Reseña Bibliográfica: Presentación del Libro “Tres Médicos Árabes” Rhases, Averroes, Avicena

Autor: Académico Dr. Edmond Chediak Atia

Académico Dr. Efraim Otero Ruiz

Presentación del libro tres médicos árabes   Cuando hace tres años Edmond Chediak, brillante estomatoncólogo y cirujano de cáncer oral, nos presentó en la Sociedad Colombiana de Historia de la Medicina su trabajo sobre los médicos árabes, sus amigos le insistimos que su extraordinaria conferencia debería ser ampliada y presentada en forma de libro. Y he aquí que, después de ampliar esos estudios y enriquecerlos con 133 referencias bibliográficas, el autor se concentra sobre los tres personajes que él considera más importantes, Rhazes, Avicena y Averroes y nos los presenta, no como esbozos biográficos aislados sino antecedidos y seguidos de la iatrohistoria que los precedió y los sucedió y que hoy conocemos como medicina antigua y medicina del renacimiento.

Ello hace más importante este volumen, que hoy se ofrece a los profesionales de la salud y a las personas interesadas en saber lo que una etnia o un pueblo inicialmente aislado y remoto pudo contribuirá la poderosa biomedicina de la que hoy todos nos servimos y seguiremos beneficiándonos.

El autor no divide su obra en capítulos sino en secciones, cada una con su título pertinente. Para hacer comprender el mayor papel que se atribuye a los árabes –el de mantener y salvaguardiar el conocimiento médico antiguo, griego y romano, a través del milenio que sucede a la caída de Roma- en las tres primeras secciones, que siguen a su introducción, nos da una visión panorámica de esa medicina ancestral, resumida clásicamente en los aforismos hipocráticos y en los libros de Galeno.

Son esas dos medicinas, enriquecidas por la sabiduría árabe, las que intactas abrirán paso hacia lo que Laín Entralgo ha descrito como los esbozos de la era anatomo-clínica, ya en los albores del Renacimiento.

Entrando ya en materia con la medicina árabe, después de las anteriores, el autor parece querer arrancar con la medicina después de Mahoma, indudablemente los siglos de mayor esplendor de toda la cultura.

Sin embargo, habría que retroceder uno o dos milenios para ver su origen semita y su probable descendencia del patriarca Abraham a través de su esposa Agar : y así como esa descendencia a través del pueblo judío culmina con el Mesías y el origen del cristianismo, así también a través del pueblo árabe culmina con Mahoma, el Profeta, que no reconoce otros mesías anteriores y da origen al mahometanismo o religión musulmana.

Si se sitúa el origen del pueblo árabe en la península arábiga, esa particular situación geográfica de un desierto rodeado del mar casi por todas partes, hizo que hasta la era cristiana se mantuviese relativamente aislado.

Fuera de dos o tres asentamientos principales en Medina, en Petra y en la Arabia feliz del sur (hoy Yemen) su característica principal era la división en numerosas tribus errantes que después vendrían a conocerse con el nombre de beduinos.

Pero esa misma migratoriedad, especialmente de las del norte, hizo que gradualmente se extendieran por Siria, Mesopotamia y por todo el antiguo imperio Persa hasta la India, por el oriente; y por Egipto y la costa norte del Africa hasta Gibraltar, por el occidente.

Unidos por lenguajes ancestrales derivados del sumerio, el babilonio, el sánscrito y el urdu, que dieron origen al idioma árabe, en esas regiones había enclaves de muchas tribus y muchas religiones, mono y politeístas.

El genio de Mahoma y su Corán fue el unificarlos monoteísticamente y darles un sentido de trascendencia, en esta vida y en la otra. (Ver: Reseña Bibliográfica: Presentación del Libro “Hereditas, Diversitas Et Variatio”)

Por eso, en el milenio que nos ocupa, se cumplió lo que después describiría maravillosamente Carlyle, el pensador inglés: Aquella estirpe, polvo inflamable por mucho tiempo aislado en el desierto, de golpe prendió fuego y sus llamas formidables se elevaron al cielo desde Dehli, en la India, hasta Granada en España.

Curiosamente ciertos enclaves judeo-cristianos se mantuvieron también dentro de la geografía musulmana, como sucedió en el Medio Oriente –con los conventos y los refugios de los eremitas- y refulgió culturalmente con el arte y la ciencia del Toledo y la Córdoba de los moros.

Uno de esos enclaves fue Beit Marun, monasterio entre Siria y el Líbano, pueblo racial y lingüísticamente árabe que mantuvo su independencia política y su religión cristiana, apostólica y romana hasta la decadencia y caída del imperio otomano.

De ese formidable acervo humano provino la inmigración a Colombia, a partir de 1880, de grupos humanos conocidos como sirio-libaneses por su origen geográfico y como cristianos maronitas, por su origen religioso.

A esa formidable pléyade pertenece el autor y muchísimos de sus notables paisanos, familias que se han incorporado y engrandecido al país por tres o más generaciones, brillando en la ciencia, en el arte, en la economía, en la política y en las letras. Podría decirse que son el legado de una cultura, parte de la cual Edmond Chediak nos ha querido presentar en estas páginas.

A más de su obra médica y científica el autor se preocupa por entrelazar la obra de estos tres notables médicos con la filosofía y el modo de pensar de la época : por eso además del Almanzor de Rhazes, del Colliget de Averroes y del Canon de Avicena, el autor cita ampliamente a Borges, a Tomás de Aquino y a muchos otros comentaristas, árabes y no árabes, sobre el impacto duradero de dichos precursores en el pensamiento occidental.

Ofendido por los comentarios de la desaparecida Oriana Falliaci sobre los musulmanes, Edmond como respuesta no solo aporta este volumen de cultura médico-científica sino que cita muchísimos más en su abundante bibliografía.

Por otra parte este prologuista añade que ella, como italiana, ha debido conocer la monumental obra de Gabrieli y Scerrato (1979) sobre los árabes en Italia (“Gli Arabi in Italia”): casi 800 páginas en gran formato, primorosamente ilustradas, en que narra las contribuciones artísticas, culturales y arquitectónicas de ese pueblo en Sicilia y en toda la península, desde la antigüedad hasta bien entrada la era renacentista.

El autor concluye acertadamente que además de su carácter integral, ecológico y sistemático en su concepción del hombre y del universo, la medicina árabe fue precursora y sucesora de los romanos en la creación de hospitales y contribuyó a elucidar muchos hechos básicos en la fisiopatología, el diagnóstico y el tratamiento de antiguas y nuevas enfermedades.

Que fue la primera (siglos después de la escuela hipocrática de Cos) en dar importancia a la atención psíquica del enfermo como condición imprescindible de todo tratamiento. Y que, a través de la Edad Media y el Renacimiento hasta nuestros días, es testimonio de ese formidable talento que ha conquistado al mundo y de algunos de cuyos genes nos podemos ufanar quienes descendemos de ese potpourri de razas y de culturas que fue la madre patria.

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