Descubrimiento de los Rayos X
Wilhelm Conrad Roentgen estudiaba en 1895 el comportamiento de los electrones emitidos por un tubo de Crookes (una especie de ampolla de cristal cerrada casi totalmente al vacío que produce una serie de relámpagos violáceos); descubrió que estos destellos eran capaces de iluminar unos frascos de sales de bario colocados en el mismo laboratorio, pero lo extraño era que el tubo estaba envuelto en papel negro y entre él y los frascos había varias planchas de madera y unos gruesos libros. Aquellas radiaciones habían pues atravesado todos los obstáculos como por arte de magia. Tomó entonces las manos de su esposa y las expuso durante largo tiempo a la radiación de un tubo de Croques, colocando debajo una placa de fotografía. El resultado fue la primera radiografía de la historia, por lo que decidió patentar su revolucionario invento que llamó Rayos X pues no tenía la menor idea de la naturaleza exacta de lo que acaba de descubrir.
En algunos casos, mentes brillantes que han dedicado mucho tiempo al estudio de un problema, pueden súbitamente encontrarse con que todas las piezas del rompecabezas cuadran. Este momento de la verdad se ha llamado la experiencia del ¡ahá! O de la famosa ¡Eureka! También ocurrió en el Tao de la física, la teoría de la evolución, el principio de la fotosíntesis, el descubrimiento de las funciones fucsia, la invención del motor de corriente alterna, la teoría matemática de los juegos de suerte, el genio de Gauss, la anatomía de la inspiración, la excitación de la creatividad, etc. Esto último no sólo es algo cerebral, es también una experiencia que compromete las emociones, las vísceras, el intelecto, lo que hace la introspección creativa un poderosa, excitante e intensa experiencia.
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