Imagina esto: un niño que despierta con dolor de muelas, una madre que tiene que dejar parcialmente su trabajo para llevarlo al dentista, una familia que enfrenta gastos imprevistos que tensan su presupuesto. Esa imagen cotidiana es en realidad la consecuencia de un problema silencioso pero muy real: las enfermedades orales prevenibles. En este artículo vamos a explorar cómo la salud oral de los niños incide directamente en el bolsillo de familias trabajadoras, en su bienestar, en su productividad y en su futuro, y por qué invertir en prevención es mucho más rentable que afrontar tratamientos tardíos.
Como especialista en salud oral, he aprendido que la prevención no es solo un asunto clínico, sino también económico y social. La salud oral de los niños incide directamente en el bolsillo de las familias trabajadoras, en su bienestar, en su productividad y en su futuro. Invertir en prevención siempre será mucho más rentable que afrontar tratamientos tardíos.
Un problema que crece desde la infancia
Casi todos hemos escuchado que una buena salud oral es la base de una sonrisa sana. Pero detrás de esa frase hay una realidad que pocas veces se reconoce: las enfermedades orales prevenibles generan costos significativos para las familias. Sobre todo cuando afectan a niños y jóvenes.
Lo que empieza como una caries leve puede convertirse en tratamientos costosos, ausencias escolares y pérdida de productividad laboral para los padres. En otras palabras, la falta de prevención no solo afecta la salud, también golpea la economía familiar.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), las enfermedades bucodentales afectan a más de 3 500 millones de personas en todo el mundo. Y la caries dental sigue siendo la enfermedad crónica más común en niños y adolescentes. Aunque es completamente prevenible, más del 60 % de los escolares presenta algún grado de caries.
En América Latina, los estudios muestran que cerca del 80 % de los menores de 12 años ha tenido alguna lesión de caries, y una proporción importante no recibe tratamiento oportuno. Esto no solo afecta su bienestar físico —dolor, infecciones, dificultad para alimentarse— sino que también genera un costo silencioso que impacta directamente en los hogares. Especialmente en los de familias trabajadoras.
La carga económica de las enfermedades orales en la infancia
Y no se trata solo de salud. Los costos económicos son elevados: en 2019 los costos directos mundiales (tratamientos) fueron unos 387 mil millones de dólares. Y los costos indirectos (productividad perdida) aproximadamente 323 mil millones de dólares.
En el caso de las familias trabajadoras, donde los ingresos suelen ser variables o limitados, el impacto es aún mayor. Cada visita de urgencia, cada día perdido de trabajo y cada noche sin dormir por el dolor de un niño representan un golpe al presupuesto y al bienestar familiar.
En los datos de la Centers for Disease Control and Prevention (CDC, EE. UU.), se estima que por año se pierden más de 34 millones de horas escolares por atenciones dentales imprevistas. Y que solo por pérdida de productividad se “pierden” aproximadamente 46 mil millones de dólares en Estados Unidos.
Panorama en Colombia
La caries dental continúa siendo una de las principales causas de morbilidad infantil y un factor silencioso que afecta el bienestar económico de los hogares, especialmente los de familias trabajadoras. Se estima que uno de cada tres niños entre 1 y 9 años ha presentado caries. Y más de un tercio de los menores de 5 años tiene lesiones no tratadas, lo que refleja serias barreras de acceso a la prevención y a la atención temprana. Aunque el país no cuenta con estimaciones económicas tan amplias como las globales, estudios nacionales sugieren que tratar la caries representaba alrededor del 0,02 % del PIB. Y aun así muchos procedimientos no están cubiertos por el sistema de salud. Esto obliga a los hogares a asumir costos que, aunque parezcan pequeños de manera individual, se vuelven significativos cuando se acumulan urgencias, tratamientos y complicaciones evitables.
Para las familias colombianas, no prevenir tiene un costo directo y emocional difícil de ignorar. Una limpieza preventiva puede costar cerca de 40.000 COP, pero una urgencia odontológica —frecuente cuando las lesiones avanzan sin control— inicia alrededor de 150.000 COP. Sin contar tratamientos restaurativos o complejos que pueden superar ampliamente esa cifra. Cada visita inesperada al odontólogo implica además pérdida de días laborales, noches sin dormir por el dolor de un hijo y la ansiedad de no poder cubrir gastos que pudieron evitarse con medidas sencillas y accesibles. En hogares con ingresos variables o limitados, estos gastos se transforman en un golpe acumulado al presupuesto familiar. Profundizando desigualdades y afectando no solo la salud bucal de los niños, sino la estabilidad económica del hogar.
En mi experiencia, cuando un niño con caries no es llevado a tiempo al odontopediatra, el problema avanza, y el tratamiento se vuelve más costoso y complejo. Cada día sin atención implica más dolor para el niño y más gastos para los padres. En hogares que no cuentan con un seguro, estos imprevistos pueden obligar a sacrificar otras necesidades básicas, como la alimentación o la educación.
Niños y jóvenes: una etapa clave que determina el futuro

La salud oral en la infancia y la adolescencia es determinante. He visto como laa lesiones no tratadas en los dientes de leche pueden afectar la erupción de los dientes permanentes, alterar la nutrición e incluso generar problemas de pronunciación o autoestima. En jóvenes, la acumulación de placa y el consumo frecuente de azúcares o bebidas energéticas aumenta el riesgo de caries y enfermedad periodontal temprana.
Más allá del daño físico, la salud oral tiene un impacto directo en el desarrollo educativo y social. Los jóvenes con dolor dental recurrente suelen faltar más a clase y tener menor rendimiento escolar. Esto, a largo plazo, puede influir en su acceso a oportunidades académicas o laborales, reproduciendo ciclos de desigualdad.
Así, el problema deja de ser solo odontológico y se convierte en un asunto económico y social.
¿Por qué las familias trabajadoras están en mayor riesgo?
Desde mi práctica, observo a diario que las familias trabajadoras enfrentan varios desafíos que aumentan el riesgo de enfermedades orales en sus hijos:
- Acceso limitado a servicios preventivos: Los servicios de cuidado bucal preventivo (como sellantes dentales, fluoruro, revisiones regulares) muchas veces no están disponibles o son costosos, especialmente para familias con ingresos bajos o sin seguro dental completo.
- Menor tiempo para supervisión: Los padres que trabajan muchas horas, tienen varios empleos o turnos variables pueden tener menor tiempo para acompañar al cepillado de los hijos, para llevarlos al dentista o para acceder a educación sobre salud oral.
- Costos imprevistos: Cuando la caries o la enfermedad periodontal no se detectan temprano, se requieren tratamientos más complejos —como extracciones, hospitalización, anestesia general en niños— que elevan enormemente los costos. Por ejemplo, la organización American Academy of Pediatric Dentistry (AAPD) señala que el tratamiento de caries grave en niños puede costar hasta 10 000 USD o más en EEUU.
- Impactos laborales: Si un padre o madre debe ausentarse del trabajo para atender al niño o resolver una urgencia dental, ello puede significar pérdida de productividad, reducción de ingresos o incluso riesgo de sanciones laborales.
- Sesgos de inequidad: La investigación en seis países demostró que los costos por persona de manejar caries entre 12 y 65 años fueron significativamente mayores en los grupos más desfavorecidos económicamente.
Por todo ello, las familias trabajadoras no sólo enfrentan una mayor probabilidad de que sus hijos desarrollen enfermedades orales prevenibles, sino también una carga económica más fuerte cuando estas enfermedades llegan a estados avanzados.
¿Cuáles son los costos concretos para una familia?

Quiero también ilustrar cómo se traducen esos costos abstractos en el día a día de una familia trabajadora:
Costos directos
Estos son los que se pagan económicamente: consultas al dentista, tratamientos (empastes, extracciones, cirugías), medicamentos, anestesias especiales, transporte a la clínica, etc. Por ejemplo, en algunos niños con caries severa, se han reportado costos de decenas de miles de dólares en EEUU.
Costos indirectos
Estos incluyen jornadas laborales perdidas, disminución de rendimiento escolar del niño, mayores gastos futuros por complicaciones, gastos de transporte, mayor probabilidad de recurrencia. Por ejemplo, la falta de asistencia escolar se asocia con peor rendimiento académico, lo que a largo plazo puede afectar oportunidades laborales y, por ende, ingresos futuros.
Impacto emocional y social que también tiene costo
También hay “costos” emocionales: el dolor del niño, las noches sin dormir por episodios de molestia, la ansiedad de los padres ante los gastos y el deterioro de la autoestima del menor al perder dientes.
Además, las experiencias negativas o dolorosas durante los tratamientos pueden generar miedo o rechazo hacia nosotros los odontólogos, lo que nos dificulta futuras consultas y perpetúa el ciclo de descuido y enfermedad del paciente. A largo plazo, todo esto puede traducirse en menor participación social o escolar e incluso en mayor riesgo de ausentismo laboral de los padres.
Un rescate para las familias: la prevención es más barata
La buena noticia es que estos costos pueden reducirse sustancialmente con intervenciones tempranas y sencillas. En comunidades donde el agua contiene flúor o donde se aplican programas escolares de sellantes dentales, los beneficios son notables. Por ejemplo, se ha demostrado que los sellantes pueden generar más de 11 dólares de ahorro (aproximadamente $45.000 pesos colombianos) por cada diente protegido durante cuatro años.
Para una familia trabajadora, invertir unos minutos al día en supervisión del cepillado, tal vez programar una revisión dental preventiva anual y educar al niño sobre higiene, puede traducirse en evitar gastos altos y pérdidas significativas de tiempo laboral o escolar más adelante.
¿Qué repercute en las familias trabajadoras que tienen hijos?
Los efectos se pueden ver en distintos niveles:
- Presupuesto familiar: Un tratamiento dental inesperado puede saltar al presupuesto y obligar a recortar en otras áreas (alimentación, transporte, educación).
- Ingresos del hogar: Si el padre o madre pierde horas de trabajo para atender al niño, se reduce el ingreso. En muchos casos de empleo informal o con poco margen, esto representa una carga real.
- Rendimiento escolar del niño: Los niños que tienen dolor dental o muchas ausencias por tratamiento tienen un mayor riesgo de rezago académico. Esto puede afectar sus oportunidades futuras, perpetuando el ciclo de pobreza.
- Salud futura del niño: Enfermedades orales en la infancia pueden implicar tratamientos más complejos en la adolescencia o adultez, incrementando el gasto acumulado.
- Bienestar familiar: El estrés de manejar enfermedad dental infantil, los días en que el niño no duerme o no come bien por dolor, impacta la dinámica familiar.
En el conjunto, para una familia trabajadora, estas cargas se multiplican: ingresos limitados + mayor probabilidad de enfermedad oral + menores redes de apoyo + mayor vulnerabilidad económica = un escenario donde la salud oral ya no es solo un asunto de dentista, sino de justicia social y económica.
Diferentes realidades dentro del mismo problema
No todas las familias enfrentan el costo de la misma manera:
- Trabajadores urbanos informales (como vendedores o repartidores) suelen depender del ingreso diario. Perder una jornada laboral para llevar al hijo al dentista significa dejar de percibir dinero ese día.
- Familias rurales enfrentan mayores distancias para acceder a atención odontológica, lo que incrementa los gastos de transporte y tiempo perdido.
- Familias con varios hijos distribuyen sus recursos entre varios tratamientos, lo que hace más difícil mantener rutinas preventivas o pagar revisiones periódicas.
- Padres jóvenes o madres cabeza de familia tienen más limitaciones de tiempo y dinero, por lo que suelen acudir al odontólogo sólo cuando hay dolor o urgencia.
Estas realidades distintas muestran que la prevención no solo debe ser un hábito individual, sino una política pública, con programas de salud oral escolar, visitas odontológicas gratuitas o campañas de educación accesibles a todos los niveles socioeconómicos.
La prevención: la inversión más rentable
La buena noticia es que prevenir es mucho más barato que curar. De acuerdo con la OMS, cada dólar invertido en programas de salud oral preventiva puede ahorrar hasta 20 dólares en tratamientos posteriores.
Acciones simples como cepillarse con pasta fluorada dos veces al día, enseñar a los niños a limpiar correctamente sus dientes, usar sellantes dentales en edad escolar y acudir al control odontológico cada seis meses pueden reducir hasta un 80 % de las caries infantiles. Además, los programas escolares de salud oral —como los implementados por varios países latinoamericanos— han demostrado ser efectivos y sostenibles a largo plazo.
Lo que las familias pueden hacer desde hoy
Como profesional en salud oral, siempre recomiendo a los padres:
- Incorporar hábitos desde temprana edad: cepillado supervisado dos veces al día con pasta fluorada.
- Aprovechar los programas comunitarios: muchas escuelas o centros de salud ofrecen revisiones gratuitas o de bajo costo.
- Planificar la salud oral dentro del presupuesto familiar: incluir reemplazo de cepillos, hilo dental y revisiones preventivas.
- Cuidar la dieta: reducir azúcares, bebidas gaseosas y alimentos pegajosos. Favorecer frutas, verduras y agua.
- Usar los servicios preventivos disponibles: sellantes, revisiones escolares, programas de fluoruro.
- Evitar que la visita al odontólogo sea solo en caso de urgencia: la prevención siempre cuesta menos que el tratamiento.
Un asunto de salud y de economía familiar
La salud oral no debería verse como un lujo o un tema estético. Es una inversión que protege la economía de las familias y mejora la calidad de vida de los niños y jóvenes. Cada caries evitada es un gasto menos, una ausencia menos en la escuela y una preocupación menos para los padres.
En contextos donde las familias trabajadoras ya enfrentan el desafío de equilibrar tiempo, ingresos y bienestar, priorizar la prevención oral puede marcar una gran diferencia. Más que un tema de higiene, es una estrategia para romper el ciclo de enfermedad, gasto y desigualdad.
Por qué actuar a tiempo marca la diferencia
La salud oral no debería ser vista como un lujo o un tema estético. Es una inversión en bienestar, en estabilidad económica y en igualdad de oportunidades. Cada caries evitada es un gasto menos, una ausencia menos en la escuela y una preocupación menos en casa.
Como especialista en Rehabilitación Dental, estoy convencida de que fortalecer la educación en salud oral, facilitar el acceso a servicios preventivos y apoyar a las familias trabajadoras con políticas públicas efectivas son pasos esenciales hacia una sociedad más saludable y equitativa.
Porque cuidar la sonrisa de un niño o un joven no solo es cuidar su futuro: es proteger la economía y el bienestar de su hogar. Invertir en prevención oral es invertir en bienestar colectivo: menos ausencias, menos costos, menos gastos, más oportunidades y una mejor calidad de vida para todos.
Autor:
DRA. LUISA E. PUCCETTI
Odontóloga Rehabilitadora Oral en LP Estética Dental (Bogotá), reconocida por su enfoque integral en salud oral, su alto sentido ético y su compromiso social. Con amplia experiencia en restauración, estética dental y rehabilitación oral, ha liderado durante años brigadas y campañas de salud oral en empresas del sector privado y en iniciativas comunitarias, donde ha atendido a trabajadores, niños y familias en situación de vulnerabilidad.

Su sólida formación científica y su dedicación a mantenerse a la vanguardia de los avances en odontología le permiten abordar con precisión los desafíos clínicos y ofrecer tratamientos personalizados que priorizan el bienestar del paciente. Como profesional, combina empatía, técnica y prevención para promover una mejor salud oral y contribuir al desarrollo del sector salud en Colombia.







