Semblanza del Profesor Edmundo Rico “1897 – 1967”, 1 Parte
Dr. ALFONSO AGUSTI PASTOR
Académico de número
Finalizaba el año de 1925 cuando un jurado, reunido en los viejos claustros de Santa Inés, otorga-ba a EDMUNDO RICO el grado de Doctor en Medicina y Cirugía. Ese jurado examinador integrado por los profesionales más destacados de la época y presidido por el Profesor José María Lombana
Barreneche, estaba constituido por los profesores Carios Esguerra, Roberto Franco, Luis Felipe Calderón y Juan N. Corpas, siendo Secretario de la Facultad el entonces muy joven médico José del Carmen Acosta. Es de anotar que los hombres mencionados llenan todo un periodo médico en 10 que va corrido del presente siglo. La tesis del graduado versaba sobre la patogenia y tratamiento de la rabia y en ella exhibía ya el novel galeno su estilo inconfundible, por ser tan personal; esa tesis todavía tiene actualidad y en ella se describe, como en una novela de suspenso, la carrera a muerte que se entabla a través del sistema nervioso, entre el virus de la hidrofobia y las an-titoxinas correspondientes, siendo la meta de la carrera los centros nerviosos superiores. No es de extrañar que ya Rico exhibiera veteranía en su amena prosa, si siendo estudiante había escrito numerosas siluetas sobre varios profesores y había colaborado ocasionalmente en la prensa periódica.
Estaba en vigencia en aquéllos tiempos la antigua y gallarda usanza de respetar, acatar y estimar a los pro-fesores de la Facultad. Y en verdad que Rico siempre fue fiel a tal postulado de elemental hidalguía, a pesar de ser un hombre esencialmente irreverente. Eran los tiempos en que a la muerte del Profesor Rivas, su cadáver fue transportado en hombros por sus alumnos reprobados.
Regían por entonces los principios de la medicina francesa, a la sazón a la cabeza de la ciencia universal, y por tanto Rico fue a perfeccionar sus estudios a la antigua Lutecia. Alli al comienzo siguió cursillos de cirugía, abandonándolos prestamente para dedicarse a las ciencias psicológicas y psiquiátricas; concurrió a las con-ferencias de Claude, Clerambaut, Laignel- Lavastine, Levi- Valensi, J anet, etc., quienes enrumbaron defini-tivamente su vocación por las ciencias relacionadas con la mente humana, sin perder jamás de vista la medicina general, por entonces eminentemente clínica.
De regreso al país se acogió a los concursos en buena hora implantados en la Facultad de Medicina por el rector Carlos Esguerra, de quien fue Jefe de Clínica en un servicio de medicina interna. Posteriormente obtuvo el título de Profesor Agregado en Psiquiatría en un concurso en el que el jurado examinador fue presidido por el entonces Profesor de la materia, doctor Maximiliano Rueda.
Muerto el Profesor Miguel Canales, el clínico máximo que ha tenido este país y retirado el Profesor Miguel Jiménez López, maestro de una capacidad didáctica como no la he conocido en nuestro medio, correspondió a Edmundo Rico y a Trujillo Gutiérrez, ocupar las cátedras de Medicina Interna. Uno y otro fueron figuras epónimas en la medicina nacional.
El Hombre
Individuo alto (1.79), longilíneo, labio borbónico, como lo afirma Caballero Calderón, olvidando que a su perfil y a su maxilar inferior podrían aplicarseles igual epíteto. En todo caso era un hombre apuesto, de modales señoriales y de verbo irreverente y mordaz.
A pesar de ser leptosómico su psicología correspondía a un extrovertido con ribetes de excitación constitucional; este rasgo psicológico explica su prodigiosa actividad. En efecto: desempeñaba ladocenciaen dos materias en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional, era Profesor del Externado de Derecho, leía ávidamente no solo temas médicos sino literarios, escribía para El Tiempo, su famosa “Balanza del Caduceo” y colaboraba con frecuencia en “El Espectador”; era Director de Hospital o Clínica Psiquiátrica, redactaba la revista Anales Neuro-Psiquiátricos o la de la Academia de Medicina en donde además disertaba con frecuencia y de la que llegó a ser su Presidente.
Redactaba peritazgos médico-legales o de psiquiatría forense, y no era óbice esta insomne actividad, para atender una numerosísima clientela, habiendo llegado a decirse que todo enfermo mental había sido visto o lo es-taba viendo o lo vería el Profesor Edmundo Rico; como si esto fuera poco, gustaba de concurrír a reuniones sociales y frecuentaba su club, el Jockey; de este centro social fue miembro desde que era estudiante, caso in-sólito en esa Institución.
Otra característica de su personalidad hiperemotiva era su tendencia impulsiva que se exaltaba en determinadas circunstancias y que lo llevaba a veces a extremos que él era el primero en deplorar. Efectivamente, dada su tendencia eminentemente polémica, impulsado por los avatares de su afectividad, atacó en la Cámara de Representantes con injusta acerbía a un distinguidísimo médico extranjero por lo cual fue calificado como chauvinista y criticado por Calibán en su célebre “Danza de las Horas”. Sin embargo, Rico rectificó su conducta al respecto y posteriormente quiso homenajear a otro médico proponiendo, infructuosamente, a esta Academia como socio de número, a un destacado médico europeo.
En alguna ocasión le hicimos la observación de que en su personalidad existían rasgos comiciales, lo que aceptó de buen grado hasta el punto de que algún tiempo después me obsequiaba un libro escrito por el General Mosquera, con la siguiente dedicatoria: “Al Profesor Alfonso Agusti Pastor admirador del gran general y médico tratante de este otro epileptoide que es su amigo, Edmundo Rico”. Y es que para el Profesor Rico no existía el hombre completamente normal y como él mismo lo afirmó en un reportaje concedido a “Tribuna Médica”, “Yo veo locos por todas partes, posiblemente por deformación profesional”.
Hombre de pasiones violentas, no admitía defectos en sus amigos, ni méritos en sus enemigos ocasionales; y digo ocasionales porque Edmundo Rico reconocía gallardamente sus errores cuando había procedido con ligereza. El doctor Alberto Lleras, su amigo de vieja data, lo calificó como hombre pasional, haciendo así, sin proponérselo, un diagnóstico acertado.
Temperamento batallador por excelencia, atacó rudamente las reformas introducidas en los últimos años a la enseñanza médica en la Facultad Nacional de Medicina, por considerar más acorde con nuestra idiosincrasia y nuestros medios, la prevalencia de la clínica sobre las demás exploraciones, manteniéndose fiel a las normas de la medicina francesa. En un país inmensamente rico como lo es el estadinense no es útopico que el médico de-mande numerosas exploraciones tales como radiografías seriadas, exámenes de laboratorio, electroencefa-locardiogramas, etc., para llegar a un diagnóstico, en tanto que en otros países subdesarrollados, tales pruebas tan solo pueden practicarse en unas pocas ciudades y no siempre están al alcance económico de los enfermos. A pesar de la lógica de los argumentos, este debate concluyó con el retiro de la docencia de destacadísimos profesionales, contándose entre ellos el Profesor Edmundo Rico.
Presentó a la Academia de Medicina un estudio sobre la encefalitis hiperazoémica, tema muy novedoso en su tiempo y que fue comentado muy elogiosamente por el Profesor Uribe Cualla.
Tanto en la revista de la Academia, de la cual fue Director, como en los Anales Neuro-Psiquiátricos escribió numerosos artículos, tales como “La Locura Dual”, “El Delirio de los Degenerados”, siendo este último trabajo presentado igualmente a la Sociedad de Psicopatología, Neurología y Medicina Legal de Colombia, entidad de la que era socio fundador. Imposible resulta mencionar todos los temas científico-literarios escritos por el Profesor Edmundo Rico, por estar dispersos en multitud de revistas y periódicos, pero entre ellos vale destacar un estudio sobre “Felipe 11 ante la Psiquiatría”, un bellísimo estudio sobre la personalidad del Pro-fesor Julio Manrique; sobre el poeta Eduardo Castillo, de quien fue un apasionado admirador; discursos fúnebres sobre prohombres de la medicina tales como los pronunciados a la muerte de los profesores Maxi-miliano Rueda y Pablo A. Llinás; con igual motivo pronunció una sentida oración fúnebre en honor del Pro-fesor Mondor. En su “Balanza del Caduceo” trató y divulgó temas de interés general durante varios lustros, siendo esta columna muy leída por su amenidad y en muchas ocasiones por su sutil ironía. Manifestó cierto desvío por las corrientes psicoanalíticas por considerar que estaban impregnadas de un pansexualismo exagerado y porque ellas se prestaban a abusos y en ocasiones, inclusive, solían ser no solo ineficaces sino frecuentemente nocivas. En todo caso compartía plenamente el pensamiento de Marañón que a la letra dice “Las teorías de Freud son una de las manifestaciones más geniales del pensamiento moderno. No puede decirse lo mismo de las teorías de los freudianos, que pueden ser geniales; también alguna que otra vez, hasta estupideces, muchas veces” .
No está por demás citar, también, otros ensayos entre los cuales vale mencionar “El ensayo sobre la Psicopatología de Savonarola”, “Posible raíz psicobiológica de la constitución esquizoide”, “Psicología de dos suicidios”, este estudio se refiere al del célebre escritor Estefan Zweig y de su esposa y del conocido caricaturista Ricardo Rendón, “Panegírico del Profesor Francisco Gómez Pinzón y del Doctor Juan de Dios Carrasquilla”, con motivo de la colocación de una placa recordatoria.
Siendo médico Director del manicomio de mujeres y Profesor de Psiquiatría de la Universidad Nacional, aprovechó tales oportunidades para formar una pléyade de especialistas entre sus colaboradores, que al mismo tiempo eran sus amigos y entre los cuales vienen a mi memoria los siguientes: HUMBERTO y ANDRES ROSSELLI, ARIEL DURAN, MARIO CAMACHO, AZUERO VILLAMIZAR,CASTAÑO CASTlLLO,CAS-TRO REY, ALVARO CALDERON, RAUL GARCIA, ALVARO RESTREPO, JOSE CONDE y tantos otros que hoy se destacan brillantemente en el ejercicio profesional.
Con motivo de la posesión como miembro de número del doctor JULIO ARAUJO CUELLAR, el Académico Edmundo Rico hizo un sutil análisis sicológico de dos distinguidísimos miembros del Cuerpo Médico: Los Profesores Zoilo Cuellar Durán y Rafael Ucrós, sobre los cuales expresó los siguientes conceptos:
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