El Psicojuicio, Experiencia Clínica
Una sesión de psicojuicio en un grupo mixto heterogéneo.
El grupo estaba compuesto por tres médicos psiquiatras analistas, una psicóloga, tres maestros y cuatro maestras. Las sesiones eran de hora y media una vez por semana.
El grupo estaba unido por los intereses de trabajo y se prestó voluntariamente a la experiencia. En las anteriores sesiones se ventiló el tema del castigo, y uno de los psiquiatras acusó a una maestra “A” por el castigo infligido a un niño, castigo que consistió en la privación de la comida, motivado por una indisciplina.
La escena se verificó con tanta “abreacción” que uno de los psiquiatras pidió el terapeuta del grupo, al final de la sesión, que calmara el llanto de la acusada, quien recibió toda la culpa del grupo. A la sesión siguiente la acusada no concurrió por estar enferma de una laringitis; Más tarde supimos que había sido la excusa y que el motivo interno era su ansiedad.
El grupo decidió en la sesión siguiente jugar a la “fantasía”, y el juez (Benito) de la vez anterior tomó el papel de fiscal, acusando a una mujer (la más agraciada del grupo), así: “Yo acuso a Mariela de haberle pegado a Ernesto y haberle ocasionado una herida en la cabeza (Ernesto tenía la realidad un vendaje en la cara) porque le intentó coger la mano y eso no es pecado.
Tal vez ella prefiera un golpe a una caricia”. (Ernesto queda de víctima y Mariela de acusada).
Ernesto hablar y dice: –
“Me duele, pero no estoy enfermo, el que está enfermo es un niño, que Benito (el fiscal) prefiere y que se escapa del colegio por estar tenso y porque no le dan plata; a mí me disgusta la preferencia. Quien me pegó fue un cómplice con una regla; eso es todo más o menos”.
Habla el cómplice Manuel: -“yo acuso a Ernesto (víctima). Sí, le pegué, porque me agredió, pero no me di cuenta qué pasó, sólo interviene como defensor de Mariela”. Aquí surgió un nuevo un personaje, el testigo de la víctima, que dice: “Mariela dijo algo y se puso colorada, es por cogerle la mano” Manuel intervino: -“Pero no se debe meter en lo que no le importa”.
Pedro sale como defensor de Mariela y dice: -“Mariela no es culpable, la culpa la tiene el cómplice Manuel, pero fue por legítima defensa”.
El que hace de jurado dice: -“Aquí se hace una pareja, una asociación para delinquir” (refiriéndose a la acusada y a su cómplice).
Isabel hace de juez y dice: -“la acusada no se defiende y tiene que hacerlo porque ella es la indefensa. Ernesto la atacó” (es decir, se pone del lado de la acusada, Mariela, y en contra de la víctima, Ernesto).
La acusada, Mariela, al final habla y dice: -“A Ernesto no le pegaría, lo que pasó ya lo dijo Benito (el fiscal) y le doy las gracias por sacarme del apuro”.
Dos integrantes más del grupo, hicieron de público.
Otro integrante no asistió por estar hecho cargo de la disciplina de los niños. El jurado Carlos encontró que el culpable era el cómplice, Manuel, y la juez Isabel decidió sentenciarlo para hacer disciplina dentro del grupo y, fuera, con los niños.
El terapeuta dijo: -“Hoy ponen en juicio algo de la fantasía por temor de hablar de la realidad.
El grupo huyó con el tema fantástico de la cogida de la mano y con la enfermedad y ausencia de uno de sus miembros, Anita luego señaló la posición de cada uno de los del grupo, haciendo ver que el desempeño de los personajes era en forma defensiva contra la tendencia amorosa, de la cual se culpaban, temían y deseaban disciplinar y castigar; se les mostró qué el motivo de la agresión era la defensa de una expresión amorosa: además, que en cada uno de los personajes estaban presentes otros simultáneamente. Por ejemplo, el cómplice acusa y hace de fiscal y se convierte de víctima y defensor de la acusada del juicio.
La juez se convierte en defensora de la acusada del juicio. La juez se convierten defensora de la acusada y en fiscal de la víctima; el fiscal defiende una relación amorosa; la acusada no se defiende; la defensa se limita a desplazar la culpa y a justificar. Al final la culpa y el castigo los cargaba otro (el cómplice) quien hacía de defensor de la víctima. Además de estos señalamientos se hicieron otros, haciendo ver que en la vida real la posición era la misma que se había presentado dentro de la fantasía en el grupo.
Por ejemplo, se le hizo ver a la víctima cómo ella, había aceptado su papel sin protestar porque ella también se hacía la víctima en la vida real, negando sus dolores los cuales provenían de la infancia cuando sintió que no la preferían ni le daban dinero, ahora también lo sentía en la realidad con el niño que Benito (el fiscal) “prefería”; también intentaba ser la preferida, aceptando el papel de sacrificada. De tal forma se hizo la interpretación de las motivaciones de la fantasía edípico y de los papeles correspondientes a ésta.
Los integrantes del grupo aceptaron las interpretaciones y a la sesión siguiente asistieron todos y pasaron a ventilar problemas de la vida presente o pasada real.
La primera sesión de psicojuicio en un grupo de experimentación, compuesto por seis voluntarios, estudiantes de psicología, se realizó de la siguiente forma: en primer lugar, uno de los integrantes espontáneamente acusó a una de las compañeras diciéndole que ella “no atendía a nadie y que sólo quería hablar ella sola”; otra defendió a la acusada y dijo: “Esa acusaciones muy agresiva, porque no es cierto, y es el que acusa quien tiene que ser acusado, porque es él quien desea llamar la atención”.
Un tercero inició otra charla defendiendo los valores de la Juventud, y un cuarto integrante habló de que “hay que hacer la revolución contra la familia burguesa”. El quinto participante afirmó que “hay que tomar conciencia del problema y que es la pasividad la que tiene así a las personas”.
Otro de los miembros del grupo insistió en que “no es el pueblo el que tiene la culpa”, y el último en hablar hizo hincapié en que “hay que hacer la revolución en defensa del desamparado porque no hay trabajo, comida ni abrigo”.
Fue así como observamos el papel del fiscal que acusaba la mujer que “no entiende” y que sólo se preocupa por ella misma; aquí se plantea el abandono y la frustración como motivo de la acusación; una vez surgido ese papel, aparece el defensor, devolviendo la acusación, proyectándola en el acusador fiscal.
El grupo desplazó la defensa fuera de él para no entrar en problemas personales y localizó la víctima generalizándola en toda la juventud, y el otro integrante hizo lo mismo poniendo la acusación en la “familia burguesa”; luego el quinto participante hace un llamado para hacer el juicio de realidad y “hacer conciencia”, achacando la culpa a la tendencia pasiva (hace de juez y del fiscal a la vez); el otro miembro niega la culpa (del pueblo), y así se defiende; el último se convierte en defensor y agresor haciendo la “revolución en defensa del desamparado, porque no hay comida, trabajo ni abrigo”; es decir, acaba por plantear el motivo de la acusación y del juicio, lo cual inconscientemente está planteado por el juicio y la acusación a la familia (padre-madre) y a los hermanos.
El grupo se siente abandonado y “desamparado” ante el analista que no les da comida, abrigo ni medios de trabajo para subsistir (por su silencio), como lo sintieron anteriormente en su infancia en las relaciones familiares con sus padres, especialmente con la madre, que da de comer, da abrigo y amparo; también sienten la rivalidad y por eso plantearon la primera acusación contra la familia burguesa; el personaje inicial es la mujer que “no atiende” a los hijos hambrientos, que quieren hacer la revolución, despertándose así la agresión contra el objeto persecutorio que en la relación transferencial es el analista, que tampoco les habla ni les da nada.
(Lea También: Experiencias en Delincuentes Juveniles)
En ese mismo sentido se hizo la interpretación haciéndoles ver a los integrantes del grupo que inconscientemente estaban pidiendo al analista lo que ellos viviendo en el pueblo, es decir, eran en ese momento el pueblo desamparado, hambriento y sin abrigo, que tenían que someterse hacer revoluciones porque ellos se habían sometido a la pasividad y así no legaban inconscientemente, sino acusar, defender pobremente, hacer juicios de la realidad deformados por la realidad intrapsíquica.
Durante otra sección de psicojuicio los integrantes trataron de tomar los papeles del juicio, pero la acusada hizo de defensor; el juez dijo que no había testigos y desempeñó el papel de tales, aseverando que él no fue testigo del ocurrido (el que la acusada quisiera hablar ella sola); el que desea hacer de testigo de la defensa se convierte en defensor de la acusada; el fiscal se defiende y se convierte en juez.
En sesiones siguientes se ventiló la privacidad de uno de los miembros del grupo e inicialmente se dijo que era una inhibición; luego se trató del temor a los de afuera y más adelante del temor a la misma agresión que angustiaba a la participante por lo cual no podía hablar y se quedaba callada pasivamente; pero uno de los miembros le interpretaba que era el miedo a que la juzgarán mal, habiendo dicho la acusada: “prefiero que me juzguen de pasiva y no de que cometo errores”, a lo que le respondió otro:
“Por el temor queda en el error”, y uno más comentó:
“Lo mejor es comprometerse y enfrentarse y meterse”; uno dijo que le iba a defender, pero que no podía y la compadecía, a lo que la acusada contestó: “no quiero que me compadezcan, me angustia eso, pero estoy contenta, sé que es el miedo a comprometerme”, y más adelante refirió una experiencia así: “Desde el colegio de monjas pregunté que si la Virgen era virgen antes, en y después del parto e interrogue sobre qué era el parto y me regañaron y me dijeron que era mal pensada; tal vez por experiencias pasadas tengo miedo a que me reprochen; cuando se me ocurre una pregunta pienso ¿será que no entendí?, y si ya lo dijeron, ¿para que preguntarlo?.
Aquí observamos los temores inconscientes hablar de la maternidad, de la escena primaria y de las relaciones genitales porque todas ellas se consideraba muy peligrosas, que podían hacer daño, por lo que tenía que quedarse pasivamente sin entender qué pasaba entre los adultos, sin poder comprometerse en su genitalidad y meterse en ella.
Esto era también vivido en la relación transferencial con los integrantes del grupo y así se mostró, lo mismo que el temor a que en el grupo se despertaran las mismas inquietudes, se hicieran las mismas preguntas y no fueran contestadas y, por el contrario, fueran rechazadas y consideradas ella como mal pensada y con experiencias anteriores.
En otro grupo de estudiantes se planteó el siguiente juicio:
Lili: “-Debe haber algunos puntos de contacto entre los alumnos y las directivas por los fondos económicos, pero resulta que no se entienden”.
Raúl: “-Sí, las directivas tienen razón porque la universidad no es partido político; no tenemos que enviarles dinero a los obreros, no estamos llamados a eso”.
Anita Ricardo: “-¿porque no?”.
Carmen: -“El gremio de estudiantes existe, como también hay grupos políticos, sociales, religiosos y culturales; lo que hay que hacer es cambiar y formar dirigentes: ¿por qué no utilizar los estudiantes?, pueden a la vez ser grupos paralelos, pero no gremios… Todos discuten por la unanimidad y por la libertad”.
Raúl: -“Yo atacó cualquier cosa porque no defienden cosas gremiales”.
Lili: -“Lo que quieren es aislarse y marginizar a la universidad: hay dirigentes que se burocratizan; no se les ha dado conciencia de sus problemas a las personas”.
Raúl: -“Falta la disciplina y hay intereses creados por fuera; debe existir el derecho de autonomía individual con genialidad”.
Ricardo: “-La revolución va a salir de la universidad y lo otro son problemas secundarios, hay que sacarse la careta”.
Carmen: -“Hay que hacer la revolución por tesis gremiales y vías legales”.
Raúl: -“Contra las directrices, porque son los individuos los que se dividen”.
Lili: -“Es a la universidad a la que la tachan de mala y a la que se le ponen problemas”.
Raúl: -“Es falso que los profesores sean iguales a los padres; nosotros pedimos que nos den”.
Lili: -“Tienen miedo de que haya profesores que hagan consciente al estudiantado”.
Carmen: -“Lo que pasa es que no hay unión”.
Teresa: -“Sí seguimos como vamos, no llenamos ningún papel”.
Lili: -“Queremos libre cátedra”,
Carmen: -“Que no haya dogma y que se exponga de todo”
Analista: –
“Ustedes sienten que hay ciertos puntos de contacto aquí conmigo, pero que no nos entendemos y que esto no es un partido político y desean agruparse y nombrar un dirigente para que los conduzca y no entren en contradicciones y así funcionar paralelamente y quedar con su libertad, que en el fondo no tienen aquí, ahora, porque sólo han discutido de problemas extragrupales y por eso tienen que atacar por atacar cualquier cosa; lo que quieren es aislarse y maginar sus problemas personales;
También aquí y ahora se burocratizan diciéndome que yo no los haga conscientes de los problemas y que no les doy disciplina; a la vez que reclaman derecho de autonomía no se la toman porque siente que tienen intereses creados por fuera, por eso tienen que hacer revoluciones interiores aquí como en la universidad, dejando en plano secundario los problemas individuales; desean luchar contra las directrices que sienten aquí (profesor –falso-padre) pidiéndome que les de, que los haga conscientes de sus problemas.
Por lo que me dicen que si siguen así, no llenan ningún papel y quieren su libertad que ustedes mismos no se dan aquí para hablar, volviéndose dogmático en su discusión; unos acusan, otros defienden, otros quieren ser jueces y se quedan divididos poniendo el problema personal en el sentido ideológico, por lo tanto ni se dan la libertad que exigen para ponerse en mejor contacto conmigo y quieren hacer huelga y revolución”.
Raúl: -“Hay gente muy diferente en la vida”.
Lili: -“La culpa la tenemos todos, pero sí hay gente indeseable”.
Teresa: -“En la universidad hay de todo y de todos”.
Lilí y Ricardo entablan una discusión y concluyen en que la ley no se puede aceptar por el solo hecho de que es la ley y que no necesitan de censura porque ésta está en todos…
El analista les muestra la disociación, las motivaciones, y de las personas lo deseable y lo indeseable, terminando culpándose todos por la rigidez de sí mismo en la discusión de los problemas durante la sesión de grupo.
Otras Experiencias clínica
En un grupo diferente al que sólo asistieron cuatro miembros se presentó el siguiente juicio: Una de las integrantes del grupo contó que se había cometido una mala acción al realizarse un matrimonio “a escondidas” y que ella fue cómplice del acto del matrimonio; otro miembro (Antonio) dijo que él no quería ser juzgado, y así, no juzgaba.
La primera, María explicó que ella era cómplice porque fue la madrina del matrimonio de Teófila. Lucía acusó el acto y afirmó que estaba mal hecho.
Antonio defendió y buscó causales o motivaciones para justificar el acto de Teófila (acusada) quien se casó escondidas. María se sentía culpable y decía que no quería dejar verse de los padres de Teófila afirmando que a los padres hay que tenerles respeto; el analista interpreta la dependencia con los padres vivida en el grupo con él (analista) lo que los conduce a querer ser jueces con el temor de juzgar.
A María se le mostró su papel oscilante de madrina (madre sustituta), de cómplice del delito -matrimonio a escondidas- y de defensor; se le señaló cómo no queriendo ver a los padres de Teófila, sólo se estaba escapando de su misma censura (jueces internos a quienes se teme) para que no la juzgarán de lo que ella sentía que era malo (matrimonio sin permiso paterno, violación de la ley grupal y evasión del rechazo de la castración) y que ella vivía en sí misma por lo cual hablaba de que se casaron todos y ella de última …
De tal forma el grupo plantea inconscientemente el crimen edípico, los temores de castración en una forma u otra y el castigo consistente en el rechazo del grupo.
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