Prolactina, Autoinmunidad y Ginecomastia

Los niveles de prolactina (PRL) se encuentran elevados en un porcentaje importante de pacientes con algunas enfermedades del tejido conjuntivo, tales como el lupus eritematoso sistémico (LES), la artritis reumatoidea (AR) y otras patologías órgano-específicas como la tiroiditis crónica, la DM tipo I y la enfermedad de Addison; su elevación guarda relación con la presencia de algunos anticuerpos presentes en dichos trastornos autoinmunes, particularmente con los anticuerpos anti-ADN pero también con los antitiroideos y antisuprarrenales entre otros. Rara vez puede la PRL elevarse por causa de una hipofisitis linfocitaria. Por supuesto que la prolactinemia en estos casos de colagenosis puede estar normal e incluso baja, y hay quien haya sostenido que la AR se debe a una deficiencia de PRL. El sitio clásico de producción endocrina de esta hormona es el lactotrofo de la adenohipófisis, pero también se produce en el somatotropo, en el cerebro y en otros tejidos, entre ellos las células mononucleares periféricas, teniendo un efecto paracrino sobre los linfocitos, ya que es linfopoyética. Es pues una hormona, pero también se comporta como una citoquina. De ahí su relación con las enfermedades del colágeno, muy especialmente con el LES pero también con la AR, donde se cree que su producción elevada es más un efecto que una causa, y que serviría como marcador de actividad y de duración de la enfermedad. Hay estudios que muestran la utilidad de la bromocriptina y de otros de sus análogos como terapia coadyuvante en el SLE y la AR, aunque sus resultados tiendan a veces ser modestos.

Muchas drogas elevan la prolactina, porque son estimulantes de su gen (prolactina-hormona del crecimiento), localizado en el brazo corto del cromosoma 6, cerca al HLA que genera el haplotipo de las personas, que frecuentemente muestra un DR4 en los enfermos con AR. La PRL puede sin embargo producirse en los mamíferos merced a la actividad de otros genes diferentes. Otros medicamentos elevan la prolactina pues son antagonistas de la dopamina o PIF, y este sería el caso de gastrocinéticos y sedantes como la metoclopramida o la sulpirida, y de las fenotiazinas usadas en psiquiatría.

La hiperprolactinemia es generalmente un marcador de la presencia de un micro o macroadenoma hipofisiario, más notoriamente sintomática en las mujeres, donde se asocia con la triada amenorrea-galactorrea-infertilidad. En los hombres con macroadenomas hipofisiarios que comprimen el quiasma óptico, la PRL puede alcanzar niveles superiores a 1000 mU, a veces sin producir síntomas hormonales, o a veces asociándose con disfunción eréctil o con pérdida de la líbido. Aunque no es un factor de importancia en la génesis de la ginecomastia de los varones, su elevación puede contribuir al disbalance entre estrógenos y andrógenos (por un hipogonadismo relativo por inhibición de gonadotropinas), y en ese caso guardaría alguna relación con esta patología por lo general benigna, aunque podría ser premaligna en los pacientes con síndrome de Klinefelter.

Por último es conveniente aclarar que a veces las hiperprolactinemias están asociadas con elevación de la macroprolactina –sin actividad biológica- y no de prolactina libre, que interactúa con los receptores de PRL. Un estudio demostró que en mujeres que padecen AR, la hiperprolactinemia se debe a una verdadera elevación de PRL libre.

Alfredo F. Jácome, MD Editor, Tensiómetro Virtual

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