Botox en Cosmetología

Jean Carruthers -un oftalmólogo canadiense- decidió tratar en 1987 con pequeñas cantidades de Botox a una paciente que presentaba blefarospasmo, droga que reduce la actividad de músculos hiperactivos al bloquear los impulsos nerviosos. El blefarospasmo causa parpadeo excesivo y en ocasiones cierra bruscamente el ojo, por lo que la toxina botulínica –el veneno más fuerte en su más pura concentración- no luciría como un medicamento para aplicar a un enfermo con una patología ocular. La paciente se tornó asintomática, pero en visitas posteriores hizo énfasis en el hecho de que había notado que las arrugas presentes entre sus párpados desaparecían, dándole una expresión facial relajada, lo que parecía rejuvenecerla. El esposo de la señora –dermatólogo- también se sintió intrigado, y –en conversaciones con la almohada- pensó en la posibilidad de una indicación cosmética de la toxina botulínica. De acuerdo a la Sociedad Americana de Cirujanos Plásticos Estéticos, se aplicaron tres millones de tratamientos de Botox en 2004. En cirugía cosmética se utiliza actualmente para relajar las líneas entre los párpados y para suavizar las arrugas faciales causadas por la edad, el cigarrillo y el sol. Hay que anotar –como se mencionó en un artículo del Tensiómetro número doce que ampliamente discute las indicaciones neurológicas- que la terapia botulínica es utilísima en el manejo de enfermedades musculares que se caracterizan por espasticidad, así el público la reconozca más por su uso cosmético.

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