German Tessarolo
EMPAÑA DE COLORES LAS CIUDADES VACÍAS
ROSA MARIA LONDOÑO E.
Que el paisaje suministre el viaje,
ya que el hombre aporta la visión
ROBERTO JUARROZ.
1.999 significa en la vida del pintor colombiano Germán Tessarolo, 30 años de vida en Colombia; 3 décadas de trabajo constante en nuestro país, con desempeños de distinta naturaleza creativa, abarcando desde la publicidad hasta el diseño de textiles.
En la actualidad, el artista, ocupa básicamente todo el tiempo en su experimentar con texturas destinadas a modificar el volumen yen la producción pictórica de temas nuevos como músicos, peces, matrioskas y temas recurrentes como arlequines y ciudades; motivos que dialogan desde el color.
La obra de Germán se ha conocido a través de numerosas exposiciones individuales y colectivas a lo largo del territorio nacional; las muestras, nuevamente, cruzas las fronteras y en este ultimo año se concentran en Nueva Orleáns y Detroit (Estados Unidos).
La fuerza del color sorprende la sensibilidad física del espectador, asociado con la luz y con el modo como se refleja; el conjunto produce estilo y placer, determinados por la percepción individual que sé y tenga acerca del juego, color-luz, ye l gusto particular por la imagen fijada.
En el mes de noviembre, Nueva Orleáns, disfruta la obra del pintor Italo-argentino; la muestra es un periplo por el variado mundo pictórico. Barcos surcado las aguas, buses detenidos en el puerto, peces con volúmenes variados; peces solitarios o en bancos estáticos, esperando él corre de las aguas; mujeres de torso desnudo, lánguida mirada y una flor en la mano, sustituto de la caricia ausente; arlequines distantes de la ciudad de Venecia y bodegones con el producto de las tierras tropicales, en los que la sandia es el fruto testigo de las frutas muertas.
La mirada se impresiona con las ciudades; ciudad reflejada en el agua, ciudades sin gente; figuras de construcciones, de casas tal vez viejas o a lo mejor ni años, ni tiempo tienen; solamente, poseen recuerdos y desde los recuerdos despiertan a cada ojo su propia memoria.
Me detengo en una edificación de variados colores: azul, rojo, amarillo, violeta; rejas negras sobre las ventanas que ocultan y despiertan lo no visto, lo sugerido, lo posible pero atrapable desde la imagen que evoca invenciones diversas; ecos tras muros de colores.
El espacio se hace singular en la composición; un todo transgredido por los cables de luz, dentro de una realidad tangible en cierto modo. Cada hilo concentra y destaca un lugar de impresión en la construcción visible. El hilo diagonal, el transverso y el poste crean en conjunto un juego de espacios; cuatro piezas diferentes con identidad propia cada una.
Hallamos un lugar donde el blanco sobresale del fondo azul; espeso blanco, ocultador de accesos posibles o contenedor de lo esencial; quizás, por ello, también, el estado celeste lo expresa Tessarolo, en la figura, atrapado el sol de firmamento; astro cercano a la ventana solitaria, único en el cielo, lejano del madero que abre otro punto surge de una ciudad ilimitada y apenas insinuada en la pintura.
Las divisiones imprimen el misterio; resaltan el rincón a descubrir; fijan al ángulo que solicita atención, desafiando lo próximo continuo desde su propia belleza.
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Las obras angélicas de Germán Tessarolo, están presentes en la memoria del autor como realización del deseo de ser por la imagen; cada ejecución es una imagen puente con pinceladas de ideas y trazos de imago. Una obra tras otra ocupa un espacio, habita una sala, se aloja en la cama, acompaña la soledad; protege al niño; al adulto que no halla su ángel custodio.
La obra traza su sendero. Mi visión se obstina en contemplar un ángel entre tonos verde y azul; colores de agua, de esperanza, cielo, de espacio, de pensamiento e intuición.
El efecto de color y la figura me remiten a la niñez, al origen del camino, donde se construye cada palabra con la imaginación que dibuja, pinta, colorea, designa y asigna imágenes a las cosas nombradas. Al retroceder en el tiempo, se hace irresistible una presencia intima en la memoria, me es visible un ser con alas y facciones masculinas; un ángel cantor en noches de miedo; eterno compañero de las calles vacías.
Germán Tessarolo acude con su arte al propio espíritu; busca descubrir lo invisible en la figura angélica; lo ausente, lo desconocido e inmaterial del ser; el misterio del yo trascendente, presente en el alma del pintor y del genero humano. La oración fervorosa del niño, se transforma en múltiples ángeles con experiencia irrepresentable, diferente, semejante y complementaria del propio yo.
A mi invocación se interponen las variadas composiciones angélicas del maestro Tessarolo: Ángeles femeninos bajo nombres masculinos; Semblantes de perfil, frente, dueños de sentimientos reconocibles por quienes los contemplan, de emociones semejantes a las del alma humana.
Ángeles tras otra faz, tras otra mirada; posan su vida con ojos ausentes, alegres, reflexivos, expectantes, ensimismados o suplicantes. Ángeles de boca sellada y cuerpo halado; de silencio, de música, de silencio, de ayuda, de vida sus misivas pobladas de colores son dulce recompensa a los ojos; en su extrema soledad proporcionan a cada hombre una huella evidente de lo celeste.
El maestro Germán Tessarolo, reviste los ángeles con colores aurorales; colores de amanecer, de alba, de eterno nacimiento; origen de las imágenes esperadas, anheladas, luminosas; espacio donde situó y se sitúan los seres angélicos del pintor.
A partir del escenario de su nacimiento, la diversidad de tonos en los ángeles, tiene la capacidad de configurar una gruta simbólica dispuesta a propiciar diálogos, desde la riqueza e intensidad de los matices.
La seducción de los ángeles del pintor italo-argentino, me es dada por los diferentes azules combinados con variados amarillos y rasgos gradados de violeta, llegando hasta el lila pálido: Color que se torna envolvente en algunas figuras, el divertimento con los colores produce un efecto lumínico visible en unas cuantas alas transparentes; alas de ángeles translucidas semejantes al vitral, al agua.
Objetos náufragos que producen el espíritu a un lugar sin limites: espacio sin tropiezo donde ancla el tiempo y queda tan solo, la sensación de lontananza entre el aquí y el allá.
La atmósfera angélica creada por el pintor es escenario de tonos, tintes y matices; transmites ambiente incierto, generador de la percepción de lo impenetrable, de lo distante e inalcanzable; soporta el concepto del ser ángel. La figura representa muestra el paraje de lo posible; el ámbito en el que hallamos el ángel amigo, compañero alcanzable del alma, de lo trascendente propio, aún lejano.
Germán Tessarolo al conjugar lo impenetrable con lo posible, ha creado un efecto de unidad en la composición, que guarda, anuncia y entrega su sentido angélico. Las imágenes religiosas se hacen búsqueda necesaria en su trasegar; el motivo regresa como justificación de la nostalgia y lo ausente; las presencias trazadas: testimonios de la relación innegable del hombre, del pintor con lo oculto, no corpóreo y eterno.
TREN | NOSTALGIA PORTEÑA | |
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PUERTO SANTA MARTA |
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