Pituitaria, Desarrollo y Reproducción
Se ha planteado que el desarrollo de la endocrinología se ha logrado en varias fases:
El reconocimiento de los efectos de cada glándula sobre el cuerpo, cómo se obtiene la comunicación de una glándula con otra (el caso de la adenohipófisis), cómo se interrelacionan los sistemas endocrino y nervioso, y finalmente aclarar la interacción y efecto de las hormonas sobre la membrana, el núcleo y las organelas celulares.
Inicialmente la relación se había hecho sin embargo entre efecto de determinadas enfermedades glandulares y de hormonas específicas, pero la verdadera investigación endocrina fue realizada de manera holística, es decir, encaminada a captar simultáneamente todos los aspectos que forman el sistema endocrino y la manera en que todas esas glándulas interactúan entre sí para dar como resultante esa coordinación característica de la fisiología hormonal, como se empieza a ver en las propuestas del profesor Harris.
El concepto de la retroalimentación –originalmente aplicado a la ingeniería y a la neurofisiología- es planteado por primera vez en 1930 por Moore y Price, quienes encuentran que hay una relación recíproca entre los testículos y la hipófisis (la testosterona suprime la secreción de LH), y luego entre ovarios e hipófisis. En 1955 Harris publicó una excelente obra –Control Neural de la Hipófisis- que trae diagramas sobre las asas de servo-regulación que comprometen los centros nerviosos superiores, el hipotálamo y los dos lóbulos de la hipófisis, las gónadas, suprarrenales, tiroides y el sistema nervioso simpáticos.
Un campo en la cual se interesaron bastante varios investigadores fue el del desarrollo y de la reproducción.
Primero se aceptó que la hipófisis regulaba la función de las gónadas cuando P.E. Smith reversó la atrofia ovárica post-hipofisectomía con el posterior implante de hipófisis. ¿Cómo lo hacía? Fevold –un químico- Hisaw –zoólogo- y Leonardo –estudiante de posgrado obtuvieron dos hormonas proteicas con acciones diferentes sobre el ovario de la rata. En 1931 encontró este grupo que una gonadotropina –la FSH- estimulaba el desarrollo del folículo ovárico y causaba madurez sexual precoz en ratas prepúberes; otra –la LH- no causaba efectos si se administraba sola en las misma ratas, pero que lograba la luteinización de los folículos que previamente había madurado por la acción de la FSH; es decir, que estas dos hormonas eran las responsables en forma conjunta de la acción hipofisiaria sobre los ovarios.
La experiencia previa sobre esta hipótesis estaba en los estudios de Zondek y de Ascheim con orina de mujeres menopáusicas –rica en FSH- y de orina de mujeres embarazadas –rica en LH- pues la investigación hormonal de aquella época se basaba en sucesivas extracciones de grandes volúmenes, urinarios o de tejido glandular. Un laboratorio muy importante de la época –el dirigido por Herbert M. Evans en Berkeley- discrepaba de estos conceptos. Embebidos en el estudio de la hormona del crecimiento, encontraron su efecto diabetogénico, encontraron la LH y luego la estimulante de las células intersticiales del testículo –la misma LH- y postularon que el efecto luteinizante de la hipófisis sobre el ovario era debida a la acción de una sola hormona que se potenciaba con la somatotrofina.
(Lea También: Las Hormonas del Lóbulo Posterior)
Este laboratorio sin embargo hizo los principales aportes sobre aislamiento y caracterización de las hormonas hipofisiarias:
Particularmente de la hormona del crecimiento. Los preparados iniciales utilizados en aquellos experimentos eran bastante crudos. La purificación del ACTH vino por el lado de los investigadores de Yale, Cyril H. Long y Abraham White -quienes previamente habían aislado la prolactina bovina- y del doctor Choh Hao Li quien se había asociado al grupo de Evans en Berkeley.
Estos dos laboratorios habían encontrado a comienzos de los años veinte el efecto de extractos hipofisiarios de rata en el crecimiento de estas. Al tiempo del anuncio de los científicos de Yale sobre el ACTH, Li logró el mismo objetivo por fraccionamiento salino de la hormona adreno-córtico-trófica ovina; los dos informes fueron publicados en una misma edición del Journal of Biological Chemistry.
Además de aislar el ACTH, el chino Li contribuyó a la identificación, purificación y la determinación de la estructura molecular de muchas hormonas adenohipofisiarias (LH, FSH, HGH, MSH, prolactina y lipotropina) y de otras (endorfinas, factor de crecimiento insulínico 1 o IGF-1). Li logró explicar por qué algunas hormonas tienen funciones biológicas superpuestas, ya que parte de sus estructuras de aminoácidos son homólogas.
Una de las importantes contribuciones de este bioquímico fue su idea pionera de que las hormonas peptídicas están formadas por fragmentos activos y regiones reguladoras. Logró la síntesis de péptidos cada vez más largos y en 1973, la síntesis de la córtico-trofina. Muchos de los actuales análogos hormonales con reconocida potencia contienen sólo una parte de los aminoácidos que están incluidos en las moléculas naturales.
El Síndrome General de Adaptación
La endocrinología se enriqueció enormemente por la descripción del síndrome general de adaptación o la teoría del estrés del austríaco Hans Selye, quien finalizaría sus días como canadiense por adopción. Para su época de estudiante de medicina en Praga, el hijo del cirujano Hugo Selye empezó a observar que sus pacientes –aparte de la enfermedad por la cual consultaban- presentaban cansancio, pérdida del apetito y de peso, astenia y otras manifestaciones que hoy tal vez incluiríamos en el síndrome de fatiga crónica. Una vez graduado, estudió en su universidad química orgánica, obteniendo un doctorado.
De allí pasó a ser becario de la Rockefeller en Johns Hopkins y luego pasó a McGill, donde se inmortalizaría con sus experimentos del ejercicio físico extenuante con ratas de laboratorio que comprobaron la elevación de varias hormonas como el ACTH, la adrenalina y noradrenalina, junto con atrofia del sistema linfático y presencia de ulceras gástricas superficiales, después llamadas del estrés.
Este estrés biológico sería el causante de enfermedades cardiacas, hipertensión arterial, trastornos emocionales y otras patologías en las que los incrementos continuados en las hormonas mencionadas actuarían de manera deletérea sobre los correspondientes órganos de choque. Luego planteó que no solamente producen estrés los agentes físicos nocivos para el animal sino también las demandas de carácter social y las amenazas del entorno del individuo que requieren de capacidad de adaptación.
Definió Selye su famoso término como”la respuesta no especifica del organismo a cualquier demanda del exterior”:
Que se identifica en tres fases, una reacción inicial de alarma (con liberación de hormonas del estrés, generalmente contra-reguladoras de la insulina), un estado de resistencia y finalmente una fase de agotamiento.
Varias enfermedades se relacionan con el estrés agudo, como úlceras gástricas, estados de shock, ansiedad postraumática y obstétrica, estados posquirúrgicos, quemaduras e infecciones severas, mientras que otras podrían relacionarse con estrés crónico: trastornos disfuncionales del aparato digestivo que llevan a síntomas dispépticos o a intestino irritable, ansiedad generalizada, insomnio, cefalea tensional, disfunción eréctil, enfermedades cardiovasculares y tendencia a las adicciones, aunque su participación es menos clara pero el uso del término es bastante común.
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