Editorial, Discurso del Académico Efraím Otero-Ruiz

Acto de entrega de su mandato presidencial (23 de abril de 1992)

Señor Director de la Academia Colombiana de la Lengua, señores Académicos, señoras, señores:

Cumpliendo con la periodicidad del rito, nos congregamos de nuevo en este acogedor hemiciclo de la Academia Colombiana para efectuar la ceremonia de posesión de la nueva Junta Directiva de la Academia Nacional de Medicina. Lo hacemos evocando los manes tutelares de nuestra corporación que hace algo más de un año aquí, en este mismo recinto, nos acompañaron para celebrar el centenario de la Ley que le dio carácter oficial a nuestra Academia; la cual, frente al examen más desprevenido, mostró las realizaciones y los logros que más de un siglo de labores le han otorgado y que reiteramos aquí esta tarde, al traspasar los destinos directivos a otras manos ilustres.

En esa ocasión nos preguntábamos cuál es y cuál debería ser el papel de las Academias en este ambiente convulsionado que nos ha tocado vivir, en el mundo y en nuestra patria. Analizábamos cómo en muy pocos lustros el médico había visto erosionarse su pedestal científico y académico y hacerse más y más testigo presencial de la ingratitud de aquellos a quienes se había propuesto servir. Y considerábamos como factores desencadenantes, entre otros, la súper especialización con sus efectos disociativos y deshumanizantes, la invasión avasalladora de las nuevas tecnologías con su incidencia en el aumento de los costos de salud, las incidencias de una sociedad de consumo que considera a pacientes y médicos como bienes y servicios, sujetos a las leyes del mercadeo, y como corolario la exposición de unos y otros a sistemas legales que cada vez persiguen más al médico por sus fallas o sus desaciertos.

Y no repuestos aún de las anteriores crisis, con sus implicaciones profesionales y éticas, se nos vienen encima sistemas como los de la seguridad social universal o la medicina prepagada, para los cuales ni estábamos preparados ni podemos ofrecer la firme unidad y solidaridad como cuerpo médico que estos desafíos y estas imposiciones requieren.

Por eso decíamos que las Academias de Medicina deberían dejar de ser “ese dulce refugio donde el ingenio reposa” -como las había definido Fontenelle hacía ya más de un siglo-, dejar de preocuparse única y exclusivamente por los trabajos o las ponencias científicas y lanzarse más y más a la palestra de los problemas que afectan cotidianamente la salud de nuestros pueblos y conmueven las bases de nuestro ejercicio profesional. Y eso sólo podría lograrse, repetíamos, con ideas frescas, con una interacción constante, no sólo con los médicos, los especialistas o las sociedades científicas sino con otras profesiones, con otros técnicos, con otros expertos y, fundamentalmente, con aquellos que configuran nuestra dirigencia política.

Por otra parte, las modernas Academias deben hacer investigación, ya que ésta no sólo produce resultados tangibles sino que permite acercar la experiencia de las generaciones mayores con la audacia y el espíritu inquisitivo de las generaciones jóvenes, produciéndose así un continuo renovar del conocimiento, beneficioso para todos. Hacia esas líneas de acción y hacia recuperar la grandeza de nuestra Academia como asesora en salud del Gobierno nacional lanzamos la mayoría de actividades y orientaciones de nuestra Junta Directiva.

El informe de labores que presenté el pasado 26 de marzo a la Asamblea de la Academia recoge lo realizado en este bienio. No sólo se avanzó notablemente en muchos de los derroteros propuestos, en lo nacional y en lo internacional, en actividades intra o extra-académicas, sino que se consolidaron las finanzas de nuestra institución y se logró llegar a más de un 75%en las obras de remodelación y adecuación de la nueva sede, que podrá inaugurarse en los próximos meses. No sólo la actividad intra académica fue intensísima, como lo pudo hacer constar el inventario en el análisis de temas como la salud y la nueva Constitución de Colombia o la recuperación nutricional infantil desde el punto de vista de los programas comunitarios, o la educación de los médicos para el siglo XXI. Se creó el día de la Academia y se rindieron homenajes vivos o póstumos a personalidades médicas o no-médicas que en algún momento han representado lo más prístino y generoso de nuestra nacionalidad.

Se participó en la creación de un nuevo premio a trabajos en cancerología u oncología, y se participó en numerosas reuniones y foros nacionales, dentro y fuera de la capital, como pueden atestiguarlo 29 alocuciones pronunciadas por el presidente y 13 artículos científicos, editoriales o prólogos publicados bajo su firma durante este bienio.

Pero además, en lo internacional, como nos ID habíamos propuesto, se dio a conocer la Academia Nacional en reuniones con el Instituto de Medicina de la Academia de Ciencias de los Estados Unidos y con la Academia Real de Medicina de Bélgica, con motivo del sesquicentenario de la misma, iniciándose programas de cooperación e intercambio con ellas; se llevaron 3 ponencias a la reunión de expertos de ALANAM en Asunción, Paraguay, y se firmó solemnemente un convenio de cooperación con la Organización Panamericana de la Salud, que apenas comienza a dar sus primeros frutos.

Al sentir la finalización de una misión se tiene también la satisfacción profunda de poder confiar los destinos de la directiva académica a personas de la más recia estructura intelectual y moral, elegidos en franca lid y con el beneplácito de la mayoría de los académicos. Para mí es especialmente placentero entregar el bastón de mando a Juan Jacobo Muñoz. La confianza de una amistad inalterada por cerca de 40 años, iniciada en los claustros amables del Instituto Nacional de Cancerología, me da la seguridad de que de aquí en adelante todo seguirá enrumbado hacia el engrandecimiento.

Porque pocas personas conocen afondo la raigambre espiritual de este hijo de una de las familias más selectas de Popayán, médico de la Universidad Nacional especializado después en cirugía oncológica en Inglaterra y en los Estados Unidos. A esa dedicada formación médica el académico Muñoz une también una exquisita y refinada cultura general, que lo hace valorar aquello que produce el intelecto por encima de todas las cosas. Amigo y confidente de Presidentes, ocupó el cargo de Ministro de Salud durante el gobierno del Presidente Guillermo León Valencia, su amigo desde la infancia; pocas personas dominan un anecdotario tan rico y variado sobre la vida y obras de dicho Presidente, recordado siempre con un halo de cariño, de admiración y de respeto que hacen mucho más valiosos tanto al homenajeado como a quien así lo retrata.

Del Ministerio regresó a su jefatura de Cirugía del Instituto para volver a ocupar, unos años después, el cargo de Ministro de Educación bajo el Gobierno del Presidente Pastrana. Allí tuve la oportunidad de ser su muy cercano colaborador como Director de COLCIENCIAS, entidad por ese entonces adscrita al Ministerio de Educación, y comprender todo el esfuerzo que realizó por mejorar los niveles educativos e investigativos en el país, afrontando problemas financieros y laborales de toda índole. Por sus exitosas gestiones como Ministro no era raro que gobiernos ulteriores lo designaran como Director del Instituto de Bienestar Familiar y como Embajador de Colombia ante la UNESCO, con un breve interregno educativo en la esfera privada en que se desempeñó como Rector de la Universidad de los Andes.

Académico honorario desde 1979, por la ley de ese mismo año que otorgaba esa prerrogativa a los ex-Ministros médicos de Salud, siempre se ha mantenido muy activo entre el quehacer intelectual y su ejercicio profesional, deleitándonos con frecuencia en la Academia con sus atinadas observaciones o con trabajos como el que nos presentó hace unos O110ssobre “La Historia de la Cancerología en Colombia”.

Lo acompañará en la Vice-Presidencia el Académico Alberto Albornoz Plata, de larga trayectoria académica y directiva, puesto que ha hecho parte importante de varias juntas directivas anteriores, y que a su haber como científico, como gastroenterólogo eminente une el mérito de haber sido el creador y editor por muchos años de los 13 volúmenes de “Temas Médicos” –órgano oficial de la Academia- hasta ahora publicados, estando ya prácticamente en prensa, y gracias a su iniciativa, el Volumen 14. Ese solo mérito, el de haber recogido y publicado pulcramente la mayoría de los trabajos científicos presentados a la Academia en los últimos 30 años, darían al académico Albornoz un pedestal propio, cuyo frontispicio además adornarían su caballerosidad, su distinción y su efusivo trato con todos sus colaboradores, amigos y colegas.

Como Secretario actuará el académico Mario Camacho Pinto, también de ilustre trayectoria en la ciencia, en las letras y en las artes de nuestra Academia. Pionero auténtico de la neurocirugía en Colombia, al dejar las faenas quirúrgicas comprendió, como Cushing y como Dandy, que aún quedaba una larga trayectoria por recorrer en el camino de lo intelectual, de lo analítico y de lo profundo y así se ha dedicado, como lector y como comentarista infatigable, a adentrarse en los aspectos que ligan la cibernética y la biofísica con la actividad nerviosa, temas sobre los cuales nos ha entregado amplias y doctas disertaciones.

Pero además, ha cumplido una labor infatigable como Editor Principal (así, con mayúscula, nombre que le viene mejor que el de Coordinador del Consejo Editorial) de la Revista Medicina, órgano también de la Academia y que en los últimos años, gracias a la generosa colaboración de Laboratorios Italmex y de su presidente, Dr. Joaquín Ordóñez, ha venido publicándose con periodicidad y calidad editorial extraordinarias.

Pocos colaboradores tan asiduos y constantes, pocos académicos tan dedicados y prolijos ha tenido nuestra institución como el académico Camacho Pinto que además ostenta, como tradición personal y familiar, el brillo de la hidalguía, la gentileza y la hombría de bien que lo caracterizan con un sello indeleble.

Cierra con broche de oro esta Junta Directiva la confirmación que se ha hecho en el cargo de Tesorero al académico Carlos De Vivero Amador. Como lo expresé al final de la Asamblea, ella se interpreta como un voto de confianza a las gestiones de la anterior Junta Directiva, cuya eficacia no habría sido posible sin la acuciosidad, la discreción y la firmeza del académico De Vivero. Mi amistad con el originada en los bancos universitarios como compañeros de toda la carrera, ha sido tan firme y tan inalterada que todos los elogios se me atropellan cuando trato de resaltar su labor como profesional y como académico.

Bástenos decir que con su pulso firme, con su docto criterio urológico que sabe dilatar y ampliar los canales aferentes y controlar las vías excretoras, el patrimonio de la Academia se halla confiado a las manos más expertas, las de una persona que a la más delicada pulcritud personal une visiones engrandecidas y generosas sobre el futuro financiero de la misma. La cual deberá algún día disponer de sus propios recursos, sin aportes externos raramente administrados con cuentagotas, dueña de su propio futuro y cumplidora de sus perspectivas en el asesoramiento, la docencia y la investigación.

No podría dejar, ni por un momento, de recordar la figura inmanente del Secretario Perpetuo, profesor Pantoja. En él todas las Juntas Directivas de los últimos 20 años hemos tenido el apoyo sereno, desvelado y constante, con aquella ecuanimidad que da el paso de los años a quienes se distinguieron epónimamente en su vida personal y profesional.

Como confidente, como amigo en las horas sombrías y en las horas de triunfo, como cumplidor estricto de todas sus obligaciones y vigilante insomne del prestigio de la Academia, ésta tiene en su Secretario Perpetuo el más preciado de todos los guardianes y la más respetable de las personalidades que puede exhibirse con orgullo, como fue mi fortuna hacerlo, en Colombia y en el exterior.

Ardua responsabilidad tiene por delante esta nueva Junta Directiva, pero para ello está dotada de los mejores timoneles. A ellos va nuestro homenaje de reconocimiento, de admiración y de aprecio y nuestros deseos porque sus obras magnifiquen las modestas, pero bien intencionadas realizaciones de quienes los precedieron.

Muchas gracias.

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