Letras, Luis Patiño Camargo Maestro, Investigador, Humanista

Palabras del doctor José Félix Patiño Restrepo, Académico de Número, con motivo de la Sesión Solemne de la Academia Nacional de Medicina para conmemorar el centenario del natalicio del Profesor Luis Patiño Camargo.

Santafé de Bogotá, noviembre 21 de 1991

Son varias las semblanzas que distinguidas personalidades de Colombia y del exterior han escrito sobre el Profesor Luis Patiño Camargo, cuya vida ejemplar dejó honda huella en la medicina y la ciencia colombianas: Carlos Lleras Restrepo y Juan Lozano y Lozano en 1978; Augusto Gast Galvis, Fernando Serpa Flórez y Alfonso Jaramillo Salazar en 1979; Eduardo Guzmán Esponda, Remando Groot y José Francisco Socarrás en 1981; Amador Neghme, de Chile en 1987; Ernesto Andradc Valderrama en 1988, y ahora Carlos Sanmartín Barberi.

“Bella vida y bella muerte la de Luis Patiño Camargo, pensaba yo cuando iba caminando detrás del féretro, después de los sencillos oficios en la iglesia de Iza, hacia el cementerio campesino donde él dispuso que se enterrara en medio de las tumbas de sus padres y debajo de los pinos que plantó con su propia mano”.

Así inició Carlos Lleras Restrepo un sentido artículo sobre Patiño Camargo publicado en la Nueva Frontera a los pocos días de su muerte, acaecida en Sogamoso el 13 de noviembre de 1978. Porque ese fue su deseo: reposar para siempre en el cementerio que domina su bello pueblo andino, Iza, donde había nacido el 24 de noviembre de 1891.

Dijo Gast Galvis: “El Dr. Patiño, como el cacique de Inza, después de mucho peregrinar por todo el territorio colombiano, encontró un lugar de brisas tibias, cielo siempre azul, abundantes aguas, suelo fértil, en donde se pudiera vivir y morir en paz”.

Científico, maestro, médico, naturalista, filósofo, humanista, todo eso fue Luis Patiño Camargo, y ninguno de estos términos lo caracteriza de por sí, sino más bien el conjunto de ellos.

Una rara combinación de desbordante, profunda y disciplinada inteligencia con la conmovedora modestia de su generosa personalidad, hizo del Profesor Patiño Camargo figura venerada por sus colegas, discípulos y amigos, seguramente el investigador colombiano más respetado en la comunidad científica de la salud pública internacional de su época y de todas las épocas.

Lector ávido y naturalista de corazón, Luis Patiño Camargo encamó lo mejor de la simbiosis del humanismo como esencia del ser, con el cientifismo como disciplina y como propósito intelectual para lograr la interpretación del por qué de las cosas, de la naturaleza de la vida, del devenir del hombre sobre la tierra. (Lea: Letras, El hombre Frente a la Muerte)

Observador incansable de physis, la naturaleza de los griegos, y de Gaia, la madre tierra de Lovelock, alimentaba el espíritu con la lectura de los clásicos griegos, latinos y españoles, y reforzaba su inmenso conocimiento biomédico repasando los textos de Claude Bernard, William Osler, Phillip Manson- Bahr o Bernardo Houssay, para con ello refinar su deslumbrante proceso de análisis intelectual y satisfacer su permanente actitud inquisitiva.

Luis Patiño Camargo combinó sabiduría profunda, real, sólida con el más sincero sentido humanitario, con sin igual compasión humana. Científico rígido, investigador metódico, fue intérprete por excelencia de lo mejor del mandato hipocrático. Primum non nocere, “ante todo no hacer daño”, fue lema sentido y preclicado, en todo el más amplio significado del precepto legendario.

Tuvo la virtud del método, o sea la organización del propósito, la capacidad de la interpretación objetiva de los hechos comprobados, la facilidad de formular hipótesis visionarias. Mantuvo el anhelo insaciable de la educación continua, la generosidad espiritual del maestro y la bondadosa posición en del bienhechor social.

Con frecuencia sus numerosos discípulos, hoy dispersos por todos los ámbitos de la nación, me preguntan cual fue la obra más importante de mi padre. Y cuando repaso su monumental contribución a la medicina tropical no encuentro fácil categorizarla.

¿Fue la identificación certera del tifo exantemático presentada en su admirable tesis de grado de 1922, que muchos consideran la tesis de mayor trascendencia en la historia de la medicina colombiana? ¿O la magna campaña de la fiebre amarilla en Muzo y los Santanderes, inmortal ejemplo de epidemiología y sanidad de campo, la cual cumplió junto con distinguidos científicos norteamericanos con la colaboración de la Fundación Rockefeller?

¿O el descubrimiento de la bartonellosis en el valle deSandoná en Nariño? ¿O el de la Fiebre Petequial de Tobia, la tercera rickettsiasis americana, que le valió amplio reconocimiento internacional? ¿O fue la identificación del tifo murino, o los estudios de lepra al lado del sabio Federico Lleras Acosta? ¿O acaso su labor docente en el Colegio Mayor del Rosario, en la Universidad Nacional y en el Hospital San Juan de Dios?

¿O su inmensa contribución a la salud pública como Jefe de Investigaciones sobre Fiebre Amarilla de la Organización Cooperativa entre el Gobierno Colombiano y la Fundación Rockefeller, desde la Dirección Nacional de Higiene – posteriormente convertida en el Ministerio de Salud Pública- como Director del Instituto Federico Lleras Acosta de Investigación Médica, como Director del Instituto Nacional de Epidemiología e Investigaciones Médicas o como Director del Ministerio de Salud?

¿O fueron sus contribuciones a la entomología médica, a las helmintiasis y las protozoasis, a la identificación -en compañia del Profesor Manual Sánchez Herrera- de la colitis ulcerosa idiopática en Colombia, al tratamiento del absceso hepático amibiano, al tratamiento y la erradicación del paludismo?

¿O sus brillantes presentaciones en foros internacionales, o su empeño en la estructuración de la Oficina Sanitaria Panamericana, hoy Organización Panamericana de la Salud? ¿O su presencia iluminante en las Academias, como miembro de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas Físicas y Naturales, de la Academia Colombiana de la Lengua y de la Academia Nacional de Medicina, de la cual fue Secretario Perpetuo?

¿O su constante brega por el bienestar social, especialmente en la tierra boyacense, donde el Hospital San José de Sogamoso, al lado de muchas obras de desarrollo comunitario, dan fe de su inagotable dedicación? ¿O sus plantaciones de rosas y deárboles de Gotua, donde, en palabras de Alfonso Jaramillo Salazar, “Millares de pinos, que hoy constituyen hermoso bosque, fueron sembrados por sus manos.

Estos erguidos árboles, al igual que sus trabajos científicos, son testimonio impercedero de un alma fuerte y generosa que amó a su patria y a su familia por encima de todas las cosas”.

No se decir cual haya sido su más importante contribución individual. Ciertamente la totalidad de su obra se registra como una de las realizaciones científicas de mayor trascendencia en la historia de la salud pública del continente, y su personalidad, “con la suavidad en la manera y con la firmeza en el propósito”, en palabras de Groot, sobresale como figura cimera de la medicina americana.

Con razón .Amador Neghme, Presidente de la Academia de Medicina de Chile, concluye así la semblanza sobre Patiño Camargo en su obra Precursores de la Medicina Ibero-American: “Nada me parece más pertinente para cerrar este tributo de homenaje al eminente médico, salubrista, humanista, cultor de las ciencias naturales y amante de la naturaleza, que reproducir su “Oración Finlay”, pronunciada por él, como Delegado de Colombia y a nombre de la XII Reunión del Consejo Directivo de la Organización Panamericana de la Salud, junto a la estatua de Carlos E. Finlay en la Habana, e12ü de agosto de 1960, al conmemorarse el 450. Aniversario de su muerte:

“Doctor Carlos Finlay: desde la luminosa eternidad donde miráis crecer vuestra gloria al paso de las generaciones, recibid señor, este homenaje de vuestros discípulos congregados en el Consejo Directivo de la Organización Panamericana de la Salud.

“Señor, venimos a daros parte de victoria: el mosquito que señalasteis hace más de 80 años como mortal enemigo del hombre está derrotado y el vómito negro va quedando apenas como un recuerdo.

“Los higienistas del hemisferio reunidos aquí en vuestra Habana maravillosa, como delegatarios de los países para trabajar fervorosamente por la salud del pueblo que es nuestra suprema Ley, lo hacemos con fraternal empeño y desde el lejano septentrión al polo austral, luchamos sin fronteras, sin distinción de colores o tallas corporales, hablando el mismo idioma y buscando el mismo propósito de mantener al hombre en plena salud para que su vida sea más fecunda y más grata.

“Señor: Los higienistas estamos realizando en paz el viejo sueño de un vidente: Una América toda de los dioses todos: tierra, cielo, mares, libre para todos”.

Hace ya diez años, en sesión conjunta las Academias Colombianas de Medicina y de la Lengua, rindieron homenaje a la memoria de Luis Patiño Camargo. En esa ocasión, el 26 de marzo de 1981, recordaba Fernando Serpa:

“Cuando, poco antes de morir, montado en su caballo de paso castellano con la mano mostraba el horizonte desde la altura de una de las montañas por él forestadas de su heredad de Gotua, que escuchó el discurrir y abrigó los juegos infantiles de otro grande de Colombia –el General y Presidente de Colombia don Sergio Camargo-, seguía con la mirada evocadora las azules serranías que hubo de remontar en su empeño, cada vez más lejanas, abruptas e inhóspitas … sus ojos fatigados quizá recordarían los estudios médicos.

La carrera brillantemente coronada”. Sí, esa cama distinguida como pocas, que ha sido relatada por quien vino a ocupar su sillón en la Academia Colombiana de la Lengua, el Profesor José Francisco Socarrás, en su magistral discurso de posesión, así como por Alfonso Jaramillo Salazar, Ernesto Andrade Valderrama, y esta noche por Carlos Sanmartín.

También en la sesión conjunta de las Academias de marzo 23 de 1981, el Presidente de la Academia Nacional de Medicina, Hernando Groot, discípulo predilecto y el más cercano colaborador durante un momento estelar de su vida de investigador, terminó así su intervención: “Que bello ha sido recordar a Luis Patiño Camargo!

Que bello encontrar en cada faceta de su vida un modelo digno de imitarse! Que bello repasar su trayectoria ilustre, sobria, señorial, tomada en todo momento por la sencillez y la discreción.

Que bello en fin que estas Academias y las generaciones nuevas encuentren inspiración en su obra, sigan las sendas de progreso y de servicio que él señaló y mantengan las normas de excelencia de las que fue siempre abanderado el más ferviente”.

AeqUilnimitas, término extraído de la República de Platón (Libro X) que inmortalizó Osler en su conferencia valedictoriana ante la Universidad de Pennsylvania ell de mayo de 1889 para significar el estado de alma, la doctrina que debe imbuir la vida del médico, describe bien la personalidad de Luis Patiño Camargo. Porque ecuanimidad caracterizó su vida, porque ecuanimidad practicó en el hospital, en el aula, en el laboratorio, y ecuanimidad dispersó y trasmitió a quienes tuvimos la fortuna de compartir su vida.

A nombre de Doña Ana Restrepo de Patiño, su admirable compañera de toda la vida, y de la familia, deboexpresar profundo reconocimiento a la Academia Nacional de Medicina ya su distinguido Presidente, el Dr. Efraím Otero Ruiz, y muy especialmente al Profesor Carlos Sanmartín Barberi, excelsa figura de la ciencia y la investigación médicas, por quien Luis Patiño Camargo profesó enorme afecto y profunda admiración.

El recuento de su vida y la admirable interpretación de su obra científica son el resultado del talento, erudición y cariño de quien conoció de cerca a Luis Patiño Camargo, y quien como él, ha llevado la dimensión de la medicina colombiana a la altura de verdadera ciencia para beneficio del hombre americano.

Referencias Bibliográficas

1) ANDRADE VALDERRAMA, E. Luis Patiño Camargo (1891-1978). Revista Colombiana de Cirugía Vol. m, No. 1:59-60, 1988.
2) GROOT, H. Discurso del Doctor Hernando Groot con motivo del fallecimiento del Doctor Luis Patiño Camargo. Medicina No. 7:31-34, 1983
3) Guzmán Esponda, E. Homenaje al Profesor Luis Patiño Camargo. Boletín de la Academia Colombiana Tomo XXXI, No. 133:157-160, 1981 (publicado también en El Tiempo, abril 7 de 1981, pág.5-A)
4) LOVELOCK, J.E. GAIA. Una Nueva Visión de la Vida sobre la Tierra. Ediciones Orbis, S.A. Barcelona, 1979 (Esta es la traducción al español de la obra original Gaia, A New Lok at Life on Earth publicada por Oxford University Prress en 1979)
5) LOZANO Y LOZANO, J. Jardín de Cándido. El Tiempo 17 de noviembre de 1978, página 5-A
6) LLERAS RESTREPO, C. Luis Patiño Camargo. La Nueva Frontera No. 208, Nov. 22-28:6-7,1978
7) NEGHME, A. Luis Patiño Camargo, un Quijote de la salud pública de Colombia y un ejemplo para América. En: Precursores de la Medicina Ibero-Americana. Fundación Segunda Expedición Botánica y Federación Panamericana de Asociaciones de Facultades (Escuelas) de Medicina. Bogotá, 1987
8) SOCARRÁS, J.E Elogio del Doctor Luis Patiño Camargo. Boletín de la Academia Colombiana Tomo XXXI, No. 133:161-181, 1981.

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