Reseña Bibliográfica: Presentación del Libro “Neurociencia, Contribución a la Historia”
del Académico Gabriel Toro G. y los Dres. Gustavo Román Campos y Santiago Suárez
Académico Dr. Efraim Otero-Ruiz
Clara obligación de los médicos contemporáneos es la de escribir la historia de sus especialidades.
La razón principal es el vertiginoso progreso de las mismas en los últimos dos o tres decenios, con una acumulación tal de nuevos conocimientos que ya ni los computadores más veloces pueden procesar o almacenar, necesitando ellos mismos ser tecnológicamente renovados año por año.
Sólo ciertas personas pueden abrirse paso a través de esa maraña de información para, periódicamente, decantarla y dejar saber qué es lo verdaderamente duradero para trasmitirlo a sus alumnos o a sus colegas de las nuevas generaciones, dejando así constancia de los “hombros de gigantes”, como ha titulado Stephen Hawking su reciente libro sobre la evolución de la física.
Esa es la labor del historiador médico que, por su misma esencia, lo va transformando en historiador humanista, figura indispensable en la ciencia de nuestros días.
Con todo ello no deja de sorprender que tres eminentes neurólogos colombianos hayan asumido esa responsabilidad y nos presenten apenas en cien páginas, profusamente ilustradas, la historia de la neurociencia.
Se han desprendido de la historiografía clásica, que presenta la evolución de los hechos en forma cronológica y a veces tediosa e incomprensible para muchos, para darnos una visión casi cinematográfica sobre lo que se sabe y se ha sabido sobre el sistema nervioso.
Para ello escogen tres grandes capítulos o partes a manera de escenarios: una primera, sobre el origen y evolución de la neurociencia, desde el 1600 antes de Cristo (papiro de Edwin Smith) hasta los anatomistas y microscopistas clásicos del siglo XX.
Sin dejar de reconocer el aporte invaluable de las ciencias físicas durante este último, los autores afirman que la neurociencia, “con costumbres, métodos e instrumental que por convención llamamos “modernos”, se inició hace apenas 150 años”.
A vuelo de pájaro recorren la Grecia y la Roma clásicas, la edad media, la era pre-colombina en América y el Renacimiento, destacando los hitos de lo que denominan el eje de la medicina, que los conduce a la medicina científica y a la edad moderna.
Su método fílmico consiste en señalar, para cada época, los hechos culminantes o destellos científicos (“highlights”, se dice en el idioma inglés), fuesen o no médicos, que contribuyeron a ese desarrollo. Obviamente el énfasis recae en la neuropatología, dadas las afinidades del autor principal, quizás el más destacado introductor de dicha sub especialidad en nuestro medio.
Después de recorrer las principales instituciones mundiales y enumerar los ganadores de premios Nóbel en cien años (de 1901 al 2000) dedican casi la mitad de esa primera parte a hablar del itinerario colombiano, enumerando los individuos (ejerzan o no en el país) y las instituciones con admiración respetuosa y tratando de mantener ellos mismos, los tres co-autores, un bajo perfil que dista mucho de la realidad, pues los tres han sido verdaderos adalides de nuestra neurociencia.
Estos capítulos finales constituyen quizás la mayor y más completa contribución que hasta ahora se ha hecho a la historia de las ciencias neurológicas en Colombia.
La segunda parte trata sobre la evolución histórica del concepto de demencia, en los milenios que van del 200 a.C. al 2000 d.C.
Comenzando con las definiciones etimológicas los autores van cubriendo, como lo hicieron en la primera, época por época, de la más antigua a la más moderna, ese concepto misterioso y casi metafísico que separa lo normal de lo anormal en la mente humana.
Por lo vasto del temario aquí se valen de tablas cronológicas que destacan los “highlights” de cada época estudiada. Sin entrar a discutir a fondo el problema “mente-cuerpo” (como lo hiciera filosóficamente Mario Bunge hace 30 años y lo intenta científicamente Rodolfo Llinás en nuestros días) nuevamente la neuropatología entra a desempeñar un factor crucial y en especial la patología infecciosa, tema preferido del primero y segundo autores y motivo de varias de sus importantes publicaciones.
Ello los lleva también a los albores de la psiquiatría científica decimonónica, con Pinel y Esquirol en Francia, hasta el siglo XX con Berkley, Kraepelin y, por supuesto, Sigmund Freud. Pero nuevamente la neuropatología los lleva a estudiar en detalle las importantes contribuciones de Binswanger y Alzheimer sobre las demencias seniles, de tan grave significancia epidemiológica en el mundo de hoy, por las prolongaciones etarias que nos han legado la medicina preventiva y curativa y, paradójicamente, hasta la misma neurociencia.
Aquí como en la tercera parte (manejo de las enfermedades del sistema nervioso) hacen un homenaje de reconocimiento a la “Historia de la Psiquiatría en Colombia” de Humberto Roselli, quizás la obra más importante sobre nuestra historia médica escrita en el siglo XX.
Vuelven a apelar a las tablas cronológicas sobre la evolución de los conceptos de las diversas entidades nosológicas y su tratamiento, realzando también las más importantes contribuciones que en el campo neuroquirúrgico se han hecho entre nosotros.
Aquí, como en los capítulos anteriores, brillan también las contribuciones históricas del último de los autores, neurólogo de Harvard, profesor y académico. (Ver: Reseña Bibliográfica: Presentación del Libro “Ibagué, Médicos y Medicina, 1941-1980”)
Al final, como se desprende del resumen de las tres partes, concluyen con un mensaje de esperanza, sobre lo que puede y podrá hacer la neurociencia en el manejo de enfermedades por milenios consideradas como sobrenaturales o intratables.
Cumplen al tiempo una de las máximas preferidas de Sir William Osler cuando se dirigía a sus estudiantes: “Familiarízate con lo que otros han hecho y nunca dejes de dar crédito a los precursores”.
Este es un libro que por su proyección panorámica, por el afecto con que ha sido escrito, por su comprensión y dedicación a científicos y a pacientes, deberá permanecer por mucho tiempo en las bibliotecas de sus lectores, sean ellos o no médicos.
Como dijo el Presidente Honorario de la Sociedad Española de Neurología al prologar “Misión a Cuba”, la obra intensa de Gustavo Román sobre la epidemia que cambió el derrotero de la isla : “Se trata, por todo ello, de un libro sabio, humano y muy ameno. El editor debe sentirse feliz ofreciendo tal logro”.
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