Artículos Científicos, Comentario a la Presentación del Dr. Augusto Peñaranda Sanjuán

Académico Gustavo Malagón Londoño

Agradezco a la Junta Directiva de la Academia el honor que me hace al designarme comentarista del interesante trabajo del Dr. Augusto Peñaranda Sanjuán; me complace esta designación que he aceptado gustoso. El autor, como polifacético intelectual, además de ser un eminente especialista en Otorrinolaringología, es un aventajado economista de la Universidad Javeriana en donde adelantó la Maestría con mucho éxito. Es a la vez Magíster en Administración en Salud.

A sus condiciones personales suma el Dr. Peñaranda, todo un acervo de títulos profesionales que en el área médica lo han llevado al más alto reconocimiento académico y en el sector de la Economía y la Administración lo proyectan como una figura promisoria que seguramente llegará a las altas posiciones de la gerencia estratégica en las instituciones de salud. Distribuye su vasta inteligencia entre actividades del campo médico y avatares del terreno económico-social; sus logros en la especialidad médica son bien reconocidos por sus colegas y discípulos. Lo más interesante de su habilidad inquisitiva es que así como se introduce magistralmente en la fosa coclear para realizar un laborioso implante, va hasta las nimiedades de las encuestas de hogares publicadas por el DANE para descepar de allí valiosos materiales informativos que lo llevan a montar una urdimbre de reflexiones y consideraciones de tipo social de insoslayable trascendencia dentro de la programática de un Gobierno. En una y otra disciplina Peñaranda exhibe el más acendrado profesionalismo.

Antes de introducirme en el análisis de su interesante trabajo traigo a la memoria aquella reflexión de Jacob Bronowski, autor del “Ascenso del Hombre”: “El hombre de hoy y de mañana tiene el compromiso con su conciencia de conocer al menos la realidad social de la gente que lo rodea; ignorarla es demostrar que toma como trampolín la arena movediza de la fantasía”. La natural tendencia del profesional es de perderse en las profundidades de cuanto se relaciona directamente con su ejercicio sin tocar siquiera de soslayo otros aspectos de orden social, político y económico que quizás le darían mejores armadías para su actividad cotidiana. La carga académica que debe soportar y la actitud que se le infunde desde el banco universitario, probablemente lleven al profesional a concentrarse sólo en su campo y dejar de lado el rico filón de las humanidades. El Dr. Peñaranda Sanjuán con trabajos como el que hoy nos presenta, además de informarnos gratamente sobre un aspecto del devenir social, nos invita a ocuparnos de singulares disciplinas que nos aportan el enorme beneficio de conocer las realidades de la gente que nos rodea. Su exposición siembra en este ámbito académico una valiosa información que abre inquietudes adaptables a los varios estratos de la sociedad y a los diferentes niveles profesionales; interesante sería como una parábola maquiavélica, por ejemplo, desarrollar el tema de los ingresos de un médico como retorno a los conocimientos adquiridos a través de los años de formación profesional. Seguramente descubriríamos un tremendo imbalance y una relación inversamente proporcional que llevaría a la frustración de muchos.

El trabajo que nos ocupa muestra el sector informal según el DANE como el grupo de comunidad al margen de la ley laboral en términos de ingresos y seguridad social o más claramente a un 57% de la comunidad colombiana con ingresos por debajo del salario mínimo legal y que no pertenece al sistema de seguridad social; cabe la consideración de que la variable de no pertenencia al Sistema de Seguridad Social desaparecerá en la medida que aumente la cobertura del Régimen subsidiado, con grandes expectativas en el momento actual sobre la base del programa de gobierno de sobrepasar el 80% de la cobertura antes de finalizar el actual cuatrenio.

Estudios de las economías formal e informal del país según reciente reporte de ANIF demuestran que un 30% de la población asignada al sector informal tiene ingresos superiores a grupos del sector formal, mientras el porcentaje restante conserva la marginalidad por debajo del salario mínimo legal. Las dos variables anteriores dan un giro a la definición del DANE, no sin reconocer que en la práctica una y otra significan una gran determinante respecto al crecimiento de la economía. La existencia de esa inmensa porción de la comunidad nacional con mínimos niveles de ingreso, tenga o no cobertura de la seguridad social, establece sin duda pesado lastre para el despegue económico y social del país. Se plantea un círculo vicioso: el sector informal aumenta porque la inseguridad lleva a la inestabilidad, disminuyen las inversiones en industria, frena la producción de bienes de capital, lo cual repercute en desempleo y éste a su vez engrosa las filas del sector informal. Es un enigma dentro de economías inestables prever el futuro del sector informal, pero sobre todo divisar hacia dónde se proyecta si se toman en consideración factores como el del desempleo en las ciudades por encima del 20% y la constante carga de la población desplazada: realmente sólo genios del sector económico y social pueden dirimir esta tremenda disyuntiva.

Mucho se ha elucubrado sobre el sector informal y desde mediados del siglo pasado han sido numerosas las publicaciones relacionadas con la salud, la seguridad social, la educación, el ingreso, la participación real en la economía, el crecimiento del sector, el acceso a los servicios públicos, a la vivienda, el retorno a la inversión en educación y otros varios aspectos de este importante sector poblacional. Muy destacados han sido los trabajos de Becker, Hanoch, Mincer, Abraham, Núñez y Tenjo, al igual que los del Banco Mundial de 1998 y el 2000, los de la Organización Mundial de la Salud de 2000 y 2001, los del BID de 2001, los muy recientes de ANIF y Fedesarrollo en nuestro medio. En todos éstos se vislumbra la evidencia de que el sector representa un papel destacado en los programas sociales, con una mayor atención en los países desarrollados en los cuales se aprecia el mejor deslizamiento hacia el sector formal y la menor tasa de inequidad en lo que hace relación al servicio social.

El estudio de Peñaranda Sanjuán, que abarca la década entre 1988 a 1998, basada en los datos de las encuestas de hogares realizadas por el DANE en este mismo período, trae consideraciones importantes que me permito destacar brevemente, no obstante que el autor en su clara exposición nos las presentó en forma objetiva y sucinta. Es menor el retorno a la inversión en educación en el sector formal que en el informal como una consecuencia de la crisis económica general de los países de la región y de la cual no se ha escapado el nuestro, llevando por la depresión de la inversión empresarial y la inseguridad al aumento de las cifras de desempleo, con inusitado auge de la oferta de trabajo que ha incentivado por parte de la demanda una disminución de los niveles salariales y aprovechamiento de la crisis para mayor exigencia de trabajo a menor costo. No obstante el autor encontró que “la rentabilidad de la educación en el sector informal es mayor, por lo mismo que pudo ser menor su inversión”.

La costosa inversión en educación y experiencia del sector formal y el pobre Retorno, ofrecen palpable ejemplo, en el caso de los profesionales de la salud en éste y otros países donde la concepción economicista neoliberal de la seguridad social apuntó claramente al fenómeno, que debiera constituir tema obligado de análisis y discusión en éste y otros recintos académicos con miras a suscitar una preocupación constructiva en las esferas decisorias del Estado hacia una solución oportuna y congruente.

El sector informal, representa el más alto porcentaje de la población, un 57% en Colombia con predominio porcentual de mujeres, mantenido fundamentalmente por el desempleo y alimentado con otros ingredientes como las migraciones y los desplazamientos forzosos a causa de la violencia. El ingreso obligatorio a la seguridad social dentro de la política prioritaria propuesta por el actual gobierno, modificará al menos los términos de la definición inicial y con las reformas propuestas muy seguramente subirán los niveles salarial y de empleo, con lo cual podría preverse una disminución del sector informal por debajo del 45%; en los Estados Unidos representó a principios del siglo pasado más del 50% que se ha ido reduciendo a menos del 30% en la medida que se afianzó el nivel económico del país y se organizó y estimuló la empresa informal. En los últimos años se apreció el incremento en los niveles de educación especialmente en áreas urbanas. El autor registra 24% de informales con educación secundaria o universitaria, contra un 76% con educación primaria incompleta, a la vez que establece a la postre que un hombre con estudios universitarios gana en promedio 7.3 veces más que uno con educación primaria incompleta. Con el devenir de igualdad de facilidades educativas para formales e informales existe la tendencia a disminuir la tasa de informales por lo mismo que sus empresas se estructuran como producto del nivel educativo de sus miembros.

Se ha cumplido la ecuación de que a mayor nivel de educación y de experiencia, mayores ingresos. Vale decir, que poco a poco con el esfuerzo de informales y nivelación por lo alto con formales, se estaría construyendo de manera lenta, pero estimulante el más sólido patrimonio de la nación, representado en su capital humano.

Tejemos esta ilusión en términos subjetivos, pero surge el tenebroso espectro de la actual situación económica y social agravada por el más indefinible terrorismo y llegamos infortunadamente a realidad diferente: la de una clase media más empobrecida que se desliza irremediablemente al sector informal a fuerza del desempleo y subempleo rampantes, y la de una gran población de pobres, más pobres cada día. Ojalá la fuerza moral, la fe inquebrantable y la dinámica positiva que caracterizan a la mayoría de los Colombianos logren detener este horripilante alud y podamos caminar pronto por los senderos de la lógica.

Sólo me resta felicitar al nuevo académico Peñaranda Sanjuán por su excelente trabajo y lo invito desde ahora a proseguir con estos importantes estudios de tipo socioeconómico que llenan los vacíos humanísticos de muchos de nosotros y nos colocan frente a la realidad inocultable.

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