Enfermedades y Geopolítica en Colombia
Hugo Armando Sotomayor Tribín
El presente artículo “Enfermedades y geopolítica en Colombia” relacionará las enfermedades con dos fenómenos sociales y políticos que han pesado grandemente en la conformación histórica de nuestro país: el acento político y el progreso económico para algunas regiones, al tiempo que el descuido y abandono para otra, y el racismo.
El primero, el relacionado con la asignación de una mayor importancia en un momento dado a algunas regiones y su contrapartida, el descuido de otras, aunque se podría considerar de forma aislada y el segundo, el racismo, si bien podría entenderse sólo en la perspectiva social de la marginación, ellos en nuestra historia no se han presentado aislados uno de otro sino que se han superpuesto.
En Colombia las regiones donde las políticas emanadas del Estado han dejado menos beneficios son aquellas donde las poblaciones dominantes han sido las indígenas y las negras. Al descuido de regiones geográficas se le ha sumado el racismo. Es en esta perspectiva histórica social y política con la que trataré el tema. (Lea también: Diabetes y Enfermedad Coronaria)
El fenómeno de la marginación racial y social no lo he enfrentado sólo desde el punto de vista geográfico y político, como proveniente de afuera, sino que lo he querido analizar como un fenómeno cultural de respuesta, objeto de un estudio y una aproximación antropológica, de los grupos humanos vistos -por los grupos de poder, la ideología dominante y el Estado como inferiores.
La historia de las enfermedades no se puede hacer aislada de los determinantes sociales, políticos, económicos e históricos generales, no se puede hacer sin conocer las respuestas que los grupos humanos dan a la realidad cotidiana del enfermar, de su vivencia, de las transformaciones de sus hábitat ni de sus experiencias como dueños de un sentido de territorialidad o identidad.
Desde hace muchos años la historia de la medicina, el desarrollo de lo que se ha llamado medicina social ha enfatizado que las soluciones para los problemas de salud de un grupo, un pueblo, no dependen de las decisiones impuestas desde fuera de ellos sino que ellas dependen de que las comunidades afectadas se apropien y desarrollen de los avances técnicos y médicos generados en su propio seno o fuera de él y participen activamente en la superación de sus problemas sociales y económicos.
Para entender la historia de las enfermedades y su relación con la geopolítica en Colombia es necesario primero que todo ver cuál debió ser el panorama sanitario de las sociedades prehispánicas en lo que hoy es Colombia.
De ellas se puede decir que no tuvieron altas densidades, ni fueron constituidas por familias numerosas, ni presentaron una natalidad desordenada; que aunque tuvieron expectativas de vida probablemente bajas conocieron y respetaron a los viejos; que eran compulsivamente aseados con su cuerpo y su vivienda.
Que no convivieron con animales intradomiciliarios; que por razones de densidad de población, tipo de economía y conceptos religiosos y mágicos cuidaron de las aguas y de los recursos alimenticios; que aprovecharon maravillosamente los enormes recursos alimenticios de las diversas regiones del territorio y que no sufrieron de hambre ni malnutrición proteico-calórica -como se colige de los datos etnohistóricos, arqueológicos y etnográficos- ni de carencias específicas de vitaminas -escorbuto, pelagra, beriberi, raquitismo-.
Que no padecieron de paludismo, uncinariasis por Necator americanusfiebre amarilla urbana, dengue, cólera, filariasis -diferente a laocasionada por la Mansonella ozzardi en las regiones más orientales de nuestra Amazonia-, que desconocieron el tifo exantemático y el murino, que no padecieron por las tenias saginata ni solium, que no tuvieron la plaga de los roedores de Rattus rattus, R. norvegicus y Mus musculus y sus pulgas, la Xenopsilla cheopis, que por no vivir con perros -muchas de las comunidades- no padecieron por el Toxocara canis.
No conocieron infecciones respiratorias como la gripe, ni enfermedades transmitidas por vía aérea como la viruela, el sarampión, la rubeola y la parotiditis; muy probablemente no sufrieron de hepatitis B, no conocieron la gonorrea, etc.
Pero sí conocieron la sífilis, el carate y la toxoplasmosis; en algunas regiones pudieron padecer por el mal de Chagas y la leishmaniasis mucocutánea y en otras pudo haber tuberculosis.
Si bien entre las diferentes etnias hubo frecuentes conflictos y luchas, en sus guerras no se buscó el aniquilamiento del contendiente; si algunas sociedades practicaron la esclavitud ésta nunca fue motivada por razones económicas sino que fue más bien practicada por razones de prestigio tribal y ritual; si hubo discriminación de algunas comunidades sobre otras ese fenómeno no se equiparó al racismo.
Todas ellas al disfrutar de un profundo sentido de territorialidad e identidad con su historia, y hábitat fueron en ese sentimiento una poderosa barrera psicosocial contra muchas enfermedades.
Con la llegada de los españoles el espacio del mundo indígena fue determinado por las necesidades militares, económicas y políticas de la conquista primero y de la defensa de la colonia después.
La costa Atlántica y la defensa de sus puertos se convierte en la prioridad militar de los españoles ante los intentos de sus enemigos europeos; el dominio de las poblaciones indígenas del interior andino e interandino y la explotación de los negros esclavos de las minas del bajo Cauca, Chocó, son las tareas económicas sobre las que se construye el poder colonial español.
Las preocupaciones del poder español estaban centradas básicamente en la frontera del mar Caribe y las tierras donde había indios encomendados y negros esclavizados.
Con la conquista y su guerra de tierra arrasada surge el primer azote epidémico que afecta el mundo indígena de Colombia: el hambre; en vísperas de crearse la Real Audiencia de Santafé se presenta la primera epidemia de gripe que, proveniente del Perú, asola y diezma la población del sur del Nuevo Reino; unos años después de haberse erigido la Real Audiencia ingresa al territorio desde la costa caribe la primera epidemia de viruela.
Aunque sólo hasta finales del siglo XVI hablan los cronistas con claridad de fiebres tercianas o cuartanas-paludismo-, la variedad más grave del paludismo, el falciparum, seguramente ya afectaba a las personas que lo trajeron, los negros, en las zonas mineras del bajo Cauca; cosa igual puede decirse del otro parásito que llegó con ellos, el Necator americanus -favorecido en su ciclo vital por las condiciones del cultivo del plátano alrededor de sus minas, y por sus hábitos de defecación y no calzar zapatos.
La lepra, si bien afectó a algunos españoles, desde un principio se instaló como enfermedad epidémica entre los negros bozales desembarcados y depositados como mercancía en los puertos negreros del Caribe –principalmente Cartagena-.
La destrucción de las familias indígenas por la acción sinérgica de las infecciones transmitidas por las vías respiratorias -gripe, viruela, sarampión, entre las principales-, el trabajo forzado, el hambre, la separación obligada de los cónyuges indígenas, el abuso sobre las mujeres indígenas por parte de los aventureros solitarios de la empresa conquistadora española, la huida, no sólo es la responsable de lo que se ha llamado la catástrofe indígena sino que ese proceso de derrota física, familiar, ideológica, cultural, etc., creó las condiciones ideales para que entre las sobrevivientes sociedades indígenas aparecieran hábitos propios de la baja autoestima, como el desaseo personal y el descuido de sus entornos.
Por eso en la década de los años treinta del siglo XVII el territorio Muisca ve aparecer entre sus pobladores una devastadora epidemia de tifo exantemático como consecuencia de la pérdida del hábito de aseo corporal y por comenzar a usar ropas de lana, seguida por unos nada despreciables picos epidémicos de tifo murino debidos a que la reproducción de las ratas y ratones importados a la zona ya había llegado a un número crítico indispensable para que sus pulgas comenzaran a afectar a los indígenas.
El hábito indígena de tomar chicha, muy poco fermentada, en sus momentos de intercambio se torna en una conducta de desesperación y huida ante su nueva realidad de explotados, derrotados, y obligados a renunciar a sus costumbres y creencias.
La chicha, ahora más fermentada, por agregarle azúcar de la importada caña de azúcar, comienza a ser perseguida por las autoridades españolas, achacándole a ella la causa del poco interés que los indios muestran por el trabajo en semejantes condiciones.
Simultáneamente con las enfermedades transmitidas por vía aérea, aparecen las enfermedades transmitidas por vectores, aguas, alimentos, mientras que el hambre se convierte en un fenómeno endémico entre los indios encomendados y obligados a pagar tributo.
Al compás del descenso de su autoestima comienzan a aparecer conductas y respuestas culturales de tolerancia ante su nueva realidad sanitaria.
Los indígenas al tiempo de ser despreciados, marginados y explotados crean comportamientos de resistencia pasiva, de “dejar pasar”, de “yo no sé”, ante las exigencias de la explotación y la “racionalidad” española. Es la epidemiología de los pueblos vencidos y humillados; es la antropología médica de la servidumbre.
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