Semblanza del Profesor Edmundo Rico “1897 – 1967”, 2 Parte
“El rasgo descollante de estos dos gentiles hombres desde luego que estribó en las proyecciones así extrínsecas como intrínsecas de sus comportamientos dispares: Al paso que Ucrós fue tenaz introverso de un mundo aturbonado y señero, el de Cuellar Durán, urdido todo en nervio, destaco se por la sintonía de su carácter fastuosamente extrovertido. Aquél era asceta y solitario de la vida interior; éste hedonista, catador y dandy de la ecléctica atmósfera existencial”.
“El uno, gustaba de la tranquilidad aunque jamás la obtuvo; el otro amó la lucha, lo dificultoso, lo complejo aunque temiera, desdeñosamente, ser vencido por los mismos peligros que a diario arrostrara. Mientras el primero fue un incomprendido, el segundo no lo fue.
Este vivió a lo nitzchiano, peligrosamente; aquél, angustiosamente. Ambos fueron artistas a su manera; en el tinglado operatorio diríase que Zoilo Cuellar oficiando, era el Goya de la cuchilla mientras Ucrós, el Greco del bisturí.
La mano quirúrgica del urólogo era emotiva, emocionadora y emocionante; la del ginecólogo; parca, reflexiva y deshumanizada”. (Lea también: Dr. Andres Maria Pardo y Alvarez, Apostol de La Medicina)
“La urdimbre, la histología Psíquica, por así expresarlo, que emanara de los hontanares humanos del Profesor Eliseo Montaña, tío político de Araújo Cuellar, ciertamente que radicaba en la bondad”.
“Y, aureolado por esta virtud, anidó en Eliseo Montaña discreta pero estupendamente el gayo saber clínico, una sabiduría densa que si por su timidez ingénita, no lograba exteriorizarse en aplomo fonético, en cambio se patentó siempre en hechos clínicos cuando no en su prosa diáfana, castiza y grávida de erudición prodigiosa” .
Pero además de su contribución científica a la Academia Nacional de Medicina, el Profesor Rico, siendo Presidente de ella, logró un auxilio cuantioso del Concejo del Distrito Especial de Bogotá, gestiones en las que intervino de manera eficacísima y decisoria el entonces Edil Doctor ERNESTO MARTlNEZ CAPELLA.
Cuando el Profesor López de Mesa presentó un trabajo a la Academia de Medicina afirmando que el Libertador Simón Bolívar poseía una constitución de tipo hipomaníaco.
Rico adhirió a tal diagnóstico, por considerar que no de otra manera podría explicarse su extraordinaria actividad que tocaba los lindes de lo pato-lógico; su insomnio, la aceleración de sus procesos asociativos, sus tendencias impulsivas, a juzgar por los relatos de sus contemporáneos y principalmente por el diario de Bucaramanga de Perú de la Croix.
Esta tesis fue controvertida por e! Profesor Jiménez López, quien juzgó que tal aserto era ofensivo para la memoria del Libertador, a lo que replicó López de Mesa que no había que hacer de Bolívar un dios chiquito sino un hombre grande y que su constitución hipomaníaca estaba injertada eti un hombre genial.
La dispersión característica del hipomaníaco estaba compensada y regida por un pensamiento poderoso aunado a un propósito fecundo y permanente. En la actualidad se ha escrito un libro sobre la hipomanía del Libertador sin mencionar siquiera al autor de tal diagnóstico quien lo confirmó no solo ante la Academia, sino en su libro intitulado “Escrutinio Sociológico del Pueblo Colombiano” .
Este hombre paradójico era, en el ejercicio profesional, suave e inclusive cariñoso con sus pacientes poniendo todo su saber en beneficio de ellos.
Es también de destacar su desinterés por el dinero, hecho que fue criticado por algunos de sus colegas, pues sus honorarios estaban muy por debajo de su prestigio profesional. La devoción de sus pacientes por él, también es-taba en relación con sus principios éticos a los cuales siempre rindió pleitesía.
Psicólogo sutil solía afirmar: “Conozco a los hombres pero me producen ternura los que dicen conocer la psicología femenina”.
Agnóstico total, aunque tolerante con las ideas religiosas ajenas, solía afirmar: “En Colombia solamente existen tres poderes muy bien organizados: El Ejército, El Clero y el Partido Conservador”. En alguna ocasión se asiló en la Clínica de la Paz un paciente a quien se acusaba de un grave ilícito y quien era pariente cercano de un obispo.
En tales circunstancias exclamó Rico trayendo a cuento la frase de Cervantes “Sancho amigo con la iglesia topamos”. Sin embargo en alguna ocasión se excedió en una reprimenda a un religioso de la clínica mencionada afirmando: “A estos frailes hay que tratarlos duro para que aprendan a respetar”.
En alguna de sus numerosas rencillas con uno de sus colegas respondió en tono sarcástico: “Yo no se como pudieron graduar a este tipo porque las notas que él sacaba en los exámenes eran iguales a las de las placas de mi automóvil: 1 – 3 – 2 – 1”,
Saliendo del campo anecdótico hay que reconocer que este hombre de poderosa inteligencia y que en gran parte derrochó en rencillas sin importancia, se le podría muy bien aplicar la famosa estrofa de Manuel Machado refiriéndose a Oliverato de Fermo:
“Fue elegante, fue hermoso y fue artista inspiró amor, temor y respeto”,
Su último trabajo fue un estudio sobre la personalidad y la obra de José Asunción Silva, llegando a la conclusión de que el suicidio del poeta se verificó en un periodo de depresión, calificando al artista como un maníaco-depresivo.
Aunque no estoy de acuerdo con las conclusiones de tal libro, pues considero que Silva más que un ciclotímico fue un desadaptado hiperemotivo de los cuales Dupré trae tantos ejemplares y, teniendo en cuenta, además, que los factores ambientales tuvieron una importancia extraordinaria en el génesis de tal suicidio.
Justo es considerar que Edmundo Rico, trató el tema con profundidad psicológica, con honestidad y con un apasionado interés por la obra y la personalidad del poeta.
Además de sus vastos conocimientos científicos era un verdadero humanista, estando dotado de un tempe-ramento artístico que lo inclinaba a las más variadas aficiones estéticas.
No era raro ver a Edmundo Rico en recitales poéticos y en exposiciones de pintura, inclinándose en esta última afición a la escuela impresionista, poseyendo de ella obras de elevado valor artístico. Su casa de la Esperanza era un verdadero museo, seleccionado con gusto exquisito y depurado.
Como tantos otros colegas, tuvo Rico ribetes ocasionales de político, habiendo sido representante a la Cámara por su tierra natal, durante la administración Santos.
Allí libró una campaña a favor de la medicina nacional y se opuso, infructuosamente, a la socialización de la medicina, que por entonces apenas se iniciaba. Una de sus últimas actuaciones fue de carácter eminentemente política y la cual se caracterizó por llevar la vocería del norte de su Departamento -Boyacá-, para dar la bienvenida al Doctor CARLOS LLERAS RESTREPO en su reciente visita a Sogamoso.
El discurso pronunciado en tal ocasión indicaba no solo una identificación con los programas del entonces Presidente electo, sino también una gran simpatía personal con toda la familia Lleras de la cual era viejo amigo y admirador, partiendo tal afinidad del recuerdo de su Profesor Federico Lleras Acosta.
Oriundo del ubérrimo valle de Sogamoso, heredó de su padre, el Doctor Abel J. Rico, no solo la vocación médica sino sus aficiones literarias, ya que éste era un buen lector en su lengua original de Balzac, Hugo, Proust, etc., ediciones que aún se conservan en la hacienda de la Esperanza.
Profesó por su progenitor un verdadero culto y era de admirar en este hombre irreverente y rabelesiano, el respeto que le producía la memoria de su padre, respeto que se extendía por excepción a otras dos personalidades: El Doctor Eduardo Santos y el Profesor López de Mesa.
Por la línea materna heredó el señorío y la prestancia de los Tejadas, siendo doña Rebeca de Rico prototipo de la matrona colombiana, dechado de virtudes, de belleza, de gracia y simpatía.
Paradójicamente este varón que recibió todos los honores académicos sufrió en su vida privada tremendos traumatismos morales que supo soportar con elegante estoicismo. Otro hombre en análogas circunstancias hubiera sucumbido ante tales adversidades y es que Edmundo Rico encarnaba el tipo de virilidad de que hablara Nietzsche. Era todo un hombre.
Amaba la vida con deleite, y siguiendo a Baudelaire la vivió ávida y peligrosamente. Su muerte fue plácida, pues no tuvo conocimiento de ella, fue rápida y sin dolor alguno. Así la hubiera él preferido. Padeció de una estenosis aórtica congénita y murió por fibrilación ventricular atendido por su amigo el cardiólogo J. Hernando Ordóñez y por el Profesor Rafael Carrizosa Argáez.
Su deceso conmovió profundamente a nuestra sociedad, la cual concurrió en masa a sus exequias testimonián-dole así su profundo dolor y la intensidad de su afecto; allí se congregó lo más granado de nuestro mundo cien-tífico, político y social y allí se escuchó la voz emocionada de varios oradores que con singular acierto hicieron el elogio de sus merecimientos y describieron varias de las múltiples facetas de su poliforma personalidad.
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