Un Pediatra Humanista
El eminente médico Gustav Rau falleció en enero de 2002. Cuadros escogidos de su colección de arte (valorada en más de un billón de dólares) fueron expuestos el año pasado en Bogotá, la primera ciudad de América en observar esta importante muestra pictórica, la segunda colección privada más grande del mundo; la primera es la del Barón Van Thyssen, que se muestra en el museo de su nombre en Madrid.
Estas notas destacan algunos aspectos biográficos y de la personalidad del galeno coleccionista. Este protestante germano, cuidadoso seguidor de las enseñanzas evangélicas, solía decir: “El Señor es quien ordena y distribuye”. El curador Marc Restellini lo cataloga como “un santo” porque en realidad es un caso bastante insólito. Nació en Stuggart el 21 de enero de 1922 de una familia alemana rica; al finalizar la Primera Guerra, su padre alcanzó notoriedad entre los caballistas, al estimular en los jóvenes de Hanover los deportes ecuestres, tanto que una de las medallas que se otorgan en estos concursos lleva el nombre de Gustav Rau. De joven fue reclutado por el ejército nazi, pero desertó para ingresar de voluntario en las tropas inglesas. Regresó vencedor a su patria alemana, para luego obtener un doctorado en ciencias económicas y dedicarse a los muy rentables negocios de su padre. Aficionado al arte, compró su primer cuadro en 1958; se trataba de “Il bevitore” pintado en el siglo XVII por Gerard Dou, un alumno de Rembrandt. Muerto su padre, Rau – quien ya había iniciado su carrera como coleccionista de arte- decidió vender todas las empresas heredadas en Stuggart e iniciar el estudio de la medicina a la edad de 40 años, en 1969. Se especializó luego en Medicina Tropical y se estableció en el África para ayudar a la niñez desvalida, por lo que en realidad ejerció la pediatría.
Después de algunos años en Nigeria pasó al Congo (Zaire) donde fundó un hospital infantil de 300 camas y 4000 metros cuadrados, que aún existe pero funciona muy a medias; no tiene médicos porque la región es de extrema violencia. Para tener una noción de la gravedad del conflicto, baste decir que según lo ha denunciado el arzobispo de Kisangani, en los últimos cuatro años han muerto tres millones de personas; este territorio del antiguo Zaire se lo disputan las tropas del actual presidente congolès Kabila y los países de Ruanda y Uganda. La última masacre, ocurrida en Kisangani –la tercera ciudad- terminó con 250 muertos civiles, cifra que horroriza aún a personas acostumbradas a vivir en países violentos como el nuestro. El nosocomio del doctor Rau está localizado en la región de Bukavu, en Cirirì, cerca de la frontera con Ruanda, y fue construido con planos que él mismo diseñó. No quiso Rau ejercer en Europa, donde decía que la medicina tenía tantos privilegios, sino que dirigió su mirada hacia el continente negro (“merece que nos interesemos en él”), convirtiéndose en otro Albert Schweitzer. Allí vacunó, escolarizó, nutrió y trató a miles de niños (se habla de veinte mil pequeños prófugos de Ruanda, a los que alimentaba diariamente). Los bananos y fríjoles se recogían de la región, pero también inició una plantación local de aguacates (donde los niños sembraban las pepas de la fruta que comían, y se obtenía en tres años un nuevo árbol) y organizó un gallinero; el resto de alimentos los traían de Ámsterdam –donde eran almacenados- y transportados al antiguo Congo por barcos, aviones y camiones. Veinte años duró en esta labor humanitaria, mientras viajaba dos o tres veces al año a Europa y América, a comprar esculturas y cuadros en premio a la paz interior que había logrado.
La fortuna en realidad la hizo su padre (quien construyó un imperio industrial de accesorios de carros) y un tío, dueño de importantes fábricas textiles. Hijo y heredero único, tampoco tuvo hijos ni se casó. “Mi familia es el Hospital”, afirmaba.
La vida de este mecenas tiene tres etapas: como estudiante e industrial en Stuggart, como pediatra social en el África, y su retiro (en 1997) hasta su muerte a los 80 años en el suroeste de Alemania; en este último sitio fue víctima de un accidente cerebrovascular, por lo que se vio envuelto en un largo y penoso litigio con su abogado. El jurista trató de quitarle “por incapaz” la custodia de sus cerca de mil cuadros, esculturas y objetos de arte que reposaban en Zurich, Suiza. Pero Rau siempre consideró que esta millonaria colección debía tener como destino el bienestar de los niños pobres del sub-desarrollo, en particular los africanos y afortunadamente el juez reconoció que el médico y coleccionista estaba sano. Fue un maniático de la humildad, discreto millonario y campeón de la generosidad. En efecto mantenía un bajo perfil, aunque esto cambiaba cuando se notaba su presencia en las subastas de arte. Una que otra vez salió “tumbado” pero en general hizo buenas inversiones, todas en cuadros de los considerados mejores quinientos pintores de la historia; algunos de ellos son menos famosos, lo que no desdice de la excelente calidad de los lienzos. La colección es sencillamente espectacular, como extraordinaria es la exposición misma, una selección de 105 entre los más de 400 cuadros que logró adquirir este humanista, rico en virtudes y en dinero. A pesar de su inmensa fortuna que con los años acrecentó, permaneció desconocido para los miembros del “jet-set” internacional.
La exposición Rau en la Casa de la Moneda se llamó “Obras Maestras de la Pintura Europea”; cuando se mostró por primera vez en la Casa de Arte de Munich se denominó “ Desde Fra Angelico hasta Bonnard, obras maestras de cinco siglos”. Estuvo luego en la Academia Carrara de Bèrgamo (Italia), cuyo sitio web es uno de los mejores que encontré entre las 467 citas de Internet. Antes de llegar a nosotros estuvo en París, Rótterdam, Colonia y Mónaco. De Bogotá salió para Sydney (Australia), luego a los Estados Unidos, y se ubico definitivamente en un museo en Luxemburgo. Disto mucho de ser experto en temas pictóricos, aunque esto no es necesario cuando se trata de familiarizarse con la estética en más de quinientos años de la historia del hombre.
La UNICEF heredó su colección sólo hasta septiembre de 2001, unos pocos meses antes de la muerte del anciano pediatra; es la mayor donación recibida en 50 años de historia de la entidad adscrita a la ONU y Bogotá fue la primera ciudad de América en verla. Parte de los réditos obtenidos fueron al Cirec, fundación que ayuda con sus prótesis a los niños que han sido víctimas de las minas quiebra-patas. Se ven cuadros del renacimiento italiano temprano, los dos santos de Fra Angélico que fueron parte de trípticos que adornaron altares del comienzo de la Edad Moderna, en donde se destaca la delicadeza de los trazos y la intensidad de los colores. Entre otros italianos podemos mencionar al Canaletto de la Plaza de San Marcos (Venecia), pero hay un Luini y un Solario de primera. De los españoles, definitivamente el “Santo Domingo en oración” de El Greco y el “San Jerónimo” de Ribera. Los flamencos están representados con Van Dongen (Niña con cuello marinero) y Dou (La cocinera).De los alemanes vemos a Lucas Cranach el viejo con una pequeña obra circular de “Judith y Holofernes decapitado”, trae rasgos y colores delicados, lujosas vestiduras. De los ingleses, lo mejor es la niña “Rebecca” de Joshua Reynolds, que muestra una expresión madura a pesar de la corta edad de la modelo. La pintura francesa es la más abundante, y muestra fauvistas, el Nabis, el impresionismo… Pisarro (el que convenció a Gauguin de ser pintor con dedicación exclusiva) está con paisajes y retratos; seis Monet hacen una pequeña retrospectiva del impresionista francés, entre los que se destacan“El puente de madera” y “Bosque y Maleza”. Hay un pequeño Renoir (“Mujer con Rosa”) que sirve de portada de las boletas y afiches, y un Toulouse-Lautrec de escaso tamaño.
Mención aparte merece un hermosísimo cuadro de la impresionista americana Mary Cassatt (“Louise amamantando a su hijo”), de un increíble y tierno realismo. “David y Goliat” que Rau compró barato y resultó ser de Reni, está Degas ( que tiene 73 esculturas en el museo de Sao Paulo), hay un Cezanne, que fue además un pre-cubista, Corot, Boudin, Bonnard, y el Ragonard –preferido del coleccionista- “El Duque de Harcourt” que respira vitalidad y energía extraordinarias. Muy bueno “El Rabino” de Manet-Katz, donde predominan los rojos.
Las diferentes salas de la Casa de la Moneda respetaron en general la cronología que cubre más de cinco siglos de cultura europea, comenzando por el arte italiano, siguiendo con el flamenco, el español, el alemán, el inglés, y deteniéndose en diferentes escuelas de la pictórica francesa (el Nabis, el Fauvismo, el Puntillismo, el Impresionismo, el Expresionismo…), aunque fue notable la ausencia del arte cubista que vendría después de Cezanne, con Braque o Picasso.
Referencias.-
1) Picca M. La collezione Rau per ricordare il benefattore Rau. 2002. Magazín de arte de la organización etciu.
2) Academia Carrara. La collezione Rau, Sei secoli di grande pittura europea, da Beato Angelico a Renoir a Morandi. Accademia Carrara.de Bergamo, Italia.
3) Museo Nacional de Colombia. El fabuloso tesoro del doctor Rau, una colección hecha con el corazón que abarca seis siglos de pintura. Revista Cambio, 2002.
4) Moreno U. La colección donada a UNICEF está valorada en 90.000 millones (de pesetas). El Mundo (Madrid), septiembre 6 de 2001.
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