Editorial, Programas de Crecimiento y Desarrollo
Dentro del proceso de mejoramiento de las condiciones de vida en que está Empeñada la Sociedad Colombiana de Pediatría hay un factor que consideramos de la mayor importancia como es el de rescatar la Imagen del Pediatra dentro de la comunidad, con el fin de recuperar para él ese lugar preponderante que debe tener. Desde un principio, en la escuela de medicina se estipula que el pediatra es el profesional mejor preparado para la atención de los niños entre cero y 18 años. Con ese objetivo adelantamos un proceso de especialización que tiene similar carga académica de la que puede tener un internista, un ginecoobstetra o un cirujano. Sin embargo, y por conveniencias de tipo comercial, se ha popularizado la idea de que el pediatra es un médico general de niños y eso, a la luz de las circunstancias actuales no es exacto, salvo por el hecho de que un pediatra general puede estar en capacidad, y de hecho lo está, de ver cualquier patología que se presente dentro este rango de edad. La especialización en Pediatría es tan respetable y compleja como puede ser cualquiera de las anteriormente mencionadas, pero otra cosa muy distinta es que un pediatra sea, como pretende establecerse, un médico general que solo trata niños.
Para nadie es un secreto cuáles son las intenciones de todo este proceso de “generalizar” al pediatra. Los intereses económicos que por esta época dominan el ejercicio de la profesión, busca que con esa actitud, la consulta realizada por un pediatra sea menos costosa para la entidad Promotora o para la Prestadora de salud.
No pocos son los intentos que hemos vivido que buscan que muchas de las funciones propias del ejercicio de la pediatría sean puestas en manos de otros profesionales vinculados con la atención en salud. Con horror hemos visto como se establecen programas de Crecimiento y desarrollo que son manejados por otros profesionales, tales como enfermeras o nutricionistas, como si establecer que esos parámetros, muy importantes en el correcto desarrollo de un infante fueran el todo de su evolución. Son parte del proceso, con un componente mecánico muy importante y que fácilmente se puede agrupar en una serie de tablas que para cualquier persona, familiarizada o no con la fisiología normal de un ser humano, sea relativamente sencillo establecer si está dentro de límites normales o fuera de ellos. Pero ¿qué pasa cuando no se cumplen esos parámetros?¡ ¿Significa acaso que un niño que no tiene el peso o la talla adecuada para su edad, es indefectiblemente un enano o un desnutrido? ¿No juegan acaso, también, un papel muy importante factores diferentes a la simple ingesta adecuada de los diferentes nutrientes recomendados? ¿No es importante en ese caso establecer, por ejemplo, si el niño tiene factores hereditarios que determinan que ese niño siempre manifestará una talla mas baja de la establecida para la edad? Por otra parte ¿no intervienen también otras razones muy distintas en todo este proceso? Precisamente, estamos convencidos, que es el Pediatra el profesional que, con una preparación adecuada, puede establecer una visión global del niño que le permita determinar cual o cuales circunstancias adicionales de su herencia, su entorno, etc. son las que están determinando esas diferencias. Y lo que es más importante aún es quien está en mejor capacidad para establecer cuáles son los correctivos globales que se deben implementar.
Pues bien, con esta idea en mente y como otra muy importante misión de nuestra Entidad, con la doble preocupación, – el niño y el pediatra – porque no pueden separarse las dos, es que la Sociedad, está adelantando un proceso de gran envergadura, que pretende rescatar la imagen del pediatra, con el fin de que vuelva a ocupar el “sitial” que merece dentro de la cadena de la atención en salud de nuestra población. Consideramos un riesgo, para no calificarlo como un absurdo, que nuestros niños no sean vistos por el profesional mejor preparado en la academia para enfrentarlo como un todo, integralmente, con todas las “armas” para resolver su problemática biosicosocial. La tan trajinada frase de que “el niño no es un adulto pequeño” no descalifica el hecho de que, en un momento dado, el niño sea visto por un profesional distinto. La idea fundamental es que el pediatra es quien está mejor calificado para verlo, atenderlo y resolver su patología en forma integral y con un componente más, el componente familiar que, basados en la experiencia quien mejor lo maneja es el pediatra.
Recordemos que la ley está de nuestro lado. El artículo 11 del decreto 806 de 1998, reglamentario de la Ley 100 de seguridad social establece que el niño puede ser visto desde un principio por el pediatra, sin necesidad de ser remitido por el médico general. Además la salud sí es un derecho fundamental de los niños. Y para completar, para reforzar estos puntos el artículo 44 de la Constitución Política de Colombia establece que “Los derechos de los niños prevalecen por encima de los derechos de los demás.
Para adelantar este proceso estamos utilizando diversas estrategias. La publicidad es una de ellas y, con la ayuda de todos, esperamos ver pronto los resultados. Todos se sorprenderán. Con el apoyo de todos los pediatras a la Sociedad, para constituirla en una entidad más sólida aun y con el mejor desempeño posible de nuestro ejercicio profesional como lograremos sacar adelante esta iniciativa que, como dije atrás, busca beneficiar a los dos integrantes fundamentales de nuestra agremiación: Los niños y los Pediatras.
El Editor
Cartas al Editor
Noviembre 10 de 2002
Doctor
León Jairo Londoño Velásquez
Editor, Revista Pediatría
Bogotá, D.C.
Apreciado doctor Londoño:
Cordial saludo. Con la presente quiero agradecerle la publicación del artículo Reflujo gastroesofágico en niños: “Enfermedad” de moda?, como una contribución a la discusión de temas de actualidad y de controversia en pediatría. Al mismo tiempo, le pido el favor de publicar un pequeño equívoco en la bibliografía: La dirección electrónica que aparece como referencia 11 (www. ascofame.org.co/bajarguias cmbe/reflu~1.pdf), hace parte de la referencia número 10. En esta forma, todas las referencias siguientes fueron desplazadas y no coinciden con el número con que fueron citadas en el texto. La cita de Heillemeier por ejemplo, que aparece con el número 12 en las referencias, fue citada en el texto con el número 11 y así sucesivamente.
Confío en que esta corrección se pueda hacer, para seguir teniendo la confiabilidad de nuestros lectores.
Cordialmente,
Dr. Luis Fernando Gómez Uribe
Médico Pediatra
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