Historia de la Medicina I: El estudio del hígado a lo largo de la historia

Con la teoría humoral de Hipócrates y, más tarde, con Aristóteles, el hígado es estudiado por vez primera des¬de el punto de vista biológico, aunque en relación con las opiniones científicas y filosóficas de la época. Entre los cuatro “humores” fundamentales del organismo, junto a la sangre, se contaban la flegma o secreción mucosa, la bilis amarilla, que era la bilirrubina, y la bilis negra o atrabilis. Según el humor predominante, cada individuo tenía un determinado temperamento. De ello resultaron cuatro temperamentos, y aun en la actuali¬dad, después de tantos siglos, se sigue hablando de temperamentos flemáticos, sanguíneos, biliosos y melancólicos.

Paralelamente, como siguiendo el juego de las cuatro esquinas, se habló de los cuatro elementos (tierra, agua, fuego y aire), de las cuatro propiedades fundamentales (seco, húmedo, frío y caliente), de las cuatro esta¬ciones y de las cuatro fases de la vida humana. BENEDICENTI decía que la bilis negra fue inventada por los antiguos con el exclusivo objeto de elevar a cuatro el número de los humores y cuadrar así la cuenta. En realidad, la bilis negra correspondía a la bilis verdíníca. La bilis, a su salida del colédoco, es de color amarillo oro. Pero en contacto con el aire atmosférico, la bilirrubina se oxida y pasa a biliverdina, que es verde, color que adquie¬re entonces la bilis.

A los cuatro humores clásicos GALENO añadió el pneuma, al que subdividió en tres espíritus: el espíritu ani¬mal, que residía en el cerebro, dirigiendo los sentidos y los movimientos; el espíritu vital, que radicaba en el corazón, desde el cual regulaba el curso de la sangre y del calor auimal; el espíritu natural, que anidaba en el hígado, órgano pentalobulado bastante parecido a la corola invertida de una deslumbrante flor tropical. El hígado presidía la producción de sangre, bilis amarilla y bilis negra, y al mismo tiempo regulaba la nutrición y el metabolismo. Según el concepto galénico, la bilis amarilla fluía al intestino, mientras que la negra, iba a parar a la sangre, y desde ella se dirigía al bazo, donde se acumulaba como en un depósito, para pasar final¬mente al estómago.

En los siglos XVII y XVIII todavía persistían errores e inexactitudes en relación con el hígado. Así, ASELLI y VESLING, defendiendo la autoridad de Galeno, creían que en el hígado desembocaban los vasos quilíferos. Asi¬mismo, HARVEY consideraba el hígado como el lugar de producción de la sangre.

No obstante, poco a poco se iba imponiendo la concepción moderna del hígado. SPIEGEL describió el lóbulo cau¬dado; GLISSON señaló la relación entre la estructura lobular hepática y la distribución de los vasos sanguíneos. El mismo autor descubrió también que la bilis era obra del parénquima hepático, y no de la vesícula biliar como antes se creía. BOREL, adelantado de la anatomía microscópica y, aunque por muy poco, precursor de MAI.PIGHI, parece que fue el primero en observar la célula hepática.

Bartolomée L´AKGI.AIS, que resumió la ciencia de la antigüedad, decía, en 1743 : fel ex sita substanüae subti-Htate et acumine est grossoruni humorum inscissivitm el sua sicciate consumptivum (“la hiel, sustancia sutil y penetrante, es el más irritante de todos los grandes humores corporales, y su escasez produce la consunción del organismo”).

Así como en los siglos XVII y XVIII llegó a conocerse la forma y estructura del hígado, en el siglo XIX se comen¬zó su estudio desde el punto de vista funcional. Los más insignes representantes en esta época son GMELIN y, sobre todo, Claudio BERXARD, con su descubrimiento de la función glucogénica hepática. También contribuye¬ron al conocimiento de la hepatología en el siglo XIX, otros autores : BARBERA, que dio un impulso notable al conocimiento de la fisiología colecística ; BERZELIUS, que aisló la biliverdina ; HEIKTZ, descubridor de la bilirru-bina ; STRECKER, que identificó el glucocolato y el taurocolato sódicos ; y JAFFÉ, que descubrió la urobilina.

Azprensa

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