Historia de la Medicina, El Espiritismo

Académico Adolfo De Francisco Zea
Presentado en la Academia de Historia de Bogotá

Hablar sobre espiritismo en Bogotá podría entenderse por algunos, como simplemente hablar sobre asuntos extraños ya pasados de moda; asuntos, además, esotéricos o teñidos de magia; o carentes quizás de la necesaria seriedad que deben tener estos estudios.

Sin embargo, el tema no ha dejado de tener su importancia y tiene además para nosotros; un indudable interés histórico por los desarrollos que en ese campo se llevaron a cabo en los Estados Unidos y en Europa en la segunda mitad del siglo pasado y a comienzos del presente, a los cuales no fue ajeno nuestro país.

En efecto, en las primeras décadas del siglo, algunos de nuestros compatriotas, muchos de ellos con indudable buena fe y adecuada preparación filosófica o científica, se empeñaron en indagar las posibles causas de ciertos hechos psicológicos, al parecer misteriosos, sobre los cuales, como lo expresara Luis Zea Uribe, “acumula la ignorancia las más diversas explicaciones“.

Quiero abordar el tema con la máxima objetividad de que sea capaz. Señalar los hechos históricos más sobresalientes con relación a estos asuntos y guardar el respeto debido a los espiritistas que consideran realidad incontrovertible la comunicación de los vivos con los muertos en el curso de sesiones espiritistas.

Tendría igual respeto por aquellos que no creen en la hipótesis espiritualista pero que ofrecen explicaciones alternativas acerca de las causas de los fenómenos de la médiumnidad, explicaciones en las que no se acepta la realidad de las comunicaciones entre vivos y muertos a través de los médium.

No es mi intención presentar una posición personal frente a los hechos, ni intentar convencer a ustedes sobre la verdad de una u otra de estas hipótesis. (Lea también: Síndrome de Desacondicionamiento Físico en Paciente con Estado Crítico y su Manejo)

Tampoco me referiré a los fraudes y engaños cometidos a favor o en contra del espiritismo, porque ellos escapan a un enfoque intelectual y científico de los hechos.

Pienso más conveniente y adecuado plantear los sucesos que históricamente tuvieron lugar en los comienzos del movi- miento espiritista, e indicar las explicaciones que se dieron en esos tiempos; relatar las primeras investigaciones hechas en Bogotá a comienzos del siglo y señalar finalmente la evolución que han tenido las ideas espiritualistas o espiritistas como indistintamente se las llama en nuestro medio, haciendo breve referencia a la práctica actual del espiritismo en Bogotá y en algunas regiones del país.

Según el relato que hace Henri Ellenberger en su libro “El descubrimiento del Inconsciente”, la historia del Espiritismo se inicia en 1847 cuando un hombre de Hydesville, cerca de Arcadia, Nueva York, comenzó a ser molestado por misteriosos ruidos que se oían en su casa durante la noche, razón por la cual la cedió al granjero John Fax quien la ocupó con su esposa y sus hijas de quince y doce años de edad.

Las alteraciones persistieron. En la tarde del 31 de marzo del año siguiente, un aldabón repitió los ruidos hechos a propósito por una de las hijas y a continuación, en presencia de los vecinos, respondió con un código rudimentario a las preguntas hechas por la madre. En adelante, las “comunicaciones” con la Señora  Fax y sus hijas se hicieron más frecuentes y fueron atribuidas a los “espíritus” de personas ya fallecidas.

La noticia de los extraños acontecimientos se extendió con rapidez por los Estados Unidos, país que apenas contaba con veinte millones de habitantes y era propenso en esos tiempos al desarrollo de contagios de naturaleza psíquica, característica sociológica que explica fácilmente la rápida extensión de movimientos espiritualistas como el de los mormones y el mismo espiritismo.

En 1850 se describieron sesiones en las que se escuchaban ruidos fuertes y extraños de origen desconocido, o bien se apreciaban fenómenos físicos del tipo de movimientos y levitación de mesas pesadas. Bien pronto surgieron numerosos relatos acerca de la aparición de “fluidos visibles” que adoptaban formas de figuras imprecisas que algunos consideraron como espíritus materializados.

Dos años más tarde, la ola del espiritismo cruzó el Atlántico e invadió a Inglaterra y Alemania; al año siguiente se extendió a Francia y muy pronto alcanzó todos los lugares del mundo civilizado.

Cien años antes de la rápida irrupción del espiritismo en Europa, extraños y al parecer misteriosos hechos habían llamado la atención de las gentes del viejo mundo, sobre los que se especula y se discute con amplitud en los medios culturales, científicos, religiosos y populares de diversos países.

Me refiero al Magnetismo Animal y al Hipnotismo, que aparecieron en el viejo continente a mediados del siglo XVIII cuando Europa occidental había cambiado bajo el hechizo de una nueva filosofía, la Ilustración, que proclamaba la primacía de la razón sobre la ignorancia, la superstición y la tradición ciega.

Por esos días, el austriaco Johann Joseph Gassner, ordenado sacerdote en 1750, comenzó a presentar, en el ejercicio de su ministerio religioso, violentos dolores de cabeza, vértigos y otros síntomas que empeoraban al comenzar a celebrar la Misa, a rezar o a confesar a sus feligreses. Sospechando la intervención de Satanás recurrió a los exorcismos de la Iglesia ya la oración, con lo cual desaparecieron los síntomas.

Comenzó entonces a exorcizar a los pacientes de su parroquia y su fama se extendió por las comarcas vecinas, gracias a la publicación de un pequeño libro sobre el tema. Teniendo en cuenta la atmósfera reinante en la Europa ilustrada, se comprende el motivo de la oposición que se levantó frente a Gassner.

En Roma, el Papa Pío VI ordenó una investigación de las actividades del religioso y expidió un decreto según el cual, el exorcismo, como práctica curativa de la Iglesia, debía realizarse con discreción y ajustándose exactamente a las prescripciones del ritual romano.

Años más tarde, el alemán Franz Anton Mesmer, personaje inquieto que había hecho estudios de teología, leyes y medicina, dio el paso que condujo del exorcismo a las psicoterapias. En 1774, estudió una enferma de veintisiete años cuyos síntomas se presentaban por crisis periódicas cuyo curso trató de modificar.

Se sabía en ese entonces que algunos médicos ingleses trataban ciertas enfermedades por medio de imanes y a Mesmer se le ocurrió provocar una “corriente artificial” en su paciente. Después de hacerla ingerir un preparado ferroso le fijó al cuerpo tres imanes de diseño especial en el abdomen y en las piernas.

Bien pronto la enferma comenzó a sentir corrientes extrañas que le recorrían el cuerpo y los síntomas desaparecieron durante varias horas. Mesmer supuso que tales efectos no podían ser producidos sólo por los imanes sino que debían ser causados por algo diferente; pensó que las corrientes magnéticas de su paciente eran producidas por un “fluido” acumulado en ella al que denominó magnetismo animal. El imán, suponía, no era otra cosa que un medio auxiliar para reforzar ese magnetismo y darle una dirección.

Cinco años más tarde, expuso públicamente sus creencias, según las cuales existe un fluido sutil en el universo que actúa como un medio de unión entre los hombres, entre éstos y la tierra y entre la tierra y los demás cuerpos celestiales.

La enfermedad se originaría en una desigual distribución del fluido en el cuerpo humano y la recuperación se obtendría al restaurar el equilibrio. Mediante técnicas especiales, pensaba, ese fluido podría ser canalizado, almacenado y trasmitido a otras personas, con el objeto de provocar “crisis” y curar las enfermedades.

Mesmer sostenla que el magnetismo obedecía a leyes similares a las de la electricidad; por esa razón, pensaba que su fluido poseía polos, corrientes, descargas, conductores, aisladores y acumuladores, e ideó un instrumento, el “baquet”, para concentrarlo y poderlo aplicar a los enfermos.

Para Mesmer, la curación se obtenía solamente por efectos del magnetismo y la única medicación que empleaba era el agua magnética colocada en el baquet. Los pacientes se sentaban en silencio alrededor del instrumento; algunos experimentaban sensaciones corporales peculiares y entraban en “crisis” que en ocasiones se extendían por contagio de un paciente a otro.

El marqués de Puysigur, Armand de Chastenet, discípulo de Mesmer, observó en alguna ocasión que uno de sus pacientes magnetizados había presentado una crisis extraña en la que parecía estar más despierto y consciente que en su estado de vigilia.

Hablaba en voz alta, respondía con brillantez a las preguntas y exhibía una mente más aguda que en su estado normal, fenómenos similares a los que se observarían después en algunas sesiones espiritistas. Superada la crisis, el paciente no recordaba lo que había sucedido. Intrigado, Puysigur volvió a provocarle las crisis que luego ensayó con éxito en otros sujetos.

Los pacientes del marqués, campesinos de la región, se sentaban al pie de árboles magnetizados, unidos en cadena, tocándose las manos como lo harían posteriormente los espiritistas en sus sesiones habituales, creyendo sentir un fluido que circulaba entre ellos.

Transcurrido un tiempo, el marqués ordenaba que se rompiera la cadena, tocaba a algunos con una varilla de hierro y les daba, entonces, órdenes que cumplían de inmediato, sin que al despertar recordaran lo ocurrido. Puysigur reconoció la semejanza de ese sueño magnético con el sonambulismo natural y le dio el nombre de “sonambulismo artificial” que después Braid habría de cambiar por el de hipnosis.

En París, Puysigur organizó la Sociedad de la Armonía, con el propósito de formar magnetizadores y crear centros de tratamiento magnético. Su movimiento fue abruptamente interrumpido por la Revolución Francesa; la Sociedad de la Armonía desapareció y los campesinos, en lugar de sentarse al pie de los árboles magnetizados, se reunían alrededor de los “árboles de la libertad” para oír los discursos revolucionarios.

Hacia 1810, en su libro “Historia crítica del magnetismo animal”, Deleuze señaló como cosa del pasado la vieja lucha entre los fluidistas que creían en el fluido físico de Mesmer, los animistas que creían en el fenómeno psicológico, y los que sostenían la existencia de un fluido físico dirigido por la voluntad.

Rechazó las ideas acerca de pretendidas manifestaciones pretenaturales y señaló los peligros que podría tener el magnetismo. Las técnicas, utilizadas por algunos en demostraciones teatrales bien remuneradas, dieron lugar a epidemias psíquicas y llevaron al magnetismo a un descrédito casi total.

En Colombia, la historia de la hipnosis se inicia en 18,75con el libro “Ensayo sobre el magnetismo”, publicado en El Socorro por el empírico Antonio Uribe Silva en el que, partiendo de las ideas de Mesmer, aborda toda suerte de asuntos divinos y humanos en temas de fisiología, astronomía, física, zoología, religión, espiritismo, metafísica y terapéutica.

Pocos años después, el doctor Proto Gómez publica su estudio “Inconvenientes y peligros del hipnotismo” y el doctor Nicolás Osorio su magistral conferencia sobre el “Hipnotismo”.

La primera mención relacionada con la hipnosis médica, según Humberto Rosselli, se encuentra en la Tesis de Grado del doctor Andrés Saa sobre la Histeria, publicada en 1894, en la que relata que el doctor Juan David Herrera trató con hipnosis uno de sus casos, constituyéndose en el iniciador de ese método terapéutico entre nosotros.

Dos años más tarde, el doctor Juan B. Montoya y Flórez practica una trepanación craneana bajo sueño hipnótico. Posteriormente, en 1916, se publica un curioso folleto, “El hipnotismo y las fuerzas ocultas”, del autodidacta Segura Solano, en el que se refiere a los fenómenos del espiritismo diciendo que las mesas de los espiritistas son acumuladoras del fluido hipnótico provocado por las manos de los que se sientan a su alrededor.

Con relación a la Iglesia Católica, afirma el autor del folleto: “Gracias a la intervención de los sabios, la Iglesia no condena de manera absoluta el hipnotismo, a pesar de que las congregaciones romanas no dejan de disparar sobre estos estudios, altamente libertadores de la razón, los f1amígeros dardos de las excomuniones … “.

Los primeros en estudiar en Europa los fenómenos del espiritismo, creyentes en su origen ultraterreno, consideraron que las manifestaciones espiritistas depend ían de la personalidad de los participantes que se congregaran para lograrlas.

Algunos, podían impedir la aparición de los “espíritus” en tanto que otros las favorecían, y sólo unos cuantos privilegiados podían servir de “médium” o intermediarios entre los vivos Y los muertos. Ciertos médium podían escribir de manera automática o hablar en estados de trance, y se afirmaba que provocaban la aparición de fenómenos físicos.

Ya para 1862 se lograron tomar fotografías, supuestamente de “espíritus”, y se obtuvieron huellas en parafina o yeso de sus manos. La epidemia del espiritismo, explosiva en un comienzo, fue cediendo con lentitud en Europa. Sin embargo, numerosos grupos de espiritistas permanecieron bastante activos en el resto del mundo hasta mediados de este siglo y todavía se encuentran ampliamente establecidos en países de América Latina como el Brasil, Venezuela, Argentina y Colombia.

A partir de 1857, León Hipólito Denisard Rivail sistematiza el espiritismo en numerosos trabajos publicados
bajo el seudónimo de Allan Kardec y le dio el aspecto de una religión laica de gran aceptación. Su “Libro de los espíritus” se convirtió, según Janet, en “guía no sólo para los espiritistas sino para los espíritus”. El nombre de Kardec es respetado por sus seguidores y sus doctrinas continúan divulgándose en los Centros
espiritistas de Bogotá y de otras ciudades del país.

El estudio científico de las manifestaciones espiritistas se inicia en Londres en 1871 con Sir WilIiam Crookes. Crookes era un físico y químico londinense, célebre en su tiempo por su descubrimiento de los rayos catódicos.

Era experto en el campo de la electricidad, había descubierto el Thalium y obtenido las primeras fotografías aceptables de la luna, y en los medios científicos se le tenía como uno de los principales hombres de ciencia de Inglaterra. Crookes expresó inicialmente escepticismo y desconfianza con relación a la autenticidad de los fenómenos.

No tarda, sin embargo, en convencerse de la realidad de los mismos, atribuyendo su origen a la existencia de una “Fuerza Psíquica” que actuaría por fuera de las leyes conocidas de la naturaleza, fuerza que no creía relacionada con acciones de los espíritus de ultratumba.

Sus experiencias fueron continuadas en Francia por el fisiólogo Charles Richet, quien atribuyó los fenómenos a la existencia en algunas personas de un “sexto sentido”, capaz de captar fragmentos de la realidad que escapan al alcance de la vista, el oído, el tacto, el olfato y el gusto. Posteriormente, Richet se convirtió en ferviente espiritista al aceptar la realidad de las comunicaciones con el más allá.

Crookes y Richet estudiaron los fenómenos medianímicos con algunos de los más afamados médium de la época, como Elizabeth Piper, Eusapia Paladino y Daniel Dunglas Home, y divulgaron sus conclusiones en libros de gran aceptación.

Entre los intelectuales que se interesaron por esos estudios merecen citarse los nombres del filósofo norteamericano WiIIiam James, el criminalista Cesar Lombroso, el naturalista Alfred Russel Wallace, codescubridor con Darwin de los mecanismos de la Evolución, el creador de Sherlock Holmes, Arthur Conan Doyle, el célebre astrónomo Camilo Flammarion y el insigne escritor Víctor Hugo.

Gradualmente surgió como nueva ciencia la parapsicología. A tiempo que el norteamericano Frederick Myers admitía la hipótesis de la supervivencia después de la muerte para explicar los hechos de la mediumnidad, Flournoy, en Suiza, pensaba que los fenómenos podían ser explicados como efectos de percepción subliminal y de criptomnesia.

Para William James, los hechos, que en su opinión eran reales y no simulados, no podían ser explicados por las leyes de la naturaleza conocidas en su época, pero no se podía afirmar que fueran producto de la comunicación de los vivos con los muertos.

En Colombia, fenómenos análogos a los del espiritismo aparecieron a finales del siglo pasado en las zonas mineras de Antioquia y Caldas, en donde la mezcla de blancos, indígenas y negros condujo al desarrollo de sincretismos de creencias, supersticiones y fantasías, que hicieron propicias las condiciones para que surgieran movimientos espiritistas.

Don Tomás Carrasquilla, en “La Marquesa de Yolombó”, trazó en forma admirable la vida de los mineros antioqueños durante la Colonia. Describió la pobreza, la mala nutrición y el bajo nivel de educación de las gentes de esas comarcas y señaló cómo la mezcla de las características sociológicas de los tres grupos étnicos establecidos en las zonas mineras, favoreció la formación de un conjunto abigarrado y confuso de creencias en espíritus y duendes, que le hacían exclamar: “Muchos al salir de noche andan espantando espíritus como quien espanta zancudos en el Magdalena”.

A la abundancia de supersticiones de diversa índole, se agregaron prácticas mágicas, conjuros de brujos y hechiceras, vaticinios de adivinos y augures, pitonisas y zahoríes, al igual que leyendas fantásticas y extraños hábitos de vida que dieron peculiar colorido al grupo de gentes que habitaba esos lugares.

En un ambiente tan peculiar como el de las minas de oro y de carbón de la provincia antioqueña, surgieron muchos de los personajes que animaron el mundo de la fantasía de ese conglomerado humano, como la Madremonte que envenena las aguas, el diablo, el Patetarro, y el Bracamonte o duende de la bruma de la noche. No es de extrañar entonces que la evocación de los espíritus de los muertos, encontrara entre los habitantes de esos parajes un ambiente fecundo para desarrollarse.

Luis Zea Uribe nació en Titiribí en 1872. En las montañas antioqueñas de su tierra natal le fueron familiares las minas de oro y de carbón y las leyendas y creencias de sus habitantes. Cuando se graduó de médico en Bogotá, a finales del siglo, las investigaciones psicológicas sobre el mesmerismo, el hipnotismo y el espiritismo, florecían en los medios culturales de París y de Londres.

Su viaje de estudios médicos a Francia le dio la oportunidad de ponerse en contacto con algunos de los investigadores que, por esos días, publicaban observaciones sobre los extraños fenómenos psicológicos que habrían de constituirse en uno de los puntos centrales de su interés intelectual.

Años después, emplea la hipnosis en el tratamiento de pacientes histéricas y hacia 1915 emprendió el estudio científico y sistemático del espiritismo que culmina ocho años más tarde con la publicación en París de su libro “Mirando al Misterio“. lea Uribe llevó a cabo sus investigaciones con un grupo de estudio integrado por su esposa y por algunas personalidades bien conocidas de la ciudad, como don Simón López, abuelo del doctor Alvaro López Pardo, antiguo miembro de esta Academia, y don Luis y don Jesús Del Corral.

Los fenómenos físicos que se describen en el curso de las sesiones espiritistas no tuvieron para Zea Uribe importancia primordial. Como pensador, le eran de mayor interés las llamadas comunicaciones intelectuales en las que, supuestamente, los espíritus expresan a los espiritistas ideas del más elevado nivel filosófico y ético; pero también relató mensajes de pobre nivel que atribuía a entidades de psiquismo inferior.

Algunas de sus observaciones se refieren a comunicaciones hechas en idiomas desconocidos por el médium, como las de un boga del Magdalena que se expresaba en correcto francés, idioma que no conocía, pero que lea Uribe hablaba de manera correcta.

Un psicólogo de nuestros días explicaría estos hechos como debidos a un proceso de sugestión que establecería un lazo entre el experimentador y el médium, y diría que el contenido de la comunicación sería producido por la psiquis del experimentador. Como dato curioso, vale la pena señalar que la xenoglosia, es decir, el expresarse en un idioma desconocido, es atribuida por la Iglesia a la íntervención de Satanás y constituye una indicación específica para el exorcismo.

La primera y más fundamental de las postulaciones del espiritismo es la existencia de la vida ultraterrena y la posibilidad de comunicación con los espíritus, punto central de la filosofía y la práctica espiritistas. La segunda, es la creencia en la reencarnación, que explicaría las diferencias palpables existentes entre los seres humanos, y la posibilidad de éstos de evolucionar espiritualmente a través de una serie de vidas sucesivas, tal como lo sostienen muchas de las religiones orientales.

Un espiritualista francés de principios del siglo, el coronel Alberto De Rochas, creía obtener en el curso de sesiones espiritistas regresiones del médium a sus vidas anteriores, tal como lo sostienen actualmente estudiosos que se han ocupado del tema de la muerte en conocidos libros, como la doctora Elizabeth Kobler-Ross y el doctor Raymond A. Moody. Sin embargo, este fenómeno, interpretado por los psicólogos como auto hipnosis, no ha logrado producirse en sentido contrario, es decir, anticipando los acontecimientos de vidas del futuro.

La visualización de formas imprecisas de “espíritus materializados”, es atribuida por el espiritismo a la existencia de un peri espíritu, ectoplasma o cuerpo astral que se haría visible en condiciones especiales, y Conan Doyle, en su “Historia del Espiritismo”, presenta fotografías de esas supuestas “apariciones”. La credibilidad en ellas, se vio afectada cuando el sacerdote jesuita Carlos Marma De Heredia, quien además de ejercer su ministerio religioso era un hábil prestidigitador, demostró la posibilidad de hacer fraudes con facilidad en sesiones realizadas a media luz o en la oscuridad.

La creencia en el peri espíritu es, sin embargo, muy antigua; ya Homero señala en la llíada la imagen de Patroclo apareciéndose ante Aquiles para clamar venganza por su muerte; y Demócrito, que creía que el ente espiritual estaba constituido por una materia muy tenue, pensaba que el cambio en la velocidad de los átomos permitía que el alma de los seres pudiera verse en ocasiones en lugares cercanos a los sitios en que sus cuerpos habían sido enterrados. La ciencia moderna no ha confirmado esas afirmaciones de otros tiempos.

Cuando Zea Uribe publicó sus experiencias y expuso sus ideas sobre al origen de los fenómenos espiritistas, apenas comenzaban a divulgarse las impactantes teorías de la psicología dinámica y del psicoanálisis; no se habían desarrollado los conceptos modernos sobre funciones psíquicas como las emociones, la percepción y la memoria y los sistemas técnicos de estudiarlas; ni se habían planteado las actuales hipótesis sobre las estructuras mentales y sus relaciones con el cuerpo, que ocupan hoy en día importante lugar en las investigaciones de filósofos, psicólogos, físicos y matemáticos, neurólogos y expertos en teorías de la comunicación.

De allí que al hacer el estudio crítico de su obra sea necesario colocarse en la perspectiva de la época en que realizó sus experiencias y publicó su libro, sin pedir del autor, en lo que concierne a la explicación científica de los hechos espiritistas, más de lo que podía ofrecer en su momento dado el estado de la ciencia y la tecnología de la época.

Los significativos avances de la psicología, la parapsicología y las neurociencias, ofrecen en la actualidad explicaciones científicas más racionales sobre los fenómenos que el espiritismo atribuye a la comunicación con espíritus del más allá.

En efecto, trabajos realizados en sujetos bajo hipnosis, han permitido estudiar los estados de trance, catalepsia o letargo y reproducirlos a voluntad, sin necesidad de invocar la presencia actuante de entidades del más allá.

En igual forma se estudian los posibles casos de telepatía y los estados de clarividencia y clariaudiencia que se presentan en situaciones diferentes a las sesiones espiritistas. Tales trabajos muestran el innegable papel que juegan, en la génesis de esos fenómenos, la sugestión, la autosugestión y la auto hipnosis, en personalidades susceptibles.

Las bases teóricas actuales de las explicaciones acerca de lo que realmente es la mediumnidad, se sustentan en lo psicológico, en los conceptos freudianos del inconsciente personal y en las ideas jungianas del inconsciente colectivo; y en el campo de la neurobiología, estan relacionadas con las postulaciones actuales de la ciencia sobre las bases psicobiológicas de la conducta humana.

En un pequeño libro, casi desconocido, publicado en 1992, doña Colombia Montoya de Martínez hace un relato de la historia del espiritismo en Colombia y explica suscintamente sus aspectos científicos, filosóficos y éticos, basándose para ello en las obras de Kardec.

Entre las figuras nacionales más destacadas del espiritismo, después de Zea Uribe, menciona a don Juan de Dios Parra, médico alópata y homeópata, nacido en el Tolima en 1880 y fallecido en Medellín. El doctor Parra, hombre infinitamente bondadoso en su práctica profesional, fundó el Centro espiritista rural, “La Voz del Secreto” en El Líbano y su hija fue fundadora del “Cernil” que aún funciona en la ciudad de Pereira.

Hace mención de don Bias Hernández Ordóñez, escritor, periodista y poeta santandereano, inquieto estudioso de la mediumnidad y fundador del Centro “Alba Luz”. Se refiere al “Juan Bautista”, quizás el más conocido de los centros espiritistas Bogotanos, y menciona los nombres de otros ubicados en diversas ciudades del país, encargados de congregar a los afiliados y difundir las creencias y mensajes del espiritismo.

Se refiere también a los seminarios, congresos y eventos especiales realizados hasta 1991, con participación de visitantes de Venezuela, Argentina y Brasil, y a las numerosas conferencias dictadas, algunos de cuyos títulos indican por sí mismos los temas que mueven el interés de los espiritistas nacionales: “La Mediumnidad”, “La Reencarnación”, “Masonería y Espiritismo”. “El Magnetismo” y “La función reformadora del Espiritismo”.

Pero hasta donde llegan mis conocimientos, el espiritismo en Colombia no se estudia mediante la aplicación de los progresos de la ciencia y la tecnología a que antes hice referencia. quizás porque, por su misma naturaleza. sus afirmaciones no son demostrables por métodos científicos. Tampoco se publican trabajos o análisis de índole filosófica o ética sobre sus postulaciones y creencias. Al parecer, todo se reduce a congregarse para escuchar el anhelado mensaje del más allá que produce consuelo y permite afrontar la aflicción.

Se podría entender entonces al espiritismo como una reacción exitosa contra el materialismo, que cumple una función social, al invitar a sus adeptos, congregados en reuniones íntimas, casi familiares, a llevar una vida mejor. con el anhelo y la íntima convicción de lograr con ello un adelanto espiritual en la prolongada y dolorosa cadena de sucesivas existencias.

Las enseñanzas del espiritismo, centradas en las doctrinas expuestas por Kardec hace 50 años, intentan conducir a sus adeptos hacia lo que ellos llaman la religión del futuro, que en el fondo no es otra cosa que una forma de religión alternativa, una religión laica como la llamara Janet, que colma una necesidad de rituales y devoción sin exigencias intelectuales, a escala casera, atenta a las ansiedades triviales que sustituyen a las grandes cuestiones de la mente.

La búsqueda de la verdad ha sido un antiguo proyecto ampliamente compartido por la humanidad. En culturas primitivas ágrafas, es usual entender la verdad como lo constatado emocionalmente o mediante modos de percepción no sensoriales ni racionales. La figura del antiguo chamán, mediador espiritual entre los miembros de la tribu y las divinidades, para quien lo que siente es la verdad, se transforma con el correr
del tiempo en el médium que busca una validación científica de los fenómenos que produce. De allí que para algunos, el espiritismo de nuestros días no sea otra cosa que un cuasi chamanismo adaptado a la cultura actual; un “chamanismo de ropaje elegante”, como lo llamara Felipe Fernández-Armesto.

La autenticidad de hechos psicológicos tan misteriosos y extraños como la aparición ante los deudos de personas recientemente fallecidas, o la observación de figuras religiosas en las nubes o en las paredes de una casa de Piendamó, sería para algunos una verdad incuestionable, en tanto que para otros solamente una ilusión producida por los sentidos que no siempre son fiables.

Algunos aceptan la verdad de los hechos cuando la mayoría de las gentes se inclinan por ella, en lo que se ha llamado la verdad de opinión, en tanto que otros, esperan pacientemente a que una autoridad eclesiástica o de otro orden, ratifique la realidad de los fenómenos para aceptarlos sin más dudas.

Los intelectuales, por su parte, piden que se cumplan los postulados del método científico; les gustaría verificar los hechos y reproducirlos a voluntad para eliminar aquellos que no se conformen con las leyes conocidas de la naturaleza.

Algunos, evitan pronunciarse hasta no disponer de nuevos conocimientos, más avanzados, que no estén en contravía con las leyes y paradigmas científicos del momento. Pero en tratándose de fenómenos que tienen que ver más con las áreas espirituales que con las materiales, el método científico, como lo he señalado, difícilmente puede aplicarse.

En general, pienso que cada cual, en su fuero interno, es libre de aceptar o rechazar la autenticidad de los fenómenos espiritistas y de darles la interpretación que considere más conveniente de acuerdo a su propia idiosincrasia. su formación, su educación y sus creencias.

Pero, indudablemente, nadie puede reclamar para sí mismo ser el único y auténtico depositario de la verdad. De allí que me parezca razonable y adecuada la frase empleada por Zea Uribe al final de su libro, con la cual termino yo también esta conferencia: “y …continúa la discusión …”.

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