profesora emérita Velandia Mora, en sus casi seiscientas páginas, se recogen datos y documentos que muestran la evolución de la noble profesión de enfermería en nuestro país desde tiempos precolombinos hasta los comienzos del siglo XXI.

Pero el texto no se limita a la exposi­ción más o menos farragosa de nombres, fechas y datos; por el contrario, siguiendo las normas de la moderna historiografía, se analiza seriamente ese acervo de información para insertarlo en las cambiantes realidades sociales de cada momento histórico y obtener así una visión articulada del qué, el cómo y sobre todo el porqué del ejercicio profesional de las personas, en su gran mayoría pertenecientes al sexo femenino, que tan abnega­damente sirven a sus semejantes cuidando la salud y colaborando activamente en los esfuerzos para recuperarla cuando, accidentes o enfermedades, la ponen en peligro.

En ese orden de ideas, llamó especialmente mi atención el capítulo final, que presenta y analiza las tendencias existentes en nuestro país al terminar el siglo XX y en lo que va corrido del XXI.

Como en las demás partes del libro, la profesora Velandia señala aspectos negativos y positivos para luego extraer conclusiones y recomendaciones perti­nentes.

Considera ella negativas las consecuencias de lo que describe como cesión, por parte de las mujeres dedicadas a los asuntos de la salud, de “su cuerpo de conocimientos y su experticia (sic) como sanadoras”, “haber cedido también su historia an­cestral como parteras o comadronas” y en esa forma “haber dejado de ser cuidadoras para convertirse en meras auxiliares de los médicos” (Velandia Mora, 2016, p. 444).

Esta dura frase no puede pasar sin una cordial observación de mi parte, que sustento con los fuertes lazos familiares y de amistad que me unen a distinguidas enfermeras profesionales, entre ellas la propia doctora Velandia: para mí, como para muchos otros médicos, una enfermera profesional jamás ha sido “mera auxiliar”.

Y por el contrario, al llamarlas con cariñoso respeto “mis manos derechas”, he traducido la convicción de que son parte fundamental de los cuidados que yo mismo ofrezco y pretendo dar, cuidados en los que tienen responsabilidades muy especiales para cuyo ejercicio están conectadas, al tiempo conmigo, al gran cerebro de la medicina moderna. (Lea también: Novedades bibliográficas, Bicentenario de la Invención del Fonendoscopio (1916- 2016))

Es preciso señalar que, en este final de la obra, las consideraciones y sugerencias posi­tivas sobrepasan notoriamente lo negativo.

El reconocimiento de la “revolución femenina”, ese gran movimiento que ha ido borrando las injustas fronteras y discriminaciones para dar a la mujer el sitio que verdaderamente merece en la socie­dad, permite sugerir –y doy sólo un ejemplo− la necesidad de atraer mayor número de hombres a esta profesión, para romper el seudoparadigma de profesión reservada a las mujeres para llegar en cambio al estatus de verdadera profesión con todos los derechos y deberes implícitos en las cuatro características esenciales que señalan como profesión a una ocupación humana

Vale decir, el acervo propio de conocimientos, la autonomía para el ejercicio, la capacidad de autorregulación y el auténtico compromiso ético con la sociedad en la que se ejerce; es claro que tanto los conocimien­tos como la autonomía se entienden, igual que en cualquiera otra profesión, dentro de marcos de referencia que obligan a estrecha conexión con las demás profesiones de la misma área, sin que esto signifique subordinación forzada ni lo que llamaron los clásicos capitis diminutio para ninguno de los grupos implicados.

Debe tomarse muy en cuenta una realidad que parece secreto a voces pero que la doctora Velandia puntualiza claramente: la escasez de enfermeras profesionales, que afecta mucho a nuestro país, pero no es exclusiva de él porque similares quejas se oyen desde toda América Latina y aun en otros continentes.

Como consecuencia, en las instituciones asistenciales se tiene todavía personal con poca preparación, limitados conocimientos y habilidades insuficientes, que tiene a su cargo parte de los cui­dados directos para las personas hospitalizadas y es incluida sin mayor discriminación dentro de las “enfermeras”, contribuyendo a dar de ellas una pobre imagen.

El llamado a corregir esta situación es muy pertinente; incluye por supuesto incrementar el número de estudiantes en las escuelas de nivel universitario, pero también mejorar las condiciones de trabajo y la remuneración en todos los niveles del ejercicio profesional.

La enfermería debe ser una profesión atrayente para la juventud y no sólo por la tradicional aureola de servicio bondadoso a nuestros semejantes.

Para no extenderme fuera del lapso fijado para este comentario, termino con un llamado en el que me acompañan, estoy seguro, miles de personas que han sufrido el embate de la enfermedad, la lesión orgánica con todos sus riesgos: que la imagen de “la dama de blanco”, cambiando oportunamente el término “dama” por el más adecuado e incluyente de “persona”, se mantenga vinculado a esta noble profesión como reflejo de la bondad, la gentileza, la amabilidad, en una palabra, la humanidad que apoye una sólida armazón científica dedicada con habilidades y destrezas a la protección y promoción de la salud, el cuidado de los enfermos y heridos.

Todos los esfuerzos que hombro a hombro con el cuerpo médico se hagan para beneficio de sus seme­jantes en tan delicados y trascendentales terrenos.

La Academia Nacional de Medicina viene apo­yando el nuevo movimiento mundial que busca un ejercicio profesional centrado en la persona. Las reflexiones de la obra que aquí se ha presentado, muestran que tal espíritu conviene perfectamente a la enfermería profesional.


1 Secretario Perpetuo, Academia Nacional de Medicina. Subdirector, Academia Colombiana de la Lengua.

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