El Mundo Psicológico de Kafka: La Metamorfosis, Parte IV
Cap 12
IV
En sus “Diarios” y cartas, abundan las menciones de Kafka a sus fantasías inconscientes, es decir a sus sueños.
Sería absurdo o por lo menos arriesgado, tratar de interpretar sus sueños así fuera superficialmente, o buscarles su hipotético sentido, cuando se desconocen las circunstancias particulares en que se produjeron. Los hechos que les antecedieron, las reacciones del mismo Kafka frente a ellos, e ignorando además, por desconocerla, la forma como la “atención flotante” del escritor hubiera podido contribuir a su posible interpretación.
En otras palabras, no parece equivocado afirmar que desde el punto de vista de los sueños, Kafka no es susceptible de ser analizado retrospectivamente ni siquiera por el más experimentado de los psicoanalistas.
Este hecho, no obstante, no es un obstáculo insalvable que impida formarse una idea de su mundo psicológico, ni un impedimento para profundizar en su estudio, dentro de los parámetros que nos hemos fijado en este ensayo.
Kafka conocía intuitivamente la existencia de un lenguaje simbólico, el de los sueños, en el que las experiencias internas, los sentimientos y los pensamientos. Se expresan como si fueran experiencias sensoriales, acontecimientos del mundo exterior.
Comprendía que ese lenguaje tiene una lógica distinta del idioma convencional de todos los días, una lógica en la que el tiempo y el espacio no son las categorías dominantes; lenguaje en el que múltiples hechos pueden acontecer en un sólo instante porque para el inconsciente no existe el transcurrir del tiempo, y en el que el concepto de espacio es también relativo.
Un lenguaje universal dominado por la intensidad y las asociaciones, que es preciso entender si se quiere conocer el significado de los mitos, los cuentos de hadas y los sueños. El lenguaje olvidado por el hombre, del que habría de hablar Erich Fromm años más tarde.
Gracias a su imaginación y a las fantasías conscientes que creaba y elaboraba con maestría en sus cuentos y fábulas, Kafka utilizó figuras de animales para simbolizar los hechos de la vida cotidiana y expresar también sus frecuentes sentimientos melancólicos y depresivos acerca de la naturaleza humana.
Figuran en ellos chacales que hablan; topos gigantes de cuya existencia se atreven a dudar las gentes incrédulas; perros que investigan las condiciones en que viven las especies perrunas, y que reflexionan sobre sus propias vidas y sobre sus errores para explicarse por qué a veces caen en la desesperanza, y simios amaestrados que discuten sobre la libertad humana y advierten la posibilidad de alcanzarla mediante la evolución, siempre con el temor de que el entregarse a ella pueda traer consigo no sólo sentimientos de altura sublime sino igualmente, desoladores engaños.
(Lea También: El Mundo Psicológico de Kafka: La Metamorfosis, Parte V)
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No sólo las fantasías conscientes llevaron a Kafka a crear personajes y a imaginar situaciones insólitas en sus novelas y relatos. En muchas ocasiones utilizó sus sueños, tan hermosamente escritos en los “Diarios” y en muchas de sus cartas, para trasladar al lector a esos terrenos extraños que se sitúan en la zona de nadie entre la vigilia y el sueño. Para lograrlo, hacía uso de sus ensoñaciones oníricas, fenómeno psicológico poco aceptado por aquellos psicólogos que todavía dudan de su existencia, o que quisieran al menos, darles explicaciones científicas plausibles. La magia de la literatura tampoco explica los fenómenos, pero es capaz afortunadamente de cubrirlos con mantos de indudable belleza.
Es este precisamente el caso de Borges, quien muy kafkianamente, escribió a mediados del siglo su cuento “Las Ruinas circulares”, en el que un forastero llega a un antiguo templo con el propósito. No imposible aunque sí sobrenatural, de soñar un hombre; lo quería soñar con integridad minuciosa e imponerlo a la realidad. Al final de sus cavilaciones sobre el ser que ha soñado, termina dándose cuenta, “con alivio, con humillación, con terror”, que él también era una apariencia que otro estaba soñando.
Otros dos poetas, de oriente el uno y de occidente el otro, expresaron sabiamente sus dudas sobre la existencia de la realidad. El oriental decía: “Anoche soñé que era una mariposa, y ahora no sé si soy un hombre que ha soñado que era una mariposa o una mariposa que está soñando que es un hombre”. El occidental terminaba un soneto así: “….En mi zozobra a descifrar no acierto, / Si un muerto soy que sueña que está vivo / o un vivo soy que sueña que está muerto”.
Kafka sentía un especial encanto por los animales y su atracción por ellos le conducía a pretender desentrañar a través de las letras la relación que tenían con el hombre.
En ocasiones, elevaba la condición animal por encima de la humana cuando quería dar relieve a los aspectos negativos de la naturaleza del hombre. En sus fábulas señaló la infinita distancia que existía entre el mundo del hombre y el de los animales y la comparaba con la distancia que le separaba de su propio padre. Señaló además repetidas veces el malentendido entre Dios y los hombres, pero expresó la idea de que estar cerca de Dios y vivir rectamente eran términos idénticos y concluyó que al ser humano, más que al animal, todo le es permitido menos el olvidarse de sí mismo.
En “El Libro de los Seres imaginarios”, Borges tradujo, con el título de “Un animal soñado por Kafka”, un cuento corto del escritor, en el que se muestra la relación típicamente kafkiana del hombre con el animal. Dice así: “Es un animal con una gran cola, de muchos metros de largo, parecida a la del zorro.
A veces me gustaría tener su cola en la mano, pero es imposible; el animal está siempre en movimiento, la cola de un lado para el otro. El animal tiene algo de canguro, pero la cabeza chica y oval no es característica y tiene algo de humana; sólo los dientes tienen fuerza expresiva. Ya los oculte o los muestre. Suelo tener la opinión de que el animal quiere amaestrarme; si no, qué propósito puede tener retirarme la cola cuando quiero agarrarla, y luego esperar tranquilamente que ésta vuelva a atraerme, y luego volver a saltar”.
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