Reseñas Bibliográficas, Una Ventana al Mundo de Kafka
Comentario al Libro “El Mundo Psicológico de Kafka”
por el Académico Adolfo De Francisco Zea
Académico Guillermo Sánchez Medina
*Presentado en la Sesión Académica del 11 de Julio del Año 2002 en la Academia Nacional de Medicina de Colombia.
Introducción
Fui invitado en forma comedida, por el doctor Adolfo De Francisco, para comentar su obra: “El Mundo Psicológico de Kafka”. Respondí que no era literato y menos crítico de Kafka.
Sin embargo, acepté hacerlo siendo consciente de las limitaciones que me acompañan y para las que pido de todos ustedes su consideración. Tenía sí el deseo al reto de lo incógnito.
Además sus argumentos fueron contundentes, pues se referían al compromiso con la Academia y, sin decírmelo, era también con él en nuestra historia compartida.
Mis motivaciones y expectativas personales conscientes eran múltiples para sumergirme en sus ideas que mueven el espíritu desde la piel a lo trascendente, de lo interno a lo externo y viceversa, y en que cada palabra puede ser objeto de análisis profundo, pues esa es su esencia.
Por ejemplo cuando el doctor De Francisco se refiere a la sublimación y a la estética, a la política, a la religiosidad, a la burguesía, al campesinado, a la nobleza, al absolutismo, al arte o a la historia, a la cosmovisión sociológica y literaria, al psicoanálisis para afrontar la realidad interna y externa, entonces el autor penetra en el mundo de la fantasía y del psiquismo, para entender el simbolismo implícito de Kafka.
Las motivaciones personales inconscientes, pertenecen a las tendencias irracionales de hundirme en espacios complejos para luego intentar ordenarlos; en medio está la contratransferencia que me une con el autor Adolfo De Francisco y otra la que se refiere a la temática kafkiana.
Breve Comentario
Con el profundo respeto que me merece el autor Adolfo De Francisco quiero destacar cómo inicia él la introducción de su obra: “Por muchos años he sido lector infatigable de Kafka.
He disfrutado siempre de la maestría de su prosa, de contemplar la profundidad de un pensamiento expuesto con sobriedad y elegancia, con honestidad y con altura”.
Estas frases pertenecen a una identificación proyectiva e introyectiva de él mismo, esos son su personalidad y sus rasgos de carácter.
Obviamente cualquiera que piense sólo superficialmente se dará cuenta que quien escribe proyecta sus partes internas en los contenidos evidentes y en los conceptos, que están entre líneas o entrelazados o con identificaciones con ideas de otros, además, uno es lo interpretado y otra la interpretación.
Estudié el texto con la sola prevención de lo dicho, y me encontré que en cada instante, en cada palabra, en cada frase del autor, había sabiduría sin pretensión o sin la arrogancia filosófica añeja que en ocasiones acompaña a la edad, pero sí con un tradicionalismo del pensamiento histórico. (Lea también: La Medicina Nuclear Temprana Historia y Reminiscencias Personales)
Además, los textos me llevaban a sumergirme en la historia del siglo XIX y principios del XX, y luego a lo magistral: la interrelación que hizo el doctor De Francisco desde los orígenes de Kafka, su juventud, el arte de escribir, la Carta al padre, El castillo, La religión y el judaísmo, su vida sentimental, El proceso, La condena, América, La vida de trabajo, La Metamorfosis, la manía y melancolía, la hipocondría y la tuberculosis hasta llegar al fin de su partida, la muerte.
En el texto el autor interrelacionó las ideas con lo hallado en la intimidad en Los diarios y correspondencia. He aquí, en estos títulos de los capítulos, el referente fundamental que tiene un pensador para adentrarse en lo humano del mundo y del sí mismo.
El doctor De Francisco hizo el análisis e integró el tiempo del proceso psicológico vital dejando a la luz todo lo creativo. Encontré que había muy pocos espacios para analizar de Kafka, más cuando trajo 96 autores comentados de sus lecturas y estudios predilectos que oscilan desde los filósofos griegos hasta llegar al siglo XX con Wicghestein, el cual postula enunciados factuales empíricos comprobables y los no comprobables pero que son verdaderos.
De Francisco rastrea pensamientos de literatos, poetas, médicos, físicos, historiadores, psiquiatras, psicoanalistas, sociólogos, todos de distintas escuelas mostrándonos una pluralidad de conceptos entre los que se incluye el de la espiritualidad y religión.
Esto nos revela una prodigiosa erudición; por lo tanto mi espacio toca los linderos de lo minúsculo, quizás para reafirmar lo escrito o hacer una asociación libre.
Mi lectura de Kafka es como el despertar de un sueño intranquilo, porque allí aparecen los monstruos en el infierno interno que todos tenemos, allá en el inconsciente que, de una u otra manera, salen a la consciencia y, así, a la vez, podemos deshacernos de ellos y dar un paso más al mundo reparador creativo.
Monstruos que nos producen pesadillas soñadas o vividas en el mundo interno, que se configuran por las tendencias de persecución y los mecanismos disociativos cargados de muerte y de silencios de la nada, como si se amarraran a la muerte para ser la evidencia de ella. Me atrevo a decir que gracias tanto
a la capacidad de creación de Kafka como la del doctor De Francisco, como de muchos, se logra salir de las ansiedades, de las tristezas, de los silencios, de las persecuciones, de los vacíos que hay en todos nosotros.
Así como en el análisis clínico, en las obras literarias y, en este caso, en las de Kafka hay alienaciones y confusiones por las que es necesario pasar para encontrar la libertad de expresión.
Hay un cuento de Kafka que lo tituló “Un Artista del Hambre”. En éste plantea el ayuno, el mirar al vacío delante de sí mismo, el deseo de sobreponerse a la debilidad cantando y mostrando a los espectadores la “injusticia de sus sospechas”.
En otro cuento “Un Artista del Trapecio“, muestra cómo sólo con una barra en las manos podría vivir sintiéndose así; Kafka escribe: “el artista se echó a llorar de pronto”; al encontrarse con la imagen de la autoridad, el empresario, éste se conmueve y, según Kafka, “comienza a dibujarse la primera arruga en la lisa frente infantil del artista del trapecio”.
Cualquier psicoanalista podría deducir que el complejo de castración en Kafka era evidente en sus escritos y dibujos y que, a pesar de su conflicto, el idioma era su “escalera” que le afirmaba al piso y pared de la realidad.
También se podría interpretar que Kafka era un voyeurista-exhibicionista, y cómo en sus escritos plasmaba el entorno de imágenes visuales. “Pero todos los días debe haber mínimo una oración enfocada conra mí, así como los telescopios están ahora enfocados contra el cometa”.
“Y si yo estuviese alguna vez frente a aquella oración (frase) así como por ejemplo la navidad pasada en que llegué al punto en que escasamente me pude hallar (estupor, atónito) y donde yo verdaderamente en el último escalón de mi escalera, que estaba tranquilamente afirmada en el piso y a la pared”. “¡Pero qué piso! ¡que pared!”.
“Y sin embargo, no cayó aquella escalera, así presionaran mis pies al suelo, así levantaran mis pies a la pared”.(2 )
Es interesante observar cómo en los dibujos a pie de página en un manuscrito del que seguramente surgió el cuento del “Artista del Trapecio”, está en ellos planteada su problemática edípica: el objeto masculino padre es deformado dibujando con una predominancia a la turricefalia, y con ello el área frontal predominante y la occipital ausente.
El conjunto del dibujo puede dividirse en tres, de izquierda a derecha: la figura que aparece a la izquierda como de una mujer por el cabello, la segunda parte son los trapecistas y la escalera. Y la tercera el conjunto de cabezas de hombres turricefálicos deformes, voluptuosos, sólo uno con cabellera y los otros como si fueran calvos.
Observemos que en cada dibujo el personaje tiene los ojos diferentes desde la apatía y tristeza hasta la sorpresa (el primero de izquierda a derecha triste, el segundo está con la mirada inquisitiva, el tercero en forma suficiente, el cuarto sagaz, cínico, agresivo, el quinto ausente, el sexto agresivo de águila, el séptimo misterioso y el octavo indefinido).
El último, muy deforme, con sorpresa, pareciera llegar a convertirse en una oreja. Las bocas y narices también son deformes e indican cada una sus deseos y necesidades.
Pareciera que dejara a la derecha el hombre y a la izquierda aparte la mujer y en medio los trapecistas.
2 Adolfo De Francisco. El mundo psicológica de Kafka, “manuscrito y dibujos de Franz Kafka”; traducción del Alemán por Irene Posada de Ospina, página 55, mayo, 2002
¿Qué nos podría indicar esto? La respuesta puede partir de que los hombres (figuras de padre) en los trapecistas y la mujer (madre) le da la espalda, no lo mira.
Como conclusión las tendencias exhibicionistas y voyeuristas están presentes pero con el mismo sexo; la mujer no la incluye sino en el conjunto y él, dividido en dos (trapecistas), juega en la escalera del equilibrio para que lo vean los hombres y no la mujer.
Sin embargo el artista es todo: mujer, trapecistas y hombres deformados. He ahí una organización de su Yo, sus objetos, necesidades, tendencias y conflictos.
Adolfo De Francisco escribe sobre el universo de Kafka cómo “es el teatro del mundo en el que el ser humano se encuentra de salida. El mundo kafkiano no se parece a ninguna realidad conocida; es una posibilidad extrema y no realizada del mundo humano.
Esa posibilidad, al decir de Kundera, se vislumbra detrás de nuestro mundo real y parece prefigurar el porvenir. El mundo kafkiano no se limita a la esfera personal o a la pública; las engloba a las dos, y es a la vez una mezcla de sueño y realidad ligados tan íntimamente, que en ocasiones lo onírico y lo real se hacen indistinguibles”.
Kafka usaba inconscientemente el mecanismo de la disociación funcional y la identificación proyectiva, para plasmar en sus escritos sus fantasías, sus relaciones objetales, sus deseos en palabras e imágenes, acciones y pensamientos complejos contradictorios, todos los cuales configuraban una armonía, he ahí la creación; al respecto escribía: “supiera lo difícil que resulta escribir, aun tan poco como lo hago”, porque “las cosas que imagino no se me ocurren desde su raíz sino desde algún punto situado en su mitad...”; “casi ninguna de las palabras que escribo armoniza con las otras, oigo restregarse entre sí las consonantes con un ruido de hojalata y las vocales unen a ellas su canto como negros de barraca de feria.
Mis dudas se levantan en círculo alrededor de cada palabra, las veo antes que la palabra y la palabra que no veo en absoluto, la invento” (Carta a Feliche 1910-1912). He aquí al prosista, al genio que canta y que describe cómo se unen y se inventan las palabras; sin embargo, hay una incógnita acerca de cómo nace o se construye el genio.
Kafka expresó lo que todos de alguna forma sentimos y fantaseamos. Creía o intentaba salir del túnel de sí mismo, o entraba al laberinto que une lo racional a lo irracional, la angustia con la paz y sin ella; sin embargo, no encontró el objeto de amor para entregarse y hacer la pareja creadora, salir de la soledad y recorrer el mismo camino con los fantasmas que vienen y se van.
La obra de Adolfo De Francisco es atrapante porque despierta una sensación curiosa de descubrimiento y algo más en el autor, y en Kafka, en el hombre, en la sociedad, en el entorno animado y silencioso evidente y oculto, en la vida, en las esencias de todos, en los que se presenta la lucha, el conflicto y los derivados de éste en la soledad. ¿Qué esperamos en Kafka?
La respuesta puede partir del descubrimiento del ser en el mundo, en la nada y en el todo, en la sutileza más fina de los objetos inanimados y animados, por afectos, sentimientos, valores e ideas de cada quien, que además desea encontrarse así mismo y su propia identidad, siendo coherente para incluir el objeto de sí mismo y del otro, identificándose. En todo este proceso está implícito aceptar diferencias, respetándolas y responsabilizán-donos de las mismas.
Podríamos agregar aquí que Kafka no culminó en su creación, y sin embargo, creó una manera de expresar el mundo mental en que la culpa inconsciente, de un delito incógnito, tiene que procesarse con un castigo y es, como lo dice De Francisco, el “mártir del sin sentido” que dejó de pensar en el suicidio por su melancolía, gracias a la creación porque ni la muerte le valía.
Muy posiblemente Kafka leyó a Cervantes, a Shakespeare, a Dostoievski, a León Tolstoi y a Flaubert entre otros tantos. Es así como con su imaginación construyó sus relatos con una gran naturalidad fantástica.
Su genialidad consiste en practicar la sabia inserción de la irrealidad inconsciente dentro de un escenario cotidiano real. García Márquez posiblemente hizo lo contrario de la realidad mágica, pasó al inconsciente y de éste a la realidad; la vida y la muerte; es decir, el todo conocido en el mundo psíquico.
En el último premio Cervantes, dado a Álvaro Mutis el pasado abril de 2002, éste dijo en una entrevista que “Cervantes tenía un pensamiento kafkiano“; ¿podríamos decir lo contrario?, ¿que Kafka tenía un pensamiento cervantino?
No será mejor decir que tanto Cervantes, Kafka como Borges, García Márquez y el mismo Mutis tienen un pensamiento proveniente de la fantasía inconsciente y/o del proceso terciario que oscila entre la realidad, la lógica y lo irreal, mágico e ilógico? Pienso que esto último es más apropiado porque aquí se ubica el proceso creativo.
El análisis aplicado que hace Adolfo De Francisco del Mundo psicológico de Kafka es más del contenido manifiesto de sus escritos, pero de éste se infiere el latente, y, con ellos dos, el contenido universal, “la dolorosa soledad, para resaltar en esa forma los elementos básicos que realiza su tragedia existencial”, lo que implicaría una soledad y un vacío frente al Todo, a Dios, al sentido cosmológico; “sentenciado, -como dice De Francisco-, a no encontrarse nunca”.(3 )
La interpretación que les damos a las fantasías inconscientes y lenguaje simbólico de Kafka, son susceptibles de crítica, pues no pertenecen a un proceso de interpretación clínica sino al psicoanálisis aplicado, lo cual también es válido en todo el arte, y como escribe De Francisco: “al ser humano, más que al animal, todo le es permitido menos el olvidarse de sí mismo“(pág. 150).
En su última carta a su amigo no se ve resentimientos ni odio y cuando no soportó el dolor dijo a su médico: “¡máteme, si no, usted es un asesino!. Al aplicarle la inyección y pedir al médico que no se alejara y éste aceptar el pedido, finalmente dijo: “pero yo sí me voy”. He ahí la realidad de la muerte, después de la fantasía, la confusión y la irrealidad mágica de su vida interna.
Kafka quiso morir e inmolar su obra volviéndola cenizas; así se lo pidió a su amigo Max Brod, quien gracias a su deslealtad con Kafka y lealtad con la cultura, el arte y la humanidad, no quemó su obra.
Es así como hoy aquí estamos volviendo sobre sus pasos.
Lo más importante de Kafka es lo universal que despierta en sus escritos, porque cada uno de nosotros en algún momento de la vida nos identificamos con parte de ese mundo psicológico, el que incluye el miedo, la ansiedad, la culpa, el castigo, la confusión, el aislamiento, la tristeza, la fobia, las obsesiones, las complejidades, utilizando nuestros controles con los que a veces queremos ser omnipotentes y acabamos aún más confusos o tratando de ordenarnos en alguna forma.
Todos de alguna manera, deseamos entender y comprender no sólo lo confuso sino aquello que no se conoce y deseamos se nos permita mayor libertad en el conocimiento; todo esto es lo que hoy nos trae Adolfo De Francisco Zea; gracias por su otra creación y gracias por darme este momento y espacio para compartir nuestro pensamiento.
Espero con este breve comentario haber cumplido con mi deber con las expectativas de la mayoría de ustedes, en especial del autor comentado, para que cada uno se lleve un recuerdo de esta noche que miramos por la ventana al inconsciente de Kafka y a un espacio de cada uno de nosotros.
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