Perspectivas de género

perspectivas de género
Zona Común Periodismo Especializado en Niñez
Proyecto de Comunicación para la Infancia
No 31

Perspectivas de género

Por tradición se dice que los hombres no lloran, que los hombres son de la calle y las mujeres de la casa, que mujer que no moleste es hombre o que la palabra de la mujer vale un alfiler.

Estas frases y actitudes se han ido transmitido por generaciones y muy seguramente son parámetros con los cuales niñas y niños están siendo educados y reflejados en el ámbito de la familia, de la escuela y de la sociedad.

Estas formas tradicionales de entender lo masculino y lo femenino están cambiando lentamente, los hombres se están involucrando mucho más en la esfera familiar, y las mujeres ocupan cada vez más posiciones protagónicas en el ámbito público, educativo, laboral sin dejar de lado su familia.

Esas fronteras entre el universo de las niñas y los niños se está fragmentando y en su lugar están surgiendo relaciones caracterizadas por la complementariedad y la igualdad. (Ver también: Recursos en el Sistema Educativo)

Definamos Género

“El género se refiere al carácter cualitativo e interdependiente de la posición de mujeres y hombres en la sociedad. Las relaciones entre ambos géneros están constituídas en términos de las relaciones de poder y dominación que estructuran las oportunidades que ofrece la vida a hombre y a mujeres.

El concepto de género hace posible distinguir las diferencias sexuales, fundadas biológicamente entre mujeres y hombres, de las diferencias determinadas culturalmente entre las funciones recibidas o adoptadas por mujeres y hombres respectivamente en una sociedad determinada.

Las primeras son invariables, tiene carácter de destino. Las últimas se pueden transformar y pueden variar en función de influencias políticas y de la evolución de la opinión”. [1]

Opinión
Género y familia en la sociedad futura.

Por: Ana Rico de Alonso
Profesora Titular de la Universidad Javeriana. Docente en la Universidad Nacional. Investigadora en el campo de familia y en estudios de género. Autora de diversas publicaciones. Email: [email protected]

La sociedad actual está en profundo proceso de transición en sus distintas estructuras, organizaciones e instituciones. Las bases tradicionales que han sustentado su organización, se han afectado como resultado de una serie de cambios en los diferentes órdenes socioeconómicos, políticos y personales.

Entre los cambios más significativos puede mencionarse la transformación en la división sexual de las tareas sociales, en especial en las esferas productivas y domésticas.

Más que hacer un inventario de una larga trayectoria de desconfiguraciones y reconfiguraciones, quiero señalar las expresiones más visibles de los cambios en la familia, y las exigencias que para la sostenibilidad de la sociedad, se le plantean al Estado; en este contexto, los roles y funciones de género tanto en lo micro como en lo macro, juegan un papel fundamental.

Las sociedades tradicionales han sobrevivido sobre la base de una rígida división sexual del trabajo, en la que las mujeres se hacen cargo de la totalidad o de una gran parte de las tareas de reproducción social: crianza y cuidado de hijos, atención a enfermos y ancianos de la familia, trabajo doméstico, manejo de los rituales afectivos, prácticas de salud, canalización de los afectos.

Los varones salen a conseguir recursos materiales en el mercado laboral, y una selecta minoría de ellos ocupa las jerarquías decisorias más altas en las instituciones políticas, religiosas y económicas.

La sociedad está dividida claramente entre el espacio público-masculino y el espacio privado-femenino; la familia a su vez, con monogamia vitalicia para la mujer, reúne en el espacio las funciones de regulación sexual, convivencia, supervivencia material, crianza de los hijos biológicos de los dos cónyuges.

Los procesos de modernización han ido modificando lentamente este ordenamiento; se genera el desarrollo industrial urbano, la mayor parte de la población se asienta en los núcleos urbanos, se genera una necesidad de especialización de la mano de obra, aumenta la escolaridad, y se debilitan los controles sociales.

En el caso específico de Colombia, las políticas tempranas e intensivas de planificación familiar, liberan un tiempo y energía de las mujeres jóvenes desde la década del sesenta, a la vez que como estrategia modernizadora, se busca incrementar su escolarización y se estimula la participación en la fuerza de trabajo.

Se da así la salida masiva de la mujer a los espacios públicos, que conlleva en el mediano plazo ganancias de autonomía, frente a los rígidos tutelajes de padres y cónyuge, autonomía que a su vez se ve favorecida con normatividad jurídica que amplía el marco de sus derechos.

La mujer comienza a afianzar esta autonomía en las decisiones que afectan su cuerpo, su tiempo y su afecto, creándose nuevos campos para el establecimiento de relaciones erótico-afectivas, que a su vez, generan cambios en los roles y funciones masculinas.

Los cambios han sido muy intensos y muy rápidos, lo cual ha producido encuentros y desencuentros, en los planos síquico, de pareja, familiar, y social. Coexisten referentes tradicionales, ancestrales de dominación y subordinación, junto con formas familiares nuevas e independientes.

Surgen tensionalidades en las relaciones de pareja, entre padres e hijos, entre jóvenes y ancianos, que se resuelven de múltiples maneras. Una de estas tensionalidades es la distribución inequitativa de responsabilidades de producción y reproducción, entre los hombres y las mujeres del grupo familiar, dejando a la mujer la mayor o la total responsabilidad doméstica, que se adiciona a su jornada laboral, y para muchas mujeres, a su jornada comunitaria.

Otra tensionalidad que surge es entre las funciones familiares y las responsabilidades del Estado; las directrices que toman una y otra van totalmente en contravía: Se impone o se decide un modelo de desarrollo que implica la reducción de tamaño y funciones del Estado en un momento en que la familia, por las razones anotadas, decide o se ve abocada, a reducir las tareas de reproducción social.

Cabe preguntarnos: ¿Cómo son las familias colombianas urbanas de comienzo de milenio? ¿Cuáles son las tendencias que pueden inferirse para el futuro? ¿Cómo pueden articularse Estado y Familia para dar sentido a la retórica consagrada en la Constitución de 1991?

* Las familias actuales: Mucha de la literatura que se ocupa del tema asigna un tono apocalíptico y moralista a los cambios producidos y en proceso. No obstante, estos cambios son irreversibles, y más que detenerlos, conviene documentarlos, comprenderlos y desde el Estado, apoyar las distintas formas de familia.

En la actualidad, las funciones tradicionales de la familia se desempeñan simultánea o separadamente: Hay familias que en las que convive la pareja heterosexual, comparten los bienes generados por el trabajo conjunto, socializan sus hijos de la pareja, esto es la idealizada familia nuclear completa, que representa alrededor de 53%1 de las familias del país.

En las 47% restantes, los componentes se combinan de diferentes maneras: Hay pareja sin convivencia, puede no haber unión de bienes, los hijos no son necesariamente la finalidad del matrimonio, los hijos son de uno de los cónyuges, hay hijos adoptados en mucho mayor proporción.

También hay núcleos sin pareja, abuelos a cargo de sus nietos, y parejas del mismo sexo. Alrededor de un 15% de jóvenes vive en arreglos independientes de sus padres, viven solos o con grupos sin relaciones de parentesco. Hay también una proporción creciente de ancianos, que demanda cuidado y atención.

* Las tendencias para el futuro: las nuevas formas de unión erótico-afectiva se irán incrementando, así como diversas modalidades de convivencias en el espacio, las tendencias en la reducción de la fecundidad implicarán una menor población infantil, y las ganancias en longevidad, una mayor población anciana.

El trabajo estable, con contrato a largo plazo, pasa en todas las sociedades a ser una recuerdo del pasado; nos enfrentamos con mercados flexibles, irregulares, de corta duración, que requieren como señala Adela Cortina, de profundas redes de solidaridad entre los miembros del hogar, y de oferta de servicios diversificada desde el Estado.

* Articulación entre Estado y Familia. El Estado y sus representantes no pueden seguir ignorando las implicaciones de los cambios que se están produciendo. El desafío en este momento histórico para los gobernantes y funcionarios de Colombia no puede seguir siendo solamente el proceso de paz, esto es, la atención a lo político.

¿Qué sucede con las otras dos funciones esenciales para garantizar la supervivencia a corto plazo, y la sostenibilidad a largo plazo, de la sociedad colombiana? Se requiere de una parte, garantizar empleo para los y las colombianos/as, que son a su vez, esposos/as, hijas/os, sujetos autónomos.

Pero también es imperativa la redefinición del bienestar en dos dimensiones:

1) En lo doméstico, no sólo una redistribución equitativa de responsabilidades de reproducción, sino también de producción. Esto conlleva a una revalorización del aporte secular de las mujeres, que debe trascender lo privado y encontrar un reconocimiento desde lo público.

2) En la socialización en la familia, en la escuela, y en la cultura, revalorizar las tareas de cuidado, y la orientación al cuidado de otros, que ha estado tradicionalmente a cargo de mujeres, y devaluada en su reconocimiento.

Se requiere que la escuela asuma la formación de competencias cognitivas, afectivas y ciudadanas, que permitan a hombres y a mujeres desempeñar roles de producción y reproducción.

3) Finalmente, se requiere que el Estado fortalezca una oferta calificada y universal de servicios sociales, que complementen la acción de la familia.

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