Diabetes en Colombia, Prólogo

Alfredo Jacome Roca, MD*
Internista-Endocrinologo
Asociación Colombiana de Diabetes

Académico Alfredo Jácome Roca

Es para mí una gran distinción comentar esta obra del Académico Alfredo Jácome Roca, colega muy menor mío con quien me ligan lazos de profunda amistad, enmarcados por un gran respeto que nos mantiene muy cerca, ya en las postrimerías de mi actividad médica como diabetólogo.

Jácome se formó como especialista en centros muy prestigiosos de los Estados Unidos y llegó a Colombia vinculado a la Universidad Javeriana en donde demostró su calidad de profesor, endocrinólogo e investigador. Son atribuciones suyas innatas su gran caballerosidad, la autenticidad de su carácter y esos dones tan bellos en el ser humano como son su modestia y dignidad sin par.

Su currículo lo coloca como una de las figuras cimeras de la medicina colombiana, como el autor de publicaciones y libros que siempre actualizó oportunamente. Para el estudio y la consulta de los temas por él tratados, además de una amenidad en su lectura, la cual no quiere uno terminar por la concatenación lógica de los hechos, que desarrolla como científico, historiador y humanista.

Su mente está siempre pronta, antecede en su opinión a cualquier comentario que se le formule por su inteligencia privilegiada y la vasta información que llena su memoria.

Al escribir este prólogo en el actual momento de mi vida:

Veo con especial satisfacción cómo él resume en sus páginas los esfuerzos de varias generaciones médicas colombianas; especialmente quienes tuvimos el dilema de estudiar a la luz de los conocimientos de cada época la complejidad de la noxa y al mismo tiempo poner en práctica métodos diagnósticos y de tratamiento, que en verdad apenas llegaban a mantener la vida del diabético.

A esto se suma la atención del enfermo, que aunque en parte personalizada por la consulta con su médico familiar, estaba desprovista de un seguimiento, lo que era apenas lógico en ese entonces.

En los primeros relatos disponibles de la historia, al autor no se le escapa cómo Cornelio Celso fue quien acuñó al comenzar la era cristiana la etimología de la palabra diabetes. Además cubre detalles muy oportunos de quienes fueron los verdaderos pioneros en la atención de la diabetes en el mundo y en nuestro país.

Los comentarios que hace el autor sobre los primeros pasos en el descubrimiento de la insulina son muy valiosos, pues en Rumania, Paulescu es quien por primera vez logra aislar un páncreas extraído de páncreas animal, que mantuvo la supervivencia de perros pancreatoprivos.

Aunque la falta de recursos y la ausencia de comunicación inmediata con quienes estaban en capacidad de reproducir su experiencia no hicieron posible el reconocimiento a este valioso investigador, a quien en la década de los setenta.

Al cumplirse el centenario de su nacimiento, sus discípulos hicieron un homenaje y publicaron su obra que fue distribuida a través de la Federación Internacional de Diabetes (IDF, su sigla en inglés) a todas las asociaciones que la integraban en ese momento.

La primera mitad del siglo XX la destaca como brillante el doctor Jácome:

Por el descubrimiento de la insulina, por la modificaciones que se le hacen a esta hormona – siempre de origen bovino o porcino – para hacerla más efectiva y duradera en su acción, mediante la incorporación de la protamina, y por su pH neutro. Pero su recombinación para llegar a una molécula idéntica a la humana debió esperar tres décadas antes de llegar a los análogos.

Pasa la Segunda Guerra Mundial, durante cuyo curso las sulfanilamidas son la única arma bactriana; terminando la primera mitad del siglo XX, Auguste Loubatiéres en un hospital de Montpellier en Francia, demuestra el efecto hipoglisemiante de la carbutamida, que al finalizar los años cincuenta es reemplazada – debido a su toxicidad -por la tolbutamida.

Esta sustancia es el punto de partida para las diversas generaciones de drogas que señalan el doctor Jácome, antes de llegar a las gitazonas y a los compuestos análogos ya en usos, y otros que están en desarrollo.

Diabetes - Charles Best

Anecdóticamente en julio de 1960 – con motivo del IV Congreso Mundial de Diabetes organizado por la IDF – lo inauguraron en Ginebra los cuatro grandes de la especialidad, quienes por estar vivos y por fuera de la Cortina de Hierro, nos daban ese privilegio: Charles Best y Bernardo Houssay (Nóbel de Medicina el segundo y asociado con el Nóbel Banting el primero), Elliot P. Joslin – el diabetólogo más prominente del planeta ya estando cercano a sus 80 años, y Auguste Loubatiéres, descubridor de las sulfodrogas hipoglicemiantes.

Diabetes - Elliot P. Joslin

Sentados en segunda fila estábamos tres jóvenes latinoamericanos que nos hicimos amigos:

Manuel García de los Ríos, de Chile, Rolando Calderón del Perú, y quien esto escribe; junto con los venezolanos Luis Manuel Manzanilla – ex ministro de salud – y Enrique Pimentel (ambos fallecidos) y Alfredo Planchart, formamos una parte del mini-contingente latinoamericano del congreso. 

Con el grupo argentino liderado por el profesor Houssay, con Virgilio Foglia y Ricardo Rodríguez del Instituto de Fisiología de Houssay y Néstor Serantes del instituto Nacional de Nutrición de Buenos Aires, sembramos la semilla de la Asociación Latinoamericana de Diabetes (ALAD), la que cristalizo en el Congreso Internacional de la IDF que se celebró en aquella ciudad, Gracias a la proximidad al podio, logramos con Manolo la fotografía autografiada de los cuatro maestros de la época.

Diabetes - Auguste Loubatiéres

(Lea También: La Alborada de la Historia)

Las páginas que Alfredo Jácome dedica a la Asociación Colombiana de Diabetes (ACD) son pródigas, veraces y muy generosas para sus fundadores, resumen toda la vida de entrega a un ideal, muy bien delineado en lo que dejó escrito Hernán Mendoza Hoyos – mi condiscípulo directo en la carrera médica, tempranamente ido – pero con quien vivimos los albores de la obra.

Con Jaime Cortázar, Hernán y Bernardo Reyes, constituimos por decreto gubernamental el Comité Nacional en la Lucha contra la diabetes, que presidió Jaime hasta que el Ministerio de Salud decidiera crear la dependencia en que está hoy la diabetes mellitus en el gobierno nacional – como enfermedad crónica que es – cuyas funciones han sido fructíferas y que entre otras cuenta con las publicaciones que contemplan las guías de manejo de la enfermedad.

El cupo de la ACD en la Asociación Pro Congreso de Medicina Interna fue cedido hace unos años a la Federación Diabetológica Colombiana; su posición fue siempre científica y de colaboración en dichos congresos, valiendo la pena destacar al grupo de la ACD que el doctor Jácome menciona, con cuyos otros siete médicos integrantes hicimos un trabajo sobre microangiopatía diabética que mereció el Primer Premio que entrega la Asociación Médica Interna (ACMI) en sus congresos bianuales, que fue recibido de manos de su presidente Eduardo De Zubiría Consuegra, en un bello acto realizado en el Teatro Colón de nuestra capital.

Los servicios de endocrinología que describe el autor con una impresionante versatilidad y detalle, con la muestra patente de que el problema de la diabetes en Colombia era ya en la década de los sesenta de una magnitud sobresaliente en lo científico, social y epidemiológico; no se omite ningún detalle o inquietud del entorno científico de ese momento en la diabetología colombiana.

Sin duda el gran pionero de la investigación de corte internacional fue la figura fulgurante y talentosa de Bernardo Reyes Leal, junto con el grupo de sus colaboradores en la Universidad Nacional. Como lo describe Jácome, fue él quien trajo de Ann Arbor las últimas técnicas para el radioinmunoanálisis insulínico y quien planteó algo que es hoy universalmente aceptado, el escape hepático de la glucosa, mediante impecables procedimientos en su técnica y elegancia. Bastante le debemos a Bernardo los diabetólogos colombianos, no sólo al científico sino al compañero de nuestros ideales.

Varios y más detallados comentarios habría que escribir en este prólogo acerca de los demás servicios de endocrinología y diabetes en el país, incluyendo a los del Valle del Cauca, Antioquia Bolívar, los santanderes, Huila y Nariño, además de los servicios diabetológicos en los diferentes nosocomios de Bogotá, entre ellos la Fundación Santafé, los hospitales San Ignacio, Militar, de La Samaritana, el ISS, etc. Todo este conjunto de encomiables acciones comunitarias y docentes están plenamente delineadas en el libro de Jácome Toca, que permite a quienes consulten esta obra histórica señalar una referencia histórica de indiscutible valor.

La década de los ochenta se marca en el país con el curso de la Universidad de Harvard que se dictó en Bogotá, que abrió las puertas a los diabetólogos que son el producto de esa joven generación que figura en la nómina mundial de la diabetes. en ese auditorio lleno del Hotel Tequendama fue donde conocí a Pablo Aschner, quien es hoy la primera figura de la diabetología en nuestro país. Por voluntad propia tuvo la ACD la suerte de recibir a este profesional, quien ha brillado siempre por su intelecto privilegiado, veloz y crítico, que le ha dado a la institución – con el irrestricto apoyo de la junta directiva – la mayor solidez y expansión no sólo científica sino material, al obtener la apertura de la segunda sede en el norte de Bogotá.

Su paso como presidente de la ALAD dejó profundas huellas docentes, tanto en seminarios y cursos para diabetólogos colombianos como para el conjunto de especialistas de América Latina. Todos los comentarios que hace Jácome sobre este colega, especialmente en su tema mayor que es el área epidemiológica, tienen campo para una mayor disertación.

Considero que sus discípulos – ya regados por el país – y la realización lograda con la Federación Diabetológica Colombiana (gestada con Iván Darío Escobar, otra figura que sigue sus pasos, igualmente dotada de inteligencia y lealtad) son la expectativa de las futuras generaciones, que deben cosechar lo que ellos y sus colaboradores están sembrando, no sólo en la mente sino también en la conciencia de una generación diseminada por el país.

La última década del siglo XX y los dos primeros años del XXI son presentados por el doctor Jácome con sorprendente exactitud, pues menciona cada uno de los factores a considerar como definitivos en la prevención de las complicaciones y el tratamiento de la diabetes; poniendo en práctica los medios que tenemos – unos ya desarrollados y otros cada vez más útiles, aunque de limitada adquisición por el costo-beneficio- más otros simples que deben impartirse forzosamente y con urgencia a cualquier población, siendo uno de ellos el diagnóstico temprano de la enfermedad.

Si el lector revisa con cuidado estas últimas páginas, hallará un material de extrema utilidad no obstante ser esta una obra de carácter histórico y de recuerdos, por cualquier lado que se analice.

La síntesis de esta bella monografía en la porción pertinente a los desarrollos de materiales de control y tratamiento, resalta con precisión que la prevención de las complicaciones es un mandato a cumplir, por información y por ética del médico general, gracias al ejercicio, a los sistemas de control inmediato y a largo plazo del metabolismo de la glucosa, con los sistemas simples de glucometría y de medición de la hemoglobina glicosilada, del control de las letales hiperlipidemias.

De la regulación terapéutica estricta de la hipertensión arterial por todos los profesionales de la medicina, de la prevención de productos avanzados de glicosilación en la pared arterial (mediante un riguroso control metabólico), de la vigilancia especializada de los vasos retinianos, de las terapias orales sostenidas y combinadas, de la insulinoterapia de varias dosis diarias, del uso de análogos recombinantes de insulina, y da la educación individual o grupal para adecuar y recomendar una alimentación correcta, según los postulados que regulan la dietoterapia en diabetes.

No hay duda que escribir esta reseña histórica sobre una de las enfermedades conocidas desde hace veinte siglos y que al cubrir al mundo entero, sigue planteando la necesidad de una lucha sin término definido, era una necesidad imperiosa en nuestro país al finalizar el segundo milenio.

Ha sido entonces hecha y culminada sin reparos por un endocrinólogo de la talla del autor, y no puede escaparse a la consulta de quienes estamos comprometidos en la especialidad. Será de todas maneras la base para que en el curso de nuestra historia médica nacional se vaya llenando de más páginas, que la pluma del Alfredo Jácome Roca puede cubrir con exactitud y que hoy nos presenta para su lectura y ameno estudio.

(Ver: Diabetes en Colombia, Recuento Histórico y Bibliográfico)

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