Sistema Porta Hipofisiario
No olvidemos que la anatomía seguía siendo la ciencia primaria en medicina, por lo que no debemos sorprendernos que quien pusiera en contexto la endocrinología fuera el anatomista inglés de la pre-guerra Geoffrey W. Harris. En sus estudios del área hipotalámica y de sus relaciones con la adenohipófisis, él inicialmente pensó que había una conexión neural directa, como en el caso de la hipófisis posterior. Pero empezó a dudar cuando observó que el lóbulo anterior era rico en células secretorias y en vasos sanguíneos, mientras que prácticamente no había neuronas.
Todo había comenzado cuando un patólogo rumano de apellido Rainer observó en 1927 que los vasos sanguíneos de esa área se veían especialmente prominentes en pacientes que habían muerto de manera súbita o violenta, por lo que convenció a su estudiante G. R. Popa, para que estudiara dichos vasos y sus conexiones con los capilares hipotalámicos e hipofisisarios. Se encontraron vasos porta cortos, que según Popa –en una publicación de 1930- llevaban sangre de abajo hacia arriba, afirmación que posteriormente fue negada por Wislocki en Boston y confirmado por Harris en 1947, que observaron el flujo de sangre en animales vivos anestesiados. Así quedó claro que debía haber un mecanismo neurohumoral de control. La proposición central del profesor Harris sobre el control neuro-humoral de la función hipofisiaria se basaba en que el sistema capilar atípico que conectaba el hipotálamo ventral y lóbulo anterior debería conducir sustancias –o mensajeros químicos- de origen hipotalámico que actuarían como liberadoras de cada una de las hormonas hipofisiarias, una llegaban al parénquima glandular. Este concepto se validó una vez fue aislado y caracterizado estructuralmente el factor liberador de la TSH, un tripéptido que pasó luego a ser la hormona TRH, que pudo ser medida –al igual que otras hormonas hipotalámicas- en sangre de esos vasos porta (por cateterización) unos diez años más tarde.
Se ha planteado que el desarrollo de la endocrinología se ha logrado en varias fases: el reconocimiento de los efectos de cada glándula sobre el cuerpo, cómo se obtiene la comunicación de una glándula con otra (el caso de la adenohipófisis), cómo se interrelacionan los sistemas endocrino y nervioso, y finalmente aclarar la interacción y efecto de las hormonas sobre la membrana, el núcleo y las organelas celulares. Inicialmente la relación se había hecho sin embargo entre efecto de determinadas enfermedades glandulares y de hormonas específicas, pero la verdadera investigación endocrina fue realizada de manera holística, es decir, encaminada a captar simultáneamente todos los aspectos que forman el sistema endocrino y la manera en que todas esas glándulas interactúan entre sí para dar como resultante esa coordinación característica de la fisiología hormonal, como se empieza a ver en las propuestas del profesor Harris. El concepto de la retroalimentación –originalmente aplicado a la ingeniería y a la neurofisiología- es planteado por primera vez en 1930 por Moore y Price, quienes encuentran que hay una relación recíproca entre los testículos y la hipófisis (la testosterona suprime la secreción de LH), y luego entre ovarios e hipófisis. En 1955 Harris publicó una excelente obra –Control Neural de la Hipófisis- que trae diagramas sobre las asas de servo-regulación que comprometen los centros nerviosos superiores, el hipotálamo y los dos lóbulos de la hipófisis, las gónadas, suprarrenales, tiroides y el sistema nervioso simpáticos.
Harris GW. Neural Control of the Pituitary Gland. Physiol Rev 1948; 28:139-179.
Price D. Feedback Control of Gonadal and Hypophyseal Hormones: Evolution of the Concept. In Pioneers in Neuroendocrinology. 1975. Eds. J. Maites B. T.
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