Trastornos del Pensamiento, Evolución Conceptual
Por ser poco conocidas las contribuciones de Erasistrato a la medicina (7) (8), me parece de especial interés mencionarlo puesto fue uno de los pioneros que en la antigüedad relacionó la enfermedad somática con un trastorno mental.
En efecto, este médico alejandrino quien vivió entre los años 310 y 250 a.C. y practicó la medicina en Antioquía y Alejandría, fue un estudioso de la anatomía y uno de los padres de la fisiología.
Al ser consultado por el Príncipe Antíoco de Alejandría a causa de sufrir severa caquexia originada por una anorexia acompañada de intenso ensimismamiento, encontró que la causa de estos trastornos era el enamoramiento frustrado del Príncipe hacia Estratonice, su madrastra.
Este episodio está bellamente ilustrado en un óleo del pintor B. West, que se encuentra en el Museo de Arte de Birmingham, Alabama (figura 1). (Lea también: Artículo Científico: Los Trastornos del Pensamiento y las Enfermedades Psicosomáticas)
Figura 1. Erasitrato y Antíoco (Benjamín West)
El término “psicosomático” fue usado por primera vez por Johann Christian Heinroth en 1818 al discutir las causas del insomnio así como el concepto de “medicina psicosomática” fue acuñado por Félix Deutsh en 1922 al plantear sus hipótesis sobre el origen de estas enfermedades (9).
El concepto “psicosomático” tiene su principal raíz en la filosofía, específicamente en la de Descartes, cuando desarrolló sus razonamientos sobre la dicotomía mente-cuerpo y a su vez sentó las bases para una mejor comprensión filosófica de las funciones del pensamiento (10).
Alexander (11), uno de los iniciadores del estudio de la medicina psicosomática en el siglo XX señaló que este término ayudaba a la integración de la dualidad dejada por el pensamiento cartesiano.
Chiossa (12) afirmó que este concepto se debería aplicar a cualquier tipo de enfermedad, puesto que toda patología humana encierra componentes psíquicos y orgánicos simultáneamente.
cuerpo y a su vez sentó las bases para una mejor comprensión filosófica de las funciones del pensamiento (10). Alexander (11), uno de los iniciadores del estudio de la medicina psicosomática en el siglo XX señaló que este término ayudaba a la integración de la dualidad dejada por el pensamiento cartesiano.
Chiossa (12) afirmó que este concepto se debería aplicar a cualquier tipo de enfermedad, puesto que toda patología humana encierra componentes psíquicos y orgánicos simultáneamente. (Ver también: Trastornos del Pensamiento, Material Clínico)
Todo concepto que abarque el cuerpo y la mente necesariamente pertenece al terreno de lo que en las ultimas décadas se ha llamado (13) “pensamiento complejo”, es decir, es la búsqueda que da para explicarlos diversos fenómenos naturales mediante el enfoque múltiple de diferentes ciencias, desde la física y la química a las matemáticas y la filosofía.
Esta exploración científica en el terreno de lo psicosomático seguramente se está dando con el desarrollo de las ciencias, pero en este trabajo me limitaré únicamente a la integración de lo propiamente médico con lo psicoanalítico.
Sería muy extenso hacer un recuento histórico de la evolución del concepto mente-cuerpo dentro del ámbito médico. Un detallado estudio al respecto se puede encontrar en la obra de Zilboorg sobre la Historia de la Psicología Médica (14).
Sin embargo vale la pena mencionar que a lo largo de la historia de la medicina se produjeron múltiples aportes que allanaron el camino para que a finales del siglo XIX, ya de una manera científica, las investigaciones de Freud (15) sobre la histeria, llevaron a descubrir la existencia de la relación entre el síntoma histérico y un conflicto psicológico.
En ese mismo año, Freud en su célebre “Proyecto” (16) propuso una novedosa teoría sobre el origen del pensamiento basada en las concepciones neurológicas de la época.
Una de esa contribuciones fue postular que si existe un conflicto psicológico que no se puede resolver mediante el pensamiento, necesariamente se desencadenará, o bien un síntoma psicológico como por ejemplo una fobia, o uno orgánico como el histérico (conversivo).
De esta manera abrió el camino psicológico para investigar la génesis de la enfermedad psicosomática. Años mas tarde (17) produjo su concepción sobre el origen psicológico del pensamiento, que constituyó un aporte substancial a la comprensión de la relación mente-cuerpo. A continuación resumiré esta teoría.
Al investigar la pérdida de la realidad en los trastornos psicóticos, plantea “Los dos principios del funcionamiento mental: el del ‘placer’ y el de ‘realidad”. A causa de estos principios (o leyes) la mente tiende afuncionar hacia dos direcciones.
O bien a descargar la necesidad pulsional en forma inmediata (principio del placer) o bien a postergar la descarga según las posibilidades que le ofrece la realidad (principio de realidad).
Esta postergación es posible gracias a la aparición del pensamiento, es decir, el individuo puede aplazar la satisfacción de su necesidad instintual siempre y cuando se genere un pensamiento que le permita elaborar su realidad y la conveniencia o no de dicha descarga.
En este sentido dice: “La descarga motora, que durante el régimen del principio del placer había servido para descargar los incrementos de los estímulos del aparato psíquico, y había cumplido esta misión por medio de inervaciones transmitidas al interior del cuerpo (mímica, expresión de los afectos), quedó cargada ahora de una nueva función, siendo empleada para la modificación adecuada de la realidad y transformándose en acción.
El aplazamiento, necesario ahora, de la descarga motora (de la acción) fue encomendado al proceso del pensamiento surgido de la mera representación.
Esta nueva instancia quedó adornada con cualidades que permitieron al aparato anímico soportar el incremento de la tensión de los estímulos durante el aplazamiento de la descarga” (Op. cit. p. 1639).
Posteriormente, basado en las concepciones psicoanalíticas de ese entonces y en los aportes fisiológicos de Cannon (homeostasis) y Selye (síndrome general de adaptación) Alexander (op. cit.), da una nueva contribución al desarrollo de la medicina psicosomática en la primera mortal del siglo XX.
Sus planteamientos se dirigen a explicar la enfermedad psicosomática como resultado de la represión patológica de los afectos: por ejemplo, señala que en el origen psicológico de la “hipertensión esencial” subyacen sentimientos agresivos reprimidos, así como “una secreción aguda del estómago puede ser una respuesta regresiva a un sentimiento de peligro o una crisis de asma está en relación con un impulso inconsciente reprimido solicitando la protección materna” (p. 55).
Sus investigaciones se extendieron a mostrar la importancia del factor psicógeno en diversas afecciones tales como trastornos del aparato digestivo, cardiovascular, endocrino, piel, osteomuscular y genital. Estos aportes constituyeron la primera sistematización psicopatológica de algunas enfermedades consideradas hasta ese momento como de origen físico o idiopático.
Besancon (18), quien hace una recuento histórico de las contribuciones a la medicina psicosomática a lo largo del siglo XX, menciona especialmente las de Dumbar en cuanto a la existencia de personalidades específicas para la génesis de una u otra enfermedad y resalta los aportes de Friedman quien describió las personalidades Tipo A y B según favorecieran o no el desarrollo de afecciones cardiovasculares.
Garma (19) y Chiossa (20) explicaron la importancia de la simbología en las enfermedades psicosomáticas, es decir, cómo el órgano afectado tiene su lenguaje propio para expresar determinadas emociones. Por su parte Ruesch (21) encontró que las deficiencias comunicativas de los individuos con su medio, predisponían a este tipo de enfermedades.
Los postulados de Freud sobre la génesis del pensamiento, tuvieron en la segunda parte del siglo XX el aporte substancial de Bion (22) quien después de investigaciones tanto con pacientes psicóticos como no psicóticos, planteó su teoría sobre el origen del pensamiento y para ello describió un complejo proceso mental que conduce a la producción del pensamiento.
Este concepto parte del modelo psicosomático primitivo, la relación madre bebé, en la que se funden las necesidades primordiales orgánicas con las afectivas y se fundamenta en las dos alternativas mencionadas por Freud.
Si el impulso, como por ejemplo el hambre (necesidad de alimento-amor), se descarga mediante el comer, la energía que conlleva ese impulso es gratificada y deviene un estado de reposo. Si por el contrario la necesidad no es satisfecha, porque el bebé no encuentra comida (el pecho de la madre o su subtituto), existen dos posibilidades: o tolera la frustración que conlleva el hambre o no lo hace.
Para tolerarla, debe haber tenido buenas experiencias alimenticias- amorosas, que hayan favorecido el inicio del proceso de simbolización (creación de imágenes sensoriales), que a su vez le permitan al bebé refugiarse en fantasías primitivas mientras dura la tensión que le genera el hambre.
Si de todas formas el hambre subsiste, la tensión se incrementará hasta el punto de no tolerarla y buscará la descarga tensional por la vía motora, es decir, expresarla mediante un órgano como por ejemplo, el llanto, el pataleo o cualquier signo de angustia revelador de un proceso psicobiológico.
Figura 2. Proceso de simbolización
Si estas experiencias negativas predominan, se genera una intolerancia progresiva a la frustración con la consiguiente imposibilidad de producir pensamientos y por tanto a que se desencadenen diversas manifestaciones sintomáticas bien sea en el área psíquica o en la orgánica (figura 2).
En este proceso de simbolización el papel de la madre (o su subtituto) es fundamental. Cuando la madre a su vez no es capaz de tolerar las angustias del niño y devolvérselas con comprensión amorosa, sino mas bien con intolerancia, rabia o desinterés, el niño no podrá superar su angustia y se reforzará la tendencia a descargarla mediante síntomas.
Pero si la madre actúa con comprensión y tolerancia y le devuelve la angustia con actitudes y palabras (símbolos preverbales y verbales) amorosas, que tiendan a que el bebé comprenda sus temores, el proceso inconsciente de simbolización del niño se acrecienta y por lo tanto su capacidad de generar pensamientos.
Bion llama esta capacidad materna “función alpha” que a su vez va a permitir desarrollar esa función en el infante, crucial para tolerar futuras frustraciones y manejarlas mediante el pensamiento. En otras palabras, a menor función alpha mayor será la tendencia a transformar la angustia en diversas manifestaciones patológicas (figura 3).
Figura 3. Desarrollo de la function Alpha (f.a) y del pensamiento
Este proceso de la interrelación madre-bebé ha sido prolijamente estudiado desde el punto de vista pediátrico en un trabajo de Hernández-Saenz (23).
Como no es objeto de este escrito profundizar sobre el desarrollo de las diversas teorías psicoanalíticas relacionadas con los trastornos del pensamiento, cito una publicación de Luzes (24) en donde resume y comenta las diversas investigaciones realizadas en este sentido.
Una de sus conclusiones es “en el campo del pensamiento, entre los psicoanalistas, Freud y Bion, han aportado las formulaciones más consistentes” (p. 821) posición que comparto y constituye una de las bases teóricas del presente trabajo.
En las décadas del 60 y el 70 del siglo XX surgieron dos contribuciones fundamentales emanadas de investigaciones sobre pacientes con desordenes psicosomáticos. Por una parte las de los psicoanalistas de la llamada “Escuela de Paris”, Marty y De M´Usart (25), postularon lo que llamaron “pensamiento operatorio”, es decir un trastorno del pensamiento, típico de pacientes que padecían ese tipo de enfermedades.
Esta contribución sentó las bases teórico-clínicas para que un grupo de psicosomatólogos encabezados por Sifneos (26) describieran un síndrome que denominaron “alexitimia”, que permitió abrir nuevos derroteros para el estudio de las enfermedades psicosomáticas.
Pasaré a explicar estas dos contribuciones. La teoría inicial sobre el pensamiento operatorio, posteriormente fue enriquecida por Marty y De Bray (27), parte del punto de vista que en los pacientes aquejados de trastornos psicóticos o neuróticos, se observan en menor proporción manifestaciones psicosomáticas.
En cambio, aquellos que padecen afecciones psicosomáticas sufren con menor frecuencia psicosis o neurosis. Como la psicosis y la neurosis presentan una alteración del pensamiento específica de cada una, se observó que en las personalidades con afecciones psicosomáticas se apreciaba una forma diferente de pensamiento.
Al investigar la personalidad de pacientes con somatizaciones encontraron un tipo de defensa en que el pensamiento está bloqueado para expresar emociones y más bien se tiende a manifestarlas a través de los organos.
El pensamiento operatorio, mas que un pensamiento sería un no-pensamiento, en el sentido de Bion. Estos mismos autores mencionan (op. cit.) un esta do depresivo latente en los pacientes aquejados de enfermedades psicosomáticas, que llamaron “depresión esencial” (p.180). En el curso de esta depresión puede aparecer el pensamiento operatorio, proceso que posteriormente llamaron “vía operatoria”.
Esta defensa psicológica está caracterizada por una desorganización del Yo en que se presentan serios bloqueos e inhibiciones que conllevan “un congelamiento de los afectos” (p.181) así como a una intensa represión de los conflictos inconscientes subyacentes, que quedan relegados a la imposibilidad de ser expresados mediante la verbalización.
De esta manera la vía de expresión de los conflictos se torna somática (operatoria) y por lo tanto conflictiva y tiende a derivarse hacia la enfermedad orgánica.
“El riesgo de graves somatizaciones es permanente y aumenta cuando la ‘vía operatoria’ permanece por un tiempo prolongado. La mejoría de esta ‘vía’ requiere abordaje psicoterapéutico, aunque todavía no hayan aparecido manifestaciones somáticas” (p. 182).
El otro aporte es el del “síndrome alexitímico” o “alexitimia” postulado por Sifneos (op. cit) que es una característica de los pacientes contrastarnos psicosomáticos.
La palabra alexitimia se origina en el griego significa: a=sin, lexis=palabra, timos=corazón o afecto. Lolas y Von Rad (28) describen este concepto como “la incapacidad de expresar sentimientos de una manera verbal, empleando un lenguaje con falta de resonancia afectiva y con incapacidad de usar metáforas de índole afectiva.
Estas personas pueden decir que están ‘nerviosas’, ‘enojadas’, o ‘felices’, pero ser incapaces de describir estas experiencias de su mundo interno.
Tienden a carecer de fantasías porque le es muy difícil crearlas sino mas bien usar prolijas descripciones de sí mismos y su medio. Su vida es pragmática.
También presentan una inhabilidad para captar a los otros como personas diferentes, es decir percibir su individualidad, como por ejemplo, tienden a vivir al terapeuta como una versión de sí mismos” (p. 190-1).
La incapacidad de usar metáforas, es decir, usar palabras en sentido figurado, revela una imposibilidad para despojar el afecto que conlleva habitualmente una palabra para cargarla con afecto diferente. Parker et al. (29) añaden que a estas personas se les dificulta captar las expresiones emocionales faciales de los otros.
A consecuencia de esta inhabilidad los individuos transforman sus conflictos afectivos en una disfunción somática sin que se produzcan mayores defensas de índole neurótico. Los trabajos de Sifneos estuvieron precedidos por uno de Mc Lean en 1949, citado por Nemiah (30), quien ya afirmaba que los pacientes con desórdenes psicosomáticos tenían una aparente inhabilidad intelectual para verbalizar los sentimientos y usaban una forma de lenguaje de órgano.
Para evaluar la alexitimia surgieron diversos instrumentos, principalmente la “Toronto Alexithymia Scale- 20: TAS-20” (31) y la “Levels of Emocional Awareness Scale” (LEAS) (32). A manera de ejemplo cito el estudio de Lane et al. (33) quienes llevaron a cabo una investigación mediante la aplicación de estas escalas para investigar la capacidad de reconocer estímulos emocionales en 380 sujetos excluyendo únicamente los que tenía antecedentes psiquiátricos.
Se halló alexitimia en 51 individuos (13.42%). Los resultados sugirieron que la alexitimia no solamente presenta una incapacidad para verbalizar los estados emocionales propios, sino también a un empeoramiento en el reconocimiento de estímulos emocionales tanto verbales como no verbales que provengan de las otras personas y que el rasgo distintivo de ella o sea la dificultad en poner en palabras las emociones, puede ser un agente revelador de la existencia de una incapacidad generalizada para procesar la información emocional.
Kooiman (34) hizo una minuciosa revisión de la literatura tendiente a dar una valoración epistemológica de este síndrome y su conclusión principal fue que la alexitimia es un importante concepto clínico para investigar los síntomas físicos inexplicables. Taylor (35) realizó un estudio tendiente a revisar los desarrollos recientes en la teoría de la alexitimia y su relevancia en la medicina psicosomática.
Encontró evidencia empírica de relacionar la alexitimia con diversos trastornos somáticos y afirmó que este síndrome es de gran utilidad para explorar el papel que juega la personalidad y las emociones en la patogénesis de ciertas enfermedades somáticas. Kankier et al. (36) concluyeron que la alexitimia se encuentra principalmente en pacientes aquejados de desórdenes somatomorfos en comparación a lo hallado en pacientes psiquiátricos.
La estrecha relación entre alexitimia y depresión ha sido investigada últimamente. Gunzelmann et al. (37) examinaron una población de 566 personas mayores de 60 años y las compararon con 1481 individuos menores de esa edad, con el objeto de detectar alexitimia en ambos grupos así como determinar la presencia de enfermedades psicosomáticas.
Encontraron alexitimia en el 15.2% de la población mayor y en el 18% de la población más joven. En ambos grupos alexitímicos se observó mayor presencia de afecciones psicosomáticas y depresivas. Estos hallazgos confirmaron la existencia de una conexión entre alexitimia y depresión.
Muller et al. (38), teniendo en cuenta que existe similitud entre algunas de las manifestaciones depresivas y la alexitimia, investigaron 199 pacientes que presentaban desórdenes psicosomáticos comparándolos con 174 sujetos normales.
Se encontraron manifestaciones de depresión y alexitimia en los pacientes con so matizaciones, en cambio en los sujetos de control fueron consistentemente negativos a esos hallazgos. Honkalammpi et al. (39), estudiaron la concomitancia de la alexitimia con el Desorden Depresivo Mayor en pacientes ambulatorios, comparándolos con sujetos de control.
Los resultados mostraron que le severidad de la depresión estaba en directa proporción con la de la alexitimia. Los estudios de Wise et al. (40) y de Haviland et. al. (41) también señalan la estrecha conexión entre ambas entidades.
A su vez, la relación entre depresión y enfermedad psicosomática ha sido señalada en diferentes investigaciones. A manera de ejemplo me referiré única mente a una de las entidades más estudiadas, las enfermedades cardiovasculares (ECV) y las vicisitudes psicobiológicas en estas entidades.
Con tal motivo, haré una síntesis de los resultados de un estudio de Joynt et al. (op. cit) sobre los mecanismos de interacción entre la depresión y la ECV, quienes par ten del hecho que estas dos entidades son las mas prevalentes y causas mas frecuentes de discapacidad a nivel mundial.
Encontraron que los pacientes con depresión tienden a desarrollar con mas frecuencia la ECV y poseen una posibilidad de mortalidad mayor, después de sufrir un evento cardiaco. Los factores de riesgo clásicos como hipercolesterolemia, tabaquismo, hipertensión, diabetes y obesidad, se encuentran incrementados en los pacientes deprimidos.
Añaden que la depresión genera, entre otras cosas, hiperactividad en la activación del eje hipotálamo-hipófi so-adrenal lo cual produce una elevación del cortisol que promueve el desarrollo de ateroescleorsis e hipertensión arterial y acelera el daño de las células del endotelio vascular.
Las alteraciones del ritmo cardíaco, que constituyen el 50% de las causas de muerte súbita, son más fre cuentes en los pacientes deprimidos.
También se apreció en estos individuos incremento de niveles de moléculas inflamatorias que influye en la enfermedad coronaria. Finalmente observan que estos pacientes tienden a la hipercoagulabilidad por aumento de los niveles de fibrinógeno.
Resultados similares fueron descritos por Williams et al. (42) en el que concluyen que existe un alto índice de mortalidad en pacientes que después de un infarto cardíaco han sufrido depresión o diversas enfermedades mentales.
En otro trabajo sobre la ECV se evaluó el papel que juega el soporte social en el pronóstico de estos pacientes. En efecto, Dickens et al. (43) estudiaron en 1034 pacientes con ECV la consecuencia de tener o no un confidente cercano para el pronóstico de la enfermedad. Concluyeron que la carencia de esta persona antes de presentarse el infarto del miocardio está asociada con resultados adversos en la evolución de la enfermedad.
Las anteriores investigaciones ponen en evidencia que el factor depresivo está presente en la ECV y que el evolución y pronóstico de la enfermedad es directamente proporcional al trastorno depresivo.
El desarrollo de la enfermedad psicosomática implica entonces la presencia de una depresión no solo como factor causante sino también como resultado de la misma enfermedad, formándose un círculo vicioso psicobiopatológico. La alexitimia es una expresión sintomática de este proceso puesto que al no poderse expresar los sentimientos depresivos lo harán a través de la somatización.
El posible origen orgánico de la alexitimia han comenzado a ser estudiadas desde el punto de vista neurológico. Larsen et al. (44) al investigar la correlación entre este síndrome con una lesión cerebral, en con traron que en la disfunción del cuerpo calloso se observan fallas cognitivas similares a las de la ale xitimia y añaden que las deficiencias en el lóbulo frontal y el hemisferio derecho tienden a empeorar la alexitimia.
En cuanto al papel que juega la alexitimia en diversas enfermedades, mencionaré algunos de los trabajos mas recientes.
Las relaciones con afecciones del tracto digestivo (45), (46), (47), (48), (49), trastornos de la piel (50), (51), (52), dolor psicógeno (53), (54), (55), (56), trasplantes (57), infertilidad (58), neurológicas (59), SIDA (60), artritis reumatoidea (61), afecciones coronarias (62), (63), diabetes (64), asma bronquial (65), (66), hipertensión esencial (67), tortícolis espasmódica (69) y psiconeuroinmunología (69).
Con relación a esta última, Solomon et al (70) investigaron el papel que juegan la depresión y el estrés en el sistema inmunológico.
Tanto estos trabajos como otros posteriores (71) condujeron a la evidencia de una falla en la función linfocitaria, específicamente en la producción de las células T y NK así como a la disminución de los niveles de anticuerpos IgG y IgM en pacientes deprimidos, específicamente en procesos de duelos mal elaborados.
Siendo la alexitimia un trastorno en el proceso de elaboración del lenguaje, es conveniente hacer un paréntesis para aclarar algunos conceptos fundamentales de la lingüística, teniendo en cuenta que en el presente trabajo me he referido no solo al desarrollo del pensamiento sino al del lenguaje mediante sus diversas expresiones preverbales y verbales.
Ducrot y Todorov (72) defi nen el lenguaje como “la representación del pensamiento” y añaden que “la organización de las palabras separadas permite representar al pensamiento” (p.187).
Estos lingüistas señalan que “los estudios genéticos de Piaget e Imherder demostraron hace ya mucho tiempo que la formación del pensamiento está unida a la adquisición de la función simbólica (o semiótica) en general y no a la adquisición del lenguaje como tal.
Además Oléron reveló el desarrollo de un pensamiento simbólico en los sordomudos sin desvío cronológico considerable con relación a los niños normales. Esto no significa de modo alguno que la función semiótica se desarrollo independientemente del lenguaje” (p. 189).
De Saussure (73) dividió el uso del lenguaje en dos tipos: el uso social o lengua, que es independiente del individuo y el uso individual del lenguaje que denomina “palabra”. Esta última comprende la parte motriz del lenguaje y la fonación, ambos de origen psicofísico.
Desde el punto de vista lingüístico, el lenguaje es el resultado del desarrollo del pensamiento previa constitución de símbolos, es decir, una vez constituido el pensamiento este tiende a expresarse mediante el lenguaje bien sea verbal (palabras) o preverbal (llanto, risa, suspiro, sonrojo, pataleo, etc.) concepción que coincide con la psicoanalítica.
Volviendo a nuevos planteamientos de Bion (74) relacionados con el pensamiento, describe la evolución mental inconsciente en la cual se observan diversos niveles de desarrollo. Para tal objetivo propuso un instrumento de valoración aplicable en los procesos psicoanalíticos, que llamó “La Tabla” donde muestra los niveles de desarrollo del pensamiento a través del uso de dos coordenadas, una vertical o “genética” y otra horizontal o “esquemática”.
En la genética especifica un proceso evolutivo normal desde lo que llama las matrices del pensamiento o elementos alpha, para pasar luego a los pensamientos oníricos y las fantasías, hasta llega a los conceptos, el sistema deductivo científico y el cálculo algebraico, este último como exponente máximo de desarrollo del pensamiento. En la coordenada esquemática la evolución se produce merced a la atención y la memoria para llegar finalmente a la acción (expresión preverbal o verbal del pensamiento).
La combinación de estos niveles muestra los diversos grados de desarrollo del proceso que conducen al pensamiento. Si este proceso es anormal, por ejemplo, a causa de una enfermedad mental, se generan los elementos llamados “beta” que no son útiles sino para ser evacuados mediante la acción, es decir, mediante la descarga somática o el síntoma patológico (figura 4).
Figura 4. La Tabla de Bion
El desarrollo de las teorías psicoanalíticas sobre la génesis de las somatizaciones se ha visto enriquecido últimamente por los estudios de Mc Dougall (75), quien continuó la línea de pensamiento de Marty, De M´Uzan y Debray, reafirma que la defensa psicosomática es empleada por el individuo en substitución de la psicótica.
En este sentido dice “Basándome en mi experiencia clínica, diría que esta capacidad de eyectar fuera de la psique percepciones, pensamientos, fantasías y otros acontecimientos de carácter psicológico, puede producir en el adulto, una regresión hacia respuestas somáticas en lugar de una respuesta psicótica” (p. 120).
En cuanto a la función de la palabra en el desarrollo de la enfermedad somática añade “Se abre entonces la puerta a una disfunción psicosomática como respuesta a la señal primitiva proveniente de aquella parte de la psique que no posee las palabras para delimitar y contener fantasías aterradoras.
Las palabras, como ya hemos apuntado, en múltiples ocasiones, son los diques más eficaces para contener la energía ligada a las pulsiones y a las fantasías que estas han creado con relación a los objetos de la primera infancia” (p. 118).
Hasta aquí me he referido a algunas concepciones psicológicas sobre el origen de la enfermedad psicosomática, sin embargo, sin olvidar la existencia de un posible factor genético.
Este tema ha sido poco estudiado aunque ya existen investigaciones iniciales (76) sobre algunas entidades específicas, tales como la artritis reumatoidea, los trastornos cardiovasculares y la úlcera péptica, sin conclusiones definitivas.
Por su parte Plomin y Koeppen-Schomerus (77) al referirse a la causa de la dificultad de llevar a cabo estudios genéticos en las enfermedades psicosomáticas señalan que: “Ha sido en extremo difícil identificar genes específicos que contribuyan a la herencia de los rasgos de personalidad, probablemente porque hay varios genes involucrados, lo que dificulta identificarlos aisladamente” (p. 204).
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