Síndrome de Pambelé

Antonio Cervantes “Kid” Pambelé 6, célebre boxeador bolivarense y primer campeón mundial de boxeo que tuvo el país, acuñó la frase lapidaria que reza “es mejor ser rico que pobre” y que representa, quizá, lo más profundo de la naturaleza colombiana. La interpretación que se puede ofrecer de esta frase permite afirmar sin mucha discusión que es mejor lo de los ricos que lo de los pobres y, para nosotros, los ricos son los extranjeros y los pobres siempre seremos los locales. Bajo este criterio, nada de lo que nosotros hagamos o dejemos de hacer tiene valor cuando se compara con lo que se hace en otras latitudes. Por lo anterior, como despreciamos lo que hacemos, ni siquiera nos preocupamos por hacerlo público, por mos­trarlo, por publicitarlo, a menos que algún colonizador extranjero nos impulse a eso. Invenciones autóctonas que hoy se atribuyen autores extranjeros tuvieron su origen en el país, pero no pueden ser hoy reclamadas a falta de una publicación que así lo justifique. Ejemplos de invenciones y adelantos en otros países, tienen su “denominación de origen” gracias a que sus creadores sucumbieron ante la tentación de describir sus hallazgos.

Síndrome de Cochise

Martin Emilio “Cochise” Rodríguez 7, ciclista antioqueño ganador del campeonato mundial de pista en 1971, adoptó su apodo de un célebre jefe indio apache. Se le atribuye la autoría de otra frase lacónica muy representativa de nuestra idiosincrasia: “En Colombia se muere más gente de envidia que de cáncer”. Este síndrome se caracteriza por una crítica descarnada, demoledora y malintencionada que recibe el investigador cuando presenta sus hallazgos, de parte de un crítico que usualmente no ha producido ni una coma en el campo o área en discusión. Esta suele estar motivada por unos celos irrefrenables de parte del crítico, que ve en los avances de la víctima una afrenta para su propia supervivencia. Casos que ejemplifican este síndrome se ven en congresos y simposios, donde el auditorio demuestra su eficiencia para criticar sin razón, pero después de tan feroz ataque, el infortunado expositor termina dándose cuenta de que su crítico poco o nada sabe del tema y, mucho menos, ha hecho siquiera el intento de exponer su “experiencia”.

Síndrome de Maduro

En contraposición al anterior, se encuentra este síndro­me. Adopta su denominación del actual presidente de Venezuela, Nicolás Maduro 8. Maduro, heredero de las huestes de Hugo Chávez, pero sin su carisma, conoci­miento y recorrido, ha logrado enunciar en unos pocos años una lista interminable de apelativos y frases, que harían humillar al más creativo generador de majaderías. Una de ellas, “Llegó un grupo de expertos con un veneno y están preparados para venir a Venezuela a inoculárme­lo” en respuesta a su paranoia de derrocamiento y a las constantes críticas que recibe su gobierno por la escasez de alimentos y el pésimo manejo de la economía, es claro sustento para este síndrome. Este se caracteriza por la posición que adopta el investigador cuando es criticado públicamente. En vez de recibir con beneficio de inventario la crítica (obviamente, como se describe en el síndrome de Cochise, la crítica debe pasar por el filtro de quien la emite) y de considerarla una forma de identificar los yerros que inicialmente no se vieron, se la toman como una afrenta personal, como un intento de desprestigio o un ataque vedado y, como tal, responden. Unos simplemente se defienden como animal salvaje, despotricando contra su crítico y lanzando insultos a diestra y siniestra. Otros, por el contrario, hacen como el avestruz y esconden la cabeza ante las consistentes evidencias, ignorando las advertencias que les están evitando el camino al abismo. Así, se impide el poder avanzar en el desarrollo de sus teorías. El camino de la ciencia está lleno de dificultades y solo los científicos constantes que tropiezo a tropiezo van refinando sus hallazgos, finalmente consiguen un conocimiento sólido y resistente.

Síndrome de Marazzitti

Donatella Marazzitti 9, investigadora de la Universidad de Pisa, en conjunto con otros investigadores publicó en 1999 un artículo en una revista psicológica, donde demostraba que el enamoramiento era indistinguible bioquímicamente de un estado obsesivo compulsivo. Esto le significó recibir el premio Nobel de investiga­ciones improbables, otorgado anualmente por algunos cómicos investigadores de la Universidad de Harvard 10. Este síndrome se caracteriza por el desprecio por el interés de un investigador en confirmar lo que el públi­co común, el establecimiento, el statu quo consideran evidente (usando términos más coloquiales, “descubrir el agua tibia”). Se dan por sentado muchas opiniones y conceptos sin que nadie alguna vez haga el esfuerzo por demostrar su veracidad, pues este tipo de ejercicios son mal vistos o considerados un desperdicio de recursos. Asumimos, simplemente, que las cosas son como se nos dicen y, por lo tanto, prejuiciosamente, omitimos ahondar en descubrir si el tigre es como lo pintan. So­mos bastante sumisos y dejamos de controvertir lo que parece cierto, sin pensar en que detrás de estas aparentes verdades pueden esconderse errores de siglos. Síntomas de este síndrome suelen verse cuando alguien presenta los resultados locales de condiciones o tratamientos propuestos desde otros países. Como suele aceptarse que lo que viene de afuera es perfecto y se comporta de la misma manera en nuestro sistema, las evaluacio­nes locales se desprecian y, si se ven, simplemente se descartan, induciendo a los investigadores a dejar este espacio sin explorar.

Síndrome del déjà vu

Literalmente ya visto, este extraño fenómeno se refiere a la sensación de que un evento que está sucediendo ya se había vivido previamente. Da nombre a este síndrome, que se produce cuando alguien intenta demostrar algo original que le ha salido en un momento de inspiración divina o producto de la serendipia y es automáticamente interpelado por otro sujeto, que le dice en tiempo real que eso ya estaba descrito. No se sabe si producto de la envidia o de la ignorancia, este síndrome suele amputar los sueños y las expectativas del novel descubridor-inventor, cortando de tajo las posibilidades de que un determinado hallazgo pueda ver la luz del mundo. Suele presentarse frecuentemente en las instituciones de for­mación (llámense universidades u hospitales), donde las novedades simplemente se convierten en anécdotas cotidianas, que seguramente ya han sido reportadas antes y en otro lugar, sin que dicha asunción llegue a confirmarse, desestimulando a quien propone ahondar un poco más y mercadear mejor su descubrimiento. Suele aparecer previamente al síndrome de Pambelé o empeorar esta condición.

Síndrome de Galileo

Galileo Galilei 11, astrónomo italiano del Renacimiento, tuvo a su bien confrontar uno de los dogmas más arrai­gados de su época y dar forma con datos a la naciente teoría del heliocentrismo, en contra de las creencias de la iglesia y del Papa Urbano VIII. Por esta herejía pasó los últimos años de su vida bajo arresto domiciliario. El síndrome aquí descrito, que también puede definirse como “el de la verdad del jefe”, hace referencia a la constante sumisión a la que se debe someter el investi­gador cuando sus hallazgos desafían el dogma existente o, incluso, la opinión del jefe. No importa si se está lleno de evidencias, finalmente, la autoridad existe en la tierra para respetarla y obedecerla, y un inane librepensador no tiene el mínimo derecho de desafiarla o de siquiera promocionar sus hallazgos (¡mucho menos si esta puede convertirse en cierta!). Este síndrome se ve general­mente en las reuniones académicas de las instituciones educativas o en las reuniones de discusión de casos clínicos de los hospitales, donde algún joven inquieto osa proponer una alternativa diferente a la corriente, en razón de algún evento adverso o un mal resultado, y es rápidamente reprendido por su jefe o se convierte en objeto de burlas por considerar ideas ridículas en un lugar donde todo está reglamentado y se le obliga a renegar de sus pensamientos blasfemos.

Síndrome de Puyi

Aision-Gioro Puyi 12 fue el último emperador de China y el último representante de la dinastía Qing que la gobernó desde 1644. Después de su abdicación, fue recluido en la Ciudad Prohibida y, finalmente, se le impidió parti­cipar de actos públicos como emperador. El síndrome que lleva su nombre implica que al investigador le es prohibido participar en lugares donde pueda demostrar sus resultados, en razón de que sus opiniones y datos no corresponden con la posición establecida por el régimen de turno (entiéndase directivo, presidente, etc.). Cuando la autoridad no puede convencer al enfermo, como en el síndrome de Galileo, es la represión la que toma su lugar. Este se observa en los mismos casos del síndrome anterior, pero corresponde en realidad a una etapa mucho más avanzada del mismo, en la cual el investigador es excluido del círculo profesional como un lazarino por no estar de acuerdo con el dogma actual.

Síndrome de Norgay

Tensing Norgay 13, el sherpa nepalés que acompañó a Sir Edmund Hillary en su ascenso al Everest, fue el primer hombre que trepó a la cima del monte más alto del mundo en 1953. Según algunos historiadores, aun­que Hillary recibió todos los honores por la hazaña, la verdad es que fue Norgay el héroe no reconocido de la epopeya. El síndrome que lleva su nombre hace referen­cia a la situación en que los créditos que merece algún investigador son entregados a otro o le son negados de tajo. El investigador es, entonces, despojado de lo que legítimamente le corresponde, le son negados sus derechos de autor y patrimoniales, y finalmente, cuando inicia una pelea por recuperarlos, es condenado al ostracismo para permanecer a la sombra, mientras el usurpador disfruta de las mieles de la gloria. Ejemplos de este síndrome suelen verse con frecuencia en los trabajos de los estudiantes de pregrado y posgrado, cuya autoría es literalmente hurtada por sus tutores y maestros.

Síndrome de Don Corleone

Vito Corleone 14 es el protagonista de “El Padrino” de Mario Puzzo, una de las novelas más famosas del siglo XX y que fue inmortalizada en el cine con una secuencia de tres películas producidas por Francis Ford Coppola. Don Corleone, como se le llama en la obra, es el jefe de una de las familias mafiosas de Nueva York en la época de los 40 y ofrece muchas frases prácticas que dan sentido a la existencia de la mafia en América. Una de estas frases “La amistad es más que el talento. Es más que el gobierno. Es casi igual a la familia”, es la que da apoyo a este síndrome, que corresponde a las estrategias que se utilizan para conseguir que un hallazgo pueda ser presentado públicamente o que reciba la suficiente atención para que pueda surgir y ser reconocido. La búsqueda del éxito por mérito y esfuerzo personal es reemplazada en el país, por los “contactos”, que son en últimas los que permiten que algunas ideas lleguen a feliz término y otras no. Así, el investigador, en vez de concentrarse en demostrar con hechos sus teorías y a superar uno tras otro los es­collos que van apareciendo para fortalecerlas, opta por mantener la mediocridad académica y por conseguir el reconocimiento por medio de la “rosca” y las “buenas relaciones”. Esto se aprecia con mirar la lista de con­ferencistas de muchos congresos nacionales, llenos de invitados “nacionales e internacionales” que nada han escrito sobre un tema y cuya presencia solo responde al criterio del “amiguismo”. Además, este síndrome también sirve de excusa para mantener la estructura vigente y para justificar el menor esfuerzo por sacar a relucir los logros. Los investigadores no envían sus escritos a revistas internacionales, porque allá no ejercen poder “las roscas” o porque es más expedito el camino local, donde ellas sí tienen capacidad de maniobra.

Síndrome de los cinco centavos

Finalmente, no hay nadie más sabio que el pueblo y está profundamente afincado en nuestra cultura el concepto de “los cinco centavos para el peso”, que se refiere a la falta de un mínimo elemento, algo simple y básico, para lograr que un producto, un logro o un invento sea mejor y vea la luz fuera del ámbito estrecho de su hacedor. Este síndrome, que algunas personas han relacionado con el Powerpoint®, se refiere al énfasis exagerado que se le pone a los elementos superfluos de un trabajo científico en desmedro de la preocupación por sus elementos vitales. Los investigadores hacen bien su labor, descubren, inventan o generan nuevo conocimiento, y este se pone con extremo cuidado en una presentación para sus estudiantes o para un congreso científico; se escribe un resumen para un evento científico, pero a la hora de convertir eso en un texto digno de publicarse, no se concreta la tarea. Así, quedan faltando los cinco centavos para el peso, lo más importante por hacer para que su trabajo sea conocido y utilizado por otros.

De esta forma, termina aquí el ejercicio diagnóstico. Estoy seguro de que esta primera aproximación se queda corta, y que el número de síndromes y ejemplos superan con creces lo descrito aquí. Estoy seguro de que cada descripción es aún incompleta. Estoy seguro de que, incluso, puedo caer en alguno de estos síndromes en este mismo manuscrito. Por eso, invito a todos los que lean este ensayo y que descubran errores o imprecisiones, a los que identifiquen ausencias y a los que descubran injusticias, que me lo hagan saber, porque solo de esta manera este trabajo estará terminado y servirá para hacer las respectivas propuestas, recomendaciones o sugerencias, que sirvan como cura a tanta enfermedad.

Referencias

1. Departamento Nacional de Planeación. Programa Visión Colom¬bia 2019. Fecha de consulta: 23 de enero de 2015. Disponible en: https://www.dnp.gov.co/PortalWeb/PolíticasdeEstado/VisiónColombia2019.aspx.
2. Gauteciencia. La investigación científica en América latina. 2009. Fecha de consulta: 23 de enero de 2015. Disponible en: https://guateciencia.wordpress.com/2009/01/25/la-investigacion-cientifica-en-america-latina
3. Jaramillo H. La formación de posgrado en Colombia: maestrías y doctorados. Revista CTS. 2009;5:131-55.
4. SCImago institutions rankings. SCImago journal & country Rank. Fecha de consulta: julio de 2014. Disponible en: https://www.scimagojr.com/countryrank.
5. The Hofstede Centre. Fecha de consulta: 23 de enero de 2015. Disponible en: https://geert-hofstede.com/
6. Wikipedia. Antonio Cervantes. Fecha de consulta: 23 de enero de 2015. Disponible en: https://en.wikipedia.org/wiki/Antonio_Cervantes
7. Wikipedia. Martín Emilio Rodríguez. Fecha de consulta: 23 de enero de 2015. Disponible en: https://es.wikipedia.org/wiki/Martin_Emilio_Rodriguez
8. Wikipedia. Nicolás Maduro. Fecha de consulta: 23 de ene¬ro de 2015. Disponible en: https://en.wikipedia.org/wiki/ Nicol%C3%A1s_Maduro9. Donatella Marazziti. Fecha de consulta: 23 de enero de 2015 Disponible en: https://www.donatellamarazziti.com/
10. Shirrell A. Science for Valentine’s Day. Annals of improbable research. Fecha de consulta: 23 de enero de 2015. Disponible en: https://www.improbable.com/news/2002/feb/romantic.html
11. Wikipedia. Galileo Galilei. Fecha de consulta: 23 de enero de 2015. Disponible en: https://en.wikipedia.org/wiki/Galileo_Galilei
12. Wikipedia. Puyi. Fecha de consulta: 23 de enero de 2015. Dis¬ponible en: https://en.wikipedia.org/wiki/Puyi
13. Wikipedia. Tenzing Norgay. Fecha de consulta: 23 de enero de 2015. Disponible en: https://en.wikipedia.org/wiki/Tenzing_Norgay
14. Wikipedia. Vito Corleone. Fecha de consulta: 23 de enero de 2015. Disponible en: https://en.wikipedia.org/wiki/Vito_Corleone
Correspondencia: Álvaro Sanabria, MD, MSc,
PhD, FACS
Correo electrónico: alvarosanabria@gmail.com
Medellín, Colombia

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