Letras, La Sociedad de Cirugía de Bogotá

Dr. Juan Jacobo Muñoz Delgado”

Nos reunimos hoy para honrar a un grupo de hombres de altos ideales, para mostrar cómo lograron progresos imposibles y para destacar sus virtudes, que impulsan el desarrollo de los pueblos.

Fueron profesionales unidos por la adversidad, vinculados por condiciones intelectuales y personales de excelencia, convencidos de que su misión era llevar con su vida y con su obra la paz y el bienestar a los espíritus.

Los hermanaba la inmensa causa médica. Casi todos habían visto otros lugares del mundo en busca de conocimientos científicos mayores. Resolvieron dar batalla contra el odio, contra la mezquindad, contra la egolatría y el personalismo esterilizante.

Ya hombres maduros de más de treinta años, vieron a Colombia incendiada por una de las peores contiendas civiles de su historia: la guerra de los mil días. Campos desolados, juventudes diezmadas y amputadas. La pobreza rondando por las casas como rata infectada. La enfermedad destruyendo a niños, adultos y ancianos. La economía deshecha y la muerte enseñoreada dibujando negros amaneceres y sangrientos ocasos.

Espíritus grandes, capitaneados por la generosidad de Juan Evangelista Manrique, Guillermo Gómez Cuéllar, José María Montoya Camacho, Nicolás’ Buendía Herrera, Hipólito Machado, Lisandro Reyes y Santiago Samper, organizaron las ambulancias para socorrer a los heridos de la guerra del 99.

La ambulancia del norte, presidida por Machado, contaba con 28 médicos, 42 practicantes, 8 Hermanas de la Caridad y un capellán jesuita. La ambulancia del sur, dirigida por Juan Evangelista Manrique, Cubría los frentes de Fusagasugá y Tibacuy. Estas ambulancias tenían como antecedentes la heroica labor realizada desde la época de la independencia y a través de todo el siglo pasado por un cuerpo médico desinteresado y generoso.

Es el cirujano Floot quien trata en 1824 al joven Mosquera en Barbacoas, cuando el valiente realista Agualongo lo volvió mas cachochas; es la tolda de sangre y la eficiencia de Antonio Vargas Vega en la batalla del Oratorio en 1860; es José María Buendía luchando como héroe médico en Garrapata en 1876; es Carlos E. Putnam tratando de resucitar cadáveres en Palonegro en 1900 y tantos otros episodios médicos desconocidos. El cuerpo médico de entonces, como el de hoy, queriendo frenar la profusa hemorragia causada por gobiernos desorientados.

De esas ambulancias nace, dentro del más limpio espíritu de la profesión médica, la Cruz Roja Nacional, que la inaugura solemnemente en el Teatro Colón el 50 de junio de 1915 el doctor Adriano Perdomo. En 1920, en Ginebra, como representante de Colombia a la XConferencia de la Cruz Roja, el doctor Hipólito Machado obtuvo la incorporación a la Liga Internacional, con la colaboración de nuestro ministro, Francisco José Urrutia.

Algunos de los médicos de estas ambulancias decidieron a principios de 1901 propiciar reuniones que se pensaba fueran científico-sociales. El 20 de julio de 1901, en la primera calle real, sobre el andén de la casa del Florero, en la que después fuera el Hotel Atlántico, se hizo la primera reunión en celebración de la fiesta patria, en lo que ellos llamaron el Club Médico. Hubo jolgorio, conferencia médica de Juan Evangelista Manrique, tragos y muchos proyectos optimistas.

Este Club fue concebido como una institución diferente a lo que pensamos hoy. Era una asociación con fines de divulgación y promoción médica. Sus estatutos fueron aprobados por la Junta General el 6 de julio de 1901 y publicados en edición manuscrita del 21 de julio del mismo año.

Para corroborar su objetivo médico, basta leer los estatutos cuyo artículo 27 habla del futuro desarrollo en lo relativo a la fundación de una casa de Salud Pública, aseguro de la familia médica, consulta externa o policlínica y fundación de periódico.

Allí en el Club Médico se dio origen a la Sociedad de Cirugía, que iniciara sus labores hace 90 años el 22 de julio de 1902.

Es importante realzar el hecho de que estos jóvenes, Montoya de 27 años, recién regresado de Harvard, Gómez, de 29 años, con estudios en Londres, Manrique, de 41 años, venido de París, hubieran desarrollado una tal empatía orientada al mejoramiento comunitario.

Se reúne un grupo de diez. Los tres nombrados con Hipólito Machado, Zoilo Cuéllar, Isaac Rodríguez, Diego Sánchez. Nicolás Buendía, Julio Z. Torres, Eliseo Montaña, completan quizás la nómina más importante, más idealista y generosa, que se haya conformado en la Colombia médica.

Se crea la Sociedad de Cirugía y se busca como objetivo inmediato construir un hospital. Se requerían condiciones de solidaridad, de generosidad, de inteligencia social, de altruismo y filantropía, propios de estos privilegiados del destino. (Lea: Letras, Discurso de Orden Pronunciado por el Dr. Carlos Sanmartín)

Recordemos con brevedad obligada el nombre de estos diez médicos excepcionales:

Hipólito Machado:

Nacido en Tunja en 1863 y muerto en Bogotá en 1926, es el mayor del grupo de Fundadores de la Sociedad de Cirugía. Fue dirigido por Antonio Vargas Reyes, de quien hizo una importante biografía. Interrumpió sus estudios con la guerra de 1885, pero se graduó en 1886.

Ejerció en Tunja y luego viajó a París. Trabajó científicamente sobre la percusión de la aurícula izquierda, tema sobre el cual escribió su tesis de grado en París en 1897.

Organizó la Clínica de El Campito, en donde inició un brillante ejercicio de la cirugía. Visitó los Estados Unidos hacia 1923, especialmente la Clínica Mayo, que le impresionó profundamente, sobre todo en los aspectos de cirugía de la próstata.

Con Leonidas Posada, Roberto Sanmartín, José María Lombana Barreneche, Carlos Esguerra, Pompilio Martínez y otros, crea Machado en 1902 la Casa de Salud de María Auxiliadora, núcleo que después daría origen a la Clínica de Marly.

Isaac Rodríguez:

Nació alrededor de 1870, fruto de una familia de dentistas. Estudió en Bogotá y fue internista guiado por el doctor Luis Felipe Calderón. Se interesó en la neurología y fue miembro de la Sociedad de Oftalmología y Otorrinolaringología. Su figura no fue muy conocida y sólo se sabe su participación en la fundación de la Sociedad de Cirugía, en la cual ocasionalmente presentó casos clínicos.

Nicolás Buendía Herrera:

Nacido en Bogotá en 1868 y muerto en la misma ciudad en 1943. Su diploma de médico de 1893 estaba firmado por su padre, el profesor José María Buendía, rector de la Facultad de Medicina y bendecido por su tío el Arzobispo Herrera R. Estudió después en Inglaterra, recibiendo su grado del Real Colegio de Cirujanos. Viajó por diversos países durante varios años. Al regresar en 1904, fue nombrado profesor de Obstetricia y Clínica Obstétrica, que regentó durante 30 años. Fundó las Sociedades de Pediatría y Obstetricia.

Su inmensa cultura se manifestó en formas diversas. Instaló el 5 de diciembre de 1914 la nueva Junta Central de Higiene, como resultado de la Ley 84 de 1914, porque la anterior funcionaba desde 1887, según la Ley 30 de 1886 que la creó.

La Junta estuvo compuesta, además del doctor Buendía, por los doctores Pablo García Medina, Manuel N. Lobo y Andrés Bermúdez. Ella es el origen de todas las instituciones sanitarias de gobierno, hasta llegar treinta y dos años después a la creación del ministerio respectivo.

Fue hábil cirujano, agudo internista, ejemplo de virtudes ciudadanas, gran ejemplar de lo que se llamaba entonces “caballeros científicos”.

Diego Sánchez Vargas:

Nació alrededor de 1870 y después de terminar en 1893 estudios de medicina en Bogotá viajó a Francia y recibió título en la Universidad de París. Escribió su tesis de grado sobre un tema de enorme importancia en Europa: Hidrología Médica. Sus investigaciones sobre las fuentes minerales de Cundinamarca, muestran su seriedad y disciplina investigativas. Los estudios químicos, la clasificación geográfica y las indicaciones terapéuticas, son modelo de rigor científico.

Se trasladó al Ecuador después de ejercer pocos años en Bogotá.

Murió en 1917 en ese país.

Eliseo Montaña:

Nació en Paipa en 1862y murió en Bogotá en 1937. Cursó agricultura en la Quinta de Segovia, donde se construyó después la Facultad de Medicina, frente a la Plaza de los Mártires. Estudió medicina y se graduó en 1891. Durante cinco años se especializó en París y recibió su grado en 1899. En Bogotá trabajó intensamente un múltiples cátedras clínicas y como profesor de histología.

Se interesó en problemas sociales y escribió un trabajo importante titulado “Estudio de las aguas de Bogotá”. Su obra “Lucha antialcohólica” es un estudio fundamental. Escribió también trabajos sobre la lepra.

Trató de rescatar el trabajo de los profesionales que lo antecedieron que hizo con gran altura en su discurso para ingresar a la Academia en 1929 y mostró que lo verdaderamente importante, como decía Renan, son la ciencia y la gloria.

Zoilo Cuellar Duran:

Nacido en la ciudad de Agrado en 1871, murió en el Hospital de San José en 1935. Fue casado con Carmen Tamayo, con quien tuvo tres hijos. Después de los estudios en Bogotá se trasladó a París a perfeccionar su cirugía y sobre todo la urología.

En 1908 describía en la Academia el uretroscopio y el cistoscopio y la técnica de catete rizar los uréteres. No hubo tema de la urología que no fuera motivo de su estudio.

Fue un varón ejemplar por sus talentos y sus virtudes.

Practicó la cirugía con seguridad y conocimiento. Fue expositor brillante y espontáneo, con la auténtica sencillez de sus gentes del Huila. Dejó una escuela de huella honda en las mentes de todos sus discípulos, siempre subrayando la gloria quirúrgica de Colombia.

Julio Z. Torres Mariño:

Nacido en Belén de Cerinza en 1861, se graduó de médico en 1881, viajó luego a Francia e Inglaterra, y se doctoró nuevamente en el RealColegiode Londres.

Ejerció en Guatemala por dos años y regresó a Bogotá en donde casó con María Jesús Herrera Umaña.

Su práctica quirúrgica es de impresionante amplitud: múltiples intervenciones de neurocirugía; primera prostatectomía total perineal; colecistectomías; las primeras tiroidectomías realizadas en Bogotá y muchas más.

Fue hombre de gran habilidad administrativa y gran talento para los negocios. Consiguió el lote para el Hospital de San José que por su influencia fue regalado por el filántropo general Juan N. Valderrama. Fue gerente de la Caja de Ahorros del Círculo de Obreros. Formó parte de la Junta de Beneficencia y de la Sociedad de San Vicente de Paúl. A él se le debe la clorificación del agua del Acueducto de Bogotá.

Fue agricultor y ganadero importador de ganado normando. Compró y regaló diversas propiedades: su casa de campo para el Amparo de Niños de doña María Michelsen de López, su hacienda de Usme a las Siervas de María, su finca Las Mercedes al Hospital de San José y construyó la Capilla de éste con sus dineros.

Este es un pálido bosquejo de la vida y actividades de Julio Z. Torres.

Sus biógrafos hablarán de sus experiencias en la sífilis, en la diabetes, con las fumigaciones mercuriales, con el ozono y tantas facetas más de su dinamismo científico-social.

Juan Evangelista Manrique Convers:

Nacido en la Sabana de Bogotá en la hacienda La Herrera en 1861, murió en San Sebastián (España) en 1914.

Su esposa, Genoveva Lorenzana, le sobrevivió cerca de cincuenta años en esa ciudad española.

Era hermano del doctor Julio Manrique , casado con Belén Lorenzana, hermana de Genoveva, ambas nietas del insigne prócer José Hilarlo López.

Juan Evangelista obtuvo su título de médico en 1882 en Bogotá y se trasladó a París en donde se graduó con tesis laureada. Regresó en 1886 a ejercer su profesión por más de veinte años.

Su vida transcurrió activamente en el ejercicio de la cirugía; en las actividades culturales, con sus amigos Rufino J. Cuervo y José Asunción Silva; en el manejo de sus bellas haciendas de la Sabana: La Yegüera y La Pradera, y más que todo, en la creación de nuevas empresas de utilidad para Colombia.

Se interesó en la política, porque él decía “que es la medicina para un pueblo, es la ciencia de la vida, de la vida de los sentidos, pero también de la vida intelectual y moral”. No era la política grotesca de insaciables beneficios personales. Ella concebía como lo que debe ser: el trabajo intelectual altruista que busca el bien de la comunidad y el progreso de la patria.

Propulsor de las ambulancias, creador del Club Médico, fundador de la Sociedad de Cirugía, es el cerebro de la batalla por el Hospital San José.

Se había obtenido la donación del lote del general Valderrama y dellote posterior, llamado del Velódromo, en donde Camacho Roldán y Tamayo habían establecido el deporte incipiente del ciclismo y que también habían donado para el posible hospital.

Faltaba la aprobación de la Academia Nacional de Medicina para la construcción de un segundo hospital, en lugar de la ampliación del vetusto edificio de San Juan de Dios. En esta Academia se abrió una franca oposición a la idea del nuevo hospital, capitaneada por Juan David Herrera, José María Lombana Barreneche, Manuel N. Lobo y otros.

La sesión candente del 16 de agosto de 1904 decidió la vida futura del hospital de San José. Juan Evangelista Manrique empleó todos sus atributos a fondo. Fue una fiesta de la inteligencia, de la honestidad al servicio de los mejores propósitos. Con la ayuda de una pequeña mayoría, entre los cuales estaba Carlos E. Putnam, la proposición en favor de San José ganó el debate.

En 1907 regresó Manrique a París. En la Rue Vineuse, cerca del Trocadero y cerca a la Rue de Siam, donde vivía su amigo Rufino J. Cuervo, habita y abre su consultorio. Allí acudieron todos los hispanoamericanos, especialmente los enfermos deprimidos a quienes el solo contacto con Manrique mejoraba de sus dolencias.

El doctor Manrique desempeñaba un cargo diplomático como Ministro Plenipotenciario ante el Gobierno de Francia. Este fue el último servicio que le prestó a su patria.

La Ley 81 de 1914, promulgada con motivo de su muerte en la ciudad veraniega de San Sebastián (España), ordena los merecidos homenajes y traduce el sentimiento de dolor nacional por la desaparición de este ilustre varón.

Al año de su muerte, en el Hospital San José, se rinde homenaje a su memoria. El Arzobispo Herrera Restrepo, los expresidentes de Colombia, los ministros, los parlamentarios, los académicos, toda Colombia va a rendirle este último homenaje. El vocero de la patria es Guillermo Valencia.

Su discurso en honor de Manrique sigue siendo hoy una pieza magistral, de obligada lectura para los médicos colombianos. El profesor Cavelier me decía que ese día oyó la mejor página médica que se haya escrito en Colombia.

Yo creo que de la consagración de Manrique por Valencia, debería salir la meta de la Sociedad de Cirugía: “entre sus manos, por ser irremediable, se puede perder la vida, pero jamás la esperanza”.

Guillermo Gómez Cuellar:

Nacido en 1873, muere en 1936. Sobrino de otro notable de la medicina, el doctor Froto Gómez. Casó con María Sierra, hija de don Pepe Sierra. Se graduó en nuestra Facultad de Medicina, con una tesis sobre “Tuberculosis Ganglionar”.

Bajo la dirección de Juan Evangelista Manrique, en unión de Pompilio Martínez, Luis Felipe Calderón y Zoilo Cuéllar trabajó en la ambulancia de Fusagasugá y Tibacuy.

Le correspondió el honor de ser el primer cirujano que operó en El Campito, en donde trabajaron los miembros de la Sociedad de Cirugía y en donde él realizó múltiples operaciones. Entre sus trabajos científicos se recuerda “Influencia del clima en la evolución de la tuberculosis”.

En 1913 le fue confiada la Administración de la obra del Hospital San José y su informe debería ser motivo de lectura y reflexión. Es el lenguaje sencillo para mostrar una labor honesta y técnica, el detalle de quien quiere clarificar, las explicaciones inteligentes. El trabajo total muestra la integridad y el interés.

Supo entender la cirugía como ciencia con compromiso fisiológico y no como una simple artesanía. Profundizó en el análisis de la clínica quirúrgica estableciendo con aguda reflexión las variables del diagnóstico, las indicaciones y contraindicaciones quirúrgicas.

Con memoria prodigiosa recordaba cada una de las enseñanzas de sus profesores de tantos años en Londres.

Fue uno de los grandes colaboradores del Hospital y el gran estimulante para todos, desde el eminente y generoso arquitecto Pietro Cantini hasta la olvidada tenedora de libros doña Lucía Pulido.

José María Montoya Camacho

Cierra esta desordenada lista, el doctor Pepe Montoya (Bogotá 1875-1957).

Cuando se quiera pensar en cómo debe ser el profesional médico de Colombia, debe aparecer el modelo Montoya. Dinámico, refinado, filántropo, elegante, modesto. Su nobilísima sangre le había dado la sencillez de la autenticidad. Podía permitirse el lujo de ser como era, sin ficciones.

Estudió toda su carrera en Harvard y llegó a su patria en el fragor de la desgraciada contienda de los mil días. Sus estudios en un país que después de la separación de Panamá era enemigo, lo hacían sospechoso.

En 1900 es motor en la organización de las ambulancias. Forma parte de los fundadores del Club Médico. Con Guillermo Gómez promueve la Sociedad de Cirugía. Ayuda a proyectar un hospital de 500 camas, obra de ilusos.

Fundó en 1909 el “Repertorio de Medicina y Cirugía”. Desde 1911 le ayuda Julio Manrique y por unos meses López de Mesa. Durante más de veinte años saca mensualmente la revista.

Fue el iniciador de la medicina y ortopedia infantil y profesor de cirugía y ortopedia pediátrica. Fue el gran impulsador de la enfermería, creando la Escuela de Enfermeras de la Universidad Nacional en 1937.

El doctor Montoya, por su formación familiar, por su educación, por su capacidad de trabajo, era un convencido de las posibilidades de la empresa privada. Su sangre y su orgullo lo inclinaban a no recibir dádivas o ayudas.

Por eso siempre se opuso a vincular el Hospital San José al Gobierno o a la Beneficencia. Consideraba que el trabajo del hospital, de los miembros de la Sociedad de Cirugía, de la empresa privada colombiana, debía sostener la asistencia prestada. Fue una lucha difícil en un país en que los problemas se resuelven por la vía de la ayuda o la limosna.

Luchó por la dignidad del médico. En estos tiempos difíciles debemos inspirarnos en su vida y en su palabra para entender su mensaje.

La asociación médica que él preconizó, realizada como ciencia y dignidad, es nuestro claro futuro.

No hubo tema sanitario que no fuera objeto de sus reflexiones. El Repertorio será utilizado como el programa más completo de la salud en Colombia.

La hoja de vida de José María Montoya es ejemplo en Colombia especialmente en los aspectos de talento sanitario, acción comunitaria, honestidad patriótica y dedicación a la causa del hombre adolorido.

* * *
Señores:

Hemos convocado esta noche el espíritu de los grandes de nuestra medicina. Ellos están aquí, unidos en su suave eternidad, para ser testigos de que los miembros de esta Academia los aman y los honran.

Julio 23 de 1992


Presidente Academia Nacional de Medicina.

CLIC AQUÍ Y DÉJANOS TU COMENTARIO

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *