Obituario: El Doctor Víctor Manuel Ferrans

Académico Alfredo Jácome Roca

Dr.  Víctor Manuel FerransA finales del año pasado falleció en los Estados Unidos el médico colombiano Víctor Ferrans, quien dedicó su vida entera a la investigación en biología molecular.

“Vic” (como le decían sus contemporáneos norteamericanos) nació en Barranquilla en la década de los 30. Con raíces catalanas, se graduó de bachiller en el tradicional Colegio Biffi de los Hermanos Cristianos; viajó a New Orleans, donde se graduó de médico en la Universidad de Tulane e hizo su internado en el Charity Hospital de la misma ciudad.

En vez de proseguir con una tradicional residencia en campos clínicoquirúrgicos que le hubieran garantizado una vida sin aulagas, decidió sacar un doctorado en anatomía, en su misma Alma Mater.

Los colombianos éramos particularmente apreciados en aquel sitio, merced a programas como el “Tulane-Colombia” (ahora Cideim en Cali), orientado hacia el estudio de las enfermedades tropicales, y a la presencia de decenas de profesionales becados para hacer postgrados allí (que en nuestro país adquirirían luego el remoquete de los “Tulane boys”).

Numerosas personas saltan a mi memoria, entre las que se encuentran Eduardo Gaitán, Germán Beltrán, Eugenio González, Ramsés Hakim, Alfonso Villamil, Jorge León, su hermana María Amalia y los hermanos Alberto y Mario Bernal, Oscar Bolaños, Mario Hurtado y muchos otros, que pasamos por aquellos claustros y residimos en esa interesante ciudad. Yo lo hice entre 1965 y 1967, cuando compartí trabajo y amistad con mi paisano Ferrans.

Casado con la también barranquillera Gloria Grocer, Víctor se ubicó en el grupo del Profesor George E. Burch, jefe de Medicina Interna y eminente cardiólogo e investigador.

Sus primeros “papers” llevaron la co-autoría de Burch, entre los que recuerdo uno sobre la necesidad de tratar las cardiomiopatìas dilatadas que se observaban en situaciones como los embarazos, con reposo estricto y prolongado, hasta por seis meses.

Como Burch exigía que todo médico vinculado al Departamento hiciera consulta externa y pasara revista (o “rounds”), así se dedicara a la investigación, allí los residentes y fellows veíamos a grandes científicos participando en jornadas de un corte eminentemente clínico, lo que a su vez enriquecía nuestro aprendizaje.

De esa orden se salvó el doctor Andrew Schally, posterior Nóbel por sus investigaciones en hormonas, pues él no era médico.

Era un buen amigo, serio y sin pretensiones.

Trabajaba en horario de oficina y a las 5 de la tarde regresaba a casa en su Impala gris. Asistía también a las revistas de cardiología, por lo que muchos lo consideraban un cardiólogo.

Vic fue llamado poco tiempo después a vincularse al NIH en Bethesda, donde viviría hasta su muerte.

Afectado por una diabetes, perdió su visión y los riñones, pero fue exitosamente trasplantado, por lo que alargó su vida investigativa muchos años más.

Lo volví a ver en un Congreso de Medicina Interna en Medellín en la década de los setenta, luego en otro en Barranquilla en los ochenta. Todavía no había escrito ni la mitad de sus 458 publicaciones (la última verificada en el Medline tiene fecha de diciembre de 2001), pero fue personaje mucho más conocido en el medio científico norteamericano que en la misma Colombia.

Su campo de investigación fue extraordinariamente amplio, y en los últimos años se las ingenió para investigar y publicar tres veces más que el promedio de un investigador de su talla, a pesar de encontrarse ciego. (Vea: Revista de Medicina: Junta, Volumen 24 No. 1 (58)

En Colombia recibió numerosas distinciones, entre las últimas una otorgada por el Presidente Pastrana, y un sentido homenaje en el Colegio Biffi de Barranquilla, de donde era egresado. Su meritoria carrera y su interesante personalidad lo habría hecho merecedor por mil títulos del nombramiento como miembro honorario de la Academia Nacional de Medicina, pero por esas cosas del destino, esto nunca ocurrió.

A pesar de una muerte algo prematura, ya que no llegaba aún a los setenta, el profesor dejó un enorme legado de conocimientos que enaltecen en grado sumo a nuestra patria, que lamentablemente tiene que dejar emigrar a muchos de sus mejores valores, pero que a veces pienso que en buena hora, pues así pueden dar lo mejor de sí para el crecimiento y bienestar de la sociedad globalizada.

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